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Espíritu, no menospreciéis las profecías,
examinadlo todo; retened lo bueno, absteneos
de toda especie de mal. Y el mismo Dios de
paz os santifique por completo;…” (1
Tesalonicenses 5.19 al 23).
Cada profecía recibida es examinada y
comparada con las Sagradas Escrituras,
como referencia, pues está escrito: “Y los
espíritus de los profetas están sujetos a los
profetas; pues Dios no es Dios de confusión,
sino de paz…” (1 Corintios 14.32 al 33).
Pablo, a pesar de estar condicionado dentro
de una cultura con raíces patriarcales, la
cual considera al sexo masculino superior al
femenino, actualmente denominado con el
nombre de machismo, regula en relación con
la profecía, tanto a las mujeres como a los
varones. La precaución específica para la
mujer en 1 Corintios 14.34 al 35, es de no
hacer una interpretación a la ligera con la
consecuencia de inducir al varón al error,
porque en 2 Corintios 11.3 la compara con el
ejemplo de Eva, extraviada en su propia
mente al cuestionar y distorsionar sus
sentidos en confusión, esto la lleva a incurrir
en rebeldía con la participación de Adán. En
realidad no hay sexo superior al otro, la
acción de Eva al hacer uso de su inteligencia
la confronta con una duda e investiga por sí
misma el conocimiento de lo cuestionado,
capacidad innata provista por Dios en el ser
humano, tanto en el hombre y en la mujer.