LA CRUELDAD E INDIFERENCIA DEL INMISERICORDE


La corrupción se entiende como el uso inadecuado de las costumbres y hábitos, especialmente debido al deterioro de los principios, valores y virtudes. Se manifiesta la impiedad de acciones crueles, sin ningún indicio de espiritualidad, con un desprecio y desinterés del bien propio y de los demás, porque de ninguna manera hay compasión hacia nadie. Prevalece el cortoplacismo carnal y terrenal de la vanidad, sin el interés de lo que corresponda o suceda en lo relacionado con el castigo eterno o la vida en la eternidad. El fin último del inicuo es la satisfacción del placer concupiscente que ofrece la vida presente, sin el asomo alguno de benevolencia o rasgo de benignidad.


Los ángeles del séquito celestial se agradan y ven como bueno, cada vez que un ángel indeciso se decide por la fidelidad y lealtad al Hijo de Dios: “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (Lucas 15.10 – \RVR1909). En su respectivo momento, por causa de la rebeldía de los ángeles caídos, los ángeles indecisos quedaron con la incertidumbre y perplejos por causa de la rebelión. La Biblia formula las siguientes interrogantes:


“¿Quién será aquel que diga, que vino algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no saldrá malo y bueno? ¿Por qué murmura el hombre viviente, el hombre en su pecado? Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová. Levantemos nuestros corazones con las manos a Dios en los cielos. Nosotros nos hemos rebelado, y fuimos desleales; tú no perdonaste” (Lamentaciones 3.37 al 42 – \RVR1909).

La rebelión y deslealtad de los ángeles caídos, fue por las movilizaciones del reclutamiento del ángel caído, que provoca un acto sin impunidad, porque finalmente después del Edén, recibe una sentencia de litigio sin perdón: “Porque si Dios no perdonó á los ángeles que habían pecado, sino que habiéndolos despeñado en el infierno con cadenas de oscuridad, los entregó para ser reservados al juicio” (2 Pedro 2.4 – \RVR1909). Se presenta una disrupción de rotura brusca en la relación de armonía con Dios. Jesús dijo: “Y les dijo: Yo veía á Satanás, como un rayo, que caía del cielo” (Lucas 10.18 – \RVR1909). ¿Cuál es la crueldad e indiferencia del que es un inmisericorde? La crueldad e indiferencia de la persona inmisericorde, es el reclutamiento para la deslealtad e infidelidad a Dios. Así se ensucia el santuario del cuerpo humano, que es el templo del Espíritu Santo de Dios, cuando al inmisericorde no le basta con hacer el daño en perjuicio de sí mismo ante Dios, sino que trata de arrastrar al mal a otros en su entorno. ¿Es o no es consciente un inmisericorde del mal que hace? Analicemos el siguiente caso mencionado por Jesús: “Y él respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, macho y hembra los hizo, Y dijo: Por tanto, el hombre dejará padre y madre, y se unirá á su mujer, y serán dos en una carne? Así que, no son ya más dos, sino una carne: por tanto, lo que Dios juntó, no lo aparte el hombre” (Mateo 19.4 al 6 – \RVR1909). Pero también al principio se presenta el siguiente caso, en claro desafío a lo establecido por Dios: “Y a Enoc le nació Irad, e Irad engendró a Mehujael, y Mehujael engendró a Metusael, y Metusael engendró a Lamec. Y Lamec tomó para sí dos mujeres; el nombre de la una fue Ada, y el nombre de la otra, Zila” (Génesis 4.18 al 19 – \RVR60). Hay una diferencia entre lo que Dios establece como la justicia para el ser humano o lo que Dios le permite en irreverencia al humano, sin llegar al inevitable momento de ser destruido por su mal ejemplo de insolencia, por causa del atrevimiento, descaro, irrespeto y ofensa ante Dios. Desde el principio el ser humano es displicente e indolente ante el Creador: “Y vió Jehová que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6.5 – \RVR1909).


La intención y propósito del designio de una mente abierta, que es verdaderamente libre, es la que sus pensamientos llegan hasta el lugar alto de la habitación de Dios. La mente cerrada es aquella que se ejercita y limita en justificar y practicar la maldad y el pecado, en una continua esclavitud de mal terrenal, distraídos y entretenidos en la cautividad, sin consagración, sin paz y sin santidad. Jesús a sus discípulos les da la oportunidad de la apertura del entendimiento y sentido: “Entonces les abrió el sentido, para que entendiesen las Escrituras” (Lucas 24.45 – \RVR1909). Todo lo contrario, el ángel caído fue el primer cruel e indiferente inmisericorde, que arrastra por reclutamiento para mal a la tercera parte de ángeles del séquito celestial. Luego en el Edén le menciona a Adán y Eva que serán como Dios con el conocimiento del bien y del mal (Génesis 3.5). Jesucristo dijo que desde el principio el ángel caído no permanece en la verdad y es mentiroso (Juan 8.44) y Eva misma reconoce que fue engañada (Génesis 3.13). Además Jesucristo menciona que solo Dios es bueno (Marcos 10.18; Lucas 18.19), porque representa absolutamente el bien y todo lo que es bueno. El ángel caído induce a Adán y Eva en “un yerro” de creer que ser como Dios implica el bien y el mal, sin embargo, Dios es solamente el bien, el ángel caído es quien representa el mal. Por definición, en este “yerro” hay un descuido y equivocación de Adán y Eva, por causa de la confusión e inadvertencia de parte del ángel caído. Aunque, Adán y Eva reciben la advertencia previa directamente de Dios. De manera que hay un dolo de engaño y trampa por parte del ángel caído. En el dolo se comete el delito con voluntad deliberada y consciente de la ilicitud, o sea, en este caso a sabiendas de lo que Dios ha determinado como lícito, según la Ley de Dios que determina lo que es autorizado, justo y permitido.


En este caso el inmisericorde es consciente del mal que hace y que es capaz de perjudicar a los demás, pero no le importa. En su primera caída, el ángel recibe justa retribución de consecuencia y resultado de su decisión, no obstante, en su segunda oportunidad en el Edén y con plena conciencia, se comporta y actúa como un vil ser, que es un cruel e indiferente inmisericorde. Su proceder es corromper con detrimento y perjuicio la personalidad de Adán y Eva en el ser interior. Así contagia y contamina al ser humano con el mal de la corrupción, opera desde las prisiones de oscuridad para destruir la mayor cantidad posible de ángeles indecisos: “Sed templados, y velad; porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando á quien devore: Al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que las mismas aflicciones han de ser cumplidas en la compañía de vuestros hermanos que están en el mundo” (1 Pedro 5.8 al 9 – \RVR1909). Por ejemplo, los hijos de Dios en el comportamiento y conducta, se mezclaron con mujeres de hombres malos y perversos, que corrompieron sus buenas costumbres:


“Y ACAECIO que, cuando comenzaron los hombres á multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, Viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomáronse mujeres, escogiendo entre todas. Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne: mas serán sus días ciento y veinte años. Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que entraron los hijos de Dios á las hijas de los hombres, y les engendraron hijos: éstos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de nombre” (Génesis 6.1 al 4 – \RVR1909).

Tal es el caso del mal ejemplo que encontramos en Salomón, porque no es un asunto de cultura o sociedad, sino de desobediencia a la voluntad de Dios ante los demás observadores o testigos a nuestro alrededor:


“EMPERO el rey Salomón amó, á más de la hija de Faraón, muchas mujeres extranjeras: á las de Moab, á las de Ammón, á las de Idumea, á las de Sidón, y á las Hetheas; Gentes de las cuales Jehová había dicho á los hijos de Israel: No entraréis á ellas, ni ellas entrarán á vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas pues se juntó Salomón con amor. Y tuvo setecientas mujeres reinas, y trescientas concubinas; y sus mujeres torcieron su corazón. Y ya que Salomón era viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos; y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David. Porque Salomón siguió á Astaroth, diosa de los Sidonios, y á Milcom, abominación de los Ammonitas. E hizo Salomón lo malo en los ojos de Jehová, y no fué cumplidamente tras Jehová como David su padre. Entonces edificó Salomón un alto á Chêmos, abominación de Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalem; y á Moloch, abominación de los hijos de Ammón. Y así hizo para todas sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban perfumes, y sacrificaban á sus dioses. Y enojóse Jehová contra Salomón, por cuanto estaba su corazón desviado de Jehová Dios de Israel, que le había aparecido dos veces, Y le había mandado acerca de esto, que no siguiese dioses ajenos: mas él no guardó lo que le mandó Jehová” (1 Reyes 11.1 al 10 – \RVR1909).

Según el comportamiento y la conducta hay hijos de Dios, con la convicción, firmeza y seguridad de obedecer a Dios. Tienen en sus mentes un bloqueo mental del sello de Dios, que les impide o imposibilita cometer pecado, por causa de la conciencia y el diálogo interno con el ser interior. Por esta razón, influye la disciplina, intención, motivación y voluntad conforme al deseo de Dios en sus hijos. Además, están los que se comportan y conducen solamente como hijos de los hombres, que humanamente nada les retrae de lo que piensan hacer, no se apartan ni se disuaden de sus intenciones y voluntades propias, que no toman en cuenta a Dios en sus acciones, actos o hechos: “Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo;… Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un lenguaje: y han comenzado á obrar, y nada les retraerá ahora de lo que han pensando hacer” (Génesis 11.4 al 6 – \RVR1909). Estos seres humanos viven indiferentes a la percepción de la realidad de Dios, porque desprecian la comprensión y el entendimiento del bien de Dios, apegados a una cultura, educación y sociedad distorsionada en lo carnal y terrenal. Hay corrientes del mundo en relación con la normalización de prácticas consideradas como normales, pero que promueven la maldad y perversión, justificadas como una vida aceptada y sistemática de costumbres y tradiciones sociales, que en el fondo ideológico son impiedosas, contrarias a la voluntad establecida por Dios. La crueldad e indiferencia del inmisericorde, puede ser el mal ejemplo de una persona en lo individual o un sistema en lo colectivo, que corrompe la sociedad en general. La Biblia dice: “Que habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, detractores, desobedientes á los padres, ingratos, sin santidad, Sin afecto, desleales, calumniadores, destemplados, crueles, aborrecedores de lo bueno, Traidores, arrebatados, hinchados, amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3.2 al 4 – \RVR1909).


Estos hijos de los hombres, o sea, los seres humanos con sus propias creencias apegadas y limitadas solamente a su naturaleza humana, están cautivos y viven en cautividad. Son presos dominados por su condición o estado característico de su identidad natural en su ser interior, prisioneros del enemigo de Dios y vencidos a través de sus afectos y pasiones contrarios a la voluntad de Dios. La gravedad es la capitulación de la rendición entregada al sometimiento del mal y la perversión. Esto implica la prisión del desenfreno en la corrupción y vicio con degeneración, inmoralidad y perdición. La Biblia dice: “Que el siervo del Señor no debe ser litigioso, sino manso para con todos, apto para enseñar, sufrido; Que con mansedumbre corrija á los que se oponen: si quizá Dios les dé que se arrepientan para conocer la verdad, Y se zafen del lazo del diablo, en que están cautivos á voluntad de él” (2 Timoteo 2.24 al 26 – \RVR1909). Los cautivos sufren la crueldad e indiferencia del inmisericorde que los aprisiona y oprime en el cautiverio de la maldad. En relación con esta situación, Jesús dijo: “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, es siervo de pecado. Y el siervo no queda en casa para siempre: el hijo queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8.34 al 36 – \RVR1909). Los esclavos del pecado están encadenados igualmente en prisiones de oscuridad de la maldad. Únicamente el Hijo de Dios les puede dar libertad, para ser verdaderamente libres del reclutamiento del enemigo de Dios.