PERSEVERAR CON INTELIGENCIA Y SABIDURÍA


Lo más característico, importante y trascendente, es lo que se entiende como la esencia de lo que es invariable y permanente. La Biblia dice en relación con Dios y el ser humano: “Toda buena dádiva y todo don perfecto es de lo alto, que desciende del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación… Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oir, tardío para hablar, tardío para airarse: Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1.17 al 20 – RVR1909). Ser un oyente atento, concentrado y enfocado, que sea cauto y prudente, tanto para expresarse como para airarse, implica al ser interior que sea conforme a la justicia de Dios. Si en Dios no hay mudanza ni sombra de variación, entonces, Dios es Justo y hace justicia tanto en el primer pacto como en el nuevo pacto: “Justo es Jehová en todos sus caminos, Y misericordioso en todas sus obras. Cercano está Jehová á todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras” (Salmos 145.17 al 18 – RVR1909). De veras es de verdad, con autenticidad y genuinamente, que la realidad sea con la verdad, tanto en el hablar y en el hacer, por lo tanto, también le pide al ser humano ser justo y ejercer la justicia procedente de Dios: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. La voz de Jehová clama a la ciudad; es sabio temer a tu nombre. Prestad atención al castigo, y a quien lo establece” (Miqueas 6.8 al 9 – RVR60).


Aquí se mencionan tres causas de lo que es bueno o para bien, a saber, hacer justicia, y amar misericordia, y humillarse ante Dios, para abatir la altivez y el orgullo, acatar y subordinarse a la intención y voluntad de Dios. Hay causas que actúan juntas y que dan origen a una cohesión de fundamento, motivo y razón para actuar en un determinado sentido del bien, con una dirección que sea correcta. La combinación de estas causas establecen el cimiento necesario, que estructura con firmeza y solidez las bases y consistencia, para perseverar con inteligencia y sabiduría, conforme al buen juicio, coherencia, ecuanimidad y sensatez. Otras causas a las mencionadas anteriormente, están las siguientes: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1.7 – RVR60). Estas causas son el poder, amor y el dominio propio, para hacer el bien o lo que es bueno. Dios de ninguna manera nos da una intención y voluntad cobarde, cuando se trata de tener el ánimo y valor para tomar decisiones con el compromiso y la responsabilidad ante Dios:


“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1.8 al 9 – RVR60).

Según este texto otras causas son esforzarse y ser valiente, que sitúan la prioridad de la persona en la cercanía con Dios. Nótese que cuando se menciona meditar se refiere a la meditación en la palabra de Dios. Por medio del análisis, comentario, estudio e investigación en profundidad de las Sagradas Escrituras de Dios, se recibe la coherencia del ser interior consecuente con los principios, valores y virtudes que se creen y profesan, con una cohesión entre la inteligencia y la sabiduría: “Da al sabio, y será más sabio: Enseña al justo, y acrecerá su saber. El temor de Jehová es el principio de la sabiduría; Y la ciencia de los santos es inteligencia” (Proverbios 9.9 al 10 – RVR1909). Hay que saber diferenciar e interpretar nuestra participación con la divinidad, para mejorar constantemente nuestro ser interior, en lo correspondiente a permanecer y perseverar fiel y leal, sin variación alguna hasta el fin. Sin fluctuar y mudar como las olas del mar: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios,... Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra... El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1.5 al 8 – RVR60). El hombre de doble ánimo hace alusión a la inconstancia del ser interior, ya sea, por simulación o falta de sinceridad. Además por la duda, que representa indeterminación anímica y vacilación del ánimo, que es una irresolución y perplejidad del ser interior.


En esto aplica la intención y voluntad valiente sin ningún tipo de cobardía. Jesucristo dice acerca de perseverar hasta el fin: “Y por haberse multiplicado la maldad, la caridad de muchos se resfriará. Mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, por testimonio á todos los Gentiles; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24.12 al 14 – RVR1909). Además del temor de Dios y el amor a Dios, está la caridad como consecuencia de este amor. Así es el conservar y mantener constante la prosecución del ser interior en su actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento. Porque se requiere encauzar, en el sentido de dirigir y encaminar por buen camino, con insistencia y persistencia el madurar y mejorar el ser: “Como todas las cosas que pertenecen á la vida y á la piedad nos sean dadas de su divina potencia, por el conocimiento de aquel que nos ha llamado por su gloria y virtud: Por las cuales nos son dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas fueseis hechos participantes de la naturaleza divina...” (2 Pedro 1.3 al 4 – RVR1909). Aquí encontramos la causa de la piedad que es una virtud como consecuencia al amor a Dios, que incluye la compasión y devoción a la santidad y al amor al prójimo. El que persevere hasta el fin, se encuentra en un proceso y progreso de perfección, que fue iniciado en espera de la preparación para la venida de nuestro Señor: “Estando confiado de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1.6 – RVR1909). Se cumplen las causas del poder, amor y el dominio propio, donde se complementa el amor de Dios con otras causas, como la paciencia y la esperanza: “Y no sólo esto, mas aun nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; Y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios está derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado” (Romanos 5.3 al 5 – RVR1909).


Otras causas para permanecer y perseverar con inteligencia y sabiduría en el Camino de Jesucristo, que sea para la salvación y vida eterna, están las siguientes: “y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12.13 al 14 – RVR60). Sin paz y sin santidad nadie verá al Señor. Entonces, hasta ahora llevamos la siguiente lista de causas para perseverar: ser justo y ejercer la justicia, ser misericordioso y humillarse ante Dios, poder, amor a Dios y dominio propio, esfuerzo y valentía, caridad, piedad, paciencia y esperanza. Todas estas causas como principios, valores y virtudes espirituales, están cimentadas principalmente en la fe: “Empero sin fe es imposible agradar á Dios; porque es menester que el que á Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11.6 – RVR1909). Además, de acuerdo con Jesucristo nos hace recordar lo siguiente: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (Mateo 23.23 – RVR60). Todas estas causas, entre otras, son necesarias para perseverar hasta el fin con inteligencia y sabiduría. El Salmo dice de la siguiente manera:


“Muéstranos, oh Jehová, tu misericordia, Y danos tu salud. Escucharé lo que hablará el Dios Jehová: Porque hablará paz á su pueblo y á sus santos, Para que no se conviertan á la locura. Ciertamente cercana está su salud á los que le temen; Para que habite la gloria en nuestra tierra. La misericordia y la verdad se encontraron: La justicia y la paz se besaron. La verdad brotará de la tierra; Y la justicia mirará desde los cielos. Jehová dará también el bien; Y nuestra tierra dará su fruto. La justicia irá delante de él; Y sus pasos pondrá en camino” (Salmos 85.7 al 13 – RVR1909).

Las causas de salvación son necesarias para encauzar la dirección, en el sentido de la vida eterna. Así como en un río el curso de su dirección de caudal no se devuelve en su cauce. En el caso de la salvación, ¿por qué se requiere perseverar? Se requiere perseverar en la salvación para no retroceder y perder la oportunidad de la vida eterna. La Biblia dice: “Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Hebreos 10.38 al 39 – RVR60). Siempre hacia adelante con la mente y pensamiento en dirección a la cercanía de Dios, con la intención y voluntad santa, o sea, nuestra energía, fuerza y poder en santidad, así como la energía, fuerza y poder de Dios en su Espíritu es Santo. Que no sea como en la antigüedad: “Mas esto les mandé, diciendo: Escuchad mi voz, y seré á vosotros por Dios, y vosotros me seréis por pueblo; y andad en todo camino que os mandare, para que os vaya bien. Y no oyeron ni inclinaron su oído; antes caminaron en sus consejos, en la dureza de su corazón malvado, y fueron hacia atrás y no hacia adelante” (Jeremías 7.23 al 24 – RVR1909). Es necesario perseverar para que de ninguna manera se retroceda, sino que se persevere hacia adelante con la confianza en Dios: “Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti se ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente: porque en el Señor Jehová está la fortaleza de los siglos” (Isaías 26.3 al 4 – RVR1909). Sin embargo, en la antigüedad retrocedieron de Dios: “Porque ¿quién tendrá compasión de ti, oh Jerusalén? ¿Quién se entristecerá por tu causa, o quién vendrá a preguntar por tu paz? Tú me dejaste, dice Jehová; te volviste atrás; por tanto, yo extenderé sobre ti mi mano y te destruiré; estoy cansado de arrepentirme” (Jeremías 15.5 al 6 – RVR60).


En este texto Dios menciona que está cansado de arrepentirse de contener o refrenar el castigo merecido, porque se han apartado de Dios y se han vuelto atrás. Se ha cansado de arrepentirse en el sentido de que se duele y lamenta de la persistencia del comportamiento, que es censurable y reprochable, debido al detrimento provocado con la irresponsabilidad por parte de estas personas. Esta expresión que está cansado de arrepentirse, se trata de una representación de analogía o comparación, para dar a entender un significado de dolor y lamento (1 Samuel 15.10 al 11). Dios Hijo se arrepiente en algunos pasajes bíblicos (Génesis 6.6, Éxodo 32.14, 2 Samuel 24.16, 1 Crónicas 21.15, Jeremías 18.8, Jonás 3.10). Algunos profetas mencionan que Dios se arrepiente del mal que le sobreviene al pueblo, debido a la falta de conversión y obediencia (Jeremías 26.13, Joel 2.13), pero en el caso del Padre de ninguna manera se arrepiente por su constitución y esencia sin mudanza ni variación (Números 23.19, Malaquías 3.6). Dios, tanto el Hijo como su Padre, son Justos y hacen justicia, el ser humano es responsable de sus propias acciones y tiene que asumir sus consecuencias, el castigo es necesario para la corrección: “Muchas veces los libró; Mas ellos se rebelaron á su consejo, Y fueron humillados por su maldad. El con todo, miraba cuando estaban en angustia, Y oía su clamor: Y acordábase de su pacto con ellos, Y arrepentíase conforme á la muchedumbre de sus miseraciones” (Salmos 106.43 al 45 – RVR1909). Dios es Dios y no es un ser humano. El corazón de Dios se conmueve y se inflama toda su compasión:


“Entre tanto, mi pueblo está adherido a la rebelión contra mí; aunque me llaman el Altísimo, ninguno absolutamente me quiere enaltecer. ¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? ¿Cómo podré yo hacerte como Adma, o ponerte como a Zeboim? Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión. No ejecutaré el ardor de mi ira, ni volveré para destruir a Efraín; porque Dios soy, y no hombre, el Santo en medio de ti; y no entraré en la ciudad” (Oseas 11.7 al 9 – RVR60).

El perseverar es un condicionante que a la vez determina la consistencia, tanto en la estabilidad como en la duración permanente del tiempo de fidelidad y lealtad a Dios. Por ejemplo, ser fiel y leal a Dios se cumple si y solo si se persevera hasta el fin, fundado y firme en la fe, sin moverse de la esperanza que produce el evangelio de Jesucristo. Así lo menciona el apóstol Pablo: “Si empero permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído; el cual es predicado á toda criatura que está debajo del cielo; del cual yo Pablo soy hecho ministro” (Colosenses 1.23 – RVR1909). Recordemos el pasaje donde Dios manda el esfuerzo y ser valiente, sin apartarse de la lectura y meditación de su palabra. Este es el método y sistema para ser inteligente y sabio con la perseverancia, mantener la gracia de Dios y la constancia en los principios, valores y virtudes:


“Empero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salud por la fe que es en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, Para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruído para toda buena obra” (2 Timoteo 3.14 al 17 – RVR1909).

Para que el ser humano de Dios sea perfecto, en el sentido de preparado completamente, lo que se define como el excelente caudal de conocimiento, para toda buena acción de beneficio en la vida espiritual, que es lo que llaman la transformación prismática desde lo interno de la persona, hacia una perspectiva y punto de vista de Dios. La idea consiste en tener la preparación adecuada y previa para tomar las mejores decisiones, pero la enseñanza acompañada de entrenamiento y práctica, necesaria para adquirir este conocimiento, es considerada una decisión preventiva, o sea, previamente se acondiciona una decisión antes del momento de aplicar o ejercer la decisión misma. Jesucristo dice lo siguiente: “Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva” (Lucas 6.29 al 30 – RVR60). Esto corresponde a una decisión previa que nos condiciona y prepara antes de la decisión espontánea, que se nos presenta en la realidad del momento. Esta pre-condición es una pre-decisión o decisión previa, que requiere el sello de Dios en la mente humana para funcionar con eficiencia. Hay que tener las prioridades muy claras en la vida. Por ejemplo, la frase que dice que lo material se repone, pero que la vida es imprescindible e irreemplazable, para conservar, demostrar y perseverar la espiritualidad ante Dios.


Se requiere que el alma consciente, que es la persona corporal y mental con vida, tenga precisamente la vida para adorar, alabar, glorificar, honrar y servir a Dios en el presente, antes de una situación del futuro cercano o inmediato, que atente contra la vida. En relación con perseverar combinado con la inteligencia y la sabiduría, prevalece el buen juicio, claridad, confianza y serenidad mental. Jesucristo también dice: “Y no temáis á los que matan el cuerpo, mas al alma no pueden matar: temed antes á aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10.28 – RVR1909). En este caso el valor fundamental de vida es el conjunto de principios, valores y virtudes de Jesucristo, como ejemplo y modelo de vida establecido por Dios Padre, para los hijos de Dios que sean tanto en lo teórico como en lo práctico, creyentes pero practicantes. En situaciones de asaltos, hurtos y robos, hay riesgos de muerte, ya sea de la víctima, del criminal o victimario. Aquí se requiere de la inteligencia y sabiduría, para estar con preparación ante una reacción imprudente, sin conciencia ni la perspicacia dada por Dios. Es como tener un sello de inteligencia y sabiduría, que garantiza una reacción con propiedad de demostración de ser un verdadero hijo de Dios, tanto en la cotidianidad común u ordinaria, como en el momento del conflicto, crisis, dificultad, lucha o prueba. Así el sello de Dios es el alimento espiritual de la palabra de Dios, con la comprensión y el entendimiento del Espíritu Santo: “En el cual esperasteis también vosotros en oyendo la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salud: en el cual también desde que creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1.13 – RVR1909). Jesucristo dice al respecto:


“Respondióles Jesús, y dijo; De cierto, de cierto os digo, que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os hartasteis. Trabajad no por la comida que perece, mas por la comida que á vida eterna permanece, la cual el Hijo del hombre os dará: porque á éste señaló el Padre, que es Dios. Y dijéronle: ¿Qué haremos para que obremos las obras de Dios? Respondió Jesús, y díjoles: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Juan 6.26 al 29 – RVR1909).

La inteligencia que está relacionada con el conocimiento de Dios en lo espiritual y celestial, es una capacidad con la habilidad del razonamiento lógico celestial, que estructura y organiza este conocimiento para la comprensión y el entendimiento de lo celestial. Esta inteligencia está acompañada del hábito de la lectura, debido a la habitualidad cotidiana indispensable al aprender y leer la palabra de Dios con disciplina y en profundidad. Se logra determinar e influir directamente una convicción y creencia de la ciencia de Dios, que sea con doctrina, ética y moral de discipulado y enseñanza transmitida por Jesucristo. Esta inteligencia tiene como su engranaje principal el alimento espiritual diario, en las directrices, instrucciones, mandamientos, normas y reglas de Dios. La capacidad es a otro nivel superior, por encima del común u ordinario de las personas que desconocen el conocimiento procedente de Dios. Esta capacidad provista por Dios, reúne el conjunto completo de los conceptos, definiciones e ideas específicas, implícitas, necesarias y requeridas para la salvación y la vida eterna, sumado a la conceptualización de los principios, valores y virtudes procedentes de Dios. La inteligencia procedente de Dios, es capacidad porque la persona llega a ser apta o idónea en la preparación a plenitud para el bien y todo lo bueno, adaptable y ajustable a las condiciones que Dios determina y establece de rectitud en el vivir, con la habilidad como un don y gracia dada por Dios, exactamente ajustada y arreglada razonablemente para Dios.


La vida cotidiana, en la relación interna del ser interior, con el prójimo, con el entorno y medio ambiente, requiere esta capacidad que involucra la aptitud, cualidad y destreza de ejercer cumplidamente el deber ante Dios, con una disposición de obligación enérgica de deseo de obedecer con fidelidad y lealtad a la voluntad de Dios, por su gracia divina y don de Dios. Especialmente la gratitud de ser, recibir y tener esta oportunidad y privilegio de servir y vivir para Dios Padre y su Hijo amado Jesucristo. El hábito consiste en insistir, persistir y repetir de forma habitual, en la normalidad del diario vivir y con la frecuencia requerida la comunión y relación con Dios, tanto en el aprendizaje, lectura, oración y práctica de lo aprendido. Aquí se combina la inteligencia con la sabiduría, para mejorar lo reactivo que hay en nosotros con una evolución de crecimiento, desarrollo y enriquecimiento del ser interior, sin retroceder ni involucionar espiritualmente, que sería un perjuicio en la forma o manera de ser ante Dios. Esto implica lo imprescindible e inevitable del razonamiento lógico celestial para la comprensión y el entendimiento del conocimiento celestial. A través de toda esta cognición se demuestra y explica el procedimiento y proceso de una vida continua en la obediencia a Dios. Por consiguiente, se concluye en un ordenamiento y relación coherente de las ideas y congruente con el designio de Dios, según su pensamiento y propósito de su voluntad establecida para el crecimiento y mejora de la capacidad de inteligencia y sabiduría del ser humano durante el tiempo de vida.


La hipótesis, propuesta, teoría o tesis acerca del razonamiento lógico celestial, tiene al propio Jesucristo el Hijo de Dios, como su exclusivo exponente y promotor, de ejemplo, modelo y prototipo, tanto práctico demostrable como teórico en la doctrina y enseñanza. A través de su demostración de vida y de la experiencia vivida, desde la fe y desde la perspectiva histórica, es el contundente y convincente Maestro y Mentor del razonamiento lógico celestial, entre la enseñanza y práctica, el conocimiento y la experiencia. Pero en el razonamiento lógico celestial es el especialista y experto único en la materia, que transmite a sus instruidos en el grado o nivel de discípulos y estudiantes. Jesucristo como Hijo de Dios conoce y domina el conocimiento celestial en su máxima superioridad, pero en el dominio de la experiencia práctica lo demuestra al venir a este mundo como ser humano obediente a la voluntad del Padre, porque es fiel y leal hasta la muerte, en su sacrificio en la cruz y obra redentora. Así llega a ser nuestro Redentor, Rey, Salvador y Señor. Si la inteligencia es necesaria para comprender y entender el Camino de Jesucristo que nos lleva a la vida eterna, entonces la sabiduría abarca todas las definiciones del grado más alto del conocimiento para un comportamiento y conducta prudente en la vida, en profundidad coherente y consistente con la cohesión del ser interior y la ciencia de Dios. Jesucristo no solo nos instruye, en principios, valores y virtudes, sino que realmente nos educa y forma en una dimensión, nivel y tipo de conocimiento, donde él es la única autoridad enviada directamente de Dios como su Hijo.


Dios es el Eterno, porque no tiene fin ni principio, pero es el Dios Hacedor de lo infinito. La Biblia dice: “Por la fe entendemos haber sido compuestos los siglos por la palabra de Dios, siendo hecho lo que se ve, de lo que no se veía” (Hebreos 11.3 – RVR1909). Dios hizo de la nada y del vacío la existencia de lo que no tiene fin, según la promesa de redención, salvación y vida eterna para el séquito celestial indeciso: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas á todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, á los que creen en su nombre” (Juan 1.11 al 12 – RVR1909). El destino final para los ángeles caídos es regresar o volver a la nada y vacío de la inexistencia. Lo mismo para los ángeles indecisos encarnados en seres humanos, que vienen a este mundo y que no se deciden, en aceptar, identificar y reconocer a Jesucristo. Su indecisión los lleva a la perdición, salvo aquellos que toman la decisión definitiva: “Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, Y por él reconciliar todas las cosas á sí, pacificando por la sangre de su cruz, así lo que está en la tierra como lo que está en los cielos” (Colosenses 1.19 al 20 – RVR1909). Según la afirmación de Jesucristo, de temer a quien puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno, significa que en su sola potestad Dios Padre es el creador y el único destructor de la existencia mediante la sepultura, en el sentido de sepultar como sumir en la inexistencia: “Y os dirá: Dígoos que no os conozco de dónde seáis; apartaos de mí todos los obreros de iniquidad. Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando viereis á Abraham, y á Isaac, y á Jacob, y á todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros excluídos” (Lucas 13.27 al 28 – RVR1909).


La inteligencia y sabiduría orienta nuestras decisiones, porque la verdadera espiritualidad es la que lleva al Camino de Jesucristo. Entonces, perseverar se requiere para adaptar nuestro comportamiento y conducta a los principios, valores y virtudes de Dios. El peor castigo y condena eterna del malvado y perverso, practicante de la iniquidad, es dejar de existir después de sufrir el dolor y lamentación más terrible indescriptible e inimaginable: “Entonces dirá también á los que estarán á la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles” (Mateo 25.41 – RVR1909). En el caso del ángel caído y sus ángeles seguidores, aunque fueron seres del séquito celestial, igual que los ángeles indecisos, son seres corporalmente celestiales: “Y cuerpos hay celestiales, y cuerpos terrestres; mas ciertamente una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrestres” (1 Corintios 15.40 – RVR1909). Este tipo de corporeidad puede ser destruida, porque son seres espirituales pero a la vez con cuerpo celestial. También los ángeles indecisos que encarnan como seres humanos, si resucitan para castigo y condenación reciben el mismo cuerpo físico, que tenían en el momento de la muerte y así mismo resucitan: “Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios; y los libros fueron abiertos: y otro libro fué abierto, el cual es de la vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras... Esta es la muerte segunda. Y el que no fué hallado escrito en el libro de la vida, fué lanzado en el lago de fuego” (Apocalipsis 20.12 al 15).


Los que resucitan para el cumplimiento de la vida eterna, además de los que están vivos en Cristo durante su segunda venida, tuvieron un juicio previo en vida, que los justifica como salvos y dignos de la vida eterna, por lo tanto, reciben el cuerpo transformado al encuentro con Jesucristo en su venida final. La Biblia dice: “He aquí, os digo un misterio: Todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados…, y los muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados. Porque es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad” (1 Corintios 15.51 al 53 – RVR1909). El juicio previo es que el justo en vida, con sus acciones, actos y hechos de vida, presenta el atestado de testimonio de creyente practicante: “Porque es tiempo de que el juicio comience de la casa de Dios: y si primero comienza por nosotros, ¿qué será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? Y si el justo con dificultad se salva; ¿á dónde aparecerá el infiel y el pecador?” (1 Pedro 4.17 al 18 – RVR1909). Se cumple en el justo todo el proceso de llamamiento y nacimiento de nuevo, arrepentimiento, conversión y resarcimiento, con la fidelidad y lealtad a la obediencia en la voluntad de Dios, del ejemplo y modelo de vida de Jesucristo, como su Salvador y Señor de la vida íntima y personal, que repercute plenamente en toda la composición septenaria del ser interior.


Existe el empobrecimiento del ser interior y el enriquecimiento del ser interior, según la influencia de la inteligencia y de la sabiduría: “Sabiduría ante todo: adquiere sabiduría: Y ante toda tu posesión adquiere inteligencia” (Proverbios 4.7 – RVR1909). Proverbios dice lo siguiente:


“HIJO mío, si tomares mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti, Haciendo estar atento tu oído á la sabiduría; Si inclinares tu corazón á la prudencia; Si clamares á la inteligencia, Y á la prudencia dieres tu voz; Si como á la plata la buscares, Y la escudriñares como á tesoros; Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, Y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia. El provee de sólida sabiduría á los rectos: Es escudo á los que caminan rectamente. Es el que guarda las veredas del juicio, Y preserva el camino de sus santos. Entonces entenderás justicia, juicio, Y equidad, y todo buen camino. Cuando la sabiduría entrare en tu corazón, Y la ciencia fuere dulce á tu alma, El consejo te guardará, Te preservará la inteligencia: Para librarte del mal camino, De los hombres que hablan perversidades; Que dejan las veredas derechas, Por andar en caminos tenebrosos; Que se alegran haciendo mal, Que se huelgan en las perversidades del vicio; Cuyas veredas son torcidas, Y torcidos sus caminos” (Proverbios 2.1 al 15 – RVR1909).

El gobierno interno en lo íntimo y personal de lo más profundo del ser interior, en toda su integración de la gama de componentes, desde la actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos hasta el temperamento, requiere la unción del poder de Cristo en la integridad y rectitud de la vida, a través de una cristocracia, para que sea Jesucristo quien gobierne nuestra dirección y rumbo de vida. De manera que se posibilita mediante el Espíritu Santo de Dios, la paz interior de Cristo en nosotros. Jesucristo dijo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14.26 al 27 – RVR1909). Esto incluye la comprensión y entendimiento de todo lo que atañe al conocimiento de la cristología: “Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4.7 – RVR1909). Se abarca todo lo que atañe al estudio de su ejemplo y modelo de vida, principios, valores y virtudes, su obra justificadora, redentora y salvífica. Su autoridad y posición como el unigénito y a la vez primogénito Hijo de Dios, para la adoración, alabanza, gloria y honra de Dios Padre. Por lo tanto, la inteligencia y sabiduría auténtica y genuina es transmitida por Jesucristo, con una cristocracia espiritual y celestial que gobierne nuestras vidas terrenales:


“Mas vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino como á los que la conocéis, y que ninguna mentira es de la verdad. ¿Quién es mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este tal es anticristo, que niega al Padre y al Hijo. Cualquiera que niega al Hijo, este tal tampoco tiene al Padre. Cualquiera que confiese al Hijo tiene también al Padre. Pues lo que habéis oído desde el principio, sea permaneciente en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio fuere permaneciente en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y esta es la promesa, la cual él nos prometió, la vida eterna. Os he escrito esto sobre los que os engañan. Pero la unción que vosotros habéis recibido de él, mora en vosotros, y no tenéis necesidad que ninguno os enseñe; mas como la unción misma os enseña de todas cosas, y es verdadera, y no es mentira, así como os ha enseñado, perseveraréis en él. Y ahora, hijitos, perseverad en él; para que cuando apareciere, tengamos confianza, y no seamos confundidos de él en su venida. Si sabéis que él es justo, sabed también que cualquiera que hace justicia, es nacido de él” (1 Juan 2.20 al 29 – RVR1909).

Ser nacido de Dios Padre y de su Hijo amado Jesucristo, es el gusto y preferencia de vivir para aprender y practicar el conocimiento que lleva a la vida eterna, según el ejemplo y modelo de vida que está en Jesucristo. La mayor lucidez de inteligencia y sabiduría que haya existido en la humanidad ha sido la de Cristo el ungido de Dios, que posibilita la promesa de la vida eterna. El Padre es Eterno sin principio ni fin, pero ha creado tres inicios o principios de creación que la Biblia menciona, a saber, el inicio o principio del Hijo de Dios, seguido del inicio o principio del séquito celestial, y finalmente, el inicio o principio de la creación del espacio, materia y tiempo terrenal y universal, que incluye el Edén y el ser humano. ¿Por qué el Hijo de Dios vino al mundo a rescatar a todos los suyos? El Hijo de Dios vino al mundo a rescatar a todos los suyos, porque de ninguna manera se trata del rescate solamente a una etnia, nación o pueblo específico de la raza humana, sino que de todas las partes del globo terráqueo, rescata a los indecisos preexistentes del séquito celestial encarnados como seres humanos. ¿Cuál es la importancia de este argumento, hipótesis o teoría?


La respuesta pertinente es la clase o tipo de inteligencia y sabiduría del ADN preexistente. Esto en el sentido y significado de la esencia con inicio o principio preexistente, que sobresale por encima de lo común y ordinario de lo apegado a lo material y terrenal de esta vida y mundo, del asco de pecado, concupiscencia, degradación moral, impulso indeliberado, inclinación y tendencia al vicio, contrarios a las buenas costumbres, ética y valores morales. La inteligencia y sabiduría de Jesucristo no es cuestión racial, sino del nivel de trascendencia celestial de Hijo de Dios: “Y decíales: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados: porque si no creyereis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. Y decíanle: ¿Tú quién eres? Entonces Jesús les dijo: El que al principio también os he dicho” (Juan 8.23 al 25 – RVR1909). Cuando se le pregunta tú quién eres, Jesús menciona el que al principio os he dicho. Jesucristo fue presentado en dos inicios o principios ante una audiencia de testigos: frente al séquito celestial y en la presencia de la creación de los seres humanos. Así hay una oportunidad de trascendencia de inteligencia y sabiduría del conocimiento celestial de Jesucristo en sus seguidores. Los de abajo son los que se quedan apegados al mundo material y terrenal en una inteligencia y sabiduría natural solamente humana, sin lo espiritual ni celestial, sino aferrados a la práctica del mal: “Mejor es adquirir sabiduría que oro preciado; Y adquirir inteligencia vale más que la plata. El camino de los rectos es apartarse del mal: Su alma guarda el que guarda su camino” (Proverbios 16.16 al 17 – RVR1909). La Biblia dice lo siguiente (se toma el pasaje de la versión y revisión bíblica de más de cien años y de dominio público por superar el siglo de existencia – RVR1909):


“ESTAS cosas habló Jesús, y levantados los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora es llegada; glorifica á tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique á ti; Como le has dado la potestad de toda carne, para que dé vida eterna á todos los que le diste. Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado. Yo te he glorificado en la tierra: he acabado la obra que me diste que hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo fuese. He manifestado tu nombre á los hombres que del mundo me diste: tuyos eran, y me los diste, y guardaron tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas que me diste, son de ti; Porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son: Y todas mis cosas son tus cosas, y tus cosas son mis cosas: y he sido glorificado en ellas. Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo á ti vengo. Padre santo, á los que me has dado, guárdalos por tu nombre, para que sean una cosa, como también nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; á los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición; para que la Escritura se cumpliese. Mas ahora vengo á ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, también los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico á mí mismo, para que también ellos sean santificados en verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Juan 17.1 al 20 – RVR1909).

En el caso de la parte genética que sea solamente humana, que influencie en la inteligencia y sabiduría, sin tomar en cuenta a Dios, la Biblia dice lo siguiente: “El les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Y respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, mas mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16.15 al 17 – RVR1909). Otro pasaje hace esta mención: “Mas á todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, á los que creen en su nombre: Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios” (Juan 1.12 al 13 – RVR1909). Más que la genética solamente humana, es el escuchar el recordatorio de la voz de Dios y su llamamiento, con el deseo, interés y voluntad de aprender y obedecer a Dios, con una retrospectiva como creación de Dios. Aceptar su llamado con arrepentimiento, conversión y resarcimiento de cualquier camino torcido. El nacer de nuevo para emprender un caminar con rectitud ante Dios y ser así un hijo de Dios, con una correlación adecuada y equilibrada en la composición septenaria del ser interior. Además de una buena interrelación de los componentes del ser interior, externamente una comunión activa en comunidad de fe, para las prácticas litúrgicas necesarias para la adoración, alabanza, exaltación, gloria y honra a Dios Padre y a su Hijo amado Jesucristo, colectiva como individualmente.


Toda esta motivación de crecimiento y desarrollo personal, favorece una habilidad social con reflexión introspectiva, considerando la propia condición anímica, comportamiento y conducta, sobre la base de una inteligencia y sabiduría del ser interior, ya no solamente como una inteligencia emocional y sentimental, sino una inteligencia de sus demás componentes esenciales, de la actitud, carácter, ego, personalidad y temperamento, para una mayor y mejor relación saludable o convivencia sana con los demás, mediante una inteligencia social. Así la sabiduría aprovecha el resultado de la inteligencia, para un beneficio y rumbo correcto, en lo espiritual, ético y moral, que fluye desde lo interno de lo individual hacia el entorno de lo colectivo en la sociedad. La inteligencia provee capacidad y habilidad, con la conciencia de comprensión y entendimiento, para adherir los principios, valores y virtudes de forma inherente al ser interior, para una toma de decisión según las promesas y propósitos celestiales, percibidos con el sentido del crecimiento y desarrollo espiritual hasta la trascendencia celestial, que permea lo significativo en nuestro ser con el sentido de la vida eterna: “Y hallarás gracia y buena opinión En los ojos de Dios y de los hombres. Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no estribes en tu prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu opinión: Teme á Jehová, y apártate del mal” (Proverbios 3.4 al 7 – RVR1909).