MEDIDA DE CRISTO Y FE EN EL SER INTERIOR


Lo más precioso de la vida misma y de toda la existencia inmaterial y material, invisible y visible, es amar a Dios Padre y a su Hijo amado Jesucristo. La Biblia dice: “Respondió Jesús, y díjole: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos á él, y haremos con él morada. El que no me ama, no guarda mis palabras: y la palabra que habéis oído, no es mía, sino del Padre que me envió” (Juan 14.23 al 24 – \RVR1909). Esta expresión, de que Dios Padre y su Hijo amado Jesucristo, harán morada en la persona que le ama y obedece su palabra, se refiere a la morada en el ser interior. ¿Cómo se hace morada internamente en la persona? Mediante el Espíritu Santo que habita en la vida hasta lo más interno del ser humano, que es fiel y leal a la intención y voluntad de Dios: “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado” (1 Corintios 2.11 al 12 – \RVR1909). En este sentido para el ser humano es imprescindible la medida de Cristo y fe en el ser interior, ya sea en la actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento. La Biblia dice: “Empero á cada uno de nosotros es dada la gracia conforme á la medida del don de Cristo” (Efesios 4.7 – \RVR1909).


Así Dios es el escultor de la mente en el cerebro humano, porque da forma a la intención, propósito y voluntad humana, conforme al pensamiento supremo de Dios, como veremos a continuación: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55.8 al 9 – \RVR1909). Por lo tanto, nuestro conocimiento e intelecto es determinado por Dios: “Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros lodo, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos, todos nosotros” (Isaías 64.8 – \RVR1909). Esto significa amar con todo el corazón, fuerzas, mente y vida completa en la plenitud: “quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu. Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Colosenses 1.8 al 9 – \RVR1909), para que el amor funcione como una fuente de integración que emana y fluye desde lo interno hacia el ser exterior: “Por tanto, no desmayamos: antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior empero se renueva de día en día” (2 Corintios 4.16 – \RVR 1909). Lo externo implica toda la parte física en relación con lo corporal. La mejora continua en nuestra aptitud se complementa al ser interior, para ser aptos, idóneos y preparados en el amor y servicio a Dios. Este beneficio recíproco entre la aptitud y el ser interior, posibilita ejercer la obra de Jesucristo a través de nuestra vida cotidiana: “Os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo: al cual sea gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Hebreos 13.21 – \RVR1909). La preparación para ser aptos, implica análisis, estudio en profundidad, meditación y reflexión en la lectura de la palabra de Dios y la oración:


“Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salud por la fe que es en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, Para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruído para toda buena obra” (2 Timoteo 3.15 al 17 – \RVR1909).

De manera que se requiere amar a Dios integralmente, con todo el cuerpo y la mente, las acciones, comportamiento, conducta y hechos en general, para toda la eternidad, porque la vida presente tiene implicaciones para la vida posterior, en el caso de la salvación y vida eterna. De lo contrario seríamos cierto tipo de vasija o vaso, ya sea para deshonra o para la honra, según los principios, valores y virtudes: “Así que, si alguno se limpiare de estas cosas, será vaso para honra, santificado, y útil para los usos del Señor, y aparejado para todo buena obra. Huye también los deseos juveniles; y sigue la justicia, la fe, la caridad, la paz, con los que invocan al Señor de puro corazón” (2 Timoteo 2.21 al 22 – \RVR1909). Precisamente si se trata de salvar de manera integral el ser exterior unido al ser interior, el único que posibilita el ser salvo es por medio de Jesucristo, porque finalmente lo corporal resulta en el cuerpo transformado en la Segunda Venida de Jesucristo. Pero el Hijo de Dios está con el Padre, en el cielo del lugar de habitación: “Y el Señor, después que les habló, fué recibido arriba en el cielo, y sentóse á la diestra de Dios” (Marcos 16.19 – \RVR 1909), se hace presente en nosotros con la medida de Cristo y fe en nuestro ser exterior e interior: “Hasta que todos lleguemos á la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, á un varón perfecto, á la medida de la edad de la plenitud de Cristo” (Efesios 4.13 – \RVR 1909).


La actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento siempre han existido, implícitos e intrínsecos en el ser humano desde Adán y Eva. Esto requiere recapitulación de lo siguiente:


La Dilatría es la adoración exclusiva a Dios Padre y a su Hijo, que son una pluralidad de dos, el Padre y el Hijo. Jesucristo dice en exclamación y oración: “Yo te he glorificado en la tierra: he acabado la obra que me diste que hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo fuese” (Juan 17.4 al 5 – \RVR1909). Dios es Espíritu (Juan 4.24), en el sentido de energía, fuerza y poder, su primera creación conocida por la Biblia es su primogénito, el Hijo que es el principio en el orden de existencia y el heredero de la creación: “Y escribe al ángel de la iglesia en LAODICEA: He aquí dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios” (Apocalipsis 3.14 – \RVR1909), porque el Hijo es el primero (Apocalipsis 1.17 y 22.13) después del Padre. Luego como un agasajo, presente o reconocimiento, crea al séquito celestial para que rinda la adoración, alabanza, gloria y honra en celebración y honor a su propio Hijo. Este plan del origen es pospuesto por el pecado original presentado con el ángel caído del séquito celestial, se cumple finalmente según el Apocalipsis: “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Apocalipsis 5.11 al 12 – \RVR60).


Jesucristo dijo: “He aquí, yo estoy á la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3.20 al 21 – \RVR1909). Los seres celestiales fueron creados con la capacidad de tomar decisiones y la decisión en sí misma no es buena ni mala, sino su consecuencia o resultado. Entonces en la caída de los ángeles, surge por parte de una tercera parte de ángeles (Apocalipsis 12.4), la oposición y rebeldía de aceptar y reconocer la autoridad del Hijo, a manera del apoderado y destinado por el Padre. Entre las otras dos terceras partes están los fieles y leales al Hijo, que es el jefe y principal del séquito celestial, también en este grupo se integran los ángeles perplejos que son los que están indecisos. La alternativa de solución es el envío de estos ángeles indecisos, encarnados como seres humanos para tomar la decisión definitiva de seguir al Hijo de Dios. Los primeros seres enviados son Adán y Eva, que además de la capacidad de decisión contienen la composición septenaria del ser interior, que son la actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento.


El ángel caído, líder de la rebelión en representación de sus seguidores, recibe una segunda oportunidad de perdón en el Edén, para recapacitar y reivindicar su decisión, así guiar y orientar a Adán y Eva en la mejor decisión de fidelidad y lealtad a Dios. La Biblia dice: “En Edén, en el huerto de Dios estuviste… hasta que se halló en ti maldad… Con la multitud de tus maldades, y con la iniquidad de tu contratación ensuciaste tu santuario: yo pues saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y púsete en ceniza sobre la tierra á los ojos de todos los que te miran… en espanto serás, y para siempre dejarás de ser” (Ezequiel 28.13 al 19 – \RVR1909). Sin embargo, el ángel caído confirma su insubordinación y rebeldía, porque ejerce una mala influencia en la decisión de Adán y Eva, cuando comen del fruto del conocimiento del bien y del mal, de manera que reciben el gen del envejecimiento. Se requería recomponer y rehacer desde los mismos autores y causantes de esta caída, con la posibilidad de ser una caída redimible, en el sentido de perdonable y salvable. Aunque el ángel caído se rehúsa a reconocer su maldad y pecado, por su multitud de reclutamiento en la rebelión. La Biblia dice: “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste criado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tu contratación fuiste lleno de iniquidad, y pecaste…” (Ezequiel 28.15 al 16 – \RVR1909). Entonces este redimir se cumple solo con Jesucristo el dador de vida, ya no para los ángeles caídos sino para los ángeles indecisos: “Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante” (1 Corintios 15.45 – \RVR60).


Luego los ángeles caídos son encarcelados para el juicio final: “Porque si Dios no perdonó á los ángeles que habían pecado, sino que habiéndolos despeñado en el infierno con cadenas de oscuridad, los entregó para ser reservados al juicio” (2 Pedro 2.4 – \RVR1909). También se menciona en otro pasaje: “Y á los ángeles que no guardaron su dignidad, mas dejaron su habitación, los ha reservado debajo de oscuridad en prisiones eternas hasta el juicio del gran día” (Judas 1.6 – \RVR1909). Esto significa que los seres humanos pasan a asumir su compromiso y la completa responsabilidad de sus propias acciones: “El que hace pecado, es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecado, porque su simiente está en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3.8 al 9 – \RVR1909). El que es nacido de Dios produce frutos dignos de arrepentimiento y conversión, porque tiene la simiente de Dios que es Cristo. La simiente es la semilla que germina en buena tierra para la cosecha de los frutos. De lo contrario la persona se hace portador de la simiente del mal, cuando se desobedece a la voz de Dios y se incumple su sagrada voluntad. Al nacer biológica y genéticamente la persona no es buena ni mala, sino que en su pre-juventud y juventud se demuestra la inclinación y tendencia al mal (Génesis 8.21). Así al nacer en lo espiritual y en todo lo relacionado con el bien y la moral, la semilla brota, crece y se desarrolla plenamente, hasta dar el fruto: “No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos. Todo árbol que no lleva buen fruto, córtase y échase en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7.18 al 21 – \RVR1909).


Hay una profecía que se les menciona a Adán y Eva, acerca de la rivalidad entre la simiente del mal y la simiente que es Cristo (Génesis 3.15). La promesa de salvación y vida eterna, es que los que están en Cristo en su Segunda Venida y los que han muerto en Cristo, reciben cuerpo transformado y vuelven a ser ángeles del séquito celestial (Marcos 12.25). Los que están vivos o muertos sin arrepentimiento, conversión y resarcimiento, sin el llamamiento y nuevo nacimiento, se conservan o resucitan con el mismo cuerpo carnal humano que tienen al morir (Apocalipsis 20.12). Por consiguiente, el cuerpo corruptible es destruido con dolor y sufrimiento personal: “Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 13.41 al 43 – \RVR1909). El espacio, materia y tiempo del primer y segundo cielos, se envuelve en un lago todo de fuego universal. Solo queda el tercer cielo, que es el lugar de habitación del Padre con su Hijo y el séquito celestial que sobrevive en fidelidad y lealtad al Hijo: “Y allí no habrá más noche; y no tienen necesidad de lumbre de antorcha, ni de lumbre de sol: porque el Señor Dios los alumbrará: y reinarán para siempre jamás” (Apocalipsis 22.5 – \RVR1909).


Hay una serie de interrogantes, por ejemplo, ¿qué sucede con los que mueren en el vientre de la madre antes de nacer? Se presume la inocencia de los neonatos e infantes, que inicia en la concepción del cigoto, en la fecundación humana del espermatozoide con el óvulo. ¿Qué determina el orden cronológico de la venida encarnada de cada ángel indeciso en forma de ser humano? Está establecido para todo ser humano morir una sola vez y después su juicio, ya sea previo o final, de manera que el orden cronológico lo establece cada nacimiento humano a nivel global. ¿Hasta cuándo vendrán los ángeles indecisos como seres humanos? El día y la hora solo lo sabe Dios Padre en su sola potestad. Se determina que el día y la hora es cuando en cantidad o número se cumpla el último justo en completar la lista. ¿Qué define a los escogidos o predestinados para la salvación y vida eterna? La predestinación consiste en escoger ser como Jesucristo, quien renunció a su propia voluntad para hacer la sola voluntad del Padre. Predestinados se refiere a que hay una preexistencia del ser humano como ángel indeciso, que son predestinados desde antes de la fundación del mundo, para venir a tomar una decisión definitiva. ¿Todos los ángeles indecisos encarnan en igualdad o hay diferencias? La única encarnación diferente fue la del Hijo de Dios, porque en la concepción y fecundación de ninguna manera se requirió de la parte paterna, sino por obra del Espíritu Santo de Dios.


Entre otras consultas o cuestionamientos están los siguientes: ¿hay seres humanos que no procedan previamente como ángeles indecisos? La constitución y forma del ser humano es un poco menor que el de ángel, pero con la promesa de cuerpo transformado recupera el cuerpo celestial como ángel. Las diferencias culturales, étnicas, idiomáticas y de pigmentación de la piel, varían según el clima, habitad geográfico, la luz solar y la producción de melanina en el cuerpo. La homologación y unidad de los seres humanos es que todos somos ángeles indecisos. Nunca han existido razas humanas sino un solo género humano o una sola raza humana. Eva es madre de todos los vivientes, Adán es el progenitor. De una sola sangre proceden todos los habitantes sobre la faz de nuestro planeta. ¿Por qué existe un solo género humano como raza humana? Hay un solo género como raza humana, porque los ángeles indecisos son asexuados, sin sexo, que ni se casan ni se dan en matrimonio, pero en la encarnación requieren de dos sexos, femenino y masculino para su procreación. Por lo tanto, la unión sexual entre sexos es en la condición y a nivel de seres humanos, que no existe en el séquito celestial como ángeles. Los que alcanzan la promesa de resurrección con el cuerpo transformado es cuerpo celestial de ángel.


La siguiente interrogante entre otras, ¿vino Jesucristo por un grupo específico de ángeles indecisos de una nación o pueblo? Jesucristo vino por los suyos del séquito celestial, pero no todos lo recibieron con reconocimiento, sino los que reconocen su nombre. Esta respuesta requiere más análisis y comentario al respecto en profundidad. De esto se trata el tema la medida de Cristo y fe en el ser interior que se describe a continuación:


Ser una vida de bendición para Dios tiene relación con la consagración y santificación, para vivir lo íntimo y esencial en la relación personal con Dios. El Salmo 103.1 dice: “Salmo de David. BENDICE, alma mía á Jehová; Y bendigan todas mis entrañas su santo nombre” (\RVR1909). El mayor afecto y cariño desde las entrañas hacia su santo nombre, es contrario a reaccionar emocional y sentimentalmente con una intensidad visceral, o sea, sin control racional. Actuar y reaccionar con las entrañas de manera positiva, puede significar una claridad mental, con un sano juicio en las decisiones. Pero, hacerlo de forma negativa puede ser un estado anímico perjudicial de malhumor en la intención y voluntad, con una mala disposición del ser interior, en su actitud, carácter, ego, personalidad y temperamento, que se expresa y manifiesta externamente con malos gestos y malas reacciones emocionales y sentimentales. Se requiere la renovación y restauración de la mente, según el ejemplo y modelo de Cristo, para un cambio de comportamiento y conducta. La Biblia dice: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Corintios 3.11 – \RVR1909).


Además la Biblia aclara lo siguiente: “Por lo cual Dios también le ensalzó á lo sumo, y dióle un nombre que es sobre todo nombre; Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y de los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra; Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, á la gloria de Dios Padre” (Filipenses 2.9 al 11 – \RVR1909). Los que debajo de la tierra están sepultados o que han fallecido de diversas formas y que esperan la resurrección de los muertos: “Y el mar dió los muertos que estaban en él; y la muerte y el infierno dieron los muertos que estaban en ellos; y fué hecho juicio de cada uno según sus obras. Y el infierno y la muerte fueron lanzados en el lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no fué hallado escrito en el libro de la vida, fué lanzado en el lago de fuego” (Apocalipsis 20.13 al 15 – \RVR1909). El infierno es la sepultura en el lugar inferior de los muertos, por debajo de la tierra, lo mismo que Hades y Seol se refiere al sepulcro. El lago de fuego es el envolvimiento que menciona Pedro:


“Mas el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella están serán quemadas. Pues como todas estas cosas han de ser deshechas, ¿qué tales conviene que vosotros seáis en santas y pías conversaciones, Esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos siendo encendidos serán deshechos, y los elementos siendo abrasados, se fundirán?” (2 Pedro 3.10 al 12 – \RVR1909).

Los cielos (primer y segundo cielo) siendo encendidos serán deshechos, y los elementos siendo abrasados, se fundirán. Esto es un envolver en fuego universal del espacio, materia y tiempo. Dios es Espíritu y el lugar de habitación de Dios es el reino de los cielos como reino espiritual. El Hijo y el séquito celestial son seres espirituales que son corpóreos con cuerpo celestial. Lo que es envuelto en fuego es el espacio, materia y tiempo creado temporalmente para el hábitat del ser humano, que se desenvuelve en leyes físicas que no tienen cabida en el reino celestial:


“El primer hombre, es de la tierra, terreno: el segundo hombre que es el Señor, es del cielo. Cual el terreno, tales también los terrenos; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y como trajimos la imagen del terreno, traeremos también la imagen del celestial. Esto empero digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni la corrupción hereda la incorrupción” (1 Corintios 15.47 al 50 – \RVR1909).

Traemos la imagen del terreno, en el sentido de corrupción y mortalidad, porque el cuerpo humano cuando muere se corrompe en descomposición y putrefacción, mientras que tendremos la imagen del celestial en incorrupción e inmortalidad, porque seremos ángeles del séquito celestial. Ningún ser humano siendo corruptible y mortal, en su condición corporal, ha ascendido al cielo de la habitación de Dios (tercer cielo). La Biblia dice: “DIOS, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo á los padres por los profetas, En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo” (Hebreos 1.1 al 2 – \RVR1909). Según estas descripciones, ¿cuál es la medida de Cristo y fe en el ser interior? Jesucristo es el unigénito, porque es el único en la historia de la humanidad, que ha sido engendrado por obra del Espíritu Santo de Dios Padre. La existencia del Hijo depende del Padre, igual que todo lo que existe, de ninguna manera existiría si no es por el Padre en su sola potestad, pero Dios Padre existe por sí mismo como el Eterno, su Espíritu es Santo por la eternidad. Así el espíritu de intención y voluntad del ser humano es para consagración y santidad, para que sea su existencia por la eternidad. El salmo dice lo siguiente: “¿A quién tengo yo en los cielos? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen: Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (Salmos 73.25 al 26 – \RVR1909).


El salmista dice que fuera de Dios nada desea en la tierra, mas la roca de su corazón y porción es Dios para siempre. La roca de nuestro ser interior es Cristo: “Y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en la mar; Y todos comieron la misma vianda espiritual; Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la piedra espiritual que los seguía, y la piedra era Cristo. Mas de muchos de ellos no se agradó Dios; por lo cual fueron postrados en el desierto” (1 Corintios 10.2 al 5 – \RVR1909). En relación con la porción, es una medida de Cristo y fe en nosotros. Jesucristo dijo: “Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado” (Juan 17.3 – \RVR1909). Nuestro Señor Jesucristo además de ser el único enviado como Hijo, hace las obras que ningún otro ser humano ha hecho en toda la historia de la humanidad:


“Si no hubiese hecho entre ellos obras cuales ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; mas ahora, y las han visto, y me aborrecen á mí y á mi Padre. Mas para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Que sin causa me aborrecieron. Empero cuando viniere el Consolador, el cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio de mí. Y vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio” (Juan 15.24 al 27 – \RVR1909).

Los que aceptan, identifican y reconocen al Hijo de Dios, se deciden a seguir con fidelidad y lealtad su autoridad, para volver a la condición de estar a su lado desde el principio, así como era en el estado de seres celestiales del séquito celestial: “NO se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay: de otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, á preparar lugar para vosotros. Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré á mí mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14.1 al 3 – \RVR1909).


Los siguientes pasajes son claves: “Entonces Pedro, abriendo su boca, dijo: Por verdad hallo que Dios no hace acepción de personas; Sino que de cualquiera nación que le teme y obra justicia, se agrada. Envió palabra Dios á los hijos de Israel, anunciando la paz por Jesucristo; éste es el Señor de todos” (Hechos 10.34 al 36 – \RVR1909). Primeramente, Dios no hace acepción, porque sin distinción de nacionalidad, se agrada de todas las personas que son temerosas y que son justas, ya que ha establecido que el Señor Jesucristo sea el Señor de todos. Continúa Pedro con el relato o sermón: “Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. A éste dan testimonio todos los profetas, de que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre” (Hechos 10.42 al 43 – \RVR1909). Dios Padre delegó en su Hijo, el ser Juez de vivos y muertos. Los profetas dieron testimonio de que todos los que creyeren en el nombre de Jesucristo recibirían perdón de pecados. Por lo tanto, en la mente de los profetas con su anuncio profético, tenían presente el reconocimiento de la existente autoridad y potestad del Hijo de Dios.


Jesucristo mismo en el camino a Emaús le dijo lo siguiente a uno llamado Cleofas y a otro caminante que le acompañaba: “Entonces él les dijo: ¬Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, declarábales en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24.25 al 27 – \RVR1909). Jesucristo realiza la siguiente pregunta: ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? En otra ocasión anterior Jesucristo dijo: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar á mi Padre, y él me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Cómo, pues, se cumplirían las Escrituras, que así conviene que sea hecho?” (Mateo 26.53 al 54 – \RVR1909). Así conviene que sea hecho el cumplimiento de las Escrituras. En la epístola a los Corintios se dice: “Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria: La que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de gloria” (1 Corintios 2.7 al 8 – \RVR1909).


¿Por qué es necesaria la crucifixión y redención y a la vez si hubieran conocido la sabiduría nunca se habría crucificado al Señor? La Biblia dice: “Mas Jesús, habiendo otra vez exclamado con grande voz, dió el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rompió en dos, de alto á bajo: y la tierra tembló, y las piedras se hendieron” (Mateo 27.50 al 51 – \RVR1909). Por otra parte se dice lo siguiente:


“Y no como Moisés, que ponía un velo sobre su faz, para que los hijos de Israel no pusiesen los ojos en el fin de lo que había de ser abolido. Empero los sentidos de ellos se embotaron; porque hasta el día de hoy les queda el mismo velo no descubierto en la lección del antiguo testamento, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando Moisés es leído, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Mas cuando se convirtieren al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde hay el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3.13 al 17 – \RVR1909).

El cumplimiento de las Escrituras es retirar el velo mediante Jesucristo. Este cesamiento por rasgadura del velo es en dos sentidos, tanto como seres humanos y como seres preexistentes de ángeles indecisos. El convertirse al Señor Jesucristo nos da la libertad del Espíritu Santo de Dios, que opera tanto en el Señor Jesucristo como en todos los hijos de Dios. ¿Qué representa el descubrimiento del velo según su significado o simbolismo? El velo es la indecisión, el descubrimiento del velo es la decisión de reconocer al Hijo de Dios. Por esta razón el ángel caído junto con sus seguidores en la rebelión, tienen una segunda oportunidad de recapacitar y resarcir el daño al encaminar por el buen Camino a Adán y Eva. Sin embargo, en lugar de retractar y enmendar su decisión con el conocimiento de causa o previo, reciben como consecuencia y resultado de sus acciones, el permanecer con cadenas y en prisiones de oscuridad, por reincidir en la iniquidad, maldad y pecado ensuciando su santuario.


Los ángeles indecisos en reconocer al Hijo, por su misma indecisión ya están condenados, porque esta indecisión es sentencia suficiente para recibir el castigo, pero reciben una segunda oportunidad al venir al mundo, ya que como seres humanos tienen la oportunidad y posibilidad de aceptar a Jesucristo como su Salvador y Señor. Aquí es donde actúa la conversión al Señor para eliminar el velo y ser libres en Cristo. La decisión es solo una idea generada en el pensamiento del proceso mental, la consecuencia o resultado es materializar la decisión, o sea, dar existencia en la realidad con las acciones, actos o hechos de la persona. Por esta razón la decisión no es buena ni mala, porque es un proceso invisible de la mente, que se refleja y hace visible con la actuación del comportamiento y la conducta. Por ejemplo, Jesucristo menciona la siguiente parábola: “Mas, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y llegando al primero, le dijo: Hijo, ve hoy á trabajar en mi viña. Y respondiendo él, dijo: No quiero; mas después, arrepentido, fué. Y llegando al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Yo, señor, voy. Y no fué” (Mateo 21.28 al 30 – \RVR1909). El hijo que decide hacer la voluntad de su papá es el que se presenta y trabaja como su papá lo ordena o solicita. Entonces, en este caso la acción, acto o hecho de trabajar es el cumplimiento de la decisión. La expresión de que no quiere trabajar en la viña, es sustituida por el arrepentimiento o pesar, que se materializa en la realidad con el trabajo realizado de forma efectiva.


Así es la libertad en Cristo, porque entre más conscientes somos en Cristo seremos más libres, ya que se refuerza el pensamiento de Jesucristo en nuestra actividad cerebral: “Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién le instruyó? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2.16 – \RVR1909). Jesucristo con su Verdad, transforma nuestro ser interior mediante su enseñanza: “Si empero lo habéis oído, y habéis sido por él enseñados, como la verdad está en Jesús, A que dejéis, cuanto á la pasada manera de vivir; el viejo hombre que está viciado conforme á los deseos de error; Y á renovarnos en el espíritu de vuestra mente, Y vestir el nuevo hombre que es criado conforme á Dios en justicia y en santidad de verdad” (Efesios 4.21 al 24 – \RVR1909). A partir de nuestro conocimiento de Cristo hay un ser interior anterior o antiguo y un nuevo ser interior. La composición septenaria del ser interior en su integridad interdependiente, determina nuestra conciencia, de manera que la conciencia es equivalente al ser interior, porque el ser consciente abarca la actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento. Todo este conjunto influye como nuestra voz interior. Por lo tanto, con esta capacidad potencializada, logramos reconocer la frontera o límite entre el bien y el mal. La Biblia dice:


“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (Filipenses 3.7 al 9 – \RVR60).

En relación con la fe, hay cerebro con fe, por ejemplo el cerebro de Abel, y el cerebro sin fe, por ejemplo el cerebro de Caín, este último es el cerebro instintivo de supervivencia, porque puede tener certeza, confianza, convicción y seguridad, conforme a la necesidad propia para sobrevivir y apegado al mundo terrenal. Mientras que el cerebro con fe, tiene otro nivel de conocimiento e información, porque la fe trasciende al mismo cerebro funcional y orgánico. El cerebro por sí mismo tiene anatomía, biología, fisiología, genética y neurología, que influye el funcionamiento del sistema nervioso, pero la fe implica cierta acción, creencia, empoderamiento, energía, fuerza y poder del ser interior relacionada con el mover del Espíritu Santo, para accionar y direccionar nuestro comportamiento y conducta en un sentido:


“Por esta causa doblo mis rodillas al Padre de nuestro Señor Jesucristo, Del cual es nombrada toda la parentela en los cielos y en la tierra, Que os dé, conforme á las riquezas de su gloria, el ser corroborados con potencia en el hombre interior por su Espíritu. Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones; para que, arraigados y fundados en amor, Podáis bien comprender con todos los santos cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura, Y conocer el amor de Cristo, que excede á todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y á Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos ó entendemos, por la potencia que obra en nosotros, A él sea gloria en la iglesia por Cristo Jesús, por todas edades del siglo de los siglos. Amén” (Efesios 3.14 al 21 – \RVR1909).

¿Cuál es nuestro santuario y cómo lo podemos ensuciar? Nuestro santuario es que habite Cristo por la fe en nuestro ser interior. Se define como el área previa del tabernáculo separado por el velo del lugar interior en profundidad, donde está lo más sagrado y santo, que representa a Jesucristo. El velo nos imposibilita recibir y ver a Cristo, porque la decisión implica actividad cerebral y firmeza del ser interior, para actuar con la disciplina anímica, dominio propio e integridad del ejemplo y modelo de Jesucristo. La Biblia contiene mucha simbología con su correspondiente interpretación, representación y significado. Cada época contribuye con nuevos elementos de fundamentos y principios, que mejoran la comprensión y el entendimiento. Por ejemplo, el aporte de la ciencia y sus especialidades con la conceptualización o definición, descubrimiento y explicación, acerca de la sinapsis de la función de comunicación y relación entre células, la conexión entre neuronas y la interrelación de los neurotransmisores. Las reacciones bioquímicas o químicas, la comunicación sensorial e impulsos eléctricos o electromagnéticos, según su interacción con campos eléctricos o magnéticos, son afectados por el “llamado de Dios” en la sinapsis que subyace en la función cerebral: “Porque te tomé de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché. No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41.9 al 10 – \RVR60).


Este llamado de Dios es para la comunión con su Hijo: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Corintios 1.9 – \RVR60). La comunión es conexión, relación, unión y vinculación con la comunicación y coparticipación con Cristo. Este llamado para hacer la obra de Jesucristo es por don, fe y gracia de Dios: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2.8 al 10 – \RVR60). De manera que esta disposición del llamado de Dios es una vocación por convocación de llamamiento al despertar del ser interior, en afirmación, establecimiento, fortalecimiento y perfección: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén” (1 Pedro 5.10 al 11 – \RVR1960).


Hay un contraste entre el juicio y reflexión con lo que es propio de lo instintivo, sin la madurez del buen juicio, prudencia y sensatez. La Biblia dice: “Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar” (1 Corintios 14.20 – \RVR60). ¿De donde procede el llamado de Dios como una vocación por convocación de llamamiento? El cerebro humano está dividido en dos hemisferios, el derecho y el izquierdo. Ambas mitades se comunican entre sí, mediante la unión de una estructura de fibras nerviosas que enlazan e intercambian datos e información, para la coordinación y función de ambos hemisferios. Este conjunto de fibras nerviosas agrupadas como un haz, permite o posibilita que las células nerviosas o neuronas, estructuren una red nerviosa, desde el cerebro con el sistema nervioso central y la médula espinal. Es el control y procesamiento para todas las funciones corporales, como un centro de mando del ser interior, a manera de un circuito de comunicación con todo el cuerpo. Aquí lo biológico, bioquímico y fisiológico es la parte material y tangible, lo inmaterial, intangible e invisible es su operatividad con la capacidad y facultad psicológica de lo emotivo y volitivo de nuestra mente. Hay emociones racionales y emociones viscerales, que afectan la intención y voluntad de la persona. En el caso de lo visceral se nubla el juicio y el pensamiento en relación con lo deliberado, intencionado y racional. Las células nerviosas se conectan entre sí, lo que llaman la ramificación nerviosa de las neuronas interconectadas, para la transmisión de impulsos nerviosos mediante la sinapsis. Según corresponda cada caso, se involucran en el cuerpo humano las señales bioquímicas, eléctricas, electromagnéticas o fotoquímicas, para la interacción bidireccional entre el cuerpo y el cerebro, en la conexión del proceso físico y mental.


La relación neurológica y psicológica, cuando sucede la intervención del conocimiento de Dios, la llamamos Psicoteología: la neurociencia de la fe. Surge de la energía, fuerza y poder de la palabra de Dios, la certeza, convicción y seguridad que materializa y se hace visible con nuestras acciones, actos y hechos cotidianos. Se desencadenan reacciones bioquímicas en la persona, de los mensajeros químicos en la comunicación entre células, con los neurotransmisores que transmiten los impulsos nerviosos entre neuronas. Así por ejemplo, con la función y la generación de hormonas que resultan en la manifestación del estado de ánimo en el ser interior, se determina e influye la actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento. El pensamiento se refleja y hace visible con la reacción del comportamiento y la conducta en una dirección y sentido conforme a la intención y voluntad de Dios. Predomina y prevalece el ser amable y generoso con los demás, el buen trato y mejor persona de bien. Todo a la medida de la fe y Cristo en el ser interior. Así se cumple la cognición de Cristo en nosotros, no solamente por la capacidad de procesamiento de aceptar y reconocer el conocimiento de Cristo, sino de recibir su fe espiritual, que solo Jesucristo puede dar. La Biblia dice: “Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5.13 al 14 – \RVR60). La composición septenaria del ser interior se deriva de un principio o tronco que es el temperamento, de donde se extiende como rama cada derivación del ser interior, que son la actitud, carácter, ego, emociones, personalidad y sentimientos.


En el caso de lo que atañe a lo relacionado con Dios, es el temperamento que funciona como catalizador, impulsor, motor o propulsor, para proporcionar la energía específica que estimula la neurona en la comunicación e interacción con otras neuronas, que generan los pensamientos que resultan en determinado comportamiento y conducta, de la actitud, carácter, ego, emociones, personalidad y sentimientos. En esta situación psicoteológica de la neurociencia de la fe, según el temperamento se facilita o imposibilita la generación de reacción química, que es consecuente de la fe que se demuestra en la forma de actuar y ser. El temperamento es la combustión e inyección iniciadora de la reacción de las señales bioquímicas, eléctricas, electromagnéticas o fotoquímicas, según corresponda, para la actividad funcional de las neuronas en la generación del pensamiento y reacción que agrada a Dios, según su intencionalidad y voluntad divina. Algunos consideran que el sistema límbico como estructura cerebral, influye en el comportamiento y las emociones. Así el sistema límbico se conecta al sistema nervioso y en su función influye en el resto del cuerpo. El temperamento es determinante en la demás composición del ser interior, también el sistema límbico afecta los cambios de humor, control y reacción del ser interior en sus emociones. También su relación con la personalidad, los sentimientos, entre otros del ser interior. Debido a los descubrimientos que se han realizado acerca del sistema límbico, se podría considerar que el temperamento radica en esta estructura cerebral. La obstinación, porfía, terquedad, es un tipo de endurecimiento y rigidez del temperamento, en algunos casos negativo y perjudicial, en otros casos resulta en empeño, firmeza, insistencia, perseverancia, persistencia y rigurosidad. Por otra parte, la desesperanza, frustración e irritación causa un daño anímico de desmotivación de gran nivel y gravedad para quién lo padece, hasta el fastidio ostensible de berrinche, cambio de humor, rabieta y otros estallidos emocionales e impulsividad.


Por lo tanto, el temperamento límbico en relación con lo que atañe a Dios, requiere la iniciativa y toma de decisión de amar y servir, con el deseo de aprender y obedecer a Dios. De este accionar del temperamento límbico, depende que nuestro reaccionar emocional sea racionalmente o visceralmente, debido a la acción y comunicación bidireccional del control, regulación y movilidad corporal, que se ejerce a través del sistema nervioso en toda la fisiología orgánica del cuerpo, su conexión con el cerebro y la influencia de la estructura del sistema límbico en todo el cuerpo. La dificultad que presenta el temperamento, es su filtro propio para el bloqueo o desbloqueo de aceptar y reconocer, ya sea con flexibilidad o rigidez el llamamiento de la palabra de Dios. Esto acciona las neuronas para su comunicación y recorrido de los datos e información, desde su origen y entre neuronas, para finalmente manifestarse con las reacciones conductuales y del comportamiento de forma negativa o positiva, consecuencia y resultado de la acción, acto o hecho cotidiano, que surge de lo invisible a lo visible. Por esta razón Jesucristo dijo: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11.29 – \RVR1909). Esto implica la administración y control de nuestras emociones, especialmente la agresividad, enojo, ira, rencor, resentimiento y venganza, entre otros.


Al decir Jesucristo la expresión “de corazón” se refiere al ser interior, como se ha mencionado, la actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento. Los cinco sentidos funcionan como un sensor corporal, por medio de los órganos sensoriales del gusto, oído, olfato, tacto y vista, mediante un sistema de transmisión de señales en las fibras nerviosas y el procesamiento e interpretación de las mismas en el cerebro. Hay una complementariedad e interacción conjunta entre el sistema límbico y la corteza cerebral. ¿Cómo o qué estimula los impulsos o señales eléctricas, en la célula nerviosa o neurona, cuando se trata de la relación íntima y personal del creyente con Dios? En todo el cuerpo hay células nerviosas o neuronas que requieren de electricidad y magnetismo, para combinar el electromagnetismo necesario en el funcionamiento y procesamiento de la red celular nerviosa o neurológica, tanto en la estructura cerebral como en el sistema nervioso corporal. Converge en la memoria sensorial el ver las Sagradas Escrituras impresas y el palpar del sentir su material escrito. Leer su contenido es escucharse así mismo, sea oral o mentalmente con la lectura de la Biblia. Esta escrito lo siguiente: “Mas no todos obedecen al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído á nuestro anuncio? Luego la fe es por el oir; y el oir por la palabra de Dios. Mas digo: ¿No han oído? Antes bien, Por toda la tierra ha salido la fama de ellos, Y hasta los cabos de la redondez de la tierra las palabras de ellos” (Romanos 10.16 al 18 – \RVR1909).


Ver impresa la palabra de Dios, tocar su literatura escrita, realizar su lectura y oír el evangelio y mensaje en profundidad de las Sagradas Escrituras, confluye como un estímulo del aprendizaje y de la creación de conocimiento, donde la fe se cultiva, nace, crece y se desarrolla con el oír la palabra de Dios. Se genera cierta energía electromagnética en el ser humano, con el efecto de fuerza y poder en el mover del pensamiento a la obediencia a Dios: “Destruyendo consejos, y toda altura que se levanta contra la ciencia de Dios, y cautivando todo intento á la obediencia, de Cristo” (2 Corintios 10.5 – \RVR1909). Se beneficia la atención, concentración y enfoque hacia Cristo.


El combinatorio entre la corteza cerebral y el sistema límbico tiene un caso particular de una memoria específica que su accionar es selectivo, especialmente un tipo de memoria emocional preexistente al ser humano y transmitido con un origen común, por causa de los ángeles indecisos del séquito celestial. Por esta razón no todos los oyentes de la palabra de Dios se vuelven creyentes practicantes, porque depende de la identidad celestial como hijos de Dios a su imagen y semejanza, en relación con la eternidad y santidad. En este caso, la memoria preexistente, es un vestigio vinculado a la eternidad y santidad desde sus orígenes, que no en todo ser humano se activa y se cumple su efecto ancestral del origen. La Biblia dice: “Bendito el Dios y Padre del Señor nuestro Jesucristo, el cual nos bendijo con toda bendición espiritual en lugares celestiales en Cristo: Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor; Habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos por Jesucristo á sí mismo, según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1.3 al 5 – \RVR1909). Aquí es donde aplica el temperamento límbico como un tipo de interruptor de circuito lógico biológico, que al conmutar se canaliza o redirige el conocimiento e información de Dios, para cumplir su propósito con acciones que son comprobables y demostrables como atestados de vida, que es lo mismo que sea constatable y verificable con los hechos del diario vivir, específicamente con las acciones de cada persona:


“Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Porque como desciende de los cielos la lluvia, y la nieve, y no vuelve allá, sino que harta la tierra, y la hace germinar y producir, y da simiente al que siembra, y pan al que come, Así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá á mí vacía, antes hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55.9 al 11 – \RVR1909).

Entonces, en el cerebro la creación y formulación de ideas es un proceso neurológico, que en el caso de lo referente al ser interior se afecta según la percepción del individuo, a través del uso de los sentidos corporales. A partir de la generación inicial mediante la sensibilidad sensorial de los sentidos, hay un procesamiento en todo el proceso de conexión y reacciones electromagnéticas y electroquímicas, para lograr con eficiencia el fin último de la máxima comprensión y el entendimiento. Esto se define como la aptitud de la inteligencia, que eleva a su mayor expresión la realidad congruente con la verdad, sea circundante e interior. Dios ilumina, inspira y mueve el ser interior en la mente y pensamiento de la persona. Los pensamientos de Dios son diferentes a los pensamientos humanos, lo que significa que así como hay cuerpo celestial y cuerpo terrenal, la energía como la conocemos terrenalmente, es diferente de la energía que procede de Dios. Por este motivo en la creación Dios materializa la energía, o sea, de la energía surge el espacio, materia y tiempo. A manera de simbología, las leyes que rigen todo el universo existen por medio de Dios: “El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará; sino que Jehová te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria” (Isaías 60.19 – \RVR1909). El Apocalipsis también menciona: “Y allí no habrá más noche; y no tienen necesidad de lumbre de antorcha, ni de lumbre de sol: porque el Señor Dios los alumbrará: y reinarán para siempre jamás” (Apocalipsis 22.5 – \RVR1909). Dios se impone y prevalece sobre todas las leyes existentes de las ciencias, de la naturaleza y de toda la creación en general, porque Dios mismo es el creador de la ciencia y de las leyes que la rige, por ejemplo, las leyes de la física y la termodinámica.


La inmensidad e inmensurable energía de Dios es la más alta y superior energía existente. ¿Cómo saber si en nuestra energía natural y terrenal hay destello de la energía de Dios? ¿Cómo percibir con nuestro sentido y ser interior lo mismo que percibe Jesucristo el Hijo de Dios? La Biblia dice al respecto en el camino de Emaús acerca de Jesús y los dos caminantes: “Y aconteció, que estando sentado con ellos á la mesa, tomando el pan, bendijo, y partió, y dióles. Entonces fueron abiertos los ojos de ellos, y le conocieron; mas él se desapareció de los ojos de ellos. Y decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24.30 al 32 – \RVR1909). En cierta ocasión el profeta Jeremías dijo lo siguiente: “Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude” (Jeremías 20.9 – \RVR60). También el salmo hace la mención a continuación:


“Yo dije: Atenderé a mis caminos, Para no pecar con mi lengua; Guardaré mi boca con freno, En tanto que el impío esté delante de mí. Enmudecí con silencio, me callé aun respecto de lo bueno; Y se agravó mi dolor. Se enardeció mi corazón dentro de mí; En mi meditación se encendió fuego, Y así proferí con mi lengua: Hazme saber, Jehová, mi fin, Y cuánta sea la medida de mis días; Sepa yo cuán frágil soy” (Salmos 39.1 al 4 – \RVR60).

La energía de Dios materializa la creación de la nada: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11.3 – \RVR60). De lo invisible surge lo visible: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1.20 – \RVR60). No es de extrañar entonces, que en el proceso cognitivo para la generación del conocimiento en el ser humano, mediante lo tangible del cerebro y lo intangible de la función mental, sea el almacenamiento, análisis, atención, decisión, emociones, ideas, información, inteligencia, memoria y pensamiento, que en el caso de lo relacionado con Dios, interviene aparentemente de la nada, aunque en realidad proviene directamente de Dios, una energía específica y exclusiva de Dios, que es diferente de la energía operativa común y normal en la existencia humana y de su entorno. La Biblia dice: “para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos” (Hechos 17.27 al 28 – \RVR60). Esta Energía especial es la que conocemos como Espíritu Santo de Dios. Así dice Jesucristo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Juan 14.26 – \RVR1909).


De manera que en la relación de la corteza cerebral y el sistema límbico, intervienen procesos de aprendizaje, memoria y recuerdo, con la energía de Dios, para el cometido eficiente de lograr el propósito de identificar y reconocer el conocimiento relacionado con Dios. Nuestra identidad de lo que somos es el ser interior, el centro del ser interior es el temperamento, por un lado la actitud temperamental, el carácter temperamental y el ego temperamental. Por otro lado, las emociones temperamentales, la personalidad temperamental y los sentimientos temperamentales. El temperamento representa a manera de simbología, nuestra chispa divina, que es el detonante que activa o desactiva el deseo de hacer la voluntad de Dios. El centro del ser humano es la corteza cerebral y el sistema límbico. El centro de nuestro ser interior es el temperamento, que afecta sus componentes, inclusive las emociones, junto con el resultado y consecuente comportamiento y conducta. El centro del universo y toda la existencia es el Hijo de Dios, nuestro ejemplo y modelo de vida en nuestro ser exterior e interior. El temperamento es el sistema de flexibilidad o endurecimiento al obedecer a Dios. La Biblia dice lo siguiente:


“Mas á Moisés dice: Tendré misericordia del que tendré misericordia, y me compadeceré del que me compadeceré. Así que no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice de Faraón: Que para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi potencia, y que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que del que quiere tiene misericordia; y al que quiere, endurece” (Romanos 9.15 al 18 – \RVR1909).

El sistema nervioso tiene interacción bidireccional con otros sistemas como el endocrino (órganos y glándulas productoras de hormonas) y el inmunitario (protege al cuerpo de enfermedades), la armonía del cerebro con lo corporal y viceversa, requiere un balance de equilibrio adecuado, para que sea saludable la relación de la corteza cerebral con el sistema límbico. Toda esta aclaración o explicación existe desde la creación de Dios, hace alrededor de seis mil años, sin embargo, en la actualidad se trata de explicar y justificar científicamente, la afectación o influencia del discernimiento y juicio moral. Las reacciones del ser interior determinan nuestro comportamiento y conducta, congruente o incongruente con las decisiones éticas y morales, sentido común, lógico y racional, según el funcionamiento óptimo de la relación del sistema límbico con la corteza cerebral. La libertad en Cristo es que nuestra psicoteología, sea una neurociencia de la fe según el ejemplo y modelo del Hijo de Dios, nuestro Salvador y Señor Jesucristo. Así hay una medida de la fe: “Digo pues por la gracia que me es dada, á cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con templanza, conforme á la medida de la fe que Dios repartió á cada uno” (Romanos 12.3 – \RVR1909). Excepto el Espíritu Santo en nosotros, que de ninguna manera es con medida sino que se requiere con llenura:


“El que de arriba viene, sobre todos es: el que es de la tierra, terreno es, y cosas terrenas habla: el que viene del cielo, sobre todos es. Y lo que vió y oyó, esto testifica: y nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio, éste signó que Dios es verdadero. Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla: porque no da Dios el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas dió en su mano. El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que es incrédulo al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3.31 al 36 – \RVR1909).