LA TRANSICIÓN A LOS TRES TIPOS DE CONOCIMIENTO


Así como las actitudes fortalecen la sociabilidad y las buenas relaciones interpersonales, los principios y valores espirituales perfeccionan la personalidad y la consideración del bien en cada acto. En este caso la desidia espiritual es el descuido por la falta y negligencia, de la aplicación de los principios y valores espirituales. Interviene la mezcla del acto intelectivo de la facultad o virtud del entendimiento, con el acto volitivo en el ejercicio de la voluntad, según la jerarquía o prioridad de la escala de principios y valores propios de la persona. Distinguir el bien con la intención y voluntad para actuar, al asumir las consecuencias con el compromiso y responsabilidad, forma y refuerza el carácter personal y el deber del acto moral, para guiar por la justicia y el buen camino. Hay una voz interior que dictamina y es inherente al ser humano, pero su actitud y consciencia varía según su capacidad de dignidad y respeto, hacia sí mismo y a otras personas, de manera esencial cuando se trata del respeto, reverencia y sumisión que se tiene hacia Dios. La persona se obliga como un deber moral, pero desde su propia iniciativa y voluntad, con la práctica de la asertividad, empatía y justicia, entre otros principios y valores espirituales y morales, como el sentimiento de afecto, cariño, compasión, júbilo y ternura.


La pericia pertinente en lo que es espiritual, envuelve e involucra la experiencia a otro nivel de conocimiento, como fundamento convincente y evidente de la evidencia empírica, esmero, habilidad y práctica, según el grado y ubicación en este conocimiento. La pericia espiritual permite animar y motivar la intención y voluntad al autocontrol y dominio espiritual. Lo que es digno y tiene valor, es conocido como la



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axiología, de la disciplina filosófica que estudia los valores como un saber y las corrientes o tendencias de pensamiento. Debido a su variedad de interpretaciones, por la situación cultural y étnica, es que Dios establece principios y valores estándares, que rigen a manera universal en todo el planeta. El esfuerzo y valentía se consideran como altos estándares: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente: no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios será contigo en donde quiera que fueres” (Josué 1.9 – RVR1909). El conocimiento natural autodestructivo, se traslapa en algún momento con el tipo de conocimiento de fuente espiritual, pero en el caso del predominio final, es mejor la superposición de lo espiritual por sobre lo natural. Los asesores, consejeros, especialistas, expertos, orientadores espirituales, profesionales y terapeutas en crecimiento y desarrollo personal, motivan y recomiendan que el valor de uno sea por el “soy” y no por lo que se tiene o se posee en capacidad adquisitiva y los bienes materiales y superfluos. El valor del individuo y su propia personalidad individual, es el “es” o el “ser” como persona. La precaución de esta valoración es mejorar la constancia, continuidad y perseverancia, como buscador persistente de la verdad, con un enfoque que supere lo natural, que espiritualmente sea la mejor persona de crecimiento, desarrollo, madurez espiritual.

La buena voluntad de hacer el bien, implica madurez. El ser humano tiene sus anhelos y aspiraciones en relación con objetivos y metas en la vida. El grado de avance de madurez, determina sus decisiones para alcanzar o lograr sus objetivos y metas. La persona responde por las consecuencias de sus actos, consciente y libremente, según su compromiso, respeto y responsabilidad, a pesar de que se cumplan o no, dichos objetivos y metas. Se requiere de resiliencia para enfrentar cualquier tipo de frustración con aceptación y resignación. El sentido común en relación con la capacidad de comprender o entender razonablemente, de acuerdo al buen juicio, sensatez y la coherencia, aunado al sentido de vida y al sentido de comunidad, ofrece la posibilidad de armonizar en comunión consigo y con otras personas afines a su propósito de vida.



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La gravedad de vivir con una dirección apegada solo a lo natural, es una vida de profanación. Esta gravedad consiste en la acción o el acto de profanar, que se consuma con la forma de vivir, mediante la falta del debido respeto y reverencia a lo sagrado de la vida, al deber y obligación hacia Dios. Por lo cual, se requiere una intransigente y radical demostración de un camino, proceso y sentido de perfección ineludible, en un mundo tan desordenado e imperfecto, en medio de la anarquía y caos ético - moral. Se conjugan la intención y la voluntad, para la toma de las decisiones, según la personalidad de cada uno y su compromiso de respeto y responsabilidad personal y social. La moral es parte de la vida y es inevitable para lograr un orden en el diario vivir, las disciplinas de la filosofía y la teología promueven una ética aplicable en la cotidianidad. Se dice que la persona malvada y pecadora, recibe su merecido con el castigo y consecuencia de su misma maldad y pecado, o sea, practicar el mal y pecar como una normalidad sin consciencia ni remordimiento, es su propia consecuencia y castigo. Las buenas costumbres se apegan a la moral y es congruente con los principios y valores éticos. Tanto la ética como la moral van de la mano, para una consciencia con dignidad y rectitud, la práctica del bien y una honestidad, sano juicio y sensatez que evite y resista el mal.


La ética y moral son alarmas que advierten la prevención necesaria para la consciencia, si hay algún indicio de duda que sea para descubrir y justificar la verdad. Esto posibilita conservar y mantener personas íntegras, con la probidad de la honradez, dentro de una sociedad corrupta y en detrimento social. El conocimiento natural por sí mismo o solo carece de espiritualidad, es decir, se encuentra en un estado natural de carencia espiritual, en la búsqueda de alcanzar o lograr una satisfacción natural, sin priorizar un interés por lo espiritual. Se requiere de ayuda y soporte a otro nivel de comprensión y entendimiento, ya que el conocimiento natural por sí solo no puede llenar el vacío de lo espiritual. Lo natural se limita o restringe a las necesidades elementales y las preocupaciones básicas naturales, de su propia intención y voluntad natural.



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Por más obsesión subsistente de cumplir, llenar y satisfacer las expectativas de origen natural, siempre prevalece el vacío de frustración y soledad insatisfecha y reprimida. No hay bien material que llene el vacío de ausencia espiritual sin Dios.

En un extremo natural se encuentra el ser humano, al otro extremo celestial se encuentra Dios Padre. En medio está el puente espiritual entre lo natural y lo celestial. El Hijo está inmerso en el medio espiritual, para ser el camino y puerta de ingreso al conocimiento celestial. Esto es semejante a un código cifrado para conservar la seguridad de los datos, información y mensaje codificado. Para descifrar se requiere descodificar con la clave, contraseña o llave de encriptación. Esta analogía o simbología, es para dar a entender que sin el Hijo de ninguna manera hay camino o puerta hacia el Padre. En este caso y continuando con el sentido figurado y su significado, el virus informático es desacreditar la fe de y en Jesucristo, disminuir o eliminar su estimación y valor. El resultado final es la desinformación, desprecio, desinterés, ignorancia e indiferencia, con el anclaje solo en lo natural y la repulsión a lo espiritual. Esto impone la propia voluntad natural e impide la filtración hacia lo espiritual, con una barrera de separación. En este caso el conocimiento natural prevalece y representa vivir inmerso en oscuridad o tinieblas.


El conocimiento espiritual es vivir en la luz, pero no es cualquier luz, es la luz de Jesucristo. Una luz sin ningún claroscuro, sin ninguna clase de oscuridad o tinieblas. La luz es el conocimiento y revelación de Dios, es la consagración, gracia y santidad. La oscuridad o tinieblas es seguir una vida de mal y de pecado. Jesucristo y sus seguidores son la luz del mundo (Mateo 5.14). Las Escrituras dicen: “Y hablóles Jesús otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida”(Juan 8.12 – RVR1909). La luz genera y posibilita el discernimiento del crecimiento y desarrollo espiritual, el potencial para la salvación y la vida eterna. Mientras tanto, la oscuridad o tinieblas es vivir atado al pasado, a la adicción, hábito y vicio



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al pecado, esclavismo de enfermedad emocional y sentimental del desamor, egocentrismo y egoísmo, enojo, ira, miedo, odio, placer carnal, resentimiento y venganza, que se conoce como el vacío existencial del contenido de inteligencia espiritual.

Además, la actitud del despiadado e inmisericorde, es una destrucción de sí mismo o autodestrucción, porque aquel que no se compadece de los demás, perpetúa su gran altivez y arrogancia, con orgullo y soberbia de forma permanente. Las heridas profundas en la emoción y el sentimiento, causan un dolor y pesar que produce aflicción y tormento de desánimo y desmotivación, que inhibe cualquier deseo de espiritualidad. La persona se condena a sí mismo a vivir aprisionado en la misma condición o estado de ausencia espiritual. La prisión es el agobio y opresión de un falso alardeo de autosuficiencia perecedera de superficialidad, propio de una persona frívola y veleidosa en inconstancia de pensamiento, por consiguiente de comportamiento y conducta. Mientras que no se admita la obediencia firme y sumisión fiel y leal a Dios, la persona se estanca en el irrespeto, irresponsabilidad e irreverencia a una autoridad del Poder Superior o Ser Supremo, sin ningún tipo de temor a Dios. Asumir y tomar consciencia, al despertar del desconocimiento y de la ignorancia espiritual, nos acerca con fidelidad y lealtad a Dios y a su Hijo, al reconocer el castigo y consecuencias de nuestros propios actos reprochables. Es un reconocimiento de que nos castigamos a nosotros mismos con las maldades y pecados. Por lo tanto, se requiere un nacer de nuevo de las viejas estructuras de pensamiento negativo, con una nueva forma de actuar, pensar y ser, a través de un desaprender para aprender de nuevo como saber vivir mejor.


La ciencia de la fe o la fe de la ciencia, se ocupa de la actividad mental y del pensamiento humano en relación con la creencia espiritual. La fe es la confianza y seguridad en la creencia considerada como verdad. La alevosía viene a ser la traición, en el caso del árbol de la ciencia del bien y del mal, Adán y Eva cometen una especie de alevosía o traición contra la providencia de Dios. Descartan o desechan el amparo de



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Dios; adoptan una determinación de aislamiento y separación con Dios, surge la ironía de la autosuficiencia de quienes consideran bastarse por sí mismos. La fe es justificable y sustentable con la demostración y el razonamiento. Un sector de la ciencia concluye y trata con su erudición y saber, de emular la fe, para alcanzar o superar su máxima expresión en la resurrección de la muerte, a través de la búsqueda de la inmortalidad mediante la propia ciencia y tecnología. La falsa ciencia se vuelve el émulo de la fe, pero en realidad la misma fe es la ciencia de Dios, revelada y proveedora de la verdad.

La ciencia se esfuerza en conocer e investigar, para llegar a sus conclusiones, a un final del camino en el saber, pero se encuentra en un proceso interminable, mientras que Dios ya conoce completa la plenitud infinita de la sabiduría. Hay una compatibilidad entre la fe y lo racional, los mismos científicos han demostrado la pasión y la perseverancia de la fe en sus investigaciones, hasta conseguir con la esperanza y paciencia sus anhelos, aspiraciones, evidentes propósitos y objetivos de investigación. En el caso de la fe y la duda, la inestabilidad de la duda ofrece una indecisión, falta de resolución y voluble, en la aceptación, conformidad, convicción y credibilidad de la creencia a y en Dios. La fe no es ciega, la fe se piensa y se reflexiona, mientras que la práctica de la maldad y el pecado es injustificable, irracional e irreflexiva, sin entendimiento:


“Oid, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová: Crié hijos, y engrandecílos, y ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce á su dueño, y el asno el pesebre de su señor: Israel no conoce, mi pueblo no tiene entendimiento. Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron á Jehová, provocaron á ira al Santo de Israel, tornáronse atrás. ¿Para qué habéis de ser castigados aún? todavía os rebelaréis. Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente” (Isaías 1.2 al 5 – RVR1909).


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Este modo figurado con su significado bíblico, tiene su análisis y explicación por parte de la ciencia, ética, filología, filosofía, historia, pedagogía, psicología, religión y teología, entre otras disciplinas académicas y científicas, de estudio e investigación. En el pasaje anterior se menciona la expresión que el “buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su señor”, pero el pueblo ni conoce ni entiende. Otro pasaje dice:


“Mas éstos, diciendo mal de las cosas que no entienden, como bestias brutas, que naturalmente son hechas para presa y destrucción, perecerán en su perdición, Recibiendo el galardón de su injusticia, ya que reputan por delicia poder gozar de deleites cada día. Estos son suciedades y manchas, los cuales comiendo con vosotros, juntamente se recrean en sus errores; Teniendo los ojos llenos de adulterio, y no saben cesar de pecar; cebando las almas inconstantes; teniendo el corazón ejercitado en codicias, siendo hijos de maldición” (2 Pedro 2.12 al 14 – RVR1909).

El ser humano observa, comprende y entiende, a partir de generar conocimiento con la deducción de lo general y de lo particular. Así es el conocimiento natural, del primero y segundo cielos, tanto en relación con nuestro planeta, como en el caso del cosmos en lo que respecta el espacio exterior a la Tierra. Observar la constelación de estrellas nos muestra la magnitud del universo hasta donde alcance nuestra vista, así es la mente extendidamente y proyectada hacia lo más alto, abierta hacia el tercer cielo en una sola energía con Dios. El camino del regreso o retorno a la santidad de Dios, desde Adán y Eva hasta nuestros días. Dios desde su habitación nos infunde e inspira ánimo de energía, que reanima y vivifica nuestra espiritualidad. La fe y el pensamiento de Dios influye nuestro pensamiento. Esto mejora el estado de ánimo de las emociones enfocadas en la espiritualidad, por consiguiente la sensación irrenunciable de bienestar y confianza en Dios. Lo



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contrario se encuentra en la autosuficiencia de evadir el conocimiento adquirido con la palabra de Dios, para justificar los actos reprochables que niegan su existencia. De esta manera vivir una vida ajena a su sagrada y santa voluntad.

La interiorización de la palabra de Dios, para incorporar el estilo o modo de vida espiritual en la manera de actuar, pensar y ser, requiere indispensablemente de una apertura voluntaria y convincente, de que sea Dios que tome el control de nuestra mente, para accionar el mejor pensamiento hacia una próspera consciencia espiritual: “El que encubre sus pecados, no prosperará: Mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia. Bienaventurado el hombre que siempre está temeroso: Mas el que endurece su corazón, caerá en mal” (Proverbios 28.13 al 14 – RVR1909). Esto implica, en especial, que requerimos del buen cuidado intensivo de Dios, para ser bienaventurados con la paz interior, que nos hace libres con su misericordia y nos provee de su temor. La dependencia absoluta hacia Dios, nos permite lograr la verdadera libertad de la engañosa autosuficiencia mental, de considerar que somos nuestros propios proveedores, tanto del control de las circunstancias, como de la dirección de nuestras vidas. La sabiduría consiste en depositar nuestra voluntad al servicio de la Autoridad Suprema de Dios. Este es el mayor propósito de la vida, de quienes tienen alguna aspiración de salvación y vida eterna. Es el mayor valor de la libertad espiritual en Dios y de independencia espiritual, que el apego sea para la espiritualidad de Dios, por lo tanto, la aversión y desapego a la esclavitud y rebeldía terrenal de la maldad y el pecado.


De ninguna manera somos dueños de nuestra vida, Dios nos libre de nuestro enemigo el mal, que nos hace creer con los malos pensamientos, que podemos hacer lo contrario a la voluntad de Dios, sin sufrir castigo o consecuencias. Estos son los dardos del mismo enemigo, los malos pensamientos. La creencia de que todo lo que sucede es inevitable y simples circunstancias o situaciones de la vida, que le puede pasar a cualquiera, sin ningún tipo de distinción de buena o mala



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persona. Que supuestamente, “según el criterio del mal”, la obra redentora de Jesucristo y el poder del Espíritu Santo no son necesarios, porque es libre quien toma sus decisiones amparado en el libre albedrío. Por el contrario, lo de Dios no es así, sino que el libre albedrío de Jesucristo fue renunciar a su propia voluntad, para hacer fiel y lealmente la voluntad del Padre. También el libre albedrío consiste en renunciar a la propia voluntad, para obedecer la voluntad plena de Dios. La vida abundante ofrecida por Jesucristo, es una vida espiritual y celestial, porque lo antagónico es la vida material y terrenal, que es finita, perecedera, superficial, superflua y temporal.

Jesucristo dijo: “El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir: yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10.10 – RVR1909). A manera de representación simbólica, el ladrón tiene relación con lo material y terrenal, la vida ofrecida por Jesucristo es la espiritual, la abundancia de vida espiritual es para la vida eterna celestial. Esto identifica los tres tipos de conocimiento, a saber, natural, espiritual y celestial. Otro ejemplo de analogía o comparación es el sueño de Jacob: “Y soñó, y he aquí una escala que estaba apoyada en tierra, y su cabeza tocaba en el cielo: y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac: la tierra en que estás acostado te la daré á ti y á tu simiente” (Génesis 28.12 al 13 – RVR1909). La escalera es el conocimiento espiritual, apoyada en la tierra simboliza el conocimiento natural, la altura de la escalera que tocaba el cielo, representa el conocimiento celestial. Esto transforma el pensamiento negativo y pesimista en optimista y positivo, para alcanzar, conservar y lograr la salud mental.


Jesucristo dijo: “Y dícele: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre” (Juan 1.51 – RVR1909). El cielo abierto y el Hijo, significa el camino y la puerta al conocimiento celestial, los ángeles de Dios que



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suben y descienden, esto representa una conexión directa del conocimiento espiritual, semejante a la escalera del sueño de Jacob. La Biblia tiene muchos símbolos, cada simbología tiene una representación y un significado. En el caso de la parábola referida al buen samaritano (Lucas 10.29 al 37), los asaltantes o ladrones y el hombre con herida, representan el conocimiento natural, el levita y el sacerdote corresponden al conocimiento espiritual, el buen samaritano el conocimiento celestial. Otro ejemplo, cuando condenan a Jesús con una farsa de juicio, entre las autoridades romanas y gobernantes, los líderes económicos, políticos y religiosos, confabulan y conspiran en contra de Jesús. En este tiempo los sacerdotes, fariseos y saduceos, representan el conocimiento espiritual, los gobernantes y principales políticos son el conocimiento natural. Jesucristo es el conocimiento celestial, que transmite a sus discípulos la bienaventuranza del reino de vida eterna.


Jesucristo declara a su reino como fuera de este mundo (Juan 18.36), para recibir la vida eterna celestial, en relación con la salvación de la maldad y el pecado del mundo. Esto significa que interiorizar las acciones e ideas de Jesucristo, mediante su enseñanza y mensaje, es incorporarse como discípulo y mensajero de su reino espiritual. El asolamiento, daño, ruin o ruina, como estrago de perjuicio espiritual, es el rechazo y resistencia a lograr el grado máximo de perfección que ofrece Jesucristo, indispensable para tener una condición de vida con la presencia de Dios permanente. El despertar espiritual desde la consciencia del ser interior, contrasta la ceguera al conocimiento espiritual, en el cual algunos tienen dormitación o hasta una muerte espiritual. Este despertar posibilita una autoevaluación ético – moral, de los principios, valores y virtudes, para lograr una autoafirmación como protección y seguridad de su propia personalidad. La persona al conocerse a sí misma y reconocer su condición e identidad espiritual, logra admitir y aceptar su actuar compulsivo e impulsivo, injustificable e irreflexivo, pero ahora con la recién capacidad honesta de seguir mejorando espiritualmente, en el sano juicio y sensato de una pura y nueva vida, que es nacer



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de nuevo. Esto equivale a un renacer de la consciencia, para un despertar consciente de la espiritualidad de vida nueva.

La certeza o certidumbre de fe es obligación de cumplir la voluntad de Dios. La decisión de cuál camino seguir es de opción múltiple en el ámbito natural, pero es única en la dimensión espiritual. Solo hay un camino para adorar y servir a Dios en dirección a lo celestial. Esto exige claridad y salud mental, de principios, valores y virtudes que son espirituales, éticos y morales. Una actitud dispuesta a la integridad y la rectitud con Dios. Los pensamientos optimistas y positivos, con un estado sano emocional y sentimental. El crecimiento y desarrollo de habilidades psicosociales. Un ego bien enfocado, con un mayor y mejor control y dominio del temperamento. Además, que sea un ego solidario regido por un buen carácter y personalidad, con características y cualidades suficientes para una persona de bien. Así dice la Santa Biblia: “Porque si perdonareis á los hombres sus ofensas, os perdonará también á vosotros vuestro Padre celestial. Mas si no perdonareis á los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6.14 al 15 – RVR1909).


Alcanzar esta condición de una aceptación y resignación espiritual, posibilita dejar en manos de Dios su justicia en espera del tiempo de su voluntad: “No paguéis á nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si se puede hacer, cuanto está en vosotros, tened paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos; antes dad lugar á la ira; porque escrito está: Mía es la venganza: yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12.17 al 19 – RVR1909). Si nuestra decisión está basada en Dios, como una sola forma de resolver, entonces, al tomar en cuenta a Dios estamos eligiendo la mejor solución, para evitar la equivocación y malos entendidos entre el conocimiento natural y el conocimiento espiritual. La confianza y seguridad puesta en Dios, nos da serenidad y tranquilidad de que decidimos y hacemos bien, porque el resultado no nos va a defraudar, ya que es con la aceptación de la voluntad de Dios. Obedecer la



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Voz de Dios en su Palabra, puede considerarse una destreza o habilidad, especialmente como un don de la gracia de Dios, para ser una persona de buena intención y voluntad de bien.

En todo caso, el ser humano con la oportunidad de la vida puede retractarse de su mal camino, enmendar su vida y rectificar su rumbo, porque no estamos abandonados ni solos sino acompañados al caminar. Jesucristo dijo: “Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28.20 – RVR1909). Ahora bien, el pasado queda atrás como se le dijo a Lot y su familia: “Y fué que cuando los hubo sacado fuera, dijo: Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas” (Génesis 19.17 – RVR1909). Y como dijo Pablo: “Hermanos, yo mismo no hago cuenta de haber lo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome á lo que está delante, Prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3.13 al 14 – RVR1909). Siempre adelante.


Se rescata la experiencia de vida, como el avance en la madurez e inspiración espiritual. Así se dijo en una ocasión, en la Escritura de Dios: “Examinadlo todo; retened lo bueno. Apartaos de toda especie de mal. Y el Dios de paz os santifique en todo; para que vuestro espíritu y alma y cuerpo sea guardado entero sin reprensión para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os ha llamado; el cual también lo hará” (1 Tesalonicenses 5.21 al 24 – RVR1909). Esta experiencia, madurez y propósito de vida, seguida de la visión espiritual hacia una visión celestial: “Estando pues poseídos del temor del Señor, persuadimos á los hombres, mas á Dios somos manifiestos; y espero que también en vuestras conciencias somos manifiestos” (2 Corintios 5.11 – RVR1909). El temor del Señor es debido a que caminamos en esta vida, por la fe espiritual de la buena voluntad y no por la vista natural del egoísmo y odio: “(Porque por fe andamos, no por vista;)” (2 Corintios 5.7 – RVR1909). Mediante el único poder



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transformador, que muda nuestra mente y corazón inclinado, tanto por fe como racional, hacia nuestro Dios y Salvador.

¿Cuál es la determinante del destino humano individual que no es trivial? El ser humano por naturaleza tiene una inclinación o tendencia al mal, pero no se nace bueno ni malo, sino indeciso para obedecer a Dios. Lo que pasa es que en su conocimiento natural, carece de importancia la visión espiritual que lo lleva a la visión celestial. Cuando se nace, lo constitutivo como esencial o fundamental es la condición de indeciso. ¿Cuál es esta visión espiritual hacia una visión celestial? La capacidad y facultad de ser a imagen de Dios, para apreciar y valorar la vida eterna. Además la capacidad y facultad de ser a semejanza de Dios, para apreciar y valorar la santidad. La indecisión de obedecer a Dios puede retrasar la toma de decisión hacia Dios, durante toda la vida del ser humano, desde su nacimiento hasta el día de su muerte. La disposición orgánica que atañe a la habilidad o la pericia espiritual para la vida, se encuentra en el corazón espiritual. La Biblia dice: “… porque Jehová mira no lo que el hombre mira; pues que el hombre mira lo que está delante de sus ojos, mas Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16.7 – RVR1909).


Jesucristo dijo: “Mas lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias” (Mateo 15.18 al 19 – RVR1909). ¿Del corazón natural o del corazón espiritual? Cuando miramos hacia lo alto, vemos la luna y las estrellas con un conocimiento natural, limitado y restringido solo a lo natural. Cuando miramos más allá de la luna y las estrellas con el conocimiento espiritual, sentimos en nuestro corazón espiritual, que es palpitar del llamamiento celestial. Nuestras emociones y sentimientos se vuelven espirituales. El Salmo dice: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; Y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmos 51.10 – RVR1909). La balanza equilibrada al nacer y que inclina nuestro destino al morir, está entre el bien espiritual o el desleal mal natural. La



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naturaleza misma nos enseña que la diferencia entre la fauna y el ser humano está en la factibilidad de santidad y vida eterna, a semejanza e imagen de Dios demostrado en Cristo.

¿Quiénes son solamente humanos y quiénes demuestran ser los humanos espirituales? El estado o condición de la espiritualidad está íntimamente ligada a lo celestial. Algunos filósofos daban futilidad a lo corporal, como poca o ninguna importancia frente al espíritu o el alma. Otros consideraban el cuerpo como la cárcel o la prisión del alma. ¿Qué significa esta filosofía dualista? Esta significa que algunos pensadores determinaban el alma como inmortal, mientras que el cuerpo como mortal. Otros afirman que los tiempos cambian y ahora hay más claridad y explicación de las teorías filosóficas. A pesar de la variedad de los objetivos y metas del ser humano inmerso en la dimensión natural, su integración corporal y mental, combinada con la función del espíritu de vida en la respiración, lo constituye un alma viviente. La diferencia con la espiritualidad, es que su único objetivo y meta es retornar a su dimensión celestial. Mientras que la persona que es solamente natural se conforma con la vida terrenal, sin interés en trascender lo espiritual para un destino celestial.


Esto corresponde a un tipo de renuncia a la salvación y vida eterna. Pero, se podría determinar como un enigma, o sea, que es de difícil interpretación el saber si la renuncia a la salvación y a la vida eterna es una renuncia involuntaria o voluntaria. La Biblia dice: “Que siempre aprenden, y nunca pueden acabar de llegar al conocimiento de la verdad. Y de la manera que Jannes y Jambres resistieron á Moisés, así también estos resisten á la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos acerca de la fe. Mas no prevalecerán; porque su insensatez será manifiesta á todos, como también lo fué la de aquéllos” (2 Timoteo 3.7 al 9 – RVR1909). La radical ruptura entre el conocimiento natural y el conocimiento espiritual, a falta de propósito y significado en la vida: “No os juntéis en yugo con los infieles: porque ¿qué compañía tienes la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las



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tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿ó qué parte el fiel con el infiel? ¿Y qué concierto el templo de Dios con los ídolos? porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo” (2 Corintios 6.14 al 16 – RVR1909).

La verdadera autosuficiencia y de independencia en la propia fuerza de voluntad, es depositar la fe y confianza a la dependencia de Dios, para lograr el buen juicio y la buena voluntad, honesta, honrada con la sensatez suficiente. Querer agradar y obedecer a Dios, es querer dejar de hacer la maldad y el pecado. Sin este deseo auténtico y sincero de no volver a pecar, difícilmente la persona dejará su condición de esclavo pecador, debido a la carencia de la ayuda y soporte de Dios en su mente y pensamiento. Por ejemplo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4.13 – RVR1909). Romper las ataduras o cadenas del pecado, requiere entregar el amor, afecto y cariño voluntariamente a Dios. Esto corresponde a una decisión con la determinación de ser fiel y leal a Dios, en contra de cualquier delirio e instinto carnal de placer adictivo y maligno. El deseo o querer abandonar y dejar de pecar, se manifiesta, hacen patente y visible, con la demostración de arrepentimiento, conversión y reparación o resarcimiento del daño, sin la terquedad habitual de pecar. Reconocer que los defectos o males que minimizamos como insignificantes, por estar relacionados en las actitudes, carácter, ego, emociones, forma o manera de ser y de vivir, habilidades, personalidad, sentimientos y temperamento, los mismos son graves cuando obstaculizan nuestra relación cercana e inmediata con Dios. Todo esto combinado establece y forma nuestro ser interior.


El ser cotidiano más próximo a nuestro propio ser, es el Ser Superior o Ser Supremo, porque todo ser humano tiene la posibilidad de dialogar mentalmente en plegarias con Dios. Lo que llaman delirio de grandezas, es contrario a la súplica ferviente y humilde, es la actitud de apariencia superior para pretender justificar una actuación absurda e incoherente ante Dios. Por ejemplo, pensar que Dios es suficientemente



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Amor, para dejar pasar por alto cualquier tipo de pecado, porque finalmente es Perdonador. De esta manera la persona continúa siendo un pecador, porque no está dispuesta a dejar su placer adictivo de pecar, se resiste a cualquier intercesión o intervención de la gracia, liberación y sanidad de Dios. Hay un desinterés completo a cualquier posibilidad de perdón, salvación del pecado y recompensa de vida eterna. Porque sin recibir una limpieza o pureza espiritual, no hay un cambio, madurez o mejora espiritual. Es engañarse o mentirse así mismo, con la perpetuidad de la arrogancia, egocentrismo, egoísmo, egolatría, orgullo y soberbia, porque se considera moralmente superior, sin embargo, se vive en la rebeldía de la maldad y el pecado, sin los principios, valores y virtudes.

Por lo tanto, creer en la existencia de Dios es reconocer la desobediencia de aislamiento a su voluntad, es estar sujeto y unido a su espiritualidad, es vivir en su presencia mediante su Santo Espíritu. Es aceptar que nuestra satisfacción en la necesidad espiritual, se resuelve solo con la dependencia a Dios. Que la renovación y restauración de nuestras propias ideas y pensamientos, requieren los mandamientos y palabra de Dios. Que nosotros mismos no seamos la causa, que hace barrera o impide nuestra recuperación y superación contra el pecado. Que la resolución de cambio mental sea definitiva y con la determinación hacia Dios, o sea, volvernos a Dios sin importar el desprecio o menoscabo que sea asumido contra nuestro propio orgullo, soberbia y vanidad, reemplazado por el amor a Dios. El beneficio será nuestro comportamiento y la conducta conforme al agrado del Ser Superior o Ser Supremo, reflejado en la personalidad semejante a la del Señor Jesús. El secreto está en conocer, para saber vivir la cotidianidad, en espera de una vida que va más allá de la actual. Porque, no se trata de vivir meramente por vivir, como una aventura, sino el idealismo accesible y factible del vivir en Cristo. La espiritualidad, que nos ayude con el análisis consciente de la toma de decisiones, para los problemas del diario vivir y el aprendizaje de las lecciones de la vida en nuestro ser interior en Cristo Jesús, como el Camino de Salvación y Vida Eterna.