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Nuestro Señor, Cristo Jesús, nos lavó
de nuestros pecados con su sangre, según la
primera epístola universal de San Pedro
apóstol, ahora somos linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido
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por Dios, y hemos alcanzado misericordia.
Bien dice el apóstol Pablo en sus epístolas
cuando menciona lo siguiente: “Y el que
físicamente es incircunciso, pero guarda
perfectamente la ley, te condenará a ti, que
con la letra de la ley y con la circuncisión eres
transgresor de la ley. Pues no es judío el que
lo es exteriormente, ni es la circuncisión la
que se hace exteriormente en la carne; sino
que es judío el que lo es en lo interior, y la
circuncisión es la del corazón, en espíritu, no
en letra; la alabanza del cual no viene de los
hombres, sino de Dios” (Romanos 2.27 al 29).
También dice: “Porque en Cristo Jesús ni la
circuncisión vale nada, ni la incircuncisión,
sino una nueva creación. Y a todos los que
anden conforme a esta regla, paz y
misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios”
(Gálatas 6.15 al 16). Esto quiere decir, en el
contexto actual del nuevo pacto, quienes
obedecen los Diez Mandamientos, nacidos de
nuevo, por medio de Cristo como salvador
1 1 P. 2.9 al 10.