ESPIRITUALIDAD AL DÍA


Espiritualidad al día: que Jesús sea siempre nuestra gratitud del presente y la espiritualidad del diario vivir. Obsérvese el siguiente pasaje bíblico:


“Oyó Jesús que le habían echado fuera; y hallándole, díjole: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él, y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Y díjole Jesús: Y le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dice: Creo, Señor; y adoróle. Y dijo Jesús: Yo, para juicio he venido á este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, sean cegados. Y ciertos de los Fariseos que estaban con él oyeron esto, y dijéronle: ¿Somos nosotros también ciegos?” (Juan 9.35 al 40 – \RVR1909).

Existe la ceguera espiritual, recordemos el caso del discípulo Tomás: “Luego dice á Tomás: Mete tu dedo aquí, y ve mis manos: y alarga acá tu mano, y métela en mi costado: y no seas incrédulo, sino fiel. Entonces Tomás respondió, y díjole: ¬Señor mío, y Dios mío! Dícele Jesús: Porque me has visto, Tomás, creiste: bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Juan 20.27 al 29 – \RVR1909). Hasta aquí, en los textos anteriores hay mirada y vista natural sin la visualización espiritual. También la posibilidad de invidencia física con la pérdida parcial o total del sentido de la vista, pero el oír le permite una visión espiritual: “Mas no todos obedecen al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído á nuestro anuncio? Luego la fe es por el oir; y el oir por la palabra de Dios. Mas digo: ¿No han oído? Antes bien, Por toda la tierra ha salido la fama de ellos, Y hasta los cabos de la redondez de la tierra las palabras de ellos” (Romanos 10.16 al 18 – \RVR1909). ¿Qué pasa con Tomás? Jesús resucitado le dice que ha creído porque le ha visto, o sea, la apertura de los ojos espirituales mediante los ojos naturales. No obstante, más bienaventurado es quien sin haber visto personalmente y presencialmente el rostro de Jesús, le ha creído y visto con los ojos espirituales:


“Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo á dar las nuevas á sus discípulos. Y mientras iban á dar las nuevas á sus discípulos, He aquí, Jesús les sale al encuentro, diciendo: Salve. Y ellas se llegaron y abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús les dice: No temáis: id, dad las nuevas á mis hermanos, para que vayan á Galilea, y allí me verán” (Mateo 28.8 al 10 – \RVR1909).

Por otra parte, otros a pesar de un indicio del despertar consciente, prefieren apagar la luz y seguir en la ceguera espiritual:


“Y yendo ellas, he aquí unos de la guardia vinieron á la ciudad, y dieron aviso á los príncipes de los sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. Y juntados con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero á los soldados, Diciendo: Decid: Sus discípulos vinieron de noche, y le hurtaron, durmiendo nosotros. Y si esto fuere oído del presidente, nosotros le persuadiremos, y os haremos seguros. Y ellos, tomando el dinero, hicieron como estaban instruídos: y este dicho fué divulgado entre los Judíos hasta el día de hoy” (Mateo 28.11 al 15 – \RVR1909).

Este dicho divulgado hasta el día de hoy. Jesús dijo: “Entonces él les dijo: ¬Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, declarábales en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24.25 al 27 – \RVR1909). El padecimiento de Cristo era necesario para que entrara en su gloria. Jesucristo cambia nuestro ser interior, entonces, ¿qué es la espiritualidad en Cristo? La Biblia dice al respecto: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó á sí mismo por mí” (Gálatas 2.20 – \RVR1909). Ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí, en la fe del Hijo de Dios. Este es el enfoque y propósito de la vida espiritual. En el principio la serpiente con su astucia infiltra un cuestionamiento y duda, a través de retomar el pasado: “EMPERO la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo á la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Génesis 3.1 – \RVR1909). Trata de convertir o mudar la verdad de Dios en un engaño o mentira. Una especie de transmutar con connotación negativa para manipular. Utiliza la expresión “conque Dios os ha dicho” en alusión a recordar el pasado.


¿En la espiritualidad cuánto influye el pasado para bien o mal de cada persona? Se requiere un proceso de transformación del ser interior en Cristo para transmutar positivamente para bien. Es un asunto de confianza y paz en el Señor Jesucristo, quien dijo lo siguiente: “La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14.27 – \RVR1909). Esto es una conexión espiritual con el Señor y es la búsqueda de la pureza de Cristo en nuestro ser interior, la integridad y limpieza corporal, mental y espiritual. Así se posibilita ver a Dios: “Bienaventurados los de limpio corazón: porque ellos verán á Dios. Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5.8 al 9 – \RVR1909). La iluminación de Cristo como la Luz en nuestro ser, su esencia y sustancia en nosotros: “Y hablóles Jesús otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida” (Juan 8.12 – \RVR1909). Otra vez dice: “Mas Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; Y el que me ve, ve al que me envió. Yo la luz he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas” (Juan 12.44 al 46 – \RVR1909).


Esta integridad y limpieza corporal, mental y espiritual, es indispensable para experimentar y sentir a Dios a plenitud, ya que se requiere pureza:


“He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo: Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. Purifícame con hisopo, y será limpio: Lávame, y seré emblanquecido más que la nieve. Hazme oir gozo y alegría; Y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti; Y no quites de mí tu santo espíritu. Vuélveme el gozo de tu salud; Y el espíritu libre me sustente” (Salmos 51.6 al 12 – \RVR1909).

Hay falso corazón de incertidumbre e incredulidad, que requiere la purificación de la mala conciencia: “Lleguémonos con corazón verdadero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia. Mantengamos firme la profesión de nuestra fe sin fluctuar; que fiel es el que prometió” (Hebreos 10.22 al 23 – \RVR1909). La relación bidireccional corazón y mente, en su interacción integral, con un balance y equilibrio, representa la composición septenaria de nuestro ser interior, a saber, actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento. En esta conexión conjunta fluye la fuente espiritual de la vida:


“Hijo mío, está atento á mis palabras; Inclina tu oído á mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón. Porque son vida á los que las hallan, Y medicina á toda su carne. Sobre toda cosa guardada guarda tu corazón; Porque de él mana la vida. Aparta de ti la perversidad de la boca, Y aleja de ti la iniquidad de labios. Tus ojos miren lo recto, Y tus párpados en derechura delante de ti. Examina la senda de tus pies, Y todos tus caminos sean ordenados. No te apartes á diestra, ni á siniestra: Aparta tu pie del mal” (Proverbios 4.20 al 27 – \RVR1909).

El pasaje anterior describe la espiritualidad al día demostrada plenamente por Jesús. Así lo espiritual incluye los siguientes aspectos:


“Vestíos pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de tolerancia; Sufriéndoos los unos á los otros, y perdonándoos los unos á los otros si alguno tuviere queja del otro: de la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de caridad, la cual es el vínculo de la perfección. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, á la cual asimismo sois llamados en un cuerpo; y sed agradecidos” (Colosenses 3.12 al 15 – \RVR1909).

La espiritualidad de Cristo de ninguna manera es permisiva del pecado: “Por cuanto todos pecaron, y están distituídos de la gloria de Dios; Siendo justificados gratuitamente por su gracia por la redención que es en Cristo Jesús; Al cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, atento á haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados” (Romanos 3.23 al 25 – \RVR1909). En relación con estos pecados pasados la Biblia dice:


“Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque á Dios; Todos se apartaron, á una fueron hechos inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno: Sepulcro abierto es su garganta; Con sus lenguas tratan engañosamente; Veneno de áspides está debajo de sus labios; Cuya boca está llena de maledicencia y de amargura; Sus pies son ligeros á derramar sangre; Quebrantamiento y desventura hay en sus caminos; Y camino de paz no conocieron: No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3.10 al 18 – \RVR1909).

Jesucristo terminó con el pecado, ahora la maldad y el pecado de ninguna manera se justifica, porque Cristo con su legado de ejemplo, demuestra que como ser humano jamás comete pecado y que es posible para toda persona vivir sin tener que pecar: “Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Cualquiera que permanece en él, no peca; cualquiera que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. Hijitos, no os engañe ninguno: el que hace justicia, es justo, como él también es justo” (1 Juan 3.5 al 7 – \RVR1909). Además se dice: “Porque para esto sois llamados; pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas: El cual no hizo pecado; ni fué hallado engaño en su boca” (1 Pedro 2.21 al 22 – \RVR1909). También está escrito: “El que hace pecado, es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecado, porque su simiente está en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3.8 al 9 – \RVR1909).


Por lo tanto, la espiritualidad en Cristo tiene relación con la búsqueda y práctica de la pureza de integridad y santidad de Dios. La Biblia dice: “... DIJO el necio en su corazón: No hay Dios. Corrompiéronse, hicieron obras abominables; No hay quien haga bien. Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, Por ver si había algún entendido, Que buscara á Dios. Todos declinaron, juntamente se han corrompido: No hay quien haga bien, no hay ni siquiera uno” (Salmos 14.1 al 3 – \RVR1909). Los principios, valores y virtudes fomentan, forjan, forman y fortalecen la pureza en integridad y limpieza. La Biblia dice: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en el lugar de su santidad? El limpio de manos, y puro de corazón: El que no ha elevado su alma á la vanidad, Ni jurado con engaño” (Salmos 24.3 al 4 – \RVR1909). Se requiere limpiar las manos y purificar los corazones: “Allegaos á Dios, y él se allegará á vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros de doblado ánimo, purificad los corazones” (Santiago 4.8 – \RVR1909).


Ser de un corazón puro con las manos limpias, es propio del ser interior que adora a Jesús. Existe una moral absoluta y universal que es la de Jesucristo el Hijo de Dios, como ejemplo, modelo y prototipo de vida. La medida de moralidad en el ser interior depende del grado de madurez que tenemos en Cristo Jesús, porque el Hijo de Dios de ninguna manera es religión humana, sino que es la espiritualidad, propósito y sentido de la vida, que nos activa nuestra conexión de la conciencia con Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo. Hay una verdadera sensibilidad en Cristo de nuestro ser interior, para hacer el bien y apartarse del mal:


“Porque cada árbol por su fruto es conocido: que no cogen higos de los espinos, ni vendimian uvas de las zarzas. El buen hombre del buen tesoro de su corazón saca bien; y el mal hombre del mal tesoro de su corazón saca mal; porque de la abundancia del corazón habla su boca. ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que digo? Todo aquel que viene á mí, y oye mis palabras, y las hace…” (Lucas 6.44 al 47 – \RVR1909).

La verdadera religión es hacer el bien y apartarse del mal. Dios dice: “Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos, para que seáis míos” (Levítico 20.26 – \RVR1909). Es la santidad y pureza de una religión sin mácula o mancha delante de Dios Padre: “Si alguno piensa ser religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino engañando su corazón, la religión del tal es vana. La religión pura y sin mácula delante de Dios y Padre es esta: Visitar los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha de este mundo” (Santiago 1.26 al 27 – \RVR1909). Jesucristo hace el bien, da la vista para que le identifiquen y reconozcan: “Respondió aquel hombre, y díjoles: Por cierto, maravillosa cosa es ésta, que vosotros no sabéis de dónde sea, y á mí me abrió los ojos. Y sabemos que Dios no oye á los pecadores: mas si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, á éste oye” (Juan 9.30 al 31 – \RVR1909). ¿Por qué Dios no oye a los pecadores? Porque los pecadores no quieren obedecer la voz de Dios, salvo los que dejan de ser pecadores y se vuelven temerosos de Dios y hacen su voluntad. Jesucristo en cierta ocasión menciona que hay ignorancia en la palabra de Dios y en su poder: “Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis ignorando las Escrituras, y el poder de Dios” (Mateo 22.29 – \RVR1909). De manera que Jesucristo es la verdadera religión espiritual.


El ser interior relaciona el corazón con la mente: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño el corazón, que pruebo los riñones, para dar á cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17.9 al 10 – \RVR1909). La expresión “por el fruto se conoce el árbol” es semejante a la siguiente frase bíblica: “Porque cual es su pensamiento en su alma, tal es él” (Proverbios 23.7 – \RVR1909). Por esta razón las Escrituras afirman lo siguiente en esta relación del corazón y la mente:


“Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre á los santificados. Y atestíguanos lo mismo el Espíritu Santo; que después que dijo: Y este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Daré mis leyes en sus corazones, Y en sus almas las escribiré: Añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados é iniquidades” (Hebreos 10.14 al 17 – \RVR1909).

Así encontramos ejemplos de espiritualidad según la Biblia: “Ninguno tenga en poco tu juventud; pero sé ejemplo de los fieles en palabra, en conversación, en caridad, en espíritu, en fe, en limpieza” (1 Timoteo 4.12 – \RVR1909). Inclusive cuando se menciona el tiempo del fin en el libro del profeta Daniel se dice lo siguiente: “Y dijo: Anda, Daniel, que estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del cumplimiento. Muchos serán limpios, y emblanquecidos, y purificados; mas los impíos obrarán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero entenderán los entendidos” (Daniel 12.9 al 10 – \RVR1909). La fe nos ayuda a entender: “Por la fe entendemos haber sido compuestos los siglos por la palabra de Dios, siendo hecho lo que se ve, de lo que no se veía” (Hebreos 11.3 – \RVR1909). Se dice que por la fe entendemos. Además en el tiempo del fin muchos serán limpios, emblanquecidos y purificados. Esto representa y significa que mediante la fe logramos entender que ser limpios, emblanquecidos y purificados del pecado, nos posibilita la dedicación y santificación a Dios:


“RESTA pues, hermanos, que os roguemos y exhortemos en el Señor Jesús, que de la manera que fuisteis enseñados de nosotros de cómo os conviene andar, y agradar á Dios, así vayáis creciendo. Porque ya sabéis qué mandamientos os dimos por el Señor Jesús. Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación: que os apartéis de fornicación; Que cada uno de vosotros sepa tener su vaso en santificación y honor; No con afecto de concupiscencia, como los Gentiles que no conocen á Dios: Que ninguno oprima, ni engañe en nada á su hermano: porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y protestado. Porque no nos ha llamado Dios á inmundicia, sino á santificación. Así que, el que menosprecia, no menosprecia á hombre, sino á Dios, el cual también nos dió su Espíritu Santo” (1 Tesalonicenses 4.1 al 8 – \RVR1909).

La paz y serenidad del ser interior se coadyuva con la oración y meditación contemplativa y reflexiva en Jesús. La Biblia dice: “Mirad que ninguno dé á otro mal por mal; antes seguid lo bueno siempre los unos para con los otros, y para con todos. Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo; porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis el Espíritu” (1 Tesalonicenses 5.15 al 19 – \RVR1909). Además la Biblia aporta muchas de las características de una vida en la espiritualidad de la pureza y santidad:


“Por lo cual, teniendo los lomos de vuestro entendimiento ceñidos, con templanza, esperad perfectamente en la gracia que os es presentada cuando Jesucristo os es manifestado: Como hijos obedientes, no conformándoos con los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; Sino como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda conversación: Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1.13 al 16 – \RVR1909).

El punto de enfoque y concentración mental, tanto en la meditación, oración y reflexión es Jesús, orando siempre con gratitud a nuestro Señor. La comprensión y entendimiento deja atrás la ignorancia, prevalece la conciencia para la santidad:


“Que por él creéis á Dios, el cual le resucitó de los muertos, y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sea en Dios. Habiendo purificado vuestra almas en la obediencia de la verdad, por el Espíritu, en caridad hermanable sin fingimiento, amaos unos á otros entrañablemente de corazón puro: Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios, que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1.21 al 23 – \RVR1909).

El asesor, consejero y guía espiritual es Jesús, como el estilo de vida de camino derecho y dirección correcta. Dios Padre ha establecido que su Hijo sea la espiritualidad para el ser humano: “El corazón del hombre piensa su camino: Mas Jehová endereza sus pasos” (Proverbios 16.9 – \RVR1909). Se cumple la afirmación de Jesús: “Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14.6 – \RVR1909). Somos santificados por la obra redentora de Jesús: “En la cual voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una sola vez” (Hebreos 10.10 – \RVR1909). De manera que Jesús es el Maestro y Mentor directo y exclusivo, enviado por Dios Padre para el crecimiento y desarrollo de la espiritualidad:


“Esto pues digo, y requiero en el Señor, que no andéis más como los otros Gentiles, que andan en la vanidad de su sentido. Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón: Los cuales después que perdieron el sentido de la conciencia, se entregaron á la desvergüenza para cometer con avidez toda suerte de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así á Cristo: Si empero lo habéis oído, y habéis sido por él enseñados, como la verdad está en Jesús, A que dejéis, cuanto á la pasada manera de vivir; el viejo hombre que está viciado conforme á los deseos de error; Y á renovarnos en el espíritu de vuestra mente, Y vestir el nuevo hombre que es criado conforme á Dios en justicia y en santidad de verdad” (Efesios 4.17 al 24 – \RVR1909).

La espiritualidad al día en Cristo Jesús es agradar y obedecer la voluntad de Dios Padre, según el ejemplo que encontramos en Cristo: “ASI que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable á Dios, que es vuestro racional culto. Y no os conforméis á este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12.1 al 2 – \RVR1909). Jesús dice lo siguiente acerca de la voluntad de Dios Padre y que tiene mucha relación con la verdadera espiritualidad:


“Todo lo que el Padre me da, vendrá á mí; y al que á mí viene, no le hecho fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, mas la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del que me envió, del Padre: Que todo lo que me diere, no pierda de ello, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6.37 al 40 – \RVR1909).

Finalmente la espiritualidad requiere los siete componentes de la fe, de lo contrario hay una ceguera espiritual sin la efectividad de la purificación de los pecados pasados:


“Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, mostrad en vuestra fe virtud, y en la virtud ciencia; Y en la ciencia templanza, y en la templanza paciencia, y en la paciencia temor de Dios; Y en el temor de Dios, amor fraternal, y en el amor fraternal caridad. Porque si en vosotros hay estas cosas, y abundan, no os dejarán estar ociosos, ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Mas el que no tiene estas cosas, es ciego, y tiene la vista muy corta, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, procurad tanto más de hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás” (2 Pedro 1.5 al 10 – \RVR1909).

En Hechos de los apóstoles, el apóstol Pedro dice lo siguiente: “… ya hace algún tiempo que Dios escogió que los Gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio, y creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, les dió testimonio, dándoles el Espíritu Santo también como á nosotros; Y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando con la fe sus corazones” (Hechos 15.7 al 9 – \RVR1909). De acuerdo con esta escritura, es necesario el oír la palabra del evangelio para creer, purificando con la fe el corazón mediante recibir el Espíritu Santo. Y este evangelio es por la palabra de Jesucristo, que santifica la iglesia y produce limpieza a manera de un lavado de agua que elimina la mancha: “Maridos, amad á vuestras mujeres, así como Cristo amó á la iglesia, y se entregó á sí mismo por ella, Para santificarla limpiándola en el lavacro del agua por la palabra, Para presentársela gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5.25 al 27 – \RVR1909). Por esta razón, que Jesús sea siempre nuestra gratitud del presente y la espiritualidad del diario vivir:


“Porque la gracia de Dios que trae salvación á todos los hombres, se manifestó. Enseñándonos que, renunciando á la impiedad y á los deseos mundanos, vivamos en este siglo templada, y justa, y píamente, Esperando aquella esperanza bienaventurada, y la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo. Que se dió á sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y limpiar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Esto habla y exhorta, y reprende con toda autoridad. Nadie te desprecie” (Tito 2.11 al 15 – \RVR1909).

En esta espiritualidad adoramos a Jesucristo como el gran Dios Hijo y Salvador, para la honra y gloria a Dios Padre. Jesús es la puerta de la vida eterna: “Yo soy la puerta: el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Juan 10.9 – \RVR1909). Hay que ser limpios como el Hijo es limpio y puros para ser verdaderos hijos de Dios:


“MIRAD cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios: por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoce á él. Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes á él, porque le veremos como él es. Y cualquiera que tiene esta esperanza en él, se purifica, como él también es limpio” (1 Juan 3.1 al 3 – \RVR1909).