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              trata de sufrir y no puede.  Este es el fuego
              purificador irresistible, inevitable para hacer
              prevalecer el bien y para la santificación.

                     Está  escrito,  como  ya  se  mencionó
              anteriormente:  “El  hacer  tu  voluntad,  Dios
              mío, me ha agradado, y tu ley está en medio
              de  mi  corazón”  (Salmo  40.8).  El  profeta
              Jeremías  anuncia  que  Dios  les  daría  un
              corazón y un camino, por medio de un pacto
              eterno  recibirían  el  temor  de  Dios  en  sus
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              corazones.  El profeta Ezequiel también hace
              referencia a la promesa de Dios: “Y les daré
              un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro
              de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en
              medio de su carne, y les daré un corazón de
              carne, para que anden en mis ordenanzas, y
              guarden  mis  decretos  y  los  cumplan,  y  me
              sean  por  pueblo,  y  yo  sea  a  ellos  por  Dios”
              (Ezequiel  11.19  al  20),  además  menciona:
              “Os  daré  corazón  nuevo,  y  pondré  espíritu
              nuevo  dentro  de  vosotros;  y  quitaré  de
              vuestra carne el corazón de piedra, y os daré
              un  corazón  de  carne.  Y  pondré  dentro  de
              vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis
              estatutos,  y  guardéis  mis  preceptos,  y  los
              pongáis por obra” (Ezequiel 36.26 al 27).

                     Jesús  dijo:  “Fuego  vine  a  echar  en  la
              tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido?”


              1  Jer. 20.7 al 12.
              2  Jer. 32.39 al 40.
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