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y del sacrificio de paz, la cual mandó Jehová
a Moisés en el monte de Sinaí, el día que
mandó a los hijos de Israel que ofreciesen sus
ofrendas a Jehová, en el desierto de Sinaí”
(Levítico 7.37 al 38). Pero este pacto de
ordenanzas fue entregado por completo en
los campos de Moab. Ya para el pacto en
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Horeb o Sinaí, la ley de Moisés empezaba a
estar escrita, aunque inconclusa en el libro
de Moisés y el pueblo se había comprometido
desde entonces, a cumplir todo lo dicho por
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Jehová, escrito por Moisés en el libro. Es
entonces en esta ley donde se dice: “Maldito
el que no confirmare las palabras de esta ley
para hacerlas...” (Deuteronomio 27.26). “Por
tanto, guardaréis mis estatutos y mis
ordenanzas, los cuales haciendo el hombre,
vivirá en ellos. Yo Jehová” (Levítico 18.5).

El que no obedecía las celebraciones
rituales, todas las festividades, sacrificios y
ofrendas, holocaustos y expiaciones por el
pecado era maldito. Cristo con un solo
sacrificio nos redime de esta maldición, de
manera que si no ejercemos lo ritual, ya no
somos malditos; en Gálatas se le llama de las
cosas escritas en el libro de la ley, para
hacerlas. Y en Efesios dice que aboliendo la
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ley de los mandamientos expresados en
ordenanzas, y mediante la cruz reconcilió

1 Dt. 29.1; Nm. 36.13.
2 Ex. 24.1 al 8; He. 9.18 al 20.
3 Gá. 3.10 al 14.