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              todo  tu  corazón  y  con  toda  tu  alma;  que
              guardes  los  mandamientos  de  Jehová  y  sus
              estatutos,  que  yo  te  prescribo  hoy,  para  que
              tengas  prosperidad?...  Circuncidad,  pues,  el
              prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis
              más  vuestra  cerviz”  (Deuteronomio  10.12  al
              16,  30.6).  Otro  ejemplo  está  en  Jeremías
              donde se le dice a los de Judá y Jerusalén:
              “...  Arad campo para vosotros, y no sembréis
              entre  espinos.  Circuncidaos  a  Jehová,  y
              quitad  el  prepucio  de  vuestro  corazón,
              varones  de  Judá  y  moradores  de  Jerusalén;
              no  sea  que  mi  ira  salga  como  fuego,  y  se
              encienda  y  no  haya  quien  la  apague,  por  la
              maldad  de  vuestras  obras”  (Jeremías  4.3  al
              4; Hechos 7.51 al 53).

                     A raíz de la venida de Jesucristo surge
              un  conflicto  entre  el  Israel  en  la  carne,  por
              raza y el Israel de Dios, el espiritual, cuando
              Pedro inició la evangelización o predicación a
              los gentiles, que no eran de la tribu de Judá,
              habitantes de Jerusalén y Judea, él dice: “...
              Vosotros sabéis cuán abominable es para un
              varón  judío  juntarse  o  acercarse  a  un
              extranjero;  pero  a  mí  me  ha  mostrado  Dios
              que  a  ningún  hombre  llame  común  o
              inmundo”  (Hechos  10.28).  Lo  mismo  sucede
              con  los  habitantes  de  Samaria,  cuando
              Jesús  le  habla  y  pide  agua  a  una  mujer
              samaritana, ésta se extraña porque judíos y
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