EL SERVICIO MINISTERIAL



El Servicio Ministerial Basado en la Biblia Versión Reina - Valera Revisión de 1960 (RVR60).


Nota aclaratoria: El término o palabra "Apóstol" o "Apóstoles" utilizada en la distribución del trabajo ministerial, sustitúyase por "Misionero" o "Misioneros", que era la función principal de los primeros apóstoles, a quienes Jesucristo envió como misión de llevar el evangelio por todo el globo terráqueo (mundo).



EL EJEMPLO DE VIDA AL SERVICIO MINISTERIAL

Saulo conocido como Pablo tiene una transición de perseguidor de los cristianos a perseguido por causa del nombre de Jesús. Un día, cuando Saulo iba camino a Damasco, se le aparece el Señor Jesús, lo rodea con un resplandor del cielo, Saulo cae y oye la voz de Jesús, pero queda ciego. Por la oración de Ananías, un siervo del Señor, recobra la vista, se convierte al cristianismo, se bautiza y pasa unos días con algunos discípulos. Llega a ser un instrumento escogido, para llevar el nombre del Señor en presencia de los gentiles, reyes y del pueblo de Israel (Hechos 9.3 al 19).


Pablo es rechazado por los judíos al iniciar una nueva etapa de su vida, en defensa de las comunidades de fe, sus detractores cierran las puertas al Señor y endurecen sus corazones. El Señor tiene cuidado de Pablo, lo anima con amor para fortalecer su confianza (Hechos 23.11). Por causa de su amor y esfuerzo, por testificar del Señor en Jerusalén, así es enviado con el mismo aliento y fuerzas a Roma. Se cumple el propósito de Dios en la vida de Pablo, a pesar de la gran adversidad, lo protege para la predicación de su palabra en Roma, inclusive delante de gobernantes.


Pablo defiende la fe ante el pueblo de Israel y gentiles, e incluso, reyes como Félix, Festo, Berenice y Agripa, entre otros líderes de la administración del momento, quienes son altos jerarcas del gobierno de la época. El rey Agripa por poco se persuade a ser cristiano. El apóstol Pablo demuestra su inocencia, injustamente es acusado y con su defensa en beneficio de la comunidad de fe, se rectifica de la persecución realizada antes de su conversión a Cristo, al reivindicarse no es merecedor de prisión menos de muerte (Hechos 26.24 al 32), máxime porque su servicio es para Dios.


Pablo es ejemplo de imitar a Cristo (1 Corintios 11.1), en el amor verdadero, la entrega total y el servicio, sin procurar el beneficio personal (1 Corintios 10.24, 32 al 33). Pablo insta a Timoteo a ser ejemplo en amor, conducta, espíritu, fe, palabra y pureza (1 Timoteo 4.12). Imitar a Pablo (1 Colosenses 4.16; Filipenses 3.17), igual como él a Cristo, es seguir los pasos de Jesús, en la justicia y santidad de la verdad, sin palabras corrompidas, sin contristar el Espíritu Santo con antivalores: amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia, malicia, sino de misericordia al aplicar el perdón (Efesios 4.24 al 32).


En cierta ocasión el profeta Elías invoca a Dios contra Israel: “… Señor a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme…” (Romanos 11.2 al 4, 1 Reyes 19.1 al 18). Jesucristo en la cruz exclamó “… Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27.46). Muchas veces por causa de la palabra se sufre persecución, estando expuestos a la aflicción, opresión y tribulación (Romanos 12.12; 2 Corintios 1.6; 2 Tesalonicenses 1.4 al 5). Pablo y Timoteo fueron ejemplos documentados de estos sufrimientos (2 Timoteo 3.10 al 12).


Juan aclara acerca de quien no persevera en la doctrina de Cristo en realidad no tiene a Dios (2 Juan 9), esta perseverancia implica confianza, esperanza, paciencia y valentía. El perseverar en el evangelio y retener la palabra, es para salvación, de lo contrario se cree en vano (1 Corintios 15.1 al 2). Santiago habla de bienaventurado quien persevera, sin ser oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra (Santiago 1.25). Es necesaria la capacidad del amor para poder sufrir (1 Corintios 13.7), son bienaventurados los sufrientes (Santiago 5.10 al 11), porque si sufrimos también reinaremos con el Señor (2 Timoteo 2.3 y 12).


Jesús nos enseñó a no temer a los que matan el cuerpo y después nada más pueden hacer, porque se debe temer solamente a Dios Padre, de quien depende nuestra vida eterna (Lucas 12.4 al 7). Jesús dejó las bienaventuranzas del sermón del monte (Mateo 5.1 al 12) y dijo: “Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros” (Mateo 10.19 al 20).


Cuando se habla de valentía, se refiere a la acción resultante, a la hora de tomar en forma decidida una determinación, hasta llevarla a cabo sin prejuicios o temores. No se trata meramente de pensar la idea de actuar, sino de su ejecución a plenitud. El propósito se refleja a través de la práctica, con ánimo pronto, en forma resuelta y voluntaria, sin miedo a los obstáculos presentados. La valentía se complementa con la perseverancia, después de la toma de una iniciativa y el emprendimiento de una meta establecida. Se requiere la fidelidad hasta el fin, a pesar de la adversidad, para lograr los objetivos según la misión y visión definida para salvación.


Es muy importante para ser un fiel y verdadero testigo de Cristo, poseer el valor y la perseverancia en él. Por otra parte, Jesús dice: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24.13). Conocedor de la palabra de Dios (2 Pedro 1.19), que es viva y eficaz (Hebreos 4.12), cuando Pedro le insinúa no sufrir la crucifixión, Jesús le reclama que ¿cómo podría rehusarse al cumplimiento profético de las Sagradas Escrituras, evitando el padecimiento y sufrimiento? Porque entonces ¿cómo se cumpliría la Palabra? Ya que es necesario que así se haga (Mateo 26.52 al 54), según el anuncio profético.



LA COBERTURA Y PROTECCIÓN

Jehová Dios ha sido una fortaleza y libertador, de quienes lo invocan (2 Samuel 22.1 al 7; Salmos 40.16 al 17). La Escritura da por bienaventurado aquel cuya esperanza está en Jehová su Dios, el cual hizo los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que hace justicia a los agraviados, da pan a los hambrientos, liberta a los cautivos, levanta a los caídos, guarda a los extranjeros, al huérfano y a la viuda sostiene, reinará Jehová para siempre (Salmos 146.5 al 10).


Siendo nosotros hijos del Dios Altísimo nos dejó una protección contra la adversidad si somos justos (Proverbios 12.21). Sabemos que Dios hizo el día del bien para gozar y el día de la adversidad, que tanto lo uno como lo otro tienen un propósito (Eclesiastés 7.14), sin embargo, llegará el momento en que el mal no existirá más (Mateo 25.41; Apocalipsis 20.10). Este mal se opone a Dios y por consiguiente adversa contra sus hijos (Job 1.6 al 11, 2.1 al 6; 1 Pedro 5.8; Apocalipsis 12.9, 20.2 y 10). Donde hay contienda, destrucción, división, mentira, odio, oposición, pleito, rencor y toda clase de maldad, está la adversidad, el mal y malignidad presente. Los nombres relacionados son los siguientes:


a) Acusador (Apocalipsis 12.10).


b) Beelzebú (Mateo 12.24 al 27).


c) Belial (2 Corintios 6.15).


d) Destructor, Apolión (Apocalipsis 9.11).


e) Diablo (Mateo 4.1).


f) El dios de este siglo (2 Corintios 4.4).


g) El malo (Mateo 13.19).


h) Engañador, mentiroso, homicida, adversario y astuto (Génesis 3.1; Juan 8.44; 2 Corintios 2.11; 1 Pedro 5.8; Apocalipsis 2.24).


i) Maligno (Efesios 6.16).


j) Principe de la potestad del aire (Efesios 2.2).


k) Satanás (2 Corintios 11.14).


l) Serpiente antigua y gran dragón (Apocalipsis 12.9).


m) Tentador (1 Tesalonicenses 3.5).


El temor de Dios es una base principal para hallar gracia ante sus ojos, como la cualidad de Job: ser temeroso de Dios (Job 1.1, 2.3, 4.6). Este es el principio de la confianza y sabiduría (Salmos 111.10, 119.161; Proverbios 1.7, 8.13, 14.26 al 27, 15.16, 33, 19.23; Eclesiastés 12.13; Isaías 66.2; 2 Corintios 7.1; Efesios 5.21; 1 Pedro 1.17; Apocalipsis 14.7). El temor de Dios proporciona estabilidad, felicidad, gozo, satisfacción, seguridad, es el principio de la obediencia, pero no por miedo al juicio, como un temor de cobardía, inseguridad y miedo (Apocalipsis 21.8), prejuicio o idea preconcebida que cohíbe actuar con libertad. El verdadero amor echa fuera el temor (1 Juan 4.18). Dios se agrada de cualquier nación que le teme y obra justicia (Hechos 10.35). Dios mismo ha puesto temor en el corazón, para que no se aparten de él (Jeremías 32.40), este temor de Jehová es aborrecer el mal (Proverbios 8.13). En un hogar donde hay temor de Dios, hay bendición y protección de Dios, está la fuerte confianza y esperanza, es manantial de vida para apartarse de los lazos de la muerte (Proverbios 14.26 al 27).


Dios en su cobertura y protección está en contra de las conductas subversivas, que son aprendidas y se oponen a la voluntad de Dios, como las prácticas de la adivinación (Levítico 19.31), del agorero en supersticiones o sortílego en adivinación por medio de suertes (Deuteronomio 18.10 y 14), del espiritismo como médiums al tratar de comunicarse con los difuntos (Deuteronomio 18.11 al 12), la hechicería (Gálatas 5.20), que tendrá su parte en el lago ardiente con azufre y fuego, que es la muerte segunda (Apocalipsis 21.8).


Solo Dios provee la cobertura y protección espiritual, ningún ser humano puede sustituir a Dios, menos con el pretexto de bendición y prosperidad por medio de las riquezas: “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre… y su corazón se aparta de Jehová…” (Jeremías 17.5 al 8). De manera que es necesario en la creación, una distribución justa y equitativa de la riqueza, para dar al ser humano en general, las oportunidades de educación, esparcimiento, salud, trabajo, vestido y vivienda, necesarios para la subsistencia, crecimiento, desarrollo, felicidad y realización. Todas estas situaciones afectan desde lo micro social hasta lo macro social. La concientización contra la adicción, derroche, despilfarro, explotación, trata y comercio de seres humanos, corrupción de toda índole, enriquecimiento ilícito y el vicio, que a costa del daño y perjuicio del mismo ser humano, provoca su mal y destrucción.


El cuidado del mundo físico en su ambiente, ecología, calentamiento global y cambio climático, catástrofes naturales, contaminación ambiental y desequilibrio mundial, el problema presentado en la capa de ozono, el desperdicio y uso incorrecto de los recursos naturales. Las altas temperaturas atmosféricas, ciclones, deforestación, deshielo o cambio de eje del círculo polar ártico, epidemias, erupciones volcánicas, hambrunas, huracanes, incendios forestales, inundaciones, maremotos, pandemias, pestes, plagas, sequías, tempestades, terremotos, tormentas, tsunami, volcanes activos.


El eminente peligro de las guerras y destrucción masiva, amenaza atómica, nuclear y termonuclear. Las frecuentes devastaciones, dominación territorial, formas de esclavitud, migraciones de grandes poblaciones por la inseguridad alimentaria, civil y de salubridad, por el desempleo, genocidios, hostilidad, intimidación, luchas políticas, militares, masacres, muertes masivas, persecución, racismo, violencia y xenofobia. El interminable terrorismo y el constante atentado al exterminio humano, con el desarrollo progresivo y provocativo de una posible tercera guerra mundial y última.


Al omitir la realidad mundial y social descrita en los párrafos anteriores es similar a la alegoría de la paja y la viga: “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano” (Lucas 6.41 al 42). La viga viene a ser toda la problemática enunciada anteriormente que atentan contra la integridad y salvación de la creación de Dios.



VALORES Y TRABAJO MINISTERIAL

La autoridad establecida por Dios, para ser cabeza de la iglesia, es Jesucristo (Efesios 1.22 al 23, 5.23; Colosenses 1.18). Toda la estructura de trabajo eclesial le está sujeta en reverencia, servicio y temor, cada obrero ministerial con su servicio rinde tributo al Señor, que es digno de toda la alabanza, gloria, honra y poder, conscientes de un servicio en lo más sagrado de las actitudes, actos, adoración, desempeño y servicio con entrega, esfuerzo, gratitud, honestidad, obediencia, rectitud, testimonio y vocación.


Es prioridad del obrero permanecer fiel en cualquier circunstancia, lugar y momento, sin anarquía o desorden en la función ministerial. Los pilares entre los valores comunitarios de un ministro de la palabra de Dios, están:


1) Confianza (1 Tesalonicenses 2.4).


2) Honestidad y honradez (Salmos 51.6; Hebreos 13.18; 2 Corintios 8.21; 1 Tesalonicenses 4.12).


3) Integridad (Job 2.3; 1 Reyes 9.4; Isaías 26.7; Proverbios 19.1 y 20.7).


4) Respeto (Romanos 13.7).


5) Servicio (Romanos 14.18 al 19; Apocalipsis 2.19).


El fundamento bíblico de la autoridad y unidad, con referencia a la estructura ministerial, está en Efesios 4.1 al 16. Es un sistema de trabajo recomendado por la palabra de Dios, para mantener la armonía en las funciones administrativas y ministeriales. La unidad de trabajo en equipo generada por el Espíritu Santo es una garantía del proceso de perfección de los obreros en el ministerio, por medio del conocimiento y de la fe, porque la comprensión y el entendimiento posibilita rendir culto en forma comprometida y racional. El oficiar como ministros del Señor requiere un engranaje de servicio y unidad, en cumplimiento del ordenamiento bíblico. La iglesia es de Jesucristo, quien dice: “… edificaré mi iglesia…” (Mateo 16.18). Esta unidad de la iglesia es el vínculo común identificado por la sujeción a Cristo: “… así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo,…” (Efesios 5.23 al 24).


Jesús da testimonio de servicio y manifiesta al respecto que quien quiera ser grande o el primero debe ser un servidor (Marcos 9.35, 10.42 al 45). Se recomienda de corazón y con el pensamiento puesto en el Señor, colaborar y servir, no por apariencias, sino con amor a Cristo el Señor de manera genuina y sinceridad: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,…” (Hebreos 12.2).


La Escritura, en Romanos capítulo 12, versículo 3, insta a cada persona, conforme con la medida de la fe repartida por Dios, a desarrollar la capacidad de pensar con cordura para no tener más alto concepto de sí mismo sino el apropiado. Esto significa evitar la jactancia o vanagloria. En los versículos 4 al 5, compara la iglesia con un cuerpo compuesto por muchos miembros, cada uno de ellos con diferentes funciones. En los versículos 6 al 11, se mencionan los diferentes dones según la gracia recibida, por ejemplo, el de enseñanza, exhortación, misericordia, presidir, profecía, repartir y servicio, pero en todos los casos el amor es necesario con diligencia y sin fingimiento, sin pereza, sino fervientes en espíritu.


En 1 Corintios, capítulo 12, versículos del 4 al 10, explican la diversidad de dones, ministerios y operaciones. En estas clases se distribuyen los diferentes dones, fe, palabra de ciencia y palabra de sabiduría. En el caso de los versículos del 11 al 27:


“Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere. Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? … Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo,… Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”.

En el versículo 28, se mencionan a los apóstoles, maestros, profetas, el don de administrar y ayudar. Al final del capítulo se menciona procurar los dones mejores, posteriormente, se recomienda acompañarlos con amor verdadero. Algunos de estos dones se pueden procurar y lograr, según el empeño y esfuerzo de cada persona, otros dones se pueden adquirir solamente por medio del Espíritu Santo. Dios, a través de su Espíritu se manifiesta ante el ser humano, solo cuando quiere y en su sola potestad. A las personas les corresponde la conformidad, esperanza, paciencia, respeto y reverencia, de acuerdo con la voluntad de Dios.


Son irrevocables los dones y el llamamiento de Dios. Esto significa para los grupos ministeriales y obreros en general, servir a los propósitos de Dios en beneficio de la humanidad, con Jesús como modelo de compasión, humildad, mansedumbre de corazón, padecimiento, sufrimiento, valor y vida ejemplar. Se requiere seguir el ejemplo de Jesucristo como referente y el de la conducta de las personas imitadoras de Cristo. Pablo llega a ser un gran siervo de Dios, y de servicio a la comunidad de fe, delega funciones en Tito, quien a su vez delega labores en otros (Tito 1.5), como un verdadero engranaje: todos colaboran por el buen funcionamiento ministerial, sin acaparamiento de los cargos o egoísmos, en cadena, cooperan para exaltar, honrar y servir al Nombre de Dios.


El momento oportuno del tiempo de Dios es necesario para el obrero, porque desarrolla capacidad de paciencia y tolerancia, se vuelve un pacificador de corazón limpio, con la prudencia suficiente para preservar la dignidad y el honor. Todo tiene su tiempo si se confía en Dios plenamente, un ejemplo es el caso de Moisés, quien inicialmente actúa en defensa del pueblo, pero no lo hace en el tiempo propicio, y fue hasta cuarenta años después, conforme con la determinación y dirección de Dios, cuando llega en forma oportuna ese momento (Hechos 7.22 al 36), esto es lo que algunos llaman el tiempo establecido por Dios, donde se requiere adoración, alabanza, comunión, confianza, esperanza, meditación, oración, paciencia, ruego, santidad y súplica.



LA DISTRIBUCIÓN DEL TRABAJO MINISTERIAL

Es vital responder a los más necesitados: adultos mayores, huérfanos, madres solteras, niños de la calle, personas con capacidades diferentes o especiales, pobres, sin techo o en situación de indigencia, viudas u otros. Proyectar el trabajo ministerial y de la comunidad de fe al servicio general de la humanidad, en lo micro-social como el abandono, desintegración familiar, violencia doméstica o intrafamiliar, y lo macro-social como el agotamiento del agua, calentamiento global, cambio climático, concentración de riqueza y distribución no equitativa, contaminación del medio ambiente, deforestación, desempleo, epidemias, globalización, hambre, reciclaje, salud y sobrepoblación.


La comunidad de fe tiene el llamado de servir a la sociedad, en el amor, consenso, diálogo, diversidad cultural, respeto, solidaridad, unanimidad y demás valores comunitarios, para lograr un cambio de comportamiento humano y evitar su destrucción ambiental y social, sin discriminación o marginación académica, color de la piel, condición económica, discriminación a la mujer, edad, étnica, idioma, nacionalidad, racial y status social.


La iglesia es semejante a un reino de armonía y convivencia, donde se proclama a Jesucristo como fuente de vida abundante para todas las naciones, con bienestar, calidad de vida, compartir, comunión, esperanza, libertad, salud y salvación, con una cultura de paz, similar al reinado del Justo Mesías o reino de Dios con autoridad desde los cielos. Cada integrante actúa, piensa y reflexiona, como cuerpo de Cristo con células vivas de un organismo vivo, bien estructurado y formado; todos los miembros se ayudan mutuamente, con funciones definidas y diversas, según la actividad de cada persona.



EL MINISTRO ECLESIÁSTICO

El ministro eclesiástico de acuerdo con la administración de Dios y el anuncio cumplido de la palabra de Dios (Hechos 26.16; Efesios 3.7; Colosenses 1.25), afirma lo siguiente: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4.10). Los servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios, tienen el requisito de fidelidad (1 Corintios 4.1 al 2) e irreprensibles administradores de Dios (Tito 1.7).


El ministro está para servir y no para ser servido, es un colaborador, compañero, mensajero, ministrador en las necesidades, hermano en la fe (Filipenses 2.25), nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina (1 Timoteo 4.6), como fiel ministro de Cristo (Efesios 6.21; Colosenses 1.7, 4.7). El trabajo pastoral es amplio y variado: acompañamiento, apoyo, asesoramiento, consejería, oración, servicio, visitación, vocación y voluntad. Es un oficio de responsabilidad humana, social, espiritual y religiosa. En el caso del oficio vigente de sacerdocio eclesiástico, no se analiza y describe en este libro por falta de espacio.


El apóstol Pablo le recomienda a Timoteo, quien desde niño conoce las Escrituras (2 Timoteo 3.15), el ocuparse en la enseñanza, exhortación y lectura (1 Timoteo 4.13). Jesús recomienda escudriñar la palabra (Juan 5.39), y en este sentido se muestra como ejemplo de dominar su contenido (Lucas 24.27), participa de la lectura en la sinagoga (Lucas 4.16). Con la ayuda del Señor y la lectura en comunidad, el entendimiento fluye para brotar con abundancia y facilidad la comprensión (Lucas 24.45; Hechos 8.27 al 35, 16.14), debido a la intervención del Espíritu Santo (Juan 14.26). La Palabra alumbra el camino del diario vivir (Salmos 119.105), en el discernimiento del bien y del mal (Hebreos 5.14), con claridad, fidelidad y transparencia: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir en justicia” (2 Timoteo 3.16).


En un ministro es necesaria la capacidad de escuchar e investigar, para saber si las propuestas concuerdan con los propósitos bíblicos del amor, fe, justicia, misericordia y el hacer el bien, no solamente en lo relativo a la doctrina social sino en los dogmas generales de la iglesia, congruentes con la paz y la santidad. Un ministro es un servidor de los necesitados y pobres, tanto en el plano espiritual y material de subsistencia. El ministro realmente progresa y es próspero, en la medida de su vida ejemplar en ayuda, compartimiento, contribución y solidaridad, sin lujos, opulencia, ostentación y vanidad.



LA ADMINISTRACIÓN EN LA ÉPOCA DE MOISÉS

La época corresponde al tiempo de Moisés, el pueblo de Israel crece en gran número y las leyes se establecen por escrito, entonces surge la necesidad de juzgar los conflictos entre personas. Realizar esta labor únicamente por Moisés, es exhaustivamente cansado y desgastante, debido al exceso de trabajo. Precisamente la problemática se presenta con la falta de distribución del trabajo, delegación de funciones y autoridad en otros (Éxodo 18.13), el suegro de Moisés recomienda otro sistema de trabajo:


1) Jetro observa las circunstancias.


2) Hace un estudio de la situación y luego cuestiona (Éxodo 18.14).


3) Moisés expone el método actual de trabajo y responde la entrevista realizada por Jetro (Éxodo 18.15 al 16).


4) El suegro de Moisés establece un diagnóstico y análisis (Éxodo 18.17): enfoca causas, consecuencias, el exceso de cansancio de Moisés. De esta manera identifica la principal causa y determina la solución (Éxodo 18.18).


La solución fue integrar más recurso humano, distribuirlo por grupos de trabajo (delegación de funciones o tareas). Moisés está anuente al cambio para mejorar, se dispone a escuchar el asesoramiento de su suegro, quien le replantea sobre nuevas bases un mejor sistema de trabajo. Jetro le comunica las ideas y una solución (Éxodo 18.19), sugiere las estrategias para contrarrestar las causas por el exceso de trabajo de Moisés, con el establecimiento de los siguientes objetivos específicos:


1) En el caso de Moisés: mostrar el camino, enseñar y delegar en los jueces.


2) En el caso del pueblo: andar por el camino y obedecer las enseñanzas de Moisés y de los jueces (Éxodo 18.20).


Moisés sigue el consejo de su suegro y las recomendaciones:


» Da participación a las personas del pueblo en las actividades.


» Nombra personas con ciertos requisitos para ser jefes sobre el pueblo, sobre mil, sobre cien, sobre cincuenta y sobre diez.


Los requisitos necesarios del personal para llevar a cabo el trabajo (Éxodo 18.21 al 22), como jueces justos, posibilitan el cumplimiento cabal de las tareas administrativas necesarias (Éxodo 18.23).


Moisés determina implementar el nuevo sistema de trabajo, comunica su decisión al pueblo y a los nuevos jefes de grupos. Además faculta a cada juez en sus funciones por grupos de mil, cien, cincuenta y diez, luego de prepararlos con la capacitación necesaria para el puesto. Se emprende lo planeado para lograr el fin propuesto (Éxodo 18.24).


Hay una coordinación en las siguientes relaciones:


1. Entre cada juez y el grupo de personas en el momento de impartir juicio.


2. Entre cada uno de los jueces.


3. Entre los jueces y Moisés, como equipo de trabajo.


Los requisitos: virtud, temor de Dios, verdad y sin avaricia. Se logra un juicio justo en el menor tiempo de espera posible, por medio de la distribución de grupos de trabajo (Éxodo 18.25), en consecuencia, se evita el desfallecimiento de Moisés, de quienes imparten el juicio y del pueblo cuando llega a consultar sus asuntos y las diferencias con otras personas. Se permite lo siguiente:


a. Realizar un juicio justo en cada caso con el dominio de las ordenanzas de Dios y sus leyes.


b. Mayor cantidad de personal disponible para el ejercicio de juez.


c. Menor tiempo de espera en la resolución de los casos.


El esfuerzo de cada persona se integra oportunamente para el logro del objetivo común. Se establecen las diferencias entre los asuntos graves, o sea, los más complejos y entre los más pequeños o sencillos, las responsabilidades durante el ejercicio del juicio, la autoridad propia y de cada juez (Éxodo 18.26).


La institución del sistema, estructura y organización en general se fundamenta en documentos escritos: las ordenanzas y la ley, similar a una constitución, se mantienen como autoridad, independiente de quienes son las personas o de la época de su aplicación, porque Josué continúa el legado de Moisés y la Escritura: “… También escribió allí sobre las piedras una copia de la ley de Moisés…” (Josué 8.30 al 35). La transformación de la ley a la gracia, a partir de la primera venida del Señor Jesucristo, se presenta como una enmienda requerida de acuerdo con las necesidades surgidas y el ajuste según la realidad del momento profético anunciado.



LA ADMINISTRACIÓN DESPUÉS DE JESÚS

La cabeza de la iglesia es Jesucristo (Efesios 1.22, 4.15, 5.23; Colosenses 1.18, 2.10 y 19; 1 Pedro 2.7). El fundamento de apóstoles y profetas, por medio de la palabra de Dios y el sistema ministerial, son la base del edificio, Jesucristo es su fundamento (1 Corintios 3.11) y la principal piedra del ángulo (Efesios 2.20 al 22; 1 Pedro 2.6). Por medio de su obra se da origen y fundamento a la iglesia como un tipo de administración y organización. Es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad (1 Timoteo 3.15), en Cristo Jesús (1 Tesalonicenses 2.14). Pablo menciona la iglesia y dirige sus cartas (1 Corintios 1.2, 10.32, 11.16 y 22; Gálatas 1.13). Hay iglesias locales, con diferentes características y problemáticas, como en Corinto (2 Corintios 1.1). Los integrantes de todas las iglesias locales del mundo integran la iglesia universal.


La Biblia dice: “Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (1 Corintios 9.14). El obrero ministerial necesita financiamiento, para dedicarse a tiempo parcial o completo al servicio de la obra, siempre y cuando, sea sin lucro, opulencia y ostentación, sino austeridad y modestia, sin lujos ni vanidad.


Otros pasajes resaltan al obrero como digno de su alimento y salario (Mateo 10.10; Lucas 10.7; 2 Corintios 11.8 al 9; 1 Timoteo 5.18). De acuerdo con el don recibido (1 Pedro 4.10), cada obrero ministerial ejerce su actividad con capacidad y facilidad en el cargo. Esto redunda en beneficio, para la calidad del servicio y se ofrece en cada área una atención eficaz, con experiencia y preparación suficiente. Dios hace el llamado para su servicio mediante la vocación: algunos entregan mejores frutos, inclusive la persona misma se vuelve un fruto y alimenta con su ejemplo y servicio a los demás. En la parábola de los talentos (Mateo 25.14 al 30), se hace alusión a los talentos dados a los siervos, según la capacidad de cada uno; algunos rindieron en forma satisfactoria; pero otro lo hizo en forma negligente como un servidor inútil.


La especialización ejercida es necesaria con profesión, para desarrollar sin reservas lo mejor de cada servidor, con toda la capacidad, conocimiento, deseos de superación, energía y presentar la mejor ofrenda posible, excelente en fragancia de olor grato para Dios (2 Corintios 2.14 al 17; Efesios 5.1 al 2). El término profesión se emplea con frecuencia en la carta a los Hebreos, consiste en creer, manifestar y ejercer un oficio (Hebreos 3.1, 4.14, 10.23), conocido como la buena profesión (1 Timoteo 6.12 al 13).



EL PROCESO MINISTERIAL

Hay un proceso ministerial o secuencia de trabajo entre los grupos ministeriales. Las funciones diversas en los grupos de obreros, determinan un proceso en el cuerpo de Cristo, mediante las especializaciones en los diferentes campos de trabajo. Importante sin discriminación académica, edad o a la mujer:


I. Los evangelistas tienen el primer contacto de presentar el evangelio de Jesús a las personas, tal es el caso de Felipe el evangelista y el etíope (Hechos 8.26 al 40). En esta etapa se presentan las siguientes situaciones:


° Los evangelistas proclaman a Cristo resucitado, con palabras de llamamiento, arrepentimiento y conversión. Además de la santificación. Utilizan las buenas nuevas de salvación por medio de Jesucristo y anuncian un reino de Dios dirigido desde los cielos (reino cotidiano de Dios).


° Además de cautivar la atención de las personas hacia Cristo, enseñan las primeras lecciones de las palabras de Dios, con el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno (Hebreos 6.1 al 2).


° Cada postulante (candidato a ser admitido en la comunidad de fe), acepta plenamente a Cristo el salvador personal, demuestra con toda formalidad y seriedad un verdadero interés de vivir para servir con devoción a Dios. La asimilación de lo aprendido y el discernimiento, llegan a su plenitud cuando logra testificar con frutos dignos de arrepentimiento y conversión, respaldado por la calidad de sus acciones, principios, valores, veracidad y virtudes. Además de una vida en consagración y santidad.


° El nuevo converso por medio del bautismo en agua, hace una declaración pública de su determinación de seguir la fe de, para y por Jesús. Recibido este bautismo pasa a formar parte de la membresía formal de la iglesia, en el sentido doctrinal, porque en el campo administrativo es miembro cuando se integra a la asociación o congregación.


° Una vez cumplida la labor los evangelistas, entonces proceden a transferir las personas a los maestros para un discipulado doctrinal y valores comunitarios.


II. Los maestros se hacen cargo de los nuevos conversos, imparten una vasta preparación del discipulado doctrinal:


° Adoctrinan, preparan con firmes fundamentos de la palabra de Dios, hasta completar un nivel de aprendizaje y consolidación en los discípulos.


° Los discípulos asisten a todas las actividades generales de la iglesia, y como complemento los maestros les otorgan atención especial y enseñanza por medio del discipulado doctrinal.


° Con un acto solemne en la iglesia, transfieren a los pastores la responsabilidad de velar por el mantenimiento espiritual, de estos nuevos miembros de la iglesia, que han completado su preparación de discipulado.


III. Los pastores hacen la sucesión del cuidado espiritual de quienes han finalizado el discipulado doctrinal. Le dan seguimiento a las necesidades espirituales de las personas, por medio del trabajo pastoral y las pastorales específicas. En el caso de los asuntos materiales proceden así:


° Presentan formalmente a los nuevos miembros de la iglesia con el grupo ministerial de diáconos. Estos últimos quedan a disposición de ayudar en la medida de lo posible, a los nuevos integrantes de la iglesia, en las necesidades materiales.


IV. Los diáconos, simultáneamente con los pastores, quedan como responsables de los nuevos miembros. Los pastores en lo espiritual y los diáconos en lo material.


La meta ministerial es hacer de cada uno de sus integrantes un instrumento vital, en la función de trabajo en equipo. Lograr acciones conjuntas y coordinadas con un esfuerzo simultáneo, mediante la evangelización, adoctrinamiento, trabajo pastoral y diaconía, con la supervisión necesaria para el buen cumplimiento de los procesos, en la presentación de Jesucristo como ejemplo y modelo de la calidad de vida y proveedor de vida abundante.



EL GRUPO MINISTERIAL DE EVANGELISTAS

En relación con el mensaje de llamamiento, arrepentimiento, conversión y santificación, en cierta ocasión el apóstol Pablo expresa lo siguiente: “… ¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9.16). En esta exclamación se manifiesta gravedad, cuando no se cumple a cabalidad con esta misión. Jesucristo comisiona el hacer discípulos: enseñar y bautizar (Mateo 28.19 al 20). Toda la comunidad de fe o iglesia, comparte con otras personas, el evangelio del Camino de Salvación.


Una iglesia sin evangelización organizada, no logra el propósito de vitalizar, mostrar actividad y movimiento, consecuente al crecimiento de la comunidad de fe. Las llaves del reino fueron entregadas al apóstol Pedro, él fue el primero en predicar y acercar a Dios a los de la circuncisión y a los de la incircuncisión (Hechos 2.22 al 42, 4.4, 10.1 al 48). Estas llaves del reino son utilizadas durante el evangelismo con el mensaje de salvación y del reino de los cielos. Las puertas del Hades o sepulcro no prevalecerá contra la iglesia, no desaparecerá, ni la muerte tendrá victoria sobre la iglesia, por medio de la evangelización de la vida santa.


Es indispensable la existencia, función y operatividad del grupo ministerial de evangelistas, constituido en la estructura ministerial de la iglesia (Efesios 4.11 al 12), para perfeccionar a los santos en la obra del ministerio. Esta labor implica la especialización de la palabra de llamamiento, para los nuevos conversos, en sus primeros pasos de arrepentimiento, conversión y santificación. Los recién convertidos, requieren al principio un seguimiento sistemático, por parte de los evangelistas, para consolidar un fundamento firme en su nuevo nacimiento. Por esta razón, es necesario un grupo de trabajo especializado en esta temática y lograr en forma eficiente la evangelización, previo a la preparación de los recién conversos, en el adoctrinamiento impartido por el discipulado de los maestros.


Por razones obvias solamente se permite el evangelismo puro, sin favorecer, fomentar y practicar el proselitismo, sino las buenas nuevas de salvación, amor de Dios, fe, justicia y misericordia. Es fundamental en los evangelistas, tener en claro los límites de enseñanza, entre el evangelista, el maestro y viceversa. También en relación con los cargos de pastor y de diácono, es importante para cada grupo ministerial, conocer sus fronteras de enseñanza en la especialización de cada área de desempeño y trabajo ministerial, para una mejora continua en la labor.



EL GRUPO MINISTERIAL DE MAESTROS

Por diversas circunstancias, razones o situaciones, la recepción de los mensajes en las predicaciones no es captada en un cien por ciento. Es importante dar una asistencia en la instrucción, de forma individual o personalizada, y en grupos pequeños, por lo tanto, a través de estudios bíblicos aclarar las dudas de cada miembro eclesiástico. Por medio de lecciones durante un período establecido, se puede abarcar en forma completa cualquier tema complejo y se logra el tiempo óptimo o más requerido para el aprendizaje. Esta labor compete al grupo ministerial de maestros, para consolidar y promover el estudio e investigación como biblistas.


Los maestros son los responsables de enseñar con el sistema de estudios bíblicos, impartido de las siguientes maneras:


a. Dentro del auditorio principal, casa de oración o templo, ya sea en forma general o distribuida por grupos.


b. En aulas, si las instalaciones de la iglesia están acondicionadas.


c. En los hogares de cada familia o al reunir varias familias en una misma casa (estudios bíblicos familiares).


Según sea el caso, el grupo ministerial de maestros establece, organiza y planifica programas de estudios bíblicos con horarios, lugares, los maestros titulares y suplentes. Además, es el responsable de capacitar a los obreros ministeriales, buena comunicación con el proceso de publicaciones, para la edición del material didáctico impreso, digital o informático en páginas web. Imparte el discipulado doctrinal, una enseñanza más personalizada, llevan el control del avance y nivel de aprendizaje de cada discípulo, para un control adecuado y seguimiento sistemático.


El credo, confesión o profesión de fe o dogma, es materia de los maestros como los especialistas en adoctrinar y desarrollar temas profundos. Otros grupos ministeriales, también tienen integrantes con el dominio de la enseñanza, pero a los maestros les corresponde adoctrinar con capacidad y gran preparación demostrada, especialmente como doctores de la ley, doctrinas profundas y otras enseñanzas bíblicas difíciles de entender (2 Pedro 3.15 al 16), ejercen como biblistas especializados.


La Biblia es un océano de conocimiento, en el cual el discípulo con ayuda del maestro puede adentrarse hasta lo más profundo de cada enseñanza. Los evangelistas proporcionan la leche espiritual, mientras que los maestros dan la vianda espiritual (Hebreos 5.12 al 14). Después del cumplimiento de la misión de los evangelistas, seguros de llegar al tope de preparación con cada persona evangelizada, entonces los maestros inician su función de capacitación, para dar cimientos sólidos en el credo, confesión o profesión de fe o dogma a los nuevos conversos. Estas son las dos etapas iniciales de aprendizaje en los nuevos conversos, antes de la etapa de trabajo pastoral y pastorales específicas.


Para dar confianza, esperanza y ayudar en las debilidades y problemas de las personas, se requiere reforzar su fe por medio de la convicción. Según la capacidad de recepción y asimilación del mensaje, mediante un proceso de aprendizaje, se aumenta gradualmente el conocimiento del discípulo, con la finalidad de la aceptación y práctica de cada enseñanza. Esto, previo a la transición del nuevo converso al grupo ministerial de pastores, quienes le dan el mantenimiento necesario para permanecer y perseverar en los principios, verdades y valores adquiridos.


Los maestros son los encargados del mantenimiento y operación de los sitios o páginas web, redes sociales, presentaciones, material didáctico y libros digitales, sistemas informáticos de control y seguimiento del avance de aprendizaje del discipulado.



EL GRUPO MINISTERIAL DE PASTORES

Los pastores en el área espiritual, tienen una función de administración especial y específica de la mayordomía, a cargo del cuidado y dirección de las personas. Apacientan la iglesia del Señor (Hechos 20.28) e imparten la palabra de Dios con buenos resultados de su conducta, al mostrarse como ejemplos para imitar su fe (Hebreos 13.7): “… No como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 Pedro 5.1 al 3). Es necesario ejercer el pastoreo como ordena la Biblia, al cuidar la grey de Dios no por fuerza, sino con ánimo pronto, de corazón y voluntad, no por ganancia deshonesta, sino con toda honestidad y honradez.


Cuando se menciona en el versículo 1 de 1 Pedro 5: “… A los ancianos que están entre vosotros”, se refiere a ancianos en plural, porque en el pastoreo de cada iglesia local se recomienda, de acuerdo con la palabra de Dios, la dirección en manos de un equipo pastoral (Hechos 14.23; Tito 1.5), en lugar de una sola persona. La palabra anciano es sinónimo de obispo y pastor, las tres palabras significan lo mismo, es un mismo cargo y cumplen una misma función. Salvo en algunos casos el término obispo está asociado a la labor de supervisor.


Un pasaje de las Escrituras menciona tener por dignos de doble honor, a los ancianos con un buen gobierno, mayormente a los docentes y predicadores (1 Timoteo 5.17). Con base en este pasaje, todos los pastores deberían motivarse a enseñar y predicar, sin embargo, no se puede reducir el concepto de pastor, a realizar esta labor únicamente, ya sea, desde un altar, auditorio, aulas o púlpito. Hay diversas labores pastorales, pastorales específicas, pastoral juvenil, pastoral infantil y una infinidad de labores pastorales, aunque no enseñen o prediquen, forman parte del grupo ministerial de pastores.


Entre las funciones de pastoreo en el campo están la ayuda a los enfermos y visitación (Santiago 5.14). La pastoral carcelaria de privados de libertad. A las personas con capacidad diferente o especial con limitaciones funcionales. A los necesitados de consejería matrimonial. En intercesión de problemas entre padres e hijos, parientes cercanos y control del enojo. A los afectados por adicción o dependencia química (alcohol, tabaco, narcóticos o insomnio), drogadicción, farmacodependencia y vicios. A los miembros de la iglesia ausentes temporal o distanciados de la congregación. Al socorrer en coordinación con los diáconos a los empobrecidos o en extrema necesidad familiar y del hogar, especialmente a quienes están con hambre.


Al dar ánimo y levantar la moral de quienes están desempleados, al tratar de ayudarles a conseguir un trabajo y si lo requieren suplir temporalmente lo necesario. Cuando se asesora y ayuda a las madres solteras a luchar y seguir adelante, para superar su situación de abandono. Al comprender y estimular a los adultos mayores, a vivir plenamente la etapa de la vejez, disfrutar la vida con alegría por su utilidad, en su conocimiento y sabiduría de provecho para los más jóvenes.


Al dirigir actividades de alabanza y oración por las casas. Acompañar en el dolor a los sufrientes, porque padecen o tienen familiares con enfermedad terminal y crónica (SIDA, cáncer y leucemia), depresión, otras enfermedades y problemas de salud. Orientar a jóvenes pandilleros o a quienes están en prostitución. Socorrer a los indigentes, deambulantes y niños de la calle. Dar servicio social, material y espiritual, donde haya pobreza y necesidad, con énfasis en los lugares y barrios marginados. Ayudar a quienes se encuentran en codependencia o en situación de agresión o violencia intrafamiliar. Trabajar en equipo y cooperación, para una recuperación, restauración e integración a la sociedad, sin ningún tipo de discriminación, marginación o proselitismo.



EL GRUPO MINISTERIAL DE DIÁCONOS

Los diáconos son los responsables y encargados de lo material, inclusive servir en las mesas. La labor en lo material es amplia, como diaconía, mayordomía, por ejemplo, la ayuda a huérfanos y viudas. Es fundamental la buena coordinación entre el diaconado y el grupo ministerial de pastores, para conocer y solventar todas las necesidades materiales. Pueden solicitar el asesoramiento de los pastores, para determinar las prioridades y urgencias, según las necesidades diarias, tanto las imprevistas como las planificadas.


En cuanto a la atención a las viudas de la iglesia sin pensión, el grupo ministerial de diáconos, es el responsable y encargado de velar, porque se cubra en la medida de lo posible, esta necesidad, principalmente con aquella viuda que tiene verdadera urgencia. Algunas de las viudas pueden ser sostenidas por familiares creyentes, de esta forma la iglesia puede disponer de lo suficiente para ayudar a las viudas desamparadas y solas (1 Timoteo 5.16). Las mujeres viudas son las diligentes en oraciones y súplicas, de buen testimonio y mayores de sesenta años, según se menciona en la primera carta a Timoteo (1 Timoteo 5.5 y 9 al 10).


Otro caso similar se presenta, con los adultos mayores de sesenta años, que tienen dificultad de sobrevivir con sus gastos diarios, porque no reciben pensión o tienen una pensión muy baja. También, por causa de su vejez, de invalidez o dificultad para trabajar y recibir un ingreso adicional, aún cuando, en algunos casos, tienen hijos inconscientes porque no ayudan responsablemente.


En el caso de los huérfanos, se trata de niños, niñas o adolescentes (menores de edad), con ausencia de padres, ya sea porque han fallecido, debido a desconocimiento de la identidad o abandono de los niños (as). Al no tener la edad suficiente o estar en proceso de terminar sus estudios, son personas en espera de alcanzar su independencia laboral y económica, porque de momento no tienen la capacidad para subsistir por sí mismos y necesitan la ayuda para sobrevivir.


La administración eclesiástica, de bienes y servicios, está a cargo del grupo ministerial de diáconos en conjunto con el grupo organizado para asuntos materiales y consejo administrativo local. Integran parte del concepto de mayordomía y como grupos de trabajo cumplen su función al servicio de Jesucristo, el Señor de la casa de Dios (Hebreos 3.1 al 6). Permanecen como siervos fieles (1 Corintios 4.1 al 2), sobre su casa, al cuidado administrativo encomendado por Dios. En Lucas 16 versículos 2 y 10 se demanda fidelidad, porque se pedirá un rendimiento de cuentas de la administración realizada, aunque sea en algo pequeño, debido a que la persona fiel o injusta en lo poco procede de igual forma en lo mucho. Cuando se ejerce una diaconía, mayordomía o administración en forma fiel y prudente se es bienaventurado y se recibe recompensa (Lucas 12.42 al 44).


Las funciones de mayordomía en lo material están vinculadas al cuidado de los activos, contabilidad, finanzas, inventarios y tareas de la cocina. Se requiere dedicación, respeto y cuidado de las instalaciones, sus mobiliarios, utensilios y su mantenimiento. Esto implica todas las actividades en las cuales se evidencia el servicio a Dios en lo material, compra, suministro y preparación de alimentos, material de aseo, limpieza en general y en las actividades, lo necesario para cualquier trabajo eclesial, prevenir la escasez mediante planes de contingencia con soluciones de ahorro y distribución justa. Hay muchas formas de ayudar y contribuir, el compartir, escuchar y apoyar es una demostración de aprecio e interés. Pero igual de importante es suplir lo necesario en lo material cuando se requiere, es comprender y amar a aquellas personas en condiciones de limitación de oportunidades.



DOBLE DESEMPEÑO MINISTERIAL

El trabajo ministerial evangelístico, se organiza en función de despertar el afecto y la atención de las personas hacia Cristo, inspirado en anunciar el reino de Dios, las buenas nuevas de paz y de salvación. Sí hay capacidad en el evangelista, puede fungir al mismo tiempo con las labores de diácono, como lo hizo Felipe (Hechos 21.8), e integrar ambos grupos ministeriales, distribuir su tiempo para participar de diácono en las actividades de la iglesia, y cuando no hay actividad, puede fungir su labor de evangelización, principalmente en el campo, fuera de los edificios de las instalaciones. Aunque colabora en la programación de mensajes evangelísticos dentro de las aulas, locales, áreas al aire libre dentro de las instalaciones de la iglesia, en el auditorio principal, casa de oración, templo o en emisora radial o televisiva.


Un diácono puede, al mismo tiempo, ser un evangelista como el caso de Esteban (Hechos 6.5 y 8 al 10), todo depende de su capacidad y disposición para realizar ambas labores. Pero no se permite a un diácono ejercer de forma simultánea, como pastor o viceversa, porque es necesario respetar el orden en la distribución de funciones y especialización del trabajo de los grupos ministeriales según el cargo.


Los cargos locales de pastoreo y diaconado no son compatibles en una misma persona, bíblicamente se establece la diferencia de labores, en relación con la función del servicio a las mesas, atención de la distribución diaria y el no descuidar a las viudas, mientras otros persisten en la oración y en el ministerio de la palabra.


Particularmente, el diácono no está en obligación de enseñar, salvo el diácono - evangelista, por las funciones propias del evangelismo en lo relativo a la enseñanza y promulgación del evangelio de Jesucristo, sin embargo, quién se desempeña solo como diácono, puede enseñar acerca de su especialidad, según su capacidad para exponer, cualquier tema en relación con el diaconado.


Por otra parte, en algunos casos hay un doble desempeño en la labor de maestro, colaborador como pastor y viceversa, pastor colaborador como maestro, según su capacidad de pertenecer a ambos grupos. Por lo tanto, los desempeños en la labor de maestros y pastores son compatibles entre sí, pero son incompatibles con las funciones de evangelistas y diáconos, para preservar el orden, especialización, organización y estructura de las labores establecidas para cada grupo de servicio ministerial.



OTRAS FUNCIONES MINISTERIALES


LA FUNCIÓN APOSTÓLICA

Los apóstoles supervisan la armonía doctrinal y de confraternidad, tanto local como regional, monitorea la condición de la membresía por medio de recorridos en las diferentes localidades (2 Corintios 8.23; Filipenses 2.25), para ver cómo marcha cada iglesia local en su proceder (Hechos 15.36), armonía, confraternidad, doctrina, espiritualidad y moral, para asegurar la supervisión, el establecimiento y mantenimiento de los grupos ministeriales en cada iglesia local (Tito 1.5).


El grupo de apóstoles desempeñan las siguientes funciones, con su respectiva especialización: las finanzas, misiones y publicaciones. Un ejemplo es el desempeño del apóstol Pablo y de la escuela paulina, especialmente en la labor misionera y su aporte documentado por medio de las cartas (1 Tesalonicenses 5.27), dirigidas tanto a las comunidades de fe, como a ciertas personas específicas. Pablo solicita firmeza y retener la doctrina, aprendida personalmente, como por medio de las cartas (2 Tesalonicenses 2.15). En Colosenses 4.16 se ordena compartir las cartas entre las diferentes localidades, esto demuestra la necesidad de copiar, intercambiar las cartas, equivalente hoy a realizar publicaciones masivas.


El concilio de Jerusalén (Hechos 15.1 al 6), trata la necesidad de solucionar diversos conflictos de la iglesia, fundamentados en la comunicación de cartas escritas (Hechos 15.30), con autoridad (2 Tesalonicenses 3.14), por ser acuerdos consensuados, de parte de los grupos ministeriales, la iglesia, y el Espíritu Santo (Hechos 15.22 al 23 y 28). Los apóstoles recorren y entregan en cada localidad los acuerdos para ser practicados (Hechos 16.4). En el tiempo actual, el proceso de publicaciones trata de dar una interpretación adecuada a cada enseñanza bíblica, aportar soluciones a los conflictos presentados en la iglesia y corregir las deficiencias en lo cotidiano. Promover los principios cristianos y valores comunitarios necesarios en la cotidianidad.


El apóstol Pablo se distingue y sobresale de gran forma, pero su autoridad como apóstol, está en el nivel de los demás misioneros. Las obligaciones y derechos no son inferiores (2 Corintios 11.5), ni superiores. La misión se extiende a todas partes y se organiza por regiones, en el caso de la región de Acaya a Pablo le colabora Timoteo (2 Corintios 1.1, 11.10), y le ayuda en Macedonia, juntamente con Erasto y en Creta le asiste Tito (Tito 1.5). En las regiones de Acaya y Macedonia hay varias iglesias locales como Atenas, Corinto, Berea, Tesalónica y Filipos. En la región de Asia se encuentran otras localidades como Efeso, Laodicea, Colosas y Antioquía.


Por motivo de los viajes se requiere financiamiento para la obra misionera. Es necesaria la colaboración de cada iglesia local en este sentido, con el fin de cumplir a cabalidad la función del apostolado y la supervisión. Una vez conscientes de su importancia, se recauda y aportan los recursos económicos, necesarios para el desempeño de los apóstoles en esta labor. Este financiamiento lo defiende muy bien Pablo, en 1 Corintios 9.1 al 19, cuando se refiere a los derechos de un apóstol: “… ¿Acaso no tenemos derecho de comer y beber?… ¿O sólo yo y Bernabé no tenemos derecho de no trabajar?… Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio…” La ayuda de cada localidad beneficia toda la región, con las visitas y recorridos en la supervisión de los apóstoles. Son observadores permanentes para el cumplimiento de la predicación, práctica de sana enseñanza (2 Timoteo 2.15 al 18; Tito 2.1), exhortación con toda paciencia y doctrina (2 Timoteo 4.2).


Se reitera que la acción de Dios no es discriminatoria ni hace acepción de personas. Dios actúa en la vida humana en forma integral, con su gran misericordia ayuda a las personas en todos los ámbitos de la vida, consuela, fortalece y suple lo necesario a otras personas por medio del mismo ser humano. Por lo tanto, la comunidad de fe es un canal o medio de Dios para ayudar a otros sin marginación. Así como se conmueven las entrañas por el sufrimiento de Cristo, de igual manera es necesario compungir el corazón por amor a los sufrientes, para acompañar en el dolor y fomentar el sentido comunitario. Por esta razón es importante ser abiertos para aprender de Dios, en pro de las buenas relaciones entre seres humanos, en armonía y comunión los unos con los otros. De lo contrario las consecuencias de aferrarse a las ideas preconcebidas, discriminatorias, con acepción de personas, es no ser consecuente al sentido de bien común, contrario a la función de servicio apostólico.



LA FUNCIÓN PROFÉTICA

La función profética es fundamental en el nuevo pacto dentro de la estructura de trabajo ministerial (Hechos 13.1; Efesios 4.11). El profeta anuncia la verdad de la palabra de Dios en forma clara y transparente, denuncia directamente el mal y el pecado, advierte sus consecuencias y proclama la justicia para edificar y rescatar a los oyentes, en cumplimiento fiel de la misión encomendada por Dios de instar a la obediencia. Es un atalaya o centinela, vigila la rectitud y observa cuidadosamente todo procedimiento, y compara con la Escritura, rinde cuentas de su labor con toda valentía para la corrección de lo deficiente. No tiene temor de ser despreciado o perseguido, por sus señalamientos contra el pecado.


El profeta Ezequiel es advertido, de la responsabilidad de la muerte del impío a causa del pecado, si no le amonesta y habla en contra de su mal camino (Ezequiel 3.17 al 21, 33.7 al 9). Al profeta Jonás, Dios no le permite, rehusar de cumplir la misión profética, en contra de la gran ciudad de Nínive (Jonás 1.1 al 17).


La predicación de Juan, el bautista, fue contra el pecado, como un profeta con autoridad de Dios, aunque le significara ser apresado y muerto. El profeta denuncia las injusticias cometidas por el pueblo o contra el pueblo, así Juan predica en favor del arrepentimiento al decir en la palabra:


“… Predicando… y diciendo: Arrepentíos… Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,… y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego” (Mateo 3.1 al 10).

La labor de Juan el Bautista, a manera de un profeta – evangelista, fue traer el mensaje de llamamiento, arrepentimiento, conversión y santidad. Anuncia con exhortaciones, las buenas nuevas al pueblo (Lucas 3.18) y prepara el camino del Señor, porque después de cumplir con su misión, viene Jesús como profeta – maestro a hacer un discipulado y enseñar al pueblo por tres años y medio.


El profeta Moisés menciona del envío, por parte de Dios, de otro profeta como él. Si no se oye la palabra de Dios a través de dicho profeta, entonces se le pide cuentas a la tal persona rebelde (Deuteronomio 18.15 al 19). Jesús fue poderoso en hechos y en palabra (Lucas 24.19). Cuando Jesús enseñaba a sus discípulos, algunos le dijeron: “… Dura es esta palabra, ¿quién la puede oír?… desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él… ” (Juan 6.60 al 69). El mensaje del profeta se requiere en sentido Cristo céntrico para la salvación, quien lo reciba tiene palabras de disciplina en el Señor Jesús, doctrina viva, exigencia, justicia, rigor y vida eterna.


Un profeta no puede desvirtuar la palabra de Dios. En el primer pacto había una compañía de profetas (1 Samuel 10.5), unidos por una misma finalidad: dar el mensaje de Dios con o sin predicción, pero con proclamación de la justicia y obediencia a Dios, por medio de una escuela o comunidad de profetas presidida por Samuel (1 Samuel 19.20). Los profetas son usados como instrumentos de Dios a través de su Espíritu (1 Samuel 10.9 al 12). Se predice sucesos venideros, porque Dios les revela su secreto a sus siervos los profetas (Amós 3.7), especialmente para estar advertido y preparado con plena confianza a Dios en los temas de providencia y salvación.


Algunos se desvirtuaron en beneficio propio (Jeremías 2.8), dieron vanas esperanzas con visiones de su propio corazón, se ganaron la voluntad de otros con una forma falsa y servil, al contar sueños mentirosos sin ser profecía de Dios (Jeremías 23.16 al 40, 27.9 al 22). Las Escrituras mencionan el caso de la falsa profecía del profeta Hananías, esta profecía no es verdadera, no concuerda con el profeta contemporáneo Jeremías, ni según los profetas anteriores a su época. Este falso profeta habla sin ser enviado por Dios, hace confiar en mentira al pueblo y manifiesta rebelión, al final es castigado con muerte (Jeremías 28.1 al 17), como consecuencia de sus actos.


Los profetas de la iglesia utilizan las Sagradas Escrituras como guía y referente de especialización en el campo de la profecía bíblica, así como los maestros desarrollan y profundizan el tema de la ley. Estos profetas utilizan como fuente profética las Sagradas Escrituras, porque es la palabra profética más segura e inspirada por el Espíritu Santo (2 Pedro 1.19 al 21). En la iglesia local existe el principio de asociar, en un grupo, a las personas con el don de profecía, el cual recibe el nombre de “Compañía de Profetas”, con el fin de escudriñar, analizar y sacar conclusiones de la profecía bíblica. Se reitera la afirmación de la Biblia en el siguiente texto:


“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén” (1 Pedro 4.10 al 11).

Es vital conocer la profecía bíblica para apercibir al pueblo de Dios, porque sin profecía el pueblo se desenfrena (Proverbios 29.18). En la actualidad, la escuela de profetas es para compartir el conocimiento de denuncia de la injusticia, entre los integrantes del grupo compañía de profetas, según la especialidad de esta labor. Se requiere y necesita una mejor interpretación en el campo profético, libre en su totalidad de conjeturas, escatología fantasiosa, espectacularidad, especulaciones, fenómenos mágicos, futuros deslumbrantes, invenciones anacrónicas y toda clase de suposiciones futuristas, que desvían la atención de lo realmente importante en la práctica de principios y valores necesarios para el diario vivir: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12.14).


El profeta actual se pronuncia en nombre de Dios, en armonía con su palabra escrita y congruente con el mensaje de los profetas bíblicos, en comunión con la ley de Dios y la profecía. En su vida refleja absoluta fidelidad a Dios con fundamento apostólico y profético, con Jesucristo como principal piedra del ángulo de la edificación (Efesios 2.20 al 22). Esta compañía de profetas, analiza la profecía, prevé una cuidadosa interpretación en conjunto, invoca la dirección de Dios e intervención de su Espíritu y no cae en la falsa profecía, advertido desde tiempos de Moisés (Deuteronomio 13.1 al 5, 18.20 al 22).


Dios dijo a través de su siervo Moisés: “No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella…” (Deuteronomio 4.2, 12.32), lo cual es confirmado en Proverbios 30.5 al 6 y Apocalipsis 22.18 al 19, castiga cuando se afirma alguna palabra, como dicha por Dios, sin haberla él mandado (Jeremías 29.23). Recompensa a quien no se aparta, ni a diestra ni a siniestra de sus palabras (Deuteronomio 28.13 al 14). Jesús advierte contra los falsos profetas, porque a pesar de ser hacedores de maldad, creen que por invocar al Señor son justificados, sin obedecer la voluntad verdadera de Dios (Mateo 7.15 al 23), sino que buscan fama, pleitesía, prestigio y reconocimiento en aparente consagración y santidad.



EL DESORDEN LITÚRGICO DE CORINTO

Según 1 Corintios 14.3 el profetizar es para consolación, edificación y exhortación. La Biblia menciona la labor de las profetisas, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, pero el ejercicio del don de profecía en el nuevo pacto sufre cierta regulación, tanto en la mujer como en el varón, debido a la falta de orden en la liturgia. Dios no es Dios de confusión, sino de paz, afirmado en 1 Corintios 14.33. Ni tampoco es para tener la costumbre de contender (Corintios 11.16).


En la comunidad de Corinto se altera la liturgia, por causa de quienes participan desordenadamente al hablar en lenguas y al profetizar, algunos interrumpen al preguntar o conversar acerca de la revelación e interpretación de las lenguas, otros pretenden sobresalir como profetas o profetizas sobre el resto de la membresía, creando un abuso en las participaciones colectivas.


La primera carta a los Corintios insta a hacer todo decentemente, con orden (14.40). Para lograr esto, se regula la participación en la revelación, lenguas e interpretación por turno, a lo más dos o tres y los demás juzguen (14.27, 29 y 31). Esto de juzgar implica creer u opinar para sí mismos, si varios conversan, discuten, murmuran o preguntan a la vez, sumado a quienes hablan en lenguas al mismo tiempo, se genera desorden (14.23). En el caso de las lenguas, cuando no hay quien interprete, se ordena hablar para sí mismo y no en voz alta (14.28). Se manda a callar a quién ha tenido participación, para dar oportunidad a otros (14.30). El desorden genera una mala impresión en las visitas o espectadores: “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?” (1 Corintios 14.23).


Pablo menciona no menospreciar las profecías, pero recomienda examinar todo y retener lo bueno (1 Tesalonicenses 5.20 al 21). Al examinar la profecía, algunas mujeres incurren en preguntar y conversar en plena actividad litúrgica, otras provocan desorden al participar como profetizas en forma simultánea y en voz alta, otras profetizas con presunción, tratan de figurar al utilizar como excusa el don de profecía sobre los demás, para dar la impresión de mucha consagración o santidad. Todo esto, Pablo lo censura y manda callar a tales mujeres: “Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar,… porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación” (1 Corintios 14.34 al 35). Según esta recomendación es prioritaria la reverencia y el orden litúrgico, inclusive la mujer no puede libremente divulgar las profecías recibidas, solamente con orden y regulación.


La profecía no es para presumir de posición privilegiada, ante Dios o la iglesia, por presunción de consagración, espiritualidad o santificación. ¿Qué pasa si la visión o sueño, fue por una sugestión de la mente, influenciada por fenómenos naturales, problemas de salud, drogas implícitas en los medicamentos, ignorancia de la palabra de Dios, por causas como la fascinación (engaño o alucinación), obsesión (algunos por síntomas de neurosis depresiva), por ofuscación (que es entenebrecer la razón y confundir las ideas), por persuasión (tratar de convencer o influenciar), por perturbación (sin paz ni tranquilidad), histeria, problemas de psicosis o insomnio? Es peligroso utilizar la profecía, en los casos de fundamentar una doctrina de la iglesia, contradictoria al sentido general de las Sagradas Escrituras, sin edificación o para justificar la maldad o pecado.


En la ciudad de Filipos, se reunieron algunas mujeres junto al río, en el lugar donde suelen orar; primeramente se observa cómo entre ellas se distingue una mujer con el nombre de Lidia, vendedora de púrpura, adoradora de Dios y atenta a la enseñanza de Pablo. El Señor abre el entendimiento de ella y es bautizada con su familia, por haber sido encontrada fiel al Señor (Hechos 16.12 al 15). Por otra parte, en la misma ciudad, una muchacha con la capacidad de predicción y de descubrir lo desconocido, insiste por muchos días en delatar públicamente a Pablo y a los demás creyentes, como hijos del Dios Altísimo y anunciantes del camino de salvación. Al desagradar a Pablo esta actitud, la reprende y ella pierde su capacidad de predecir (Hechos 16.16 al 18).


El caso contrasta con el de Lidia, ambas conscientes de la existencia del Dios verdadero; una lo adora y recibe más conocimiento al aceptar a Cristo en el corazón. La otra, sin razonamiento, sino por intuición, percibe de forma clara la verdad y procede a delatar en voz alta el servicio a Dios, presentado por Pablo y sus acompañantes, pero no recibe la palabra, ni la atesora en su propio corazón.


En el pasado hubo profetisas o sacerdotisas de dioses falsos, algunas entregadas a la fornicación, como un ritual religioso, luego llegan al cristianismo con la presunción de mantener el liderazgo y tomar autoridad sobre el rumbo de la iglesia. Esta es una de las razones, para regular su participación como profetisas, a partir de la iglesia de Corinto.


Los casos mencionados en el párrafo anterior, son ejemplos de liderazgos mal encaminados, porque el verdadero liderazgo es influir el bien y la rectitud en los demás. Un líder no se impone, logra acuerdos con diálogo y participación. Transmite la información, conocimiento y entendimiento sin recelo. Entre sus características están la humildad, negociación y el servicio. Reconoce cuando no tiene la razón, no puede ser un manipulador sino satisfacer por convencimiento. Un líder tiene aptitud, autoridad con control de sí mismo, capacidad por disposición natural, sabe delegar responsabilidades, suficiencia y toma de decisiones coherentes. Tiene actitud, creatividad, estímulo, intuición, logra interactuar y motivar.



EL DON DE PROFECÍA BAJO EL CONTROL DE LOS PROFETAS

La interpretación del don de profecía, se encuentra bajo el control de los profetas, en este sentido a las mujeres, inclusive las profetisas, se les ordena consultar en casa a sus maridos (1 Corintios 14.35), esta función la cumple la compañía de profetas, porque no todas las mujeres, sean o no profetisas, tienen marido, marido creyente o marido profeta, con el conocimiento adecuado para responder la consulta. La visión o sueño es analizado por el grupo, sobre la base principal de no menospreciar ninguna profecía y examinar detenidamente cada una. Con este análisis, se determina la conveniencia de dar a conocer la profecía externamente al grupo, según la palabra: “No apaguéis al Espíritu, no menospreciéis las profecías, examinadlo todo; retened lo bueno, absteneos de toda especie de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo;…” (1 Tesalonicenses 5.19 al 23).


Cada profecía recibida es examinada y comparada con las Sagradas Escrituras, como referencia, pues está escrito: “Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz…” (1 Corintios 14.32 al 33). Pablo, a pesar de estar condicionado dentro de una cultura con raíces patriarcales, la cual considera al sexo masculino superior al femenino, actualmente denominado con el nombre de machismo, regula en relación con la profecía, tanto a las mujeres como a los varones por igual y sin marginación.


La precaución específica para la mujer en 1 Corintios 14.34 al 35, es de no hacer una interpretación a la ligera con la consecuencia de inducir al varón al error, porque en 2 Corintios 11.3, la compara con el ejemplo de Eva, extraviada en su propia mente al cuestionar y distorsionar sus sentidos en confusión, esto la lleva a incurrir en rebeldía con la participación de Adán. En realidad no hay sexo superior al otro, la acción de Eva al hacer uso de su inteligencia la confronta con una duda e investiga por sí misma el conocimiento de lo cuestionado, capacidad innata provista por Dios en el ser humano, tanto en el hombre y en la mujer.


Pablo les pregunta a las mujeres, si acaso de ellas se ha iniciado el mensaje de la palabra o solo a ellas ha llegado este mensaje (1 Corintios 14.36), hay una unidad de trabajo, entre varones y mujeres sin ser unos superiores a otros. Al principio los discípulos de Jesús llegaron a ser ministros de la palabra (Lucas 1.2), posteriormente, se integran otros ministros, entre ellos Pablo (Hechos 26.16), pero Jesús desde el inicio le da participación a la mujer, observamos la integración de la mujer en el ministerio de Jesús, sin discriminación alguna, inclusive colaboran tanto en el servicio como con sus propios bienes:


“Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes” (Lucas 8.1 al 3).

Tal y como se menciona en el párrafo anterior, la mujer tiene participación en el ministerio de Jesús, fundador de la comunidad de fe, por consiguiente, promotor de los valores comunitarios. En todo caso, la organización e institucionalización de esta comunidad, como iglesia y sus normas respectivas, no justifican la discriminación de la mujer, en la labor de servicio ministerial. Aunque en la formación de la iglesia, por desordenes litúrgicos se establecen regulaciones, esto no autoriza excluir o marginar a la mujer en la participación general del trabajo administrativo, eclesiástico y de grupos ministeriales (evangelistas, maestros, pastores y diáconos), menos marginarla en impartir la enseñanza, clases, liderar, oficiar en las actividades, liturgias, ceremonias o celebraciones eclesiásticas, misioneras y caritativas. Es indispensable la capacidad de unión en función de la comunidad, sin intereses particulares para promover los comunitarios.


Pablo le recuerda a la mujer tomar en cuenta al varón, como mensajero de Dios, porque el varón es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza del varón y Dios Padre la cabeza de Cristo (1 Corintios 11.3). En este pasaje la expresión “cabeza” es en señal de preceder en existencia, principio, origen o fuente de vida. Dios precede en existencia a Cristo; Cristo al varón y el varón a la mujer. Porque Adán fue formado primero y después Eva (1 Timoteo 2.13). Por esta razón en el caso de Corinto se propició una costumbre local de cubrirse la cabeza las mujeres para orar o profetizar, como recordatorio, de señal de autoridad en relación con el hombre, a quien se le pide descubrirse la cabeza para orar y profetizar:


“Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles. Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios” (1 Corintios 11.8 al 12).

Cabe destacar la expresión del párrafo anterior: “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles”. En el contexto del pasaje, el término ángeles se relaciona con mensajeros o el mensaje, donde se requiere que la mujer se cubra la cabeza y el varón se descubra, de lo contrario la mujer afrenta al varón y este último a Cristo: “Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza…” (1 Corintios 11.4 al 5). Debido a los mensajeros, delegados de Dios, en este caso los profetas, la mujer se cubre la cabeza solo para orar y profetizar, como señal de respeto a la autoridad del mensaje profético. No es necesario cubrirse en todo el acto litúrgico, la Escritura menciona para orar o profetizar.


La mujer a pesar de ser un vaso o instrumento profético, el cubrirse la cabeza es un recordatorio para ella, en el sentido de no precipitarse a tomar la dirección, e interpretación en forma privada, sino callar en la congregación (1 Corintios 14.34), y esperar el debido proceso para exteriorizar la profecía recibida, con el análisis en comunidad mediante la compañía de profetas. Sea una revelación (voz audible) sueño o visión, es indecoroso a la mujer hablar de estas situaciones en la congregación (1 Corintios 14.35). No es prudente, promulgar lo recibido, ni involucrar a nadie, hasta que se pronuncie al respecto la compañía de profetas.


En cuanto a cubrirse o descubrirse la cabeza, únicamente para orar y profetizar, según corresponda, y no en todo el acto litúrgico, si alguien quiere omitir o discutir este orden, según 1 Corintios 11.16, las iglesias de Dios no acostumbran contender, solo se resolvía un orden litúrgico o de celebración, específicamente local (Corinto) y para la acción o acto de orar y profetizar. Pablo afirma a quien se cree profeta y espiritual, reconocer los mandamientos del Señor (1 Corintios 14.37), la medida resolvía un recordatorio de nunca precipitarse en la dirección e interpretación, por encima del Señor y de las Escrituras. El cubrirse o descubrirse no es vinculante para perder la salvación, se practicó por un orden.


También en las Sagradas Escrituras se menciona la expresión del marido como cabeza de su esposa (Efesios 5.23 al 24), la sujeción indicada se refiere a unidad y no a sometimiento, sino en forma recíproca sometidos unos a otros sin discriminación de sexo, en el temor de Dios (Efesios 5.21). Al marido le corresponde velar por el cariño y amor de su esposa, cuidarla como a su propia carne (Efesios 5.28 al 33), dar honor a la mujer como a vaso más frágil, o sea, con mayor atención y cuidado (1 Pedro 3.7).


Las casadas están sujetas a sus maridos, en el sentido de armonía y unidad como lo hacen con el Señor (Efesios 5.22, 25 al 27). El marido no es cabeza en el sentido de poder absoluto, cualquier persona sea hombre o mujer, no está sujeto o sujeta a servidumbre en tales casos (1 Corintios 7.12 al 17), por ejemplo en la actualidad, por causa de adulterio, agresión doméstica (intrafamiliar), abandono familiar, incesto, incumplimiento conyugal premeditado, intransigencia o cualquier aspecto dañino y perjudicial. La Biblia dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra” (Efesios 5.25 al 26).



LA MUJER EN EL MINISTERIO

La mujer desempeña un papel muy importante en el trabajo ministerial. Su participación en los grupos ministeriales y de apoyo es muy valiosa en igualdad de condiciones al varón. Realiza funciones dentro del campo evangelístico, pastoral y de diaconía como se relata en Romanos 16.1 al 15, Filipenses 4.2 al 3 y 1 Timoteo 3.10 al 11. Es anciana en el área pastoral y aconseja a las jóvenes para amar a sus maridos e hijos, ser de buen testimonio, prudentes, castas y cuidadosas de su casa. Son las maestras del bien según Tito 2.3 al 5.


Las profetisas se mencionan en Hechos 21.8 al 9 y 1 Corintios 11.5, conforme con la gracia y voluntad de Dios en repartir sus dones. La Biblia no prohíbe la participación de la mujer, por lo tanto, puede asistir a las reuniones de cualquier grupo ministerial y ayudar en todo lo posible con estas labores, inclusive contribuir en la supervisión de la obra o sea en la función del apostolado, tenemos el caso de Junia o Junias, una mujer de gran estima por los apóstoles en Romanos 16.7. Los apóstoles se acompañaban de sus esposas en los viajes misioneros, ellas cumplían una labor misionera, se puede observar en 1 Corintios 9.5.


La discriminación hacia la mujer no procede de Dios, procede de la misma cultura propia del varón, transmitida por generaciones y condicionada en su favor. El pasaje de 1 Corintios 14.34 al 35, donde se menciona que las mujeres callen en las congregaciones, no se refiere a la mujer en general, sino que hace alusión a las mujeres involucradas en ocasionar desorden en la liturgia, unas por ser profetizas, participar en lenguas y revelación en forma simultánea, otras por interrumpir al preguntar o comentar acerca de la interpretación, y finalmente las mujeres con alabanza presuntuosa de sí mismas, por sobresalir como profetizas sobre el resto de los integrantes de la iglesia, generando un desorden litúrgico.


A lo anterior se suma 1 Timoteo 2.9 al 15, con un sector de mujeres adineradas con otro tipo de presunción, al pretender sobresalir por causa del poder económico (1 Timoteo 6.6 al 10 y 17 al 19), la clave de este análisis está en el profesar piedad y servicio a Dios con modestia, sin lujos posibilitados por las riquezas y despreciativos al necesitado. Este pasaje señala a las mujeres adineradas, porque las mujeres pobres no tienen la posibilidad de poseer oro, perlas, vestidos costosos o peinados ostentosos, con dificultad su capacidad adquisitiva se reduce a lo necesario para subsistir, sin apariencias exteriores de lujo y opulencia.


Ahora bien, el ser humano nada ha traído a este mundo cuando nace y nada se lleva cuando muere. La mujer tiene la distinción más grande de los seres humanos, el privilegio de ser madre, el dar a luz es un acto de mucho riesgo, la mujer con riquezas y la mujer pobre están en igualdad de condiciones, cuando dan a luz, tanto una como la otra corren riesgos, inclusive de perder la vida, pero su vida será preservada y se salva en cada parto; aun la muerte no podría arrebatar su amor, fe, modestia y santificación (1 Timoteo 2.15). Las mujeres o varones con la capacidad económica y benefactores dentro de la iglesia, por el hecho de contribuir no pueden exigir los primeros lugares o posiciones de poder, ni la iglesia debe rendirles pleitesía, por poseer, como dice la carta de Santiago 2.1 al 9, anillo de oro y ropa espléndida.


Entre los requisitos bíblicos de las mujeres está: “Sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Timoteo 2.10). Las diaconizas o mujeres diáconos: “… Honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo” (1 Timoteo 3.11). Se concluye acerca de la participación litúrgica del hombre y de la mujer, que aunque es regulada con requisitos para mantener un orden, no hay prohibición de la mujer para oficiar en el ministerio, su discriminación es por creencia cultural y tradicional.



EL EJEMPLO DE MARÍA LA MADRE DE JESÚS

La expresión de María, al decir “he aquí la sierva del Señor” (Lucas 1.38), connota ferviente obediencia y servicio a Dios. Es un ejemplo inspirador para la mujer actual. Dedica su vida con toda disposición e interés en el servicio al Señor, con prontitud cumple la voluntad de Dios, de una forma firme y segura. Por causa de su fidelidad, Dios favorece y bendice su vida. María demuestra virtudes muy valiosas como la comunión, consagración, devoción, santificación y testimonio para las mujeres. Muchas cualidades descritas en la Biblia acerca de María, son necesarias en las mujeres para servir a Cristo, especialmente, el amor a Dios y al prójimo.


Así como las mujeres de la época de Jesús, inclusive con sus bienes le sirven (Lucas 8.3), en nuestro tiempo el hacer el bien al necesitado, es servir a Jesús mismo. María se regocija con su corazón y mente, enfoca su emoción, inteligencia y pensamiento, en el servicio a Dios su Salvador, testifica a Dios como digno de ser glorificado y honrado por sus grandes proezas, y misericordias a quienes tienen su temor, porque a los hambrientos colma de bienes y exalta a los humildes (Lucas 1.50 al 53).


María presencia la aparición de un ángel llamado Gabriel (Lucas 1.26 al 28), aunque se turba por las palabras del ángel, en la salutación inicial (Lucas 1.29 al 30), reacciona y responde con toda cordura, al hacer un juicio acertado del mensaje recibido, porque cree (Lucas 1.45), conforme con lo anunciado en las Sagradas Escrituras (Lucas 1.54 al 55). Es importante destacar la meditación de María en su corazón, al atesorar el conocimiento y la vivencia (Lucas 2.19), es obvio considerar a María como excelente esposa, hija y madre. Ella también recibe bendición entre las mujeres, pasa a ser un modelo de mujer para las demás (Lucas 1.48): “Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres” (Lucas 1.28).


Su vida ejemplar manifiesta humildad, modestia y sujeción a la palabra de Dios; concentra su energía, fuerza y todo su vigor en los propósitos de Dios. No se envanece, ni se jacta del privilegio de ser un instrumento útil de nuestro Dios: verdadera hija de Dios Padre y madre del Hijo de Dios o Dios Hijo, engendrado del Espíritu Santo (Mateo 1.20 al 23; Lucas 1.34 al 35; Hebreos 1.5 al 9). Este testimonio de María, es vital para seguir e imitar su ejemplo de vida consagrada y santa.



LA MUJER EN EL PRIMER PACTO

En conformidad con los propósitos de Dios, encontramos, durante el primer pacto, muchos testimonios de mujeres en labores de servicio a Dios y al pueblo, por ejemplo, Débora fue una mujer usada por Dios como profetisa y gobierna durante un tiempo a Israel como juez. Dios la utiliza para darle dirección a Barac al juntar a diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón, para pelear contra Sísara, capitán del ejército del rey Jabín de Canaán.


También en este tiempo, por mano de otra mujer llamada Jael, dio muerte a Sísara por voluntad de Dios y en cumplimiento de una profecía mencionada por Débora (Jueces 4.4 al 24). En el periodo del Éxodo, encontramos a María, quien es profetisa (Éxodo 15.20) y sirve a Dios al lado de sus hermanos Moisés y Aarón. En el reinado de Josías, durante las obras de reparación de la casa de Jehová, se encuentra el libro de la ley, entonces el rey por medio de una delegación, hace la consulta a Dios acerca de las palabras del libro hallado. Jehová, el Dios de Israel, les da la respuesta mediante una mujer profetisa llamada Hulda (2 Reyes 22.3 al 23.3).


La Escritura cuenta la historia de Rut, la moabita, descrita como una mujer virtuosa y reconocida por las mujeres de su época, además da a luz a Obed, padre de Isaí, quien a su vez llega a ser padre del rey David (Rut 4.13 al 17). Esta mujer, a pesar de ser de los campos de Moab, prefiere seguir a su suegra y reconocer al pueblo de Noemí, como su pueblo y a Dios como su verdadero Dios (Rut 1.16 al 17). Se le compara con otras mujeres, Raquel y Leda, las cuales edificaron la casa de Israel (Rut 4.9 al 12).


Una mujer muy especial es Agar, a quien le habló el ángel de Dios desde el cielo y Dios le proveyó agua en el desierto, para que no muriera junto con su hijo Ismael, de quien Dios hace una gran nación (Génesis 21.13 al 21), por ser descendiente de Abraham. Ismael tiene doce hijos príncipes (Génesis 25.12 al 18). Dios los multiplica tanto que no pueden ser contados por causa de la gran multitud (Génesis 16.5 al 16), constituyen una de las grandes religiones, unificados como monoteístas por el profeta Mahoma (Muhammad).


A una mujer estéril conocida como Ana, Dios le concede la petición de tener un hijo llamado Samuel, el mismo es dedicado delante de Jehová y ministra junto al sacerdote Elí. Este Samuel llega a ser un gran siervo de Dios como profeta. Tiempo antes, a Sara de edad avanzada y estéril, Dios le concede un hijo llamado Isaac, uno de los patriarcas juntamente con Abraham su padre y Jacob su hijo, recibe fuerzas para concebir y dar a luz fuera de la edad, por haber tenido fe en la fidelidad de Dios, según la promesa (Hebreos 11.11).


También en tiempos de Josué, una mujer llamada Rahab, es salva junto con su familia en la destrucción de Jericó, ella tiene suficiente fe para esconder y ayudar a escapar a los espías de Israel (Josué 2.1 al 16, 6.21 al 25). Todos los ejemplos anteriores demuestran desde el primer pacto, a la mujer en un lugar de gran estima, Sara, Rebeca, Raquel o Leda, desempeñan un papel importante, en la época de los patriarcas. La mujer llega a heredar entre su familia, cuando no tiene hermano sucesor (Números 27.7 al 11).


Otra mujer virtuosa fue Ester proclamada reina en tiempos del rey Asuero, quien reinó desde la India hasta Etiopía (Ester 1.1 al 3, 2.15 al 18). Ester intercede a favor de su pueblo, sufren persecución y amenaza de muerte de parte de los enemigos (Ester 4.1 al 17). Al final tienen defensa, paz y celebración: “enviar porciones cada uno a su vecino, y dádivas a los pobres” (Ester 9.22).



LA MUJER EN EL NUEVO PACTO

En el nuevo pacto, a la mujer se le reconoce un lugar dentro de la comunidad de fe, aunque judíos y samaritanos tienen enemistad entre sí (Juan 4.9), la mujer samaritana fue mensajera de Jesús entre los de su pueblo, quienes creen por la palabra de ella (Juan 4.28 al 30 y 39 al 42): “Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho” (Juan 4.39).


Jesús valora a la mujer en muchas ocasiones, por ejemplo, visita a Marta y a María (Lucas 10.38 al 39), hermanas de Lázaro; sana a María llamada Magdalena; Juana y Susana; entre muchas mujeres servidoras aun con sus bienes (Lucas 8.1 al 3). Además un grupo de ellas lo acompañan hasta en su muerte (Mateo 27.55 al 56); luego al sepulcro, en su sepultura (Mateo 27.59 al 61). Cuando preparan especias aromáticas y ungüentos para llevar al sepulcro (Lucas 23.56 al 24.1), aunque no pudieron perfumarlo, fueron ellas las privilegiadas de ser las primeras en saber de su resurrección y de llevar el anuncio a los demás (Lucas 24.9 al 11). Jesús mismo fue quien envió a las mujeres a dar este aviso (Mateo 28.9 al 10). Jesús aprecia, valora y da lugar y participación a la mujer sin impedimentos.


Muchas alcanzan arrepentimiento y conversión (Hechos 8.12, 9.2, 17.12): Dorcas (Hechos 9.36), María la madre de Juan con sobrenombre Marcos (Hechos 12.12), Lidia (Hechos 16.14), las hijas de Felipe (Hechos 21.8 al 9) y Apia (Filemon 2). Pablo menciona a muchas mujeres servidoras a la comunidad y al Señor, entre ellas están Febe, Priscila, María, Junia, Trifena, Trifosa, Pérsida, la madre de Rufo, Julia, la hermana de Nereo y Olimpas (Romanos 16.1 al 7, 12 al 13). También Evodia y Síntique, combatieron juntamente con Pablo en el evangelio: “Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida… Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4.2 al 7).


Las mujeres en Cristo Jesús, participan sin discriminación ni marginación, porque imperan los principios y valores de amor de Dios, bien común, equidad y justicia. Dios a su tiempo, suplirá lo que falta para la edificación de la iglesia contemporánea, porque está escrito: “Mi Dios, pues suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos… La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros” (Filipenses 4.19 al 23).


Por otra parte, se mencionó que es totalmente relevante la misericordia y el perdón. Al respecto la Biblia textualmente recomienda lo siguiente: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos” (Colosenses 3.12 al 15).



Escritura tomada de la Reina Valera 1960. El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; Renovado © 1988 Sociedades Bíblicas Unidas.