Creencias


TABLA DE CONTENIDO



I) CONOCIMIENTO INICIAL.


A) LA DEIDAD O DIVINIDAD.



1) Dios Padre.


Dios Padre es el Ser Supremo, que no tiene superior en su orden (1 Crónicas 29.11 al 12; 1 Corintios 15.24 al 28). Es el Todopoderoso (Génesis 17.1), que existe por sí mismo como Dios eterno (Génesis 21.33; Job 36.26), y es el creador de toda la existencia (Génesis 1.1; Hechos 17.24). Entre sus atributos están los siguientes:


Celoso (Éxodo 34.14; Deuteronomio 6.14 al 15),


Eterno (Deuteronomio 33.27; Isaías 40.28),


Inescrutable (Job 5.8 al 9; Romanos 11.33),


Inmutable (Hebreos 6.17 al 18),


Invisible (Romanos 1.20; Colosenses 1.15; 1 Timoteo 1.17; Hebreos 11.27),


Justo (Éxodo 9.27; Deuteronomio 32.3 al 4; 2 Crónicas 12.6; Esdras 9.15; Isaías 30.18),


Misericordioso (Éxodo 34.6; Deuteronomio 4.31; 2 Crónicas 30.9; Salmos 86.15, 145.17; Jeremías 3.12),


Omnipotente (Génesis 35.11, 43.14; Salmos 91.1; Ezequiel 10.5), y


Santo (Levítico 11.44 al 45, 19.2, 21.8; Josué 24.19; Isaías 5.16, 43.15).


Dios es Espíritu (Juan 4.24), sin embargo, para que la humanidad entienda mejor a Dios, se le han dado características físicas similares a las del ser humano, entre algunas están: ojos, oídos (Salmos 11.4, 34.15), brazos, manos y rostro (Salmos 11.7, 89.13 al 14, 119.73).


1.1) Nombres de Dios.


Su nombre es un tetragrámaton representado con las siguientes letras: YHVH, que se asocia con el significado de Ser o hacer que exista (Éxodo 3.13 al 15). Para lograr su pronunciación fue necesario agregarle vocales, quedando Yahveh o la forma latinizada Jehovah, de donde provienen las trascripciones al castellano de Yavé o Jehová (Salmos 8.1, 83.18, 113.1 al 3, 135.13). Además se le llama Señor (Génesis 15.2, 8; Éxodo 23.17, 34.23), y Padre (Isaías 63.16, 64.8; Lucas 11.2; Juan 17.1 al 5). Se acostumbra en la Biblia acompañar el Nombre de Dios con alguna de las siguientes cualidades: Altísimo, Estandarte, Pacificador, Pastor, Proveedor, Sanador y Viviente (Génesis 14.18 al 20, 22.13 al 14; Éxodo 15.26, 17.15; Josué 3.10; Jueces 6.24; Salmos 23.1; Jeremías 23.6). Se le conoce como Jehová de los ejércitos y Santo de Israel (Isaías 1.4, 5.24, 54.5; Oseas 12.5). Antes de Moisés se manifestó como Dios Omnipotente, pero después de Moisés se dio a conocer con el nombre de Yavé o Jehová (Éxodo 6.2 al 3).


1.2) Unicidad de Dios frente a los dioses.


El Dios Creador es único frente a los dioses de los pueblos politeístas. En su sola potestad no tiene igual. Antes de él no fue formado otro ni después de él habrá otro igual, existía antes que hubiera día y lo que hace no hay quien lo estorbe (Isaías 43.10 al 13). En el cuarto día de la creación hizo el sol, la luna y las estrellas, de manera que es superior a los astros adorados mediante la idolatría y es más grande que todos los dioses (Éxodo 18.11; Salmos 95.3, 96.5). Es abominación servir a dioses ajenos e inclinarse ante ellos (Levítico 26.1), ya sea al sol, la luna, a todo el ejército del cielo (Deuteronomio 17.2 al 5) o a los signos del zodíaco (2 Reyes 23.5). El ser humano se olvidó de su Creador, se inclinó y rindió culto a las criaturas, a pesar de conocer a Dios, su eterno poder y deidad, claramente visibles desde la creación del mundo por medio de las cosas hechas (Romanos 1.20 al 25). Dios es único (Deuteronomio 6.4; Isaías 45.5 al 6; Santiago 2.19), porque absolutamente nada puede quitarle su lugar, hay que amar a Dios de primero, Jesús manifestó el mandamiento de amar a Dios con todo el corazón, vida, mente y fuerzas (Marcos 12.28 al 34). La unicidad de Dios es frente a estos dioses paganos, por lo tanto, no hay más que un Dios.


“pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él” (1 Corintios 8.4 al 6).


1.3) Dios comparte la gloria con su Hijo.


Dios no quiso que se le diera la gloria a nadie más sino a su propio Hijo, a quien exaltó para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Filipenses 2.9 al 11). Esto lo encontramos en el libro del profeta Isaías, donde se declara frente a los ídolos de Babilonia que no hay más Dios que él, no hay otro Dios y nada semejante a él (Isaías 20 al 23, 46.9). En el contexto de los falsos dioses Dios anunció su mensajero, su siervo en quien tiene contentamiento, puso sobre él su Espíritu para que trajera justicia a las naciones (Isaías 41.21 al 42.5), este es su Hijo Jesús a quien Dios glorificó (Hechos 3.13), porque había prometido que no le daría su gloria a nadie más que no sea su mensajero y siervo escogido, ni le daría su alabanza a esculturas.


“Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas. Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas” (Isaías 42.6 al 8).


Es así como en el evangelio de Juan encontramos que Cristo es glorificado por su Padre (Juan 8.54). A su vez el Padre es glorificado en él (Juan 13.31 al 32). Esto fue testificado cuando se oyó desde el cielo la voz del Padre confirmando que glorificaría su nombre (Juan 12.28 al 30). Esta virtud de Cristo de exaltar al Padre y por el mérito de hacer la obra que se le encomendó, es que Dios también le glorificó al lado suyo (Juan 17.1, 4 al 5).


1.4) Pluralidad de Dios frente a su Hijo.


La pluralidad de Dios, o sea, Dios de Dios, una forma de plural en el idioma hebreo de “Elohim”, que frente a su Hijo, o sea, Dios Padre y Dios Hijo, la encontramos desde el principio de la creación cuando Dios dijo: “… Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” (Génesis 1.26). También está en el pasaje de la construcción de una ciudad con la torre de Babel cuando Jehová dijo: “… Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua…” (Génesis 11.6 al 7). Esta relación entre Padre e Hijo es una Dilatría claramente señalada en muchos pasajes de las Sagradas Escrituras, que muestran su poder y supremacía. En la carta a los Hebreos nos dice lo siguiente del Hijo comparado con su Padre: “… el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia… se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos” (Hebreos 1.3 al 4). En una ocasión que Jesús oraba por sus discípulos al Padre y expresa lo siguiente: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17.5). La explicación de esto se encuentra al inicio del evangelio de Juan (Juan 1.1 al 2), que parafraseamos así: el Verbo o Palabra (que es el Hijo) es un Dios que está con Dios (el Padre), o sea el Hijo era en el principio con el Padre. Además manifiesta. “Y aquel verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad… A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1.14, 18).


Dios Hijo es el que fue manifestado en carne y recibido arriba en gloria (1 Timoteo 3.16). Por eso es superior a los ángeles porque Dios es su Padre y lo hizo su Hijo (Hebreos 1.5 al 6). Otro pasaje en la carta a los Hebreos llama al Hijo como Dios y menciona que fue ungido por su Dios (el Padre): “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino. Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros” (Hebreos 1.8 al 9). Este texto hace alusión a Salmos 45.6 al 7. Dios Padre ha exaltado a su Hijo Jesús con su diestra (Hechos 2.33, 5.31). Esteban lleno del Espíritu Santo, viendo en dirección al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús a su diestra (Hechos 7.55 al 56). Cristo Jesús antes de ser enviado por su Padre y estando en forma de Dios, no se aferró a mantenerse como Dios, sino que se despojó a sí mismo y vino como ser humano en carne (Filipenses 2.5 al 8), luego volvió al cielo de Dios y se sentó a la diestra de su Padre hasta poner a sus enemigos por estrado de sus pies (Salmos 110.1; Hechos 2.34 al 36; Colosenses 3.1; Hebreos 1.13, 8.1, 10.12 al 13), así es como se sentó al lado del Padre en su trono (Apocalipsis 3.21). Antes de subir confesó que iba a su Dios y Padre: “… subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20.17). Por lo tanto, el Hijo no es un solo Dios con el Padre, sino que el Padre es Dios de su Hijo (Marcos 15.34; 1 Pedro 1.3; Apocalipsis 1.1, 3.12).


1.5) Plenitud de Dios en su Hijo.


El Padre dio a su Hijo de la plenitud de su poder y atributos. En él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad y es cabeza de todo principado y potestad (Colosenses 2.9 al 10), porque el Hijo es la imagen del Dios invisible (Colosenses 1.15; 2 Corintios 4.4) y el primogénito de toda creación, por cuando agradó al Padre que en él habitase toda plenitud (Colosenses 1.15 al 19). El Padre es invisible (Colosenses 1.15; 1 Timoteo 1.17), pero su Hijo le ha dado a conocer.


En el Apocalipsis se hace referencia del Señor Jesucristo como el que ha de venir Todopoderoso (Apocalipsis 1.8). También se dice que es digno de poder, riquezas, sabiduría, fortaleza, honra, gloria y alabanza, por los siglos de los siglos (Apocalipsis 5.12 al 13). Jesús prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 28.20), esto es omnipresencia. Otro atributo es que el Hijo es Dios Salvador (Hechos 5.31; Tito 2.13). También está presente la omnisciencia en el Hijo de Dios (Mateo 12.25; Juan 2.24 al 25, 16.30).


1.6) Unanimidad de Dios con su Hijo.


Jesús dijo que nadie había visto al Padre, salvo él mismo (Juan 6.46) y los ángeles que están en el cielo (Mateo 18.10). Por medio del Hijo es que conocemos al Padre. A Dios nadie le vio jamás (Juan 1.18). A través de Jesús histórico con los hechos de su vida demostró tener a Dios Padre en su corazón, porque hizo visible ante la humanidad al Padre en su forma de ser (Juan 14.7 al 10), en unidad, propósito, gracia, misericordia, paz, verdad y amor (2 Juan 3). El Padre y el Hijo son de un mismo parecer, así como ambos son uno (Juan 10.30), también nosotros es necesario que seamos unánimes con ellos, en perfecta unidad y amor (Juan 17.11, 20 al 26).


1.7) Dios es mayor que su Hijo.


El Padre es la cabeza de Cristo (1 Corintios 11.3). Jesucristo admitió la potestad del Padre (Mateo 20.23, 24.36; Hechos 1.7), confirma que su Padre es mayor que él (Juan 14.28), inclusive luego del fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia, entonces el Hijo se sujetará al Padre, para que Dios Padre prevalezca sobre todo (1 Corintios 15.24 al 28). Otras expresiones del Hijo demuestran que está sujeto al Padre, por ejemplo, “… ni el enviado es mayor que el que le envió…” (Juan 13.16), además, “… porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió” (Juan 8.42). Jesús dice que no puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre así hará igualmente (Juan 5.19), cuando ora al Padre para que pase de él la copa, pero que no se haga su voluntad sino la del Padre (Lucas 22.41 al 42), o cuando dice que hace lo que le agrada al Padre (Juan 8.25 al 29).


1.8) Dios como Padre desde el principio.


Desde el principio de la creación Dios se ha manifestado como Padre, prueba de esto es que el evangelio de Lucas declara a Adán como hijo de Dios (Lucas 3.38). En Génesis encontramos que después que a Set le nació un hijo por nombre de Enós, entonces las personas empezaron a invocar el nombre de Jehová. Este pueblo de hijos de Dios son los que se mezclaron con mujeres de los hombres que no clamaban a Dios (Génesis 6.1 al 5). Pero Noe halló gracia ante los ojos de Jehová y era varón justo, perfecto en sus generaciones que caminó con la voluntad de Dios (Génesis 6.8 al 9). En Job también se habla de hijos de Dios que se presentaban delante de Jehová (Job 2.1).


2) Jesús, el Hijo de Dios.


Jesús es el Hijo de Dios Padre (Juan 1.49). Jesús mismo lo afirma (Lucas 22.70 al 71; Juan 10.36, 11.4, 19.7). Y es el mediador entre Dios Padre y los seres humanos (1 Timoteo 2.5). Es el unigénito Hijo de Dios (Juan 3.16 al 18), el Verbo que fue hecho carne, habitó entre nosotros y vimos su gloria como del unigénito del Padre (Juan 1.14). Cuando llegó el cumplimiento del tiempo, el Padre envió a su Hijo (Juan 8.42; Gálatas 4.4). Fue profetizado (Génesis 49.10; Isaías 7.14) y engendrado en la virgen María (Lucas 1.30 al 31). Es el Mesías (Juan 4.25 al 26), reconocido como el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mateo 16.16).


2.1) Preexistencia y deidad del Hijo de Dios.


Hay preexistencia en el Hijo de Dios (Juan 8.58). Fue creado por Dios el Padre (Salmos 2.7; Hechos 13.33; Hebreos 1.5, 5.5). Este también es un ser con esencia divina en forma de Dios (Filipenses 2.5 al 6). El Padre constituyó al Hijo como heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo (Hebreos 1.1 al 2). Es el principio de la creación (Apocalipsis 3.14). Se hace alusión a él cuando Dios en el primer día hizo la luz (Génesis 1.3; 2 Corintios 4.6), ya que Juan lo relaciona con la luz (Juan 1.4 al 9, 3.19 al 21), y Jesús mismo se hace llamar la luz (Juan 8.12, 9.5, 12.35, 46). Nótese en el primer capítulo de Génesis que la luz del sol, la luna y las estrellas fue creada hasta el día cuarto y no el primer día (Génesis 1.14 al 19).


El Hijo estaba con el Padre cuando se afirmó todos los términos de la tierra (Proverbios 30.4), veía cada día que era bueno el avance de la misma y como iba quedando cada elemento creado (Génesis 1.4, 10, 12, 18, 21, 25, 31). Jesús era el Verbo o Palabra que acompañaba al Padre ordenándolo todo, el libro de Proverbios lo personifica en la sabiduría (Proverbios 8.22 al 30). El Hijo en el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho (Juan 1.10). Todas las cosas por él fueron hechas y sin él nada se hubiera hecho (Juan 1.3), ya que en él fueron creadas todos los componentes de la existencia, todo fue creado por medio de y para él, es antes de todas las cosas de la creación, y todas las cosas en él subsisten (Colosenses 1.16 al 17), porque el Padre amó al Hijo desde antes de la fundación del mundo (Juan 17.24).


2.2) Diferencias entre el Hijo y el Padre.


El apóstol Pablo en el saludo de todas sus cartas menciona a Dios el Padre y al Señor Jesucristo por aparte (Romanos 1.1 al 7; 1 Corintios 1.1 al 9; 2 Corintios 1.1 al 4; Gálatas 1.1 al 5; Efesios 1.1 al 5; Filipenses 1.1 al 2; Colosenses 1.1 al 3; 1 Tesalonicenses 1.1 al 3; 2 Tesalonicenses 1.1 al 2, 12, 2.16; 1 Timoteo 1.1 al 2; 2 Timoteo 1.1 al 2; Tito 1.1 al 4; Filemón 1.1 al 3). Tanto el Padre como el Hijo, cada uno tiene vida en sí mismo (Juan 5.26), sin embargo, así como se menciona el árbol de la vida en Génesis y en Apocalipsis, significa que siempre existirá dependencia hacia el Padre que no tiene principio (Job 36.26; Salmos 90.2), a diferencia su Hijo fue el principio de la creación de Dios (Apocalipsis 3.14). El Padre es Espíritu (Juan 4.24), el espíritu no tiene carne ni huesos (Lucas 24.39). Jesús tanto en su preexistencia como en su vida sobre la tierra tuvo cuerpo, ya que existe cuerpo celestial y cuerpo terrenal (1 Corintios 15.39 al 40). Jesucristo vino a este mundo como persona (1 Pedro 1.10 al 11) en carne (Juan 1.14; Hebreos 5.7; 1 Juan 4.2), y engendrado en la virgen María, de manera que María es madre de Dios Hijo y no del Padre. Jesucristo fue realmente enviado por el Padre (Juan 17.1 al 8), y cuando estuvo aquí en la tierra verdaderamente él oraba y hablaba con su Padre que estaba en el cielo.


Otra diferencia es que el Padre no se arrepiente (Números 23.19; 1 Samuel 15.29), mientras que el Hijo se arrepiente de haber contribuido en la creación del ser humano (Génesis 6.1 al 8), debido a la maldad de los varones del pueblo de Dios que se mezclaron con las mujeres paganas de la tierra. También la Biblia habla de un Jehová que menciona el nombre de otro Jehová: “Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle. Y dijo Jehová a Satanás. Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda…” (Zacarías 3.1 al 3). Se menciona que Moisés habló cara a cara con Jehová (Éxodo 33.11; Números 12.5 al 8; Deuteronomio 34.10), pero a través de Jehová Hijo que era el mensajero y ángel de Jehová Padre (Hechos 7.30, 35 al 38). Lo mismo sucedió con Abraham cuando le apareció Jehová Hijo con dos ángeles más, previo a la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra (Génesis 18.1 al 2, 16 al 19.1). En tiempo de Moisés los hombres vieron la gloria, la grandeza y aún oyeron la voz de en medio del fuego, y pudieron seguir vivos (Deuteronomio 5.24 al 27), sin embargo, ningún ser humano ni el mismo Moisés podía ver el rostro de Jehová Padre (Éxodo 33.17 al 23).


3) Espíritu Santo.


Existe el Espíritu Santo de Dios (Efesios 4.30), como el poder del Padre que opera en nosotros (Romanos 15.19; 1 Corintios 2.4 al 5). Nos revela todas las cosas de él, ya que es el Espíritu que procede del Padre (Juan 15.26; 1 Corintios 2.10 al 12), por lo tanto el Espíritu Santo es poder de lo alto (Lucas 24.49), que ayuda a discernir espiritualmente (1 Corintios 13 al 14). Es dado en todo aquel que teme a Dios y obedece a sus mandamientos (Hechos 5.32). Además, es una promesa del Padre (Lucas 24.49), según su voluntad (Hebreos 2.4), repartiendo dones espirituales a cada uno en particular como él quiere (1 Corintios 12.11), también da frutos en el ser humano (Gálatas 5.22 al 25). Es un poder divino para que el ser humano participe de la naturaleza divina, dando fe, virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal y amor (2 Pedro 1.3 al 8).


3.1) Funciones.


El Espíritu Santo es un poder enviado por el Padre, con la función de enseñar, recordar y guiar (Juan 14.26; Juan 16.13), por esto es el Espíritu de verdad, que está alrededor y dentro de las personas (Juan 14.17), específicamente en los creyentes (Hechos 2.38), dándoles testimonio acerca de Jesús (Juan 15.26), consolando y aliviando la aflicción de cada persona (Juan 14.16).



3.2) Manifestaciones.


La Escritura menciona que la manifestación del Espíritu es para beneficio (1 Corintios 12.7). El Espíritu es el mismo, pero se manifiesta a través de los dones, ministerios y operaciones (1 Corintios 12.4 al 6). Los dones espirituales se pueden anhelar y procurar abundar en ellos, para edificación de la Iglesia (1 Corintios 14.12), sin embargo, es el Espíritu el que reparte a cada uno en particular como él quiere (1 Corintios 12.11). Todo lo que se recibe para beneficio según la gracia que nos es dada, es un don de Dios, ya sea el don de profecía, servicio, enseñar, exhortar, repartir, presidir o el de misericordia (Romanos 12.6 al 8). Todos son dones, pero se pueden clasificar en ministerios, aquellos que involucran la vocación de servir a los demás en forma de oficio o cargo, con responsabilidades asignadas a su labor, por ejemplo, la función del apostolado, profeta o maestro (1 Corintios 12.28 al 31). Entre los dones hay algunos que benefician directamente a la persona que lo recibe, ya que aprenden a vivir la vida en Dios y mejoran su conducta, como la sabiduría, ciencia y fe, pero otros son actividades en beneficio de los demás, que son operaciones como los dones de sanidades, hacer milagros, profecía, discernimiento de espíritus, diversos géneros de lenguas e interpretación de lenguas (1 Corintios 12.8 al 10).



3.3) Símbolos.


Encontramos en la Biblia los siguientes símbolos que representan al Espíritu Santo:


a) Aceite (1 Samuel 16.12 al 13; Salmos 89.20), simboliza la unción.


b) Agua (Juan 7.38 al 39; 1 Corintios 6.11), representa la limpieza.


c) Dedo de Dios (Éxodo 31.18; Mateo 12.28; Lucas 11.20), es la obra de Dios a través de su Espíritu.


d) Fuego (Hechos 2.3 al 4), es el avivamiento y purificación.


e) Paloma (Mateo 3.16), es lo apacible y pacificador.


f) Sello (2 Corintios 1.21 al 22; Efesios 1.13 al 14, 4.30), es la señal de pertenencia.


g) Viento (Juan 3.8, 20.22; Hechos 2.2 al 4), es la acción y fuerza de movimiento.


3.4) Templo del Espíritu Santo.


El ángel de Jehová se le apareció a Moisés en el monte Horeb o Sinaí en llama de fuego en medio de una zarza, diciéndole que aquel lugar es tierra santa (Éxodo 3.1 al 5; Hechos 7.31 al 33). Este era el monte de Dios donde tiempo después Moisés recibió las dos tablas de piedra (los diez mandamientos), y se le llama al pueblo como gente santa (Éxodo 19.1 al 6). El territorio del pueblo de Israel llegó a tener el santuario o tabernáculo de reunión, que era el lugar santo, como Jehová lo ordenó a Moisés (Éxodo 25.8 al 9). De entre todos los pueblos solamente en Israel había un tabernáculo con la presencia de Dios (Éxodo 33.7 al 11).


A través del tiempo Moisés murió (Deuteronomio 34.5 al 6), y Josué fue su sucesor por elección de Dios (Josué 1.1 al 2); así sucesivamente fue pereciendo el pueblo de Israel, pero el santuario o tabernáculo de reunión se mantuvo entre ellos en forma movible y fácil de transportase de una parte a otra, hasta que el rey David pensó en construir un templo (1 Crónicas 17.1 al 6). Dios se lo concedió por medio de Salomón hijo de David, construyendo aquel templo que le dio paredes sólidas y fijas al santuario o tabernáculo de reunión (2 Crónicas 3.1 al 2). Ahora la tierra de Israel tenía el templo y éste conforme a lo dispuesto en el tabernáculo, incluía un velo (Éxodo 26.30 al 33), el cual se rasgó en dos, de arriba abajo, cuando Jesús expiró en la cruz (Mateo 27.50 al 51; Marcos 15.37 al 38; Lucas 23.45 al 46). La palabra de Dios explica que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto estuviera la primera parte del tabernáculo (Hebreos 9.8). Este velo establecía separación entre la primera parte, llamada el Lugar Santo, en donde estaba el candelabro, la mesa y los panes de la proposición, y tras el velo el Lugar Santísimo que tenía un incensario de oro y el arca del pacto, con una urna que contenía maná, la vara de Aarón que reverdeció y las tablas del pacto (Hebreos 9.2 al 5), todo representativo de Jesucristo, en el mismo orden. La luz del mundo (Juan 8.12, 9.5), el pan sin levadura, que es la palabra sin alterar (1 Corintios 5.7 al 8), la puerta (Juan 10.9), olor fragante que agrada a Dios (2 Corintios 2 .15), el pan de vida que descendió del cielo (Juan 6.30 al 59), el buen pastor (Juan 10.11 al 16; Hebreos 13.20; 1 Pedro 2.25) y la obediencia a los mandamientos (Hebreos 10.9).


En el tema de las celebraciones rituales, la Biblia menciona un pasaje en donde se describe que se tenían que celebrar en el lugar que Dios escogiere, para que habitara ahí su nombre, ya que no se podía en cualquiera de las ciudades que tenían, sino en la que Dios escogiere (Deuteronomio 12.11 al 14). Con el tiempo Jerusalén fue el centro de adoración y de las celebraciones rituales, máxime por la construcción del templo. Sin embargo, Jesús predijo la destrucción del mismo y en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (Mateo 24.1 al 2, 15 al 21, Marcos 13.1 al 2, 14 al 19, Lucas 21.5 al 6, 20 al 24). Porque era necesario desplazar el centro de adoración y extenderlo a todas las naciones, abarcando geográficamente el planeta entero y reformarlo de lo literal a lo espiritual.


Jesús le dijo a la mujer samaritana que vendría la hora en que se adoraría al Padre en espíritu y en verdad (Juan 4.19 al 26). Alrededor del año setenta el templo fue destruido por completo y pasó a ser el cuerpo humano, que se constituye en templo para morada de Dios en Espíritu (Efesios 2.22), casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo (1 Pedro 2.4 al 5). Esta casa espiritual son los creyentes (Hebreos 3.1 al 6), tanto individualmente, como en comunidad de fe (1 Timoteo 3.15). Jesucristo comparó su cuerpo como templo (Juan 2.16 al 22), y en la palabra encontramos que las personas son el templo del Dios viviente, porque Dios mismo habita y anda entre ellos (2 Corintios 6.16). Este pasaje hace alusión a una declaración del profeta Ezequiel que dice que Dios pondría su santuario entre ellos para siempre (Ezequiel 37.26 al 27). Así como Jesús ingresó al lugar santísimo de Dios (Hebreos 8.1 al 2, 9.24 al 26), también Dios por medio de su Hijo Jesucristo entra en nuestras vidas para que lo recibamos y aceptemos con todo el corazón, porque Dios puso una luz para que alumbrara el camino del ser humano (Salmos 43.3). Jesús en su primera venida, proclamó ser el camino, la verdad y la vida (Juan 14.6).


B) CREACIÓN DE DIOS.


Dios es el creador de todas las cosas, sean visibles e invisibles (Isaías 42.5; Malaquías 2.10; Hechos 4.24, 17.24; 2 Pedro 3.5; Apocalipsis 4.11, 14.7). Hizo el universo y todo lo que en el mismo hay, incluyendo el séquito celestial. Creo los cielos y la tierra cuando no había nada (Hebreos 11.3), todo lo hizo perfecto en el principio, acompañó nuestro sistema con el sol y nuestro planeta con la luna. Hizo las estrellas, planetas y galaxias. En la tierra creo toda clase de animales, acuáticos, terrestres y volátiles, también le dio existencia a los árboles y plantas de toda especie, una vez que estaba hecho el hábitat necesario, formó al ser humano y le dio obras, tanto materiales como espirituales, para que anduviera en ellas (Génesis 1.1 al 27, 2.7 al 19; Efesios 2.10; 2 Timoteo 3.17).


4) Siete días de creación.


Cuando Dios formó a Adán y Eva no los hizo con apariencia de bebés recién nacidos, así mismo toda la creación aparentaba tener una cantidad de años superior a su existencia, por ejemplo, el petróleo tiene esta apariencia, sin embargo la creación tiene alrededor de seis mil años de existir. Hay varias posiciones al respecto, tal como dice la Escritura, es que Dios hizo todas las cosas en seis días y el séptimo lo descansó (Éxodo 20.11). Dios el Todopoderoso no necesitó de seis mil años para crear los cielos y la tierra y todo lo que en ellos hay, ya que algunos así lo consideran, inclusive hay quienes piensan que duró millones de años en un proceso de evolución. Para Dios mil años es como un día y un día es como mil años (2 Pedro 3.8), no obstante en la creación la Escritura menciona días de tarde y mañana (Génesis 1.5, 8, 13, 19, 23 y 31), los cuales son días literales, por cierto en el nuevo pacto el autor de la epístola a los Hebreos señala el día séptimo como el reposo de Dios de todas sus obras (Hebreos 4.4), el cual es un día literal y semanal. Así lo entendió el pueblo de Israel que por miles de años han dedicado el sábado semanal como un día especial de descanso y conmemoración. Además Adán vivió novecientos treinta años y murió (Génesis 5.5), esto significa que si cada día de la creación hubiera sido de mil años, entonces el tiempo real de vida de Adán superaría los mil años, ya que él fue creado el sexto día, pero su vida se extendió más que este día. Matusalén es la persona que más vivió con novecientos sesenta y nueve años (Génesis 5.27), sin embargo el relato del Génesis acerca de estas personas es posterior al séptimo día de creación.


5) Adán y Eva, una misma humanidad.


Los primeros seres humanos que Dios creo fueron Adán y Eva, de estos dos se formó toda la raza humana (Hechos 17.26). Eva pasó a ser madre de todos los vivientes (Génesis 3.20). Luego que Dios creo a Adán dijo que no era bueno que él estuviera solo, así que le hizo una compañera (Génesis 2.18, 21 al 24), de manera que Dios creo al varón y a la hembra (Génesis 1.27), que Jesús mismo hace mención (Mateo 19.4 y Marcos 10.6). Por lo tanto, siendo los únicos seres humanos del momento tuvieron hijos e hijas (Génesis 5.4), por consiguiente de estas mujeres es que Dios permitió a Caín tomar a una de sus hermanas por mujer, no es de extrañarse porque eran los primeros en habitar la tierra y tenían que reproducirse entre parientes, lo mismo sucedió con su hermano Set. Tenemos el caso de Abraham y Sara que eran esposos a pesar de ser medios hermanos (Génesis 20.12), pues ella era hija de Taré el padre de Abraham, si sucedió esto mucho tiempo después de Adán y Eva, entonces no debe asombrarnos el hecho de que Caín haya tomado por mujer a una hermana. Esta costumbre cuando llegó la era levítica se eliminó totalmente (Levítico 18.6), ya que se prohíbe el matrimonio con pariente cercano.


6) Institución del Matrimonio.


El origen del matrimonio procede de Dios, así como lo instituyó desde la creación con la primera pareja, Adán y Eva (Génesis 2.21 al 24; Mateo 19.4 al 6), por lo tanto el matrimonio es una institución divina (Génesis 1.27 al 28, 2.18). Es la palabra de Dios la que une realmente a la pareja, siendo fundamental el matrimonio civil o ley del marido (Romanos 7.1 al 3), que es la base para documentar las genealogías (ascendientes de cada persona o familia) (Génesis 46.8 al 27; Éxodo 6.14 al 25; Números 1.2, 18, 26.1 al 27.11; 1 Crónicas 5.7, 17). Para el matrimonio es fundamental que prevalezca el consentimiento de la pareja, por ejemplo, en el caso de las hijas de Zelofehad que necesariamente por cuestiones de heredad, necesitaban casarse con personas de su misma tribu, Dios dijo que se casaran como a ellas les placiera, o sea con la pareja que les guste conforme a su propia voluntad, siempre con el requisito de que fuera de su propia tribu por cumplir con la necesidad que había en el contexto de la situación, pero vemos que el matrimonio es una decisión de la pareja en forma voluntaria y no forzada irrespetando su consentimiento (Números 36.1 al 12).


En la era patriarcal, hubo algunos casos de matrimonios con parientes cercanos, ya que prefirieron hacerlo así, antes de hacer yugo desigual emparentando con pueblos que servían a dioses ajenos (Deuteronomio 7. 2 al 4). Esta enseñanza también la encontramos en el nuevo pacto (2 Corintios 6.14 al 16). En el caso de Abraham y Sara (Génesis 11.29, 20.12), eran hermanos de Padre. Isaac tenía parentesco con Rebeca (Génesis 24.47), ya que era nieta del tío de Isaac. Jacob era primo de Raquel (Génesis 29.10), pero de Moisés para acá la situación cambió, a partir de ahí se prohibió el matrimonio entre parientes (Levítico 18.6 al 17).


La Escritura compara a la persona que halla esposa con hallar el bien (Proverbios 18.22), esto significa que hay que ser diligente, en buscar y encontrar la esposa con las características que se prefiere, especialmente en la forma de ser, de actuar, de expresarse y comportarse. Es importante que ambos se completen con una relación armoniosa, así como se relaciona a Cristo con su Iglesia (Efesios 5.25 al 27). Dice la palabra que el varón es cabeza de la mujer (1 Corintios 11.3), por consiguiente el marido es cabeza de su esposa (Efesios 5.23 al 24), pero no como sometimiento del uno contra el otro, sino en forma recíproca, o sea igual en la correspondencia de ambas partes en el temor a Dios (Efesios 5.21). El varón es cabeza como fuente de vida y procedencia (1 Corintios 11.8 al 12), como marido debe velar por el cariño y amor a su esposa, cuidándola como a su propia carne (Efesios 5.28 al 33), dando honor a la mujer como a vaso más frágil o de mayor cuidado (1 Pedro 3.7). Entonces las casadas deben estar sujetas a sus maridos, en el sentido de unidad y armonía como lo hacen con el Señor (Efesios 5.22). El marido no es cabeza en el sentido de sometimiento, porque aquel que no es creyente, su esposa no tiene porqué someterse a él, si no hay mutuo consentimiento, ya que la persona sea hombre o mujer, no está sujeto o sujeta a servidumbre en tales casos (1 Corintios 7.12 al 17). En el nuevo pacto se escribe que honroso sea en todos el matrimonio (Hebreos 13.4).


6.1) Divorcio.


En la Biblia encontramos varios enfoques acerca del divorcio.


Durante Moisés:


La ley le permitía al varón escribir carta de divorcio, justificado por hallar en su cónyuge alguna cosa indecente. Una vez entregada la carta, podía despedirla de su casa (Deuteronomio 24.1). La mujer quedaba libre del matrimonio y adquiría el derecho a casarse nuevamente (Deuteronomio 24.2).


En el pasaje anterior no aclara la cantidad de divorcios y de matrimonios que tiene derecho la mujer según esta ley, pero si ella se unía en matrimonio a otra persona, rotundamente su primer marido perdía todo derecho de reconciliación, inclusive aunque ella enviudara o se divorciara (Deuteronomio 24.3 al 4).


En tiempo de Jesús:


Jesús retoma la ley anterior (Mateo 5.31), y aclara que es permitido el divorcio, siempre y cuando es la infidelidad sexual la causa que se encuentre indecente en el cónyuge (Mateo 5.32). Además explica que no se puede dar divorcio por cualquier causa, ya que esto no justifica el rompimiento del lazo matrimonial. Se comete adulterio (Mateo 19.9) cuando hay otra unión matrimonial con separación legal en forma injustificada (sin cumplir con este proceso del derecho a la carta de divorcio). Entonces Jesús mantiene la ley del divorcio pero aclara y limita el acto de indecencia a la infidelidad sexual. En este sentido los discípulos pensaban que podía ser por cualquier causa el divorcio, pero con la salvedad que hace Jesús entienden que no es así (Mateo 19.10).


Ahora bien, esta ley se interpretaba y aplicaba a favor del varón, al otorgarle exclusividad en el repudio, pero Jesús hace otra aclaración en este sentido, ya que afirma que la ley es para ambos, o sea que no se pueden repudiar el uno al otro y casarse con otra persona, sin una verdadera y justificada razón de ruptura del lazo matrimonial (Marcos 10.11 al 12). Hay que recordar que el adulterio es la unión sexual entre un hombre casado y una mujer que no es su propia esposa, y entre una mujer casada y un hombre que no es su propio marido.


En la época de Pablo:


Así como Jesús habla del matrimonio a sus discípulos, en el caso de Pablo utiliza una analogía del matrimonio dirigiéndose a un público que conoce la ley (Romanos 7.1), especialmente la que se llama ley del marido (Romanos 7. 2 al 3). Al igual que Jesús aclara que esta ley no es exclusiva del varón, sino que es recíproca entre el varón y la mujer (1 Corintios 7.2 al 4). Esto también lo confirma cuando retoma lo dicho por Jesús, de que no se divorcie la mujer de su marido ni el marido de su mujer por cualquier causa (incomprensión, carácter, malos entendidos, disensiones, entre otros). Pablo incorpora a lo dicho por Jesús la posibilidad de reconciliación, pero mantiene estrictamente la prohibición de un nuevo casamiento con otra persona, cuando media un divorcio sin justificación de infidelidad sexual (1 Corintios 7.10 al 11), sin embargo hace la salvedad que siempre y cuando alguno de los cónyuges no sea incrédulo. En este caso el no permitirse el divorcio, tanto Jesús como Pablo se refieren a matrimonios netamente de creyentes, que son conocedores de la ley de Dios y su palabra. Cuando ambos son creyentes y tienen algún tipo de distanciamiento, ya sea distanciamiento físico dentro del matrimonio o divorcio por cualquier causa, entonces no pueden casarse nuevamente a menos que sea por infidelidad sexual de alguno.


Pablo después de tocar el tema del matrimonio entre dos creyentes, introduce el análisis de un caso nuevo, refiriéndose a los demás (matrimonios mixtos), que se componen de un matrimonio entre un creyente y un incrédulo. En la opinión que hace al respecto, advierte claramente que es una recomendación suya, de que se mantengan dichos matrimonios cuando hay consentimiento por parte del incrédulo (1 Corintios 7.12 al 13). Dicho consentimiento consiste en no obstruir la obra de Dios en el cónyuge creyente, apoyando la vida y servicio que éste hace a Dios. El término separar utilizado significa divorcio (1 Corintios 7.10 al 11), entonces Pablo sugiere el divorcio en matrimonios mixtos (1 Corintios 7.15) (cuando alguno no es creyente), siempre y cuando sea iniciado y promovido por la persona que es incrédula, de manera que la que es creyente no está llamada a servidumbre.


Cuando el cónyuge que es incrédulo se empeña en el divorcio de su pareja que es creyente, se presenta una forma de muerte espiritual en el incrédulo. Caso similar a la mujer (o varón) casada, que está ligada por la ley mientras su marido (o mujer) vive, pero si su marido muere queda libre de la ley (Romanos 7.2 al 3). En este caso se trata de muerte física, no obstante, si el marido incrédulo gestiona el divorcio, a pesar de ser santificado por medio de su cónyuge creyente, entonces pierde esta santificación arrastrado por completa muerte espiritual. Esto lo explica al decir que el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido, de lo contrario la persona incrédula es impura, semejante a los hijos (as) que son impuros porque no conviven con un padre o madre que sea creyente (1 Corintios 7.14). Esta santificación para el incrédulo consiste en la posibilidad de que llegue el día en que se convierta a Dios, por el testimonio y ejemplo reflejado en la vida del cónyuge creyente. Si finalmente a solicitud del incrédulo se da el divorcio, una vez libre el creyente, se cumple lo dicho por el apóstol de que a paz nos llamó Dios, entonces cabe la posibilidad de buscar la paz en otro matrimonio, con tal que sea en el Señor. Esto siguiendo el ejemplo anterior, en aquellos casos en que el marido o esposa incrédula se desliga de su pareja, trayendo completamente muerte espiritual en su vida, perdiendo toda santificación por su cónyuge, entonces el creyente es libre de casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor (1 Corintios 7.39).


En resumen, en cuanto al divorcio en el Nuevo Pacto es más estricto (Marcos 10.10 al 12; Lucas16.18), sólo en la era levítica por la dureza de los corazones fue permitido el divorcio por cualquier causa (Deuteronomio 24.1; Mateo 19.3 al 8), ya que se le daba carta de divorcio a la mujer por cualquier cosa que no le gustara al varón, además era totalmente prohibido volverla a tomar por mujer (Deuteronomio 24.2 al 4). Sin embargo, no era así antes de Moisés, lo que Dios había unido no lo debía separar el ser humano, esto lo confirma Jesús (Marcos 10.2 al 9). Es necesario que no exista el divorcio dentro del pueblo de Dios. Jesucristo está de acuerdo con el divorcio solamente por causa de infidelidad sexual (Mateo 5.31 al 32, 19.9), él fue claro que no es por cualquier causa que se da el divorcio. En este caso el cónyuge que fue fiel tiene derecho al divorcio y queda en libertad de volverse a casar.


6.2) Don de continencia y soltería.


En el capítulo 7 de 1 Corintios se hace un análisis del tema del matrimonio. En el mismo se intercala comentarios con base en el mandamiento del Señor y el criterio propio del apóstol Pablo. Por ejemplo, se menciona que la mujer casada cuando queda viuda, es libre de casarse nuevamente según su consentimiento con quien quiera (1 Corintios 7.39), sin embargo, al juicio de Pablo más dichosa es si se queda sin casar (1 Corintios 7.40). En una carta escrita posteriormente a Timoteo, Pablo recomienda que las viudas jóvenes se casen (1 Timoteo 5.14). Esto significa que algunas afirmaciones de Pablo las dice por vía de concesión y no por mandamiento (1 Corintios 7.6), aunque son de respetar porque el tenía el Espíritu de Dios, no significa que sean de acatamiento absoluto. Ya que se deben tomar como recomendaciones, que Pablo admite como convenientes.


No obstante, a pesar de que Pablo en algunos casos mantiene una posición adecuada para su época, y que aconseja al resto, no necesariamente se puede aplicar en nuestros días, ya que actualmente también hay personas que tienen el Espíritu de Dios, que con base en la Escritura pueden aportar otras recomendaciones que realmente se puedan ejecutar en la actualidad. Por ejemplo, en el caso de las vírgenes Pablo dice que no tiene para ellas mandamiento del Señor, pero les da su parecer, al igual que a todos los solteros les dice que se queden como están, aunque advierte que si se casan no pecan con hacerlo, él amplia el tema explicando algo que es un ideal para provecho y no para tenderles un lazo, o sea hacerles caer en una trampa que los lleve a una mala situación (1 Corintios 7.25 al 36). Esto no necesariamente se puede generalizar y realizar en todos. Continúa diciendo que si un padre de familia decide preservar a su hija virgen, hace bien, aunque aclara, el que la da en casamiento también hace bien (1 Corintios 7.37 al 38). En la actualidad un padre no puede imponerle a su hija que se quede sin casar, porque no respeta el consentimiento de su propia hija ni el don de Dios, cosa que Pablo mismo rectifica al decir que por causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer y cada una tenga su propio marido, porque aunque bueno le es a los solteros y viudas quedarse así, pero si no tienen el don de continencia mejor es que se casen (1 Corintios 7.1 al 2, 7 al 9).


6.3) Matrimonio de creyentes separado.


En los casos de matrimonios en donde ambos son creyentes y se encuentran separados viviendo en la misma o uno de los dos fuera de casa, ya sea por distanciamiento o por divorcio, en este caso ninguno se puede casar nuevamente, sino buscar la reconciliación. La Escritura dice que se quede sin casar, pero si uno de los dos ha cometido adulterio la situación es otra, aclarando que no se refiere a matrimonios separados por causa de infidelidad sexual, sino por incomprensión o incompatibilidad de carácter, está claro que cuando se da la infidelidad sexual lo que cabe es el divorcio (Mateo 5.32 y 19.9). Esto si no hay reconciliación y perdón, tanto con Dios como entre los cónyuges.


En el caso de dos creyentes, se menciona que a los que están juntos en matrimonio, que la mujer no se separe del marido; y si se separa, que se quede sin casar o que se reconcilie con su marido, además que el marido no abandone a su mujer (1 Corintios 7.10 al 11). Esta separación se refiere a divorcio, pero ninguno puede casarse nuevamente con otra persona, a menos que se reconcilien. Cuando el marido abandona a su cónyuge está expuesto a la ruptura del matrimonio por abandono, ella entonces puede reclamar el divorcio. Ahora bien, se puede dar el caso de que sea la mujer que abandone al marido, entonces la situación es la misma, ya que se quebranta la ley del marido, que habla de un ligamen en vida del cónyuge (Romanos 7.1 al 3). Este ligamen implica el cumplimiento del deber conyugal, en la satisfacción sexual, en convivencia, manutención, responsabilidad paternal, acompañamiento en la enfermedad, educación familiar y todo lo indispensable para la supervivencia. Tal hermano o hermana no merece estar ligado o ligada en matrimonio a una persona que no provee lo necesario para el hogar sino que hizo abandono del mismo. No obstante, es necesario que la Iglesia inste a no abandonar el hogar y el cónyuge, sino cumplir con las responsabilidades que conlleva un matrimonio, máxime si ambos son creyentes.


6.4) Planificación familiar.


La Biblia no hace mención a favor o en contra de la planificación familiar, el único caso fue porque una persona no quiso tener descendencia en nombre de su pariente fallecido (Génesis 38.6 al 10). La relación sexual en el matrimonio no justifica que sea meramente reproductivo, para tener una cantidad indefinida de hijos e hijas. La decisión de planear la cantidad de la familia, es propia de la pareja y muy íntima, la cual la Iglesia debe respetar. En cuanto a la planificación familiar, lo que compete a la Iglesia es sugerir métodos adecuados, además de hacer conciencia y advertir acerca de los efectos que hay en cada uno de ellos, ya que algunos son de riesgo y poco efectivos, otros provocan consecuencias en la persona o efectos secundarios. Existe el método del ritmo en la mujer y se considera natural, ya que durante su período hay varios días que no tiene ovulación, y de tener relaciones en ese lapso no puede quedar embarazada, estos casos implica asesoramiento de un médico especialista, para un mejor control de las fechas. Otros métodos establecidos con ayuda de la ciencia son el DIU o T de cobre, la espiral, la inyección, la pastilla o las jaleas especiales, pero algunos de estos pueden traer consecuencias negativas a la mujer, especialmente en el útero, ovarios o trastornos menstruales, que desencadenan muchos problemas más. También es importante que la pareja investigue si entre las opciones de planificar, hay alguno que pueda afectar al feto o a la criatura al nacer. Sin embargo, en cuanto a su uso la decisión final es muy particular del matrimonio, la Iglesia no puede imponer su criterio en aspectos que Dios no prohíbe a través de su palabra. Si consideramos que no se puede usar ningún método de planificación familiar, porque no es natural, entonces no se podría utilizar anteojos, lentes de contacto, marcapasos, prótesis, reloj, ni se podría calzar una muela o diente, porque no son parte de la naturaleza del ser humano, esto sería un pensamiento sin cimientos bíblicos sino extremista. La Iglesia debe educar y advertir a los matrimonios sobre las consecuencias del uso de estos métodos pero no prohibirlos.


Dios le dijo al ser humano que fructificara y se multiplicara llenando la tierra (Génesis 1.28), al principio era una sola pareja, ahora somos ocho mil millones de habitantes, en muchos países se están muriendo de hambre, hay sobrepoblación y desempleo, no hay suficientes ingresos para la subsistencia ni hay distribución justa de la riqueza. Tampoco un buen uso de los recursos naturales. Por estos motivos las palabras planificación familiar son aplaudidas por muchos, pero por algunos sectores religiosos son rechazadas, prefiriendo que la población se llenen de hijos, aunque no puedan mantenerlos (ya que ha conveniencia son futuros feligreses). Además, entre los anticonceptivos que estos sectores infunden temor en su uso y que de alguna manera hasta influye en la población de no creyentes, está el llamado condón o preservativo, que también sirve para disminuir la posibilidad de adquirir algunas enfermedades de transmisión sexual, incluido el SIDA, especialmente entre esta población que no son miembros activos de la Iglesia. La consecuencia al infundir temor en el uso de protecciones, ya que los mismos no permiten la procreación, es que se desestima la posibilidad de evitar la propagación o al menos disminuir estos tipos de contagios entre estas gentes. En este sentido a la Iglesia le corresponde dentro de la misma, promover el respeto al mandamiento de no adulterar y de no fornicar, la abstinencia o castidad es la opción a seguir, sin intimidar o culpabilizar a las demás personas por el uso de protecciones dentro del deber conyugal del matrimonio. Hay que fomentar la responsabilidad y la conciencia a las consecuencias de nuestros actos.


Los que se oponen a la planificación familiar no tienen un razonamiento claro de lo que Dios quiere para el ser humano, la expresión de multiplicarse y procrear abundantemente en la tierra (Génesis 9.7), tiene su aplicación al principio de la humanidad cuando ésta aún no se había dispersado por todo el planeta. Esta expresión en la actualidad se toma al pie de la letra y a toda costa, sin medir las consecuencias, porque el sentido común y bienestar de las parejas no es tener muchos hijos e hijas en forma irresponsable, sino tener los que puedan sufragarle la manutención, crianza, educación, formación, dedicación, etc. La iglesia no puede pretender ideales de interpretación o invención humana, que se salen de toda realidad del contexto actual de la misma humanidad, porque hasta las recomendaciones de la palabra de Dios, sin perder su sentido original, juicio razonable y reflexivo en la que acertadamente se pronuncia para beneficio del ser humano, tienen su aplicación tomando en cuenta el tiempo y espacio señalado para las mismas (Deuteronomio 4.14, Gálatas 4.4 al 5).


6.5) Unión libre.


La unión libre o parejas juntadas es muy común en muchas sociedades de la actualidad, en algunos países cada día son más los que se juntan que los que contraen matrimonio. Sin embargo, en algunos gobiernos han determinado que en los casos en que la pareja mantiene una relación y convivencia por un tiempo definido en unión libre, entonces la ley civil interviene para darles derechos y obligaciones, procediendo a reconocer a la pareja como una unión formal y legal, pues vela por la seguridad de los niños y la mujer con respecto a la responsabilidad paternal.


Dios ha establecido dentro de sus mandamientos un ordenamiento en cuanto al matrimonio, desde el principio unió a Adán y Eva, en una sola carne (Génesis 2.21 al 24), de manera que se instituyó el matrimonio. Es vital entender que la relación sexual es un vínculo muy importante y exclusivo del matrimonio (1 Corintios 7.2 al 5), tanto que Dios al crear la pareja y unirla en una sola carne, los bendijo y les dijo que se reprodujeran (Génesis 1.27 al 28), esto implica una unión sexual entre el varón y su mujer. Por lo tanto, es necesario comprender que la copulación o unión sexual es un acto exclusivo de consumación del matrimonio.


Del matrimonio encontramos infinidad de pasajes en las Sagradas Escrituras. Esta dice que cuando se halla esposa, se halla el bien y la benevolencia de Dios (Proverbios 18.22). En el caso de la unión libre, aunque parezca peyorativo, es una forma de nombrar a quienes la Biblia llama fornicarios, que son los que tienen cópula carnal fuera del matrimonio. Advierte la palabra de Dios que los tales no heredarán su reino (1 Corintios 6.9 al 10; Gálatas 5.19 al 21). Si la unión sexual es un acto propio del matrimonio, por esta causa dicha unión a través de la fornicación es una responsabilidad muy seria delante de Dios, porque se atenta contra la integridad del cuerpo y del matrimonio (1 Corintios 6.16), ya que se une en cuerpo con la otra persona en una sola carne. Esto significa que cuando una pareja llega a la Iglesia en la condición de unión libre, se le remite al matrimonio legal, para que formalice su situación conyugal. Una vez resuelto esto, se continúa con el proceso de adaptabilidad a los requisitos de membresía, hasta que concluya con el bautismo. En el caso de ser una sola persona que se reúne en la Iglesia en condición de unión libre, se le solicita primeramente que hable con su pareja al respecto para resolver su estado civil. Si es necesario quienes dirigen la Iglesia conversan con ambos, para que resuelvan su estado civil y continuar con el proceso de adaptabilidad a los requisitos de la Iglesia, por parte del recién convertido. Si su pareja no acepta formalizar la situación legal, entonces el caso se encomienda a Dios en oración, solicitando su intervención en favor de la persona que quiere ajustarse a las normas establecidas, de manera que sea doblegado el corazón de aquel que lo endureció para no oír la voz de Dios, para que tome conciencia y acepte resolver su situación de matrimonio legal.


Mientras que se defina el estado civil de la pareja, no se le permite bautizarse al interesado, hasta que se ajuste y respete los requisitos de membresía de la Iglesia, ya que las Sagradas Escrituras hablan de la unión en el matrimonio como un pacto con la pareja (Malaquías 2.14), lo contrario es adulterio o fornicación (1 Corintios 7.2 al 9; Hebreos 13.4). Por lo tanto, a nadie que esté en unión libre se le puede bautizar, si antes no ha solucionado ese problema, ya sea separándose o casándose. La persona creyente que está en unión libre y su pareja no es creyente, éste último si consiente en vivir juntos, facilitaría lo que requiere el creyente para estar en orden con las normas establecidas por Dios. De lo contrario permitir que continúen en unión libre y en este estado bautizarlos, es hacer que prevalezca la anarquía o desorden en relación con los mandamientos determinados en la palabra de Dios, específicamente el que atañe a la fornicación. El bautismo es testificar públicamente que ha aceptado y cumplido algunos requisitos previos, establecidos en las normas de la Iglesia, a la que pasa a ser miembro. En todo caso, si alguno conciente y voluntariamente persiste en mantenerse en unión libre, el juicio no le compete a la Iglesia, sino que a los fornicarios los juzgará Dios (Hebreos 13.4).


7) Propósito de la creación del ser humano.


El propósito de la creación de la raza humana está en lo que Pablo llama la dispensación del misterio escondido en Dios el creador de todas las cosas. Esto con el propósito de que las muchas formas de la sabiduría de Dios sean dadas a conocer entre los seres creados, por medio de la fe en Cristo Jesús (Efesios 3.9 al 12). Pablo afirma que este propósito de Dios y su gracia nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos y manifestada con la venida del Salvador Jesucristo por el evangelio dado también a los gentiles (2 Timoteo 1.9 al 11). Entonces la finalidad de la creación del ser humano implica que ellos adquieran el conocimiento de Dios para alabanza de su gloria, a través del evangelio de Jesucristo dado inclusive a los gentiles. También para la administración de la gracia de Dios entre los seres humanos, siendo los gentiles coherederos y miembros del mismo cuerpo, copartícipes de la misma promesa (Efesios 3.1 al 8).


La dispensación de Dios durante todos los tiempos inicia desde la creación. En el huerto del Edén como Creador le concede la vida al ser humano, le distribuye labores para que cuide y labre el huerto, además encomienda a Adán los animales para darles sus nombres. Le encarga al ser humano la responsabilidad de administrar la naturaleza, al decirle que llene la tierra, la sojuzgue y señoree sobre ella. Sin embargo, hay una administración general de Dios sobre el ser humano y la creación, ya que le da mandamiento y le dice sus consecuencias si actúa con rebeldía a su voluntad. El pecado del ser humano no fue una improvisación, sino parte del plan de Dios para su dispensación, porque luego se le absuelve de su falta por medio de Cristo, liberándolo de su culpa y obligación de cumplir con la ley de los ritos, de la circuncisión y de la sentencia de muerte a ser apedreado por transgresión.


Es por medio de Cristo porque hizo un único sacrificio, derramando su propia sangre en la cruz, para redención del ser humano. Esto estaba previsto desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los últimos tiempos. Debido a esto se le pide al ser humano que se conduzca en temor todo el tiempo de su peregrinación por este mundo (1 Pedro 1.17 al 20). Ya que Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él, para alabanza de la gloria de su gracia. Por medio de la redención por la sangre de Jesucristo y el perdón de pecados, nos dio a conocer el misterio de su voluntad, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, por el evangelio de salvación, creer en él y ser sellado con el Espíritu Santo (Efesios 1.3 al 14). Esta dispensación final es la participación del reino de Dios prometido para los que obedecen, pero el misterio se descubre y sale a la luz, cuando se aprende a vivir la vida en Dios, a partir de la Iglesia misma como pequeño reino de Dios sobre la tierra. El conocimiento pleno de esta dispensación está en mantener el sentido original de la Iglesia del primer siglo, cuya característica destaca en la entrega y servicio por los demás, promoviendo valores de equidad y justicia, extendiéndolas a todos los gentiles, perseverando unánimes, estando juntos y teniendo en común todas las cosas, compartiendo según la necesidad de cada uno, partiendo el pan y comiendo juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios como en un solo corazón, teniendo todas las cosas en común, viviendo realmente en comunidad (Hechos 2.44 al 47, 4.32 al 35).


7.1) Dios el Libertador.


En el libro de Génesis se hace alusión a una profecía mesiánica, que anunciaba a Cristo, sus sufrimientos pero también su liberación (Génesis 3.15). Esto se debe a que las promesas fueron hechas a Abraham y a su simiente que es Cristo, para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham llegara a los gentiles (Gálatas 3.14 al 16). Así como Dios le dijo a Abraham que su descendencia sería extranjera en tierra ajena y que los reducirían a servidumbre y los maltratarían, también los liberaría para que le sirvieran (Hechos 7.6 al 7). José el hijo de Jacob, también mencionó que Dios iba a preservar posteridad de su pueblo sobre la tierra, para darles vida por medio de gran liberación (Génesis 45.4 al 8). Dios libró a su pueblo de la aflicción en Egipto, envió a Moisés como gobernante y libertador, quien anunció a Cristo diciendo que sería levantado un profeta como él al que tenían que oír (Hechos 7.34 al 37). Cristo vino a dar buenas nuevas a los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos, vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a predicar el año agradable del Señor (Lucas 4.17 al 21).


Ya en el pasado Jehová era una fortaleza y libertador, de quienes lo invocaban (2 Samuel 22.1 al 7; Salmos 40.16 al 17). La Escritura dice que bienaventurado aquel cuya esperanza está en Jehová su Dios, el cual hizo los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que hace justicia a los agraviados, da pan a los hambrientos, liberta a los cautivos, levanta a los caídos, guarda a los extranjeros, al huérfano y a la viuda sostiene, reinará Jehová para siempre (Salmos 146.5 al 10).


C) PLAN DE SALVACIÓN.


8) Origen del pecado y consecuencias.


El pecado es la desobediencia a Dios, así como Adán y Eva, que desobedecieron el mandamiento que Dios les dio. Por esta transgresión fueron expulsados del Edén los primeros seres humanos que pecaron (Génesis 3.1 al 24), quedando el ser humano destituido de la gloria de Dios por cuanto todos pecaron (Romanos 3.23), siendo acusados de que están bajo pecado (Romanos 3.9). El pecado entró en el mundo por un hombre, y como consecuencia la muerte, así la muerte pasó a todos los humanos (Romanos 5.12), entonces la paga del pecado es muerte (Romanos 6.23).


Desde el principio el hombre ha tenido la tendencia al pecado (Génesis 3.6, 6.5). Dios hizo al hombre recto, más ellos buscaron muchas perversiones (Eclesiastés 7.29), por consiguiente el pecado deja al hombre en condición de muerte (Colosenses 2.13; 1 Pedro 2.24). En esta condición nadie puede justificarse delante de Dios (Job 25.4; Isaías 59.2; Jeremías 2.22), por lo tanto, Dios por amor preparó un Plan de Salvación (Juan 3.16), ya que Jesucristo vino a salvar lo que se había perdido (Mateo 18.11).


8.1) Redención.


Para la redención del pecador, Jesús nos rescató con su muerte en la cruz. Por la redención obtenemos el perdón de pecados (Efesios 1.7). Pagó un precio con su sangre y nos sacó de la esclavitud del pecado, llevándonos a la santidad, ya que nos redimió de toda iniquidad (Tito 2.14), a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu (Gálatas 3.13). Somos justificados mediante la redención que es en Cristo Jesús (Romanos 3.24 al 26). Dios nos libró de la potestad de las tinieblas, y nos trasladó al reino de su Hijo, en quien tenemos redención por su sangre (Colosenses 1.13 al 14; Apocalipsis 5.9 al 10), de manera que Cristo Jesús además de sabiduría, justificación y santificación, ha sido nuestra redención (1 Corintios 1.30).


8.1.1) Crucifixión.


Cristo llevó nuestros pecados y sufrió hasta la muerte en la cruz, fue acusado y sentenciado a muerte, humillado, despreciado, azotado, herido, le escupieron su rostro, le colocaron una corona de espinas en su frente, le metieron grandes clavos en sus manos y en sus pies, cuando tuvo sed le dieron vinagre, levantaron falso testimonio, lo calumniaron y estando ya muerto un soldado le abrió el costado con una lanza y le salió sangre y agua. Ese fue el precio que él pagó por todos nosotros para darnos vida eterna (Salmos 22.14 al 18; Isaías 50.6, 53.3 al 7, 10, 12; Mateo 27.29 al 31; Juan 19.33 al 34).


8.1.2) Sangre de Cristo.


En el primer pacto se sacrificaban corderos, y esa sangre era derramada entre el pueblo, como símbolo de perdón de pecados. El propósito de ese holocausto era un símbolo o prototipo de Cristo, por ejemplo, Juan el Bautista llama a Jesús como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1.29), y es la sangre de Cristo en el nuevo pacto que limpia nuestras conciencias de obras muertas para servir a Dios (Hebreos 9.14 al 15), es así como Cristo ganó la Iglesia por su sangre (Hechos 20.28), ya que la sangre preciosa del Señor Jesucristo nos limpia de todo pecado y redime nuestras vidas (Efesios 2.13; 1 Pedro 1.19; 1 Juan 1.7; Apocalipsis 7.14).


8.1.3) Libertad.


La libertad en Cristo nos hace libres de la esclavitud y poder del pecado; y por ende de la condenación eterna, así que si Jesucristo nos liberta seremos verdaderamente libres (Juan 8.36). Cristo nos libertó con su muerte en la cruz del calvario y así pagó el precio por nuestros pecados, ahora somos siervos de la justicia y de Dios, teniendo por fruto la santificación y como fin la vida eterna (Romanos 6.17 al 22). Cuando estábamos en el pecado éramos esclavos del pecado, pero ahora somos libres porque a libertad hemos sido llamados (Gálatas 5.13). Salir de la ignorancia y permanecer en la palabra de Dios, contribuye en hacernos libre, porque al conocer la verdad, ésta nos liberta (Juan 8.32). La libertad en Cristo incluye ser libres de complejos de inferioridad o superioridad, discriminación, estereotipos, mitos y prejuicios.


El pueblo de Israel fue esclavo en Egipto, nosotros fuimos esclavos en el Egipto espiritual (el pecado), debemos ser firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres y no volver otra vez a ser presos en el yugo de esclavitud (Gálatas 5.1).


8.2) Reconciliación.


Dios nos reconcilió en Cristo, perdonándonos todos nuestros pecados (Hechos 13.38; 2 Corintios 5.18 al 19; Colosenses 1.20 al 22), porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5.8), por lo tanto, hay una reconciliación del pecador (Ezequiel 18.21 al 23, 27 al 32), que lo hace volverse y acercarse a Dios (Santiago 4.8 al 10), porque siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo (Romanos 5.10 al 11). Cristo cargó en sus espaldas todos nuestros pecados, fue herido por nuestra causa, el castigo de nuestra paz fue sobre él (Isaías 38.17, 53.5 al 6), borradas fueron nuestras rebeliones (Isaías 43.25 al 26).


¿Existe la reconciliación, si pecamos reincidentemente después de haber recibido el conocimiento de la verdad?, es muy difícil la reconciliación (Hebreos 6.4 al 6, 10.26 al 29). Sin embargo, si alguno se extravía de la verdad, el que le haga volver del error, salvará de la muerte una vida (Santiago 5.19 al 20). Es difícil porque la palabra dice que después de alejarse de la contaminación del pecado, se vuelve atrás y se enreda nuevamente, es vencido y su estado viene a ser peor que el primero (2 Pedro 2.20 al 22). Lo que le queda a alguien en esta condición es arrepentirse y llorar, confesar el pecado en la Iglesia, y mantenerse fiel de ahí en adelante, esperando en la misericordia de Dios (2 Samuel 24.10; Salmos 32.5; Proverbios 28.13; Hechos 8.18 al 24; 2 Corintios 2.5 al 11). En la parábola de las cien ovejas se da la oportunidad a alguien que se haya descarriado (Lucas 15.4 al 7).


8.3) Restauración.


La restauración consiste en que el pecador vuelva a la condición que tenía antes de haber pecado, con completa recuperación (Ezequiel 33.11, 14 al 16). Restaurarse es el resultado de la conversión, es como entresacar lo precioso de lo vil (Jeremías 15.19), es restaurar la justicia en el ser humano (Job 33.26). Para la restauración es necesaria la intervención de la mansedumbre (Gálatas 6.1). En la parábola del hijo pródigo se da un ejemplo de volver en sí y restaurarse (Lucas 15.17 al 24). La persona afligida debe suplicar a Dios que la restaure (Salmos 80.3, 7, 19, 85.4).


La restauración de la persona comprende los siguientes pasos:


a) Levantarse de la condición pecaminosa con la ayuda de Dios.


b) Impulsarse a seguir adelante superándose de la mano de Jesucristo.


c) Desenvolverse con el apoyo de su propio esfuerzo para elevarse en sus principios.


9) Fe en Dios.


Uno de los primeros pasos de todo creyente es tener fe en Dios, ya que sin la misma es imposible agradarlo a él (Hebreos 11.6), hasta alcanzar un conocimiento firme, seguro y confiado en lo que se espera, convencido en lo que se ha creído aún sin verlo (Hebreos 11.1), por lo tanto, hay que andar por fe y no por vista (2 Corintios 5.7), que viene por el oír de la palabra de Dios (Romanos 10.17). Sin embargo, tener fe en Dios no es solo saber que él existe, sino creer a su voluntad y hacer como él manda, es creer a su juicio y a su recompensa, ya que sin obras de obediencia a Dios y misericordia al prójimo, entonces la fe es muerta (Santiago 2.14 al 26). Por la fe se recibe todo lo que Dios ha hecho y por la fe alcanzaron buen testimonio los antiguos, no por las obras de la ley de Moisés pudimos ser plenamente justificados (Hechos 13.39), como la circuncisión, apedrear a los transgresores, hacer sacrificios, ofrendas, holocaustos y expiaciones por el pecado, sino mediante la fe en Dios (Habacuc 2.4; Romanos 1.17; Gálatas 3.1 al 5, 11; Efesios 2.8 al 9; Hebreos 11.2 al 40).


9.1) Justificación por la gracia mediante la fe.


La justificación no fue por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino que somos justificados por la gracia de Dios, debido a su misericordia, regeneración y renovación en el Espíritu Santo (Tito 3.4 al 7). Para la justificación es necesaria tanto la gracia como la fe en forma recíproca, ya que van de la mano. Somos justificados por la fe y es por medio de Jesucristo que tenemos entrada por la fe a la gracia, una vez justificados en su sangre, por él seremos salvos (Romanos 5.1 al 2, 9). Entonces un resultado de la gracia es la salvación, por medio de la fe que es don de Dios (Efesios 2.7 al 8). De manera que el poder que justifica es la gracia divina, mediante la fe que nos responsabiliza a hacer justicia a los demás, ya que primeramente actúa la misericordia de Dios, luego por la misericordia recibida se procura hacer misericordia, con buenas obras y útiles a los seres humanos para ayudar en los casos de necesidad (Tito 3.8, 14). La justificación no es consecuencia de obras propias, sino que las buenas obras son un resultado de la gracia y la fe que opera justicia y paz en la persona.


10) Salvador personal.


En el nombre de Jesús tenemos el perdón de los pecados y por ende la salvación, de manera que la salvación es por medio del Señor Jesucristo (Mateo 1.21; Marcos 16.15 al 16; Hechos 4.11 al 12; 1 Corintios 15.1 al 2). Es por gracia y don de Dios que somos salvos (Efesios 2.5, 8), por medio de la fe en el Señor Jesucristo (Hechos 16.30 al 31; Romanos 10.9).


10.1) Aceptar a Cristo.


Aceptar a Cristo significa negarse a si mismo, tomar su cruz y seguirle (Mateo 16.24), de lo contrario no se es digno de él (Mateo 10.38). Aceptar a Cristo es algo más que decirlo, es entregarse a él, dejar el pecado del mundo, entrar por la puerta estrecha y andar por el camino angosto como él anduvo (1 Juan 2.6). No es solo de levantar la mano en alguna actividad o campaña evangelística y decir yo le acepto, ya que es arrepentirse completamente y volverse a Dios de todo corazón.


10.2) Creer en Jesucristo como salvador personal.


La Biblia afirma que Jesucristo es el mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2.5), en quien podemos ser salvos (Hechos 4.12). Desde antes de su nacimiento estaba anunciado por el ángel del Señor, que se llamaría Jesús (Salvador), porque él salvaría a su pueblo de sus pecados (Mateo 1.21) y sería levantado como poderoso Salvador (Lucas 1.69). Luego, una vez que ha nacido, nuevamente un ángel da el aviso de que había nacido un Salvador, que es Cristo el Señor (Lucas 2.11).


El Padre envió a su Hijo como Salvador del mundo, por lo cual debemos de confesar que Jesús es el Hijo de Dios (1 Juan 4.14 al 15). Y sabemos que verdaderamente Cristo es el Salvador del mundo (Juan 4.42) y verdadero Hijo de Dios (Marcos 15.39). Por esta razón se le llama Emanuel, que traducido es. Dios con nosotros (Mateo 1.23). Porque el Padre envió a su Hijo unigénito, para que el mundo sea salvo por él (Juan 3.16 al 18). De manera que resulta muy interesante saber que Jesús el Hijo de Dios, fue constituido como sumo sacerdote, que se compadece de nuestras debilidades humanas, porque según nuestra semejanza, estuvo en medio de nosotros y fue tentado en todo, a diferencia que en él no hubo pecado y por consiguiente, al comprender la condición del ser humano, entonces media la misericordia que favorece para el oportuno socorro (Hebreos 4.14 al 16). Esto significa que Jesús conoce nuestra situación e interviene en favor nuestro para salvarnos del pecado. Debido al padecimiento de la muerte y por las aflicciones que vivió, fue perfeccionado y pasó a ser el autor de la salvación de los seres humanos (Hebreos 2.9 al 10). Puesto que Jesús fue semejante a nosotros, es que vino a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote, para expiar los pecados del pueblo (Hebreos 2.17). Explica la Escritura que siendo tentado es poderoso para socorrer a los que son tentados (Hebreos 2.18). Además se recalca que aunque era Hijo por sus padecimientos aprendió la obediencia, y es autor de eterna salvación para los que le obedecen (Hebreos 5.8 al 9).


Jesús se hace llamar la puerta de las ovejas, diciendo que el que por él entrare, será salvo (Juan 10.7 al 9). Él es el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre, sino es por él (Juan 14.6). Hay que creer en el Señor Jesucristo para ser salvo (Hechos 16.31), ya que la salvación que es con gloria eterna, se obtiene a través de Cristo Jesús (2 Timoteo 2.10). Porque Dios nos ha dado posibilidad de alcanzar salvación por medio de Jesucristo (1 Tesalonicenses 5.9), mediante la santificación por el Espíritu Santo y la fe en la verdad por el evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo (2 Tesalonicenses 2.13 al 14). Y mediante la fe, se espera lograr la salvación dispuesta para ser manifestada en los últimos tiempos, ya que la finalidad de la fe, es la salvación de nuestras vidas (1 Pedro 1.5 y 9), y hay que ocuparse en el tema de la salvación, con temor y temblor (Filipenses 2.12). Sabiendo que estamos justificados en la sangre de Cristo y por él somos salvos de la ira, ya que fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo (Romanos 5.9 al 10).


10.3) Ser un fiel y verdadero testigo de Cristo.


Jesús manifiesta que serian sus testigos, hasta lo último de la tierra (Hechos 1.8). Pablo fue uno de sus testigos delante de todos los hombres (Hechos 22.14 al 15). Esteban fue un fiel testigo de Cristo hasta en el momento de su muerte (Hechos 22.20). Jesucristo en el Apocalipsis, a través del mensaje a Pérgamo, resalta a aquellos que retienen su nombre y no niegan su fe, ni a pesar de que uno de sus testigos fieles, llamado Antipas fue muerto en medio de ellos (Apocalipsis 2.13). Jesús mismo se hace llamar el testigo fiel y verdadero (Apocalipsis 3.14). Y señala que cualquiera que le niegue delante de los hombres, también él le negará delante del Padre que está en los cielos (Mateo 10.33). Para ser un fiel y verdadero testigo de Cristo, es indispensable poseer el valor y la perseverancia en él.


10.3.1) Valor y perseverancia en Cristo.


Cuando Jesús habló de la parábola del sembrador, mencionó que la semilla que cayó en buena tierra, son las personas que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia (Lucas 8.15). Por otra parte, el que persevere hasta el fin será salvo, según declaración misma de Jesús (Mateo 24.13). Pablo también menciona, que si se persevera en el evangelio recibido, reteniendo la palabra, somos salvos, de lo contrario creímos en vano (1 Corintios 15.1 al 2). Además, Santiago habla de bienaventurado en lo que hace, aquel que persevera, sin ser oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra (Santiago 1.25). Juan dice que el que no persevera en la doctrina de Cristo no tiene a Dios (2 Juan 9). Ahora bien, para perseverar hay que ser valiente.


Cuando se habla de valor, se refiere a la acción que se da como resultado de tomar en forma decidida una determinación, sin temores o prejuicios, hasta llevarla a cabo. No se trata meramente de pensar la idea de actuar, sino de ejecutarla plenamente. Ya que el propósito debe reflejarse a través de la práctica, con ánimo pronto, voluntario y en forma resuelta, sin miedo a los obstáculos que se presenten. El valor se complementa con la perseverancia, porque cualquier persona, después de tomar una iniciativa y emprender una meta establecida, tiene que mantenerse hasta el fin, a pesar de la adversidad que se presente, de manera que logre el objetivo propuesto. Se trata de ser constante y mantener la regularidad, por lo que se está luchando, sin desanimarse, perder el valor o debilitarse.


Por medio del valor se fortalece la perseverancia y en forma recíproca, con la perseverancia se prolonga la capacidad de tener valor. Si juntamos el valor y la perseverancia, aunados al ejemplo de Cristo, le aseguramos consistencia, que permite la estabilidad para que ni una ni la otra se desvanezca, porque Cristo le da la solidez suficiente a cada una, de manera que él sea la roca inconmovible para sostener el valor y la perseverancia en nuestras vidas. Sin Cristo nada realmente que valga la pena podemos hacer, inclusive, cuando el esfuerzo excede las fuerzas naturales es porque está Cristo impulsándolo y si perseveramos con el valor suficiente, es porque hay un fundamento en Cristo, el cual está respaldando todo.


Por lo anterior, el valor está completado con la perseverancia y juntos están implícitos en todo aquel que es un fiel y verdadero testigo de Cristo. Para ello se utiliza a Jesús como modelo. Hagamos por medio de él un análisis de su valor y perseverancia que demostró aquí en la tierra, como ser humano demostró vigor, fuerzas, misericordia y amor, dejándonos ejemplo para que nosotros hagamos lo mismo. Jesús con su vida en forma humana (1 Juan 4.2) sobre la tierra, dejó un precedente de valor y de perseverancia ante Dios el Padre y ante los seres humanos. Semejante en la condición de carne y hueso, llegó a ser el modelo por excelencia para sus seguidores. Ya que en Cristo encontramos el ejemplo ideal para nuestra vida diaria (1 Pedro 2.21), en acciones, amor, conducta, obediencia y por sobre todo en el valor y la perseverancia. Precisamente a través de esto último, se mantuvo fiel, a pesar del sufrimiento que anticipadamente sabía que le esperaba (Lucas 12.50). Sin embargo, con todo y su valentía, para enfrentar lo que proféticamente estaba anunciado de él (Lucas 18.31 al 33), cuando llegó la hora de ser entregado, escarnecido y crucificado, estuvo orando intensamente en la intimidad con su Padre, para ser fortalecido y poder soportar el momento esperado, con tanta angustia y aflicción por ello.


Mientras tanto, en aquella oración, su sudor era como grandes gotas de sangre que caían a tierra, su corazón palpitante sentían la presencia divina para consolarlo, no obstante, se acercaba a él la traición y el acecho de sus verdugos. Sus ojos tiernos, dulces, llenos de amor y misericordia, asombrados por la observación de las acciones del ser humano, por causa del castigo inmerecido que recibiría, después de dar tanta bondad y amabilidad con sus manos, sanando, acariciando y ayudando al pueblo, especialmente en los más necesitados. Y no es que se extrañara de la maldad del corazón del ser humano, sino que posiblemente abrigaba la esperanza de que en las personas surgiera una pequeña luz de fe y amor, similar al amor que él brindó sin reproche ni reservas, dando el ejemplo. Y aún en la plenitud de su muerte, en el momento final, en la culmine del dolor, abandono y sufrimiento, por aquel menosprecio e injusticia recibida, brotan en sus labios humanos, desde lo más profundo de su corazón, emanando ese amor divino, derramado en todo su ser, las siguientes palabras: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23.34).


Se llega a la conclusión de que el valor y la perseverancia en Cristo son indispensables para la trayectoria cristiana de todo seguidor del Maestro. Las mismas son fundamentales para tener la motivación de emprender el Camino de Cristo, con la capacidad de poder llegar hasta el fin y salir victorioso, a pesar de la adversidad que se presente en el transcurso del mismo. Es elemental para todo aquel que inicie este caminar, sepa claramente el significado del valor y la perseverancia en su vida, según Cristo dejó el fundamento establecido, como referencia para seguir sus pasos. La concienciación de estos aspectos se requiere para mantener la fidelidad, en forma estable y permanente, con la valentía suficiente para enfrentar cualquier obstáculo y poder superarlo.


10.4) Fidelidad y ejemplo de Cristo como ser humano.


Jesús rodeado de personas ignorantes (Lucas 18.34, 24. 25 al 27; Hechos 3.17 al 18), creció desde niño en sabiduría y en gracia para con Dios y los hombres (Lucas 2.52), su mente fue sumergida en un océano de conocimiento (Mateo 13.54; Lucas 4.21 al 22, 32), llena de la luz de Dios, transparente y clara, teniendo el entendimiento encendido, semejante a una antorcha resplandeciente, con lo cual iluminaba el conocimiento de la gloria de Dios a través de él (2 Corintios 4.6). Conocedor de la palabra de Dios (2 Pedro 1.19), que es viva y eficaz (Hebreos 4.12), cuando Pedro le insinúa no sufrir la crucifixión, Jesús le reclama que ¿cómo podría rehusarse al cumplimiento profético de las Sagradas Escrituras, evitando el sufrimiento que tenía que padecer? Porque entonces ¿cómo se cumpliría la Palabra? Ya que es necesario que así se haga (Mateo 26.52 al 54). La decisión que le correspondía era abrigar todo el valor suficiente, que lo hiciera perseverar hasta el fin, en el propósito por el cual había venido a este mundo, de manera que Jesucristo verdaderamente comprendió el motivo de su vida y el plan de Dios para con él y con aquellos que estaban entorno a su persona. No se salió del objetivo principal de su venida, con respecto al servicio y obediencia a su Padre que estaba en los cielos, acatando firmemente la misión que se le había encomendado e influyendo su conocimiento en otras personas que tenían ignorancia.


Cabe destacar que Jesús con ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas, su oración fue oída, pero por lo que padeció, también fue perfeccionado, debido a su obediencia (Hebreos 5.7 al 9). Esto significa que igualmente nosotros como seres humanos, podemos ser perfeccionados en el amor y la obediencia para con Dios, guardando sus mandamientos, para ser perfeccionados en el amor de Dios, andando como Jesús anduvo (1 Juan 2.4 al 6). Mentalizados de que si Jesucristo lo logró, en la condición de ser humano, humillándose en obediencia hasta la muerte (Filipenses 2.7 al 8), la cual fue indignamente la peor de las muertes de su época al ser en una cruz romana, nosotros también podemos ser obedientes. Inclusive Jesús sobrellevó todo este peso, trágico, en un espectáculo público, siendo el Hijo de Dios, con toda la valentía necesaria, hasta derramar su propia sangre en propiciación por nuestros pecados. De manera que nos reconcilió con su Padre, gracias a su mansedumbre, humildad de corazón y perseverancia, de quien debemos de aprender (Mateo 11.29).


Se reitera que es de admirar y admitir el valor de Jesucristo para habitar en esta tierra conciente de lo que tenía que sufrir, perseverando en la obediencia y fidelidad al Padre, esto conforme al plan de Dios establecido según el cumplimiento de los tiempos. Es de aprender y ponerlo por obra en nuestras vidas. Porque está claro que si Jesús pudo hacerlo como ser humano, significa que nosotros en igualdad de condición lo podemos hacer. No hay excusa delante del Padre para alegar incapacidad humana, en cuanto a ser fieles a la voluntad de Dios en sus mandamientos. Jesús demostró que se puede ser obediente y no hay otro camino que seguir su ejemplo, sumado al valor y la perseverancia para ser fieles en todo.


11) Nacer de nuevo.


El nacer de nuevo es un proceso que inicia el que se acerca a Dios, es nacer del agua y del Espíritu, dejando atrás la vida pecaminosa antigua. Volver a nacer es renovar el espíritu de nuestra mente (Juan 3.1 al 8; 2 Corintios 5.17). El bautismo en agua es un símbolo de nacer de nuevo (Romanos 6.1 al 4). La necesidad de Nicodemo es la de nosotros, es necesario nacer otra vez, cambiar nuestra forma de pensar, de actuar, de hablar, no andando en la vanidad de la mente (Efesios 4.17). Para nacer de nuevo hay que arrepentirse y convertirse, es dejar el sistema del mundo con sus creencias, costumbres y prácticas de origen pagano. Nacer de nuevo es pasar a ser una nueva criatura, dejar la pasada manera de vivir, renovarse en la intención de la mente, y vestirse del nuevo ser humano, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Efesios 4.22 al 24; Colosenses 3.9 al 10).


11.1) Proceso del Bautismo.


El proceso del Bautismo es un aprendizaje y demostración de obediencia. El creyente experimenta a plenitud el bautismo, como un proceso durante toda su vida, semejante al proceso que sufre una vasija que va adquiriendo forma poco a poco, moldeada por su diseñador y creador. A través del entendimiento que va adquiriendo, empieza a reflejar con su comportamiento, la vivencia del aprendizaje (sabiduría e inteligencia), ya que con la puesta en práctica de la obediencia del cristianismo auténtico, obtiene como resultado el abandono de todos sus vicios nocivos, conforme va dejando la ignorancia. Dicho proceso está presente en todo el tiempo de su vida cristiana, iniciando con el llamamiento, arrepentimiento y conversión. De manera que sus acciones se vuelven rectas y alcanza la libertad en Cristo, que requiere para renunciar a sus malas costumbres, mejorando su calidad de vida. Luego se confirma con la declaración pública, ante testigos, con el acto de la inmersión en agua, testificando de la convincente decisión de seguir al Señor Jesucristo, bajo cualquier circunstancia.


El proceso continúa, una vez que tenga la capacidad de demostrar consistencia en impartir la justicia, además de poseer el poder de resistir las pruebas y sufrimientos, que purifican la condición del cristiano, en cuanto al estado anímico, voluntad, sentimientos y sensibilidad. Ya que este es el fuego purificador para el justo. En forma constante y disciplinada, se obtienen cambios que mejoran inclusive en lo biológico y psicológico como ser integral. Ya que la persona alcanza cierto grado de madurez y enfrenta cambios en la transición de la inexperiencia en la palabra de justicia, a la madurez, por el uso de los sentidos, ejercitados en el discernimiento del bien y del Malaquías (Hebreos 5.13 al 14). Esto lo hace ser espiritual, porque su mente pasa a tener la mente de Cristo, por eso dice la palabra que el hombre natural no percibe ni pueden entender las cosas que son del Espíritu de Dios, porque se han de discernir espiritualmente (1 Corintios 2.14 al 16) (por el uso de los sentidos, ejercitados en el discernimiento del bien y del mal). Entonces por el mismo proceso, el creyente modifica su conducta, inclusive en cuanto a bebidas y comidas que le eran perjudiciales, trayendo consigo bienestar en su alimentación, salud física e intelectual. Y en lo social cuida sus pasos para no ser participe de actos que desagradan a Dios (Salmos 1.1 al 2). Siguiendo con la comparación, una vez que la vasija está apta para ser usada, se deposita en ella el aceite de la unción, que en este caso son los dones, operaciones y ministerios, por medio del Espíritu Santo. El proceso de la vasija no termina con alcanzar su formación completa, luego de que es depositada en un horno de fuego para su acabado final, sino que continúa con su vida útil en el tiempo que se requiere para su utilidad. Así mismo el ser humano, es formado como un vaso para honra, cuyo alfarero es Dios (Romanos 9.20 al 21). Por lo tanto, el cristiano sigue en crecimiento hasta alcanzar la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, a través de la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios (Efesios 4.13).


No obstante, también hay vasos de deshonra, que no pasan bien el proceso de formación, como se dio el caso escrito en Hechos de los apóstoles, de un nuevo converso llamado Simón, que practicaba las artes mágicas. El fue contemporáneo de Felipe el diácono y evangelista, y que en realidad no estaba arrepentido, a pesar de que era un seguidor y oidor de la palabra de Dios. Sin embargo, bajó a las aguas en el bautismo, sin estar verdaderamente capacitado para eso. Posteriormente Pedro mismo le declara, que su corazón no es recto delante de Dios y en hiel de amargura y prisión de maldad se encuentra (Hechos 8.12 al 23). Esto deja un precedente. La persona que no tiene el llamado de Dios Padre y los frutos de arrepentimiento y conversión, no es apta para testificar públicamente con el bautismo en agua, si aún no ha recibido el bautismo de limpieza en la palabra de Dios Padre. En tal persona no hay convicción de lo que hace, por consiguiente tampoco está preparada para recibir el bautismo del don del Espíritu Santo y fuego, ya que el mundo de desobediencia no puede recibir el Espíritu de verdad, porque no le ve, ni le conoce. El poder de Dios mora y está solo en aquellos que están en obediencia, en comunión con él, amando a Jesús y guardando sus mandamientos (Juan 14.15 al 17).


11.2) Bautismo de Jesús.


El bautismo de Jesús, visto y analizado en los tres tiempos. Pasado, presente y futuro, complemento uno del otro y necesarios como modelo en el proceso del cristiano. En los evangelios encontramos la expresión referente al bautismo de Jesús en estos tiempos, que primero se verificó y confirmó en distintas traducciones de la Biblia.


Pasado : “Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán” (Marcos 1.9). “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua...” (Mateo 3.16).


Presente : “... ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron. Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados” (Marcos 10.38 al 39).


Futuro : “Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido? De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!” (Lucas 12.49 al 50).


Jesús al comenzar su ministerio tenía treinta años, desde su inicio siempre dio pasos de obediencia, mostrándose ante el pueblo como un ejemplo en todo, su condición en el conocimiento y práctica de la palabra de Dios, lo hacía apto para recibir el bautismo de inmersión en agua, dando el ejemplo de obediencia y cumpliendo toda justicia, que es testificado por la voz del Padre, al llamarlo Hijo amado en quien tiene complacencia (Lucas 3.21 al 23). Jesús no tenía que arrepentirse y convertirse, que era el requisito necesario que predicaba Juan el Bautista, para ser bautizado en inmersión en agua, ya que Jesús nunca cometió pecado ni se halló engaño en su boca (1 Pedro 2.22), desde niño crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres (Lucas 2.52), ya que la gracia de Dios era sobre él y se llenaba de Sabiduría (Lucas 2.40). Es aquí donde volvemos a lo mismo, si Jesús es el modelo por excelencia para todo ser humano, en el momento de cumplir con el mandamiento de bajar a las aguas, como parte de la obediencia a las disposiciones de Dios, estaba lleno de sabiduría, significa que Jesús fue parte del proceso establecido para todo hijo de Dios, de la condición de limpieza en su mente por el conocimiento de la palabra de Dios, previo al bautismo de inmersión en agua. No que Jesús hubiera pecado (Lucas 1.35), sino que la limpieza en él por medio de la palabra de Dios, lo mantuvo libre del pecado. En todo caso, cuando Juan el Bautista bautizaba en agua, lo hacía hablando de aquel que venía tras él, haciendo referencia a Jesús, también dijo que Jesús era el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Juan 1.29 al 30), lo cual nos lleva hacia tres años y medio después, donde Jesucristo derrama su sangre en aquella cruz, para redimirnos del pecado (Mateo 1.21).


Luego, si el bautismo de inmersión en agua, es el bautismo en el nombre de Jesucristo e inmersión en Jesús, entonces se toma el bautismo histórico de Jesús mismo, como modelo de la condición previa, durante y después de descender a las aguas, realmente como un proceso. En el caso de nosotros no basta con descender a las aguas y creer que ya cumplimos, sino que cuenta la condición previa y después de eso, durante nuestro ayer, hoy y mañana, porque hay que ser fiel a Dios en todo tiempo, con el gozo perpetuo y servicio permanente. Así como Jesús es el principio y el fin, el que es y que era y que ha de venir (Apocalipsis 1.4 y 8), es el mismo de ayer, de hoy y de siempre, en él no hay sombra ni mudanza de variación.


Jesús se mantuvo fiel a Dios de principio a fin en su ministerio y misión por la cual fue enviado del Padre a este mundo. De igual forma nosotros tenemos que cumplir una misión aquí en la tierra, delante de Dios Padre. En otras palabras, Jesús hizo su presentación oficial en el servicio a Dios, en cuanto a la misión encomendada, a partir de su bautismo en agua. Pero esta presentación la hizo con todo conocimiento, conciencia y convicción de lo que había iniciado con su vida y le esperaba en lo porvenir. Figura del verdadero arrepentimiento y conversión que se requiere en todo ser humano, que emprende el camino al servicio y fidelidad a Dios, a pesar de cualquier circunstancia por la que tenga que pasar. Entre ellas, pruebas, luchas, dificultades y cualquier adversidad. Por eso Jesús se muestra como ejemplo y requiere ser bautizado en agua, porque convenía ser modelo para los demás en ese sentido y cumplir así toda justicia (Mateo 3.13 al 17). Sin embargo, el bautismo de Jesús significaba algo diferente, comparándolo con los bautismos efectuados antes de él, ya que Jesús no cometió pecado y las demás personas sí, por eso Juan no quería bautizarlo, pero Jesús le dice que deja ahora, dando a entender que no como en los casos anteriores, pero que era necesario o conveniente hacerlo igual, para cumplir toda justicia o voluntad de Dios (Mateo 3.13 al 15).


Una vez que Jesús fue bautizado en inmersión en agua, continuó su proceso de servicio a Dios, inclusive de sufrimiento constante por lo que le esperaba, a sabiendas que iba a ser torturado, escarnecido y crucificado. Aunque era obediente e Hijo de Dios, dice la escritura que por lo que padeció aprendió la obediencia, fue perfeccionado por su temor reverente, aunque tuvo que ofrecer ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas (Hebreos 5.7 al 9). Puesto que Cristo padeció en su propio cuerpo de carne y hueso, dejó establecido el pensamiento y precedente, de que en su misma condición humana, se puede terminar con el pecado y vivir conforme a la voluntad de Dios Padre (1 Pedro 4.1 al 2). Jesús tuvo un bautismo constante, al ser absorbido con la palabra de Dios, por medio del conocimiento y la comunión con Dios en la oración, además fue lleno del Espíritu Santo que le fortalecía en todas las pruebas por las que pasó. Fue valiente y resistente al sufrimiento, manteniéndose como un testigo fiel y verdadero a Dios hasta el último momento, dejando ejemplo de lo que es perseverar hasta el fin, en obediencia y completa sujeción al Padre. Analicemos su situación desde las tres perspectivas de los evangelios en el siguiente resumen:


Mateo 26.36 al 46

Cuando Jesús ora en Getsemaní, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera, entonces dijo que su vida estaba muy triste, hasta la muerte y oró tres veces al Padre, que si fuera posible, pasara de él aquella copa, pero que prevaleciera la voluntad de su Padre. Hasta que llegó la hora y fue entregado en manos de pecadores.


Marcos 14.32 al 42

Jesús llegó a Getsemaní y comenzó a entristecerse y a angustiarse, diciendo que estaba muy triste, hasta la muerte, entonces se postró en tierra, y oró a Dios que si fuera posible, pasara de él aquella hora. Le decía Abba, Padre, y que todas las cosas son posibles para Dios, que apartara de él esa copa, pero no lo que Jesús quería, sino lo que quería su Padre. Oró tres veces diciendo las mismas palabras, hasta que fue entregado en manos de pecadores.


Lucas 22.39 al 46

Jesús se fue, como solía, al monte de los Olivos, y él se apartó de sus discípulos, y puesto de rodillas oró, diciendo al Padre, que si quería pasara de él aquella copa, pero que no se hiciera su voluntad sino la del Padre. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. Y estando en agonía, su oración era más intensa, además tenía unos sudores como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.


Ahora bien, si Juan ya era lleno del Espíritu Santo (Lucas 1.15), por qué menciona que tenía que ser bautizado por Jesús (Mateo 3.14), lo que pasa es que el bautismo en inmersión en Jesús implica sobrellevar el sufrimiento, así como Jesús sufrió. Esto significa que Juan no fue bautizado en inmersión en agua, porque dentro del nuevo movimiento él fue el primero en iniciar el bautismo a otros, pero no a sí mismo. Sin embargo, al iniciar Jesús su ministerio, Juan recibe su inmersión en Jesús, cumpliéndose igualmente toda justicia en él. De manera que tuvo que sufrir el ser encarcelado, hasta el grado de llegar a ser decapitado, por sufrir las consecuencias de denunciar la injusticia a través del mensaje de la palabra. Además por proseguir las huellas de los pasos de su Señor Jesús, quien manifestó que Juan vino en camino de justicia y los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo no le creyeron. Sin embargo, viendo que publicanos y rameras le creían y se convertían, ellos aún así, no se arrepintieron de sus malos caminos para creerle (Mateo 21.23 al 32; Lucas 7.29 al 30).


Así como Juan el Bautista preparó el camino para la primera venida de nuestro Señor Jesucristo, por medio de la predicación del arrepentimiento y conversión, nos corresponde a nosotros en la actualidad, llevar las buenas nuevas de salvación, del evangelio del reino de Dios, por el arrepentimiento y conversión de las obras muertas del pecado. De modo que preparamos el camino de la segunda venida del Señor Jesucristo, pero esta vez sin relación al pecado, sino para salvar a los que le esperan (Hebreos 9.28). Por otra parte, los impíos e injustos, posteriormente, van a ser lanzados en el fuego del castigo, en aquel lago de fuego que arde con azufre, preparado para los pecadores (Apocalipsis 19.20, 20.10, 12 al 15), que no quisieron arrepentirse y convertirse de sus malos frutos, por ello Juan el Bautista le llama paja que será quemada en el fuego (Mateo 3.11 al 12), y al decir fuego que nunca se apagará, se refiere a que el fuego procede de Dios Eterno, por eso es un fuego eterno, que significa que es una sentencia firme, y que no se hará marcha atrás en lo establecido, así como el árbol que no buen fruto es cortado y echado en el fuego (Lucas 3.9).


En conclusión, Jesús experimentó el bautismo como un proceso de principio a fin, iniciando su ministerio con el bautismo en inmersión en agua, con lo cual hizo su presentación ante el Padre y fue inmerso a tiempo completo en aquella misión por la que fue enviado, cuya carrera llegaba a su plenitud cuando iba a ser levantado por su propio Padre (Hechos 13.30), de aquella muerte de tres días y tres noches (Marcos 10.33 al 34), porque no sería dejado sumergido en aquel sepulcro de muerte, que en sentido figurado, fue el bautismo de inmersión en la muerte en aquella cruz (Filipenses 2.8), lo cual equivale para nosotros al bautismo de inmersión en agua e inmersión en el Señor Jesús. Cabe destacar que en ese lapso de tiempo entre el primer bautismo y este último, tuvo que vivir constantemente un bautismo amargo, de sufrimiento, aflicción y dolor, por las ofensas, burlas, padecimientos, escarnios y persecuciones, siendo traicionado y juzgado injustamente, negado, desnudado, azotado, abofeteado, escupido y herido, hasta llegar a ser crucificado, lo cual en nuestro caso corresponde al bautismo del Espíritu Santo y fuego. La vida ejemplar de Jesús, de obediencia y de fidelidad delante del Padre, equivale para nosotros al bautismo de arrepentimiento y conversión.


11.3) Concepto de bautismo.


La palabra bautizar hace referencia a inmergir o sumergir. Cuando esto sucede, se pasa de un estado a otro. Por ejemplo, en forma de analogía o comparación, al hundirse a alguna persona en agua, físicamente sufre un cambio, debido al líquido, ya que en el nuevo estado queda empapado, el agua siempre busca llenar o introducirse, en aquello que fue zambullido, cubriéndolo por completo.


El bautismo es una representación simbólica, como le sucedió a Israel cuando era guiado por Moisés, cuyo pueblo fue bautizado, cuando cruzaron por en medio del Mar Rojo, quedando las aguas divididas, como muro a su derecha y a su izquierda (Éxodo 14.21 al 22; 1 Corintios 10.1 al 2). Esto demuestra que el bautismo de inmersión en agua no es el único bautismo que hay, sino que en la palabra bautismo prevalece un significado con sentido espiritual, manifestado en diversas formas de bautismos. Por ejemplo, en el bautismo de limpieza en la palabra de Dios Padre o bautismo de arrepentimiento y conversión, que es el primer paso de todo creyente, se recibe en el mismo el conocimiento con claridad, ya que llega la luz divina en la mente de la persona, en forma abundante y rebosante, hasta llenar la mente de la palabra de Dios, porque Dios es el que resplandeció en cada corazón, para iluminación del conocimiento de su gloria, por medio de Jesucristo (2 Corintios 4.6). Y es la palabra de Dios la que hace limpieza en las personas. Jesús dijo que sus discípulos estaban limpios, excepto Judas el que le traicionó (Juan 13.10 al 11), mencionando que por las palabras que les había hablado es que estaban limpios (Juan 15.3). Porque dice Jesús que las palabras que habló, son las palabras del Padre que lo envió (Juan 3.34, 5.24, 8.47, 14.10, 24, 17.6 al 8, 14). Y se santifican por la palabra de verdad del Padre (Juan 17.17). Ya que dichas palabras son espíritu y son vida (Juan 6.63).


El mismo bautismo en inmersión en agua es simbólico, el cual se realiza en el nombre de Jesucristo y es una representación de su muerte y resurrección, para que andemos en vida nueva (Romanos 6.3 al 4). Cuando la persona es sumergida en agua, en forma figurada está siendo sepultada en su vieja humanidad y forma de ser, para ser levantada como una nueva criatura. La esencia de todo este acto, es el testimonio de quien lo realiza, de crucificar juntamente con Cristo Jesús, su viejo hombre, a fin de que no sirva más al pecado (Romanos 6.5 al 6). Porque lo que se vive con el bautismo en el nombre de Jesús, es una semejanza de su muerte y resurrección, así también la persona se considera muerta al pecado, pero viva para Dios en Cristo Jesús, con el señorío de Jesús en su vida, de modo que ya no se obedece más a las concupiscencias del cuerpo (Romanos 6.11 al 12). El mismo bautismo en inmersión en agua, se constituye a manera de símbolo en un bautismo en inmersión en el Señor Jesús. Ya que dicho bautismo nos salva, pero no quitando las inmundicias de la carne, sino que se renueva la buena conciencia hacia Dios, y nos sujetamos en obediencia al Señor, sabiendo que él ha resucitado y subido al cielo a la diestra de Dios Padre (1 Pedro 3.21 al 22). De manera que quien reina es Jesucristo y ya no reina más el pecado en la vida de la persona, como instrumento de iniquidad, sino que se presenta a Dios como vivo entre los muertos, y su cuerpo como instrumento de justicia, bajo la gracia del Señor Jesús (Romanos 6.13 al 14). Debido a esto, Pablo dice que hemos sido bautizados (inmergidos) en Cristo Jesús (Romanos 6.3).


11.4) Doctrina de Bautismos.


En la epístola a los Hebreos encontramos la palabra bautismos en plural, porque son varios. “De la doctrina de bautismos...” (Hebreos 6.2). Pero estos se complementan, uno con otro, hasta abarcar todo un proceso, donde cada uno de ellos es necesario para la formación del cristiano, conformándose en unidad como un sólo bautismo (Efesios 4.5). De manera que éste es el único método, establecido para el cristiano, en cuanto a bautismo se refiere, ya que el seguidor de Cristo vive una trayectoria como se compara en los proverbios la senda del justo con la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto (Proverbios 4.18). Pasando por un proceso, en el cual debe llenar estos bautismos, como requisitos indispensables para tratar de perfeccionarse como cristiano, los cuales son. El bautismo de arrepentimiento de obras muertas y conversión, que es la limpieza por la palabra de Dios Padre, el bautismo de inmersión en agua y en el Señor Jesús, el cual se hace en el nombre de Jesucristo y el bautismo del Espíritu Santo y fuego.


Un pasaje que relaciona todo este proceso del bautismo, se encuentra en aquel en que Pedro y los apóstoles hacen defensa ante los gobernantes, los ancianos, los escribas y el sumo sacerdote, con todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes, muchos de ellos saduceos y fariseos, reunidos en un concilio, en el cual se dice lo siguiente: “El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hechos 5.30 al 32). Por la causa y nombre de Jesús se predica el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones (Lucas 24.47). Y de que fue levantado se refiere a que después de ser sumergido en aquella muerte, fue levantado de la tumba por Dios, ya que su Padre mismo fue quien le resucitó de entre los muertos.


Otro pasaje que hace alusión al proceso del bautismo, es cuando Pablo hace un discurso de despedida en Mileto y dice: “Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos; y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo. Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones” (Hechos 20.18 al 23).


En cierta ocasión Pablo después de recorrer algunas regiones, llegó a Efeso, donde encontró discípulos que aún no habían oído que existía el Espíritu Santo. Ellos recibieron el llamamiento, arrepentimiento y conversión de la limpieza en la palabra de Dios Padre, que fue predicado por Juan el Bautista. Sin embargo, aunque Juan había anunciado al Señor, mandando a que creyesen en aquel que venía después de él, esto es, en Jesús el Cristo, dichos discípulos no habían sido bautizados en inmersión en agua en el nombre del Señor Jesús. Lo cual Pablo procedió a realizar en ellos, de manera que completado este procedimiento en forma correcta, complementó el proceso de crecimiento en los discípulos, al imponer sus manos, para que recibieran el don del Espíritu Santo, de modo que hablaron lenguas y profetizaron. Continuando la edificación de sus vidas, por medio de la palabra de Dios, permaneciendo durante dos años con ellos. Todo esto lo encontramos en Hechos de los apóstoles, capítulo 19, versículos del 1 al 10, cuya descripción de los bautismos tenemos a continuación.


11.4.1) Arrepentimiento de obras muertas y conversión.


El bautismo de arrepentimiento y conversión, se logra por medio de volver en sí y recapacitar, como en la parábola del hijo que desperdició sus bienes viviendo perdidamente (Lucas 15.17 al 24). Ya que en estos casos, el afectado tiene un reencuentro consigo mismo y surge el deseo y la necesidad de limpieza de su persona, a través de la comunión que recibe al acercarse al Padre, por medio de su palabra. Además de la fe que le viene por el oír y este a su vez por la sed y hambre que siente por la palabra de Dios (Romanos 10.17). Aquí es donde se cumple el dicho de que la fe también se piensa y se reflexiona. Esto provoca una ferviente búsqueda, en la vida del nuevo adepto, hacia el amor y la misericordia de Dios el Padre, al reconocer su dependencia hacia él. Porque irrevocable es el llamamiento de Dios (Romanos 11.29). Y es a través de la palabra de Dios, palpada en la Biblia, que adquiere la llenura del conocimiento, que lo nutre y le da la sanidad y restauración que requiere, para limpiar su mente de los viejos pensamientos que no le edifican. La mente de la persona se constituye en un recipiente, que empieza poco a poco a sacar el contenido sucio y a limpiarse con unción fresca del mensaje de salvación. Bien dijo el salmista. “...Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando” (Salmos 23.5). Por lo tanto se va renovando hasta el conocimiento pleno, dejando la fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos, avaricia, idolatría, ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas y la mentira (Colosenses 3.5 al 10). También el adulterio, inmundicia, lascivia, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes a estas (Gálatas 5.19 al 21). La palabra de Dios lo limpia de la mente inclinada al pecado, sanando el pensamiento que lo incita y desvía a eso, renovándose con palabra fresca de Dios.


El ejemplo lo encontramos en tiempos de Juan el Bautista, que hizo el llamamiento al pueblo y predicaba el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados (Marcos 1.4). El efecto anunciado con esto, era que haría que muchos se convirtieran al Señor Dios de ellos, para hacer volver los corazones y traer la prudencia de los justos en los rebeldes, preparando un pueblo bien dispuesto para el Señor (Lucas 1.16 al 17). Aquellos que escucharon su llamamiento a arrepentirse y lo recibieron, fueron bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados (Mateo 3.5 al 6). Pero hubo casos de personas, que en forma infiltrada, pretendieron estar arrepentidos para ser parte de la inmersión en agua, sin embargo, Juan no lo permitió y les llamó a muchos de los fariseos y de los saduceos, como ¡Generación de víboras! Dichos casos los remitió al futuro en la ira venidera de la cual no podían escapar. Los envió primeramente a hacer frutos dignos de arrepentimiento, antes que aparentar ser hijos de obediencia. Después de todo esto, les menciona en forma de analogía, que todo aquel que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego (Mateo 3.7 al 10). Luego en vistas de lo acontecido, las gentes preguntan ¿qué tienen que hacer al respecto? Entre ellos unos que son publicanos y otros que son soldados. Para todos había palabra, según cada caso, para demostrar los frutos de arrepentimiento (Lucas 3.9 al 14).


Ahora bien, tiene que quedar claro que Juan bautizaba en agua para arrepentimiento (Mateo 3.11), pero entiéndase que el arrepentimiento debía ser antes de bajar a las aguas, porque el hecho de inmergirse en agua, no significa que la persona va a recibir el arrepentimiento posteriormente con este acto. El bautismo en el nombre de Jesucristo es un símbolo de arrepentimiento, pero no produce tal efecto quien no lo tiene y creé que con sumergirse en el bautismo en agua, entonces le va a generar arrepentimiento y conversión. Si fuera así, por consiguiente, Juan no se hubiera tomado tantas molestias, en rechazar a quienes pretendían bautizarse en su bautismo en agua, sin haber recibido con anticipación el bautismo de arrepentimiento y conversión. Por lo tanto, Juan ejerció dos bautismos, uno predicado a través de la palabra que inducía al arrepentimiento y el otro, era el consecuente del primero, que es testificar públicamente que se ha recibido ese arrepentimiento, en su pensamiento y conocimiento, a través de la limpieza que da la palabra de Dios en la mente de la persona, abandonando la ignorancia que lo induce al pecado. Los frutos son los hechos que hacen visible ese arrepentimiento y es lo que se llama conversión, que es llevar a la práctica de la vida diaria, el testimonio ejemplar de una persona verdaderamente cristiana o seguidora de Cristo.


El bautismo de arrepentimiento, es la predicación de la palabra de Dios. Por ejemplo, Juan predicaba diciendo que se arrepintieran, porque el reino de los cielos se había acercado (Mateo 3.1 al 2). Otros pasajes agregan que Juan predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados (Marcos 1.4; Lucas 3.3). Que es lo que complementaba con el bautismo en inmersión en agua. Después que Juan fue encarcelado, Jesús predicó el evangelio del reino de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1.14 al 15). Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: ¡Arrepentíos! (Mateo 4.17). De manera que Jesús sentencia dos veces y dice: “Os digo. No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13.3 y 5). Por lo tanto, por sus frutos los conoceréis, dice Jesús (Mateo 7.16 al 20, 12.33; Lucas 6.43 al 45). Luego envía Jesús a sus doce discípulos de dos en dos, los cuales predicaban que los hombres se arrepintiesen (Marcos 6.12). Pedro le manda al pueblo de Israel a arrepentirse y convertirse, para que sean borrados sus pecados (Hechos 3.19 al 21). También lo hace con el pueblo gentil, donde el mismo le llama bautismo que predicó Juan (Hechos 10.37), presenciando como los mismos gentiles reciben de Dios el arrepentimiento para vida (Hechos 11.18), con las palabras por las cuales se puede ser salvo (Hechos 11.14). Posteriormente, Pablo testifica que antes de la venida del ministerio de Jesús, Juan predicó el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel (Hechos 13.24).


Hay que hacer la diferencia entre el bautismo de arrepentimiento y el bautismo en inmersión en agua, ya que uno se realiza con la predicación y recepción de la limpieza, a través de la palabra de Dios, mientras que el otro, es el acto de testificar públicamente el reconocimiento y aceptación de seguir a Jesucristo, confesando la renuncia completa al pecado, para seguir como nueva criatura, en servicio al Maestro y Señor de su vida nueva. Del bautismo de Juan de la predicación de arrepentimiento, Pablo nos confirma lo siguiente: “Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” (Hechos 26.19 al 20). Recordemos que cada vez que Juan el Bautista hizo el llamamiento a arrepentirse y mencionó el hacer frutos dignos de arrepentimiento, estaba hablando de la conversión.


El arrepentimiento es todo un proceso, durante toda la vida del ser humano, es un camino de perfección en el conocimiento, ya que a través del tiempo es que se consigue dejar la ignorancia. Ninguna persona puede alegar saberlo todo, por más entendimiento que tenga, sabiduría e inteligencia. Todo lo contrario, si en vez de jactancia, hay humildad en aprender, puede lograr conocer cosas que antes ignoraba. Cualquiera que investigue y adquiera un conocimiento más amplio, se da cuenta que entre más sabe más ignora muchas cosas, ya que el conocimiento es infinito, porque no tiene límite ni fronteras que lo detengan. Vivimos inmersos en un océano de conocimiento, en donde podemos profundizar hasta lo más interno que Dios nos permita. El peligro de constituirnos en seres dogmáticos, con reglas y sistemas humanos, es que limitamos la libertad del Espíritu y Poder de Dios, en guiarnos. De manera que muchas veces defendamos barreras, que no nos permiten ver más allá de los límites que el mismo ser humano ha impuesto. Como le pasó a los saduceos, fariseos, escribas e intérpretes de la ley, juntamente con los principales sacerdotes, ancianos y gobernantes del tiempo de Jesús histórico. Por lo tanto, la herramienta fundamental para el arrepentimiento, es la palabra de verdad a través de las Sagradas Escrituras, sumado al poder adquirido por el Espíritu de Dios, de darle una correcta interpretación, ya que por ayuda del mismo Espíritu que inspiró la Biblia, se obtiene su verdadera explicación.


11.4.2) Bautismo en inmersión.


Previamente a este tema, es necesario mencionar que la primera acción de testimonio público, realizado por Jesús antes de su ministerio, fue bajar en inmersión en agua, siendo bautizado por Juan el Bautista en el Jordán. Pero sin olvidar que el Señor emprendía un camino que culminaba con su muerte, sepultura y resurrección. A lo cual hace mención cuando, los escribas y fariseos le piden señal, pero dice Jesús que a esa generación mala y adúltera, la señal que le sería dada era como la señal del profeta Jonás, ya que estuvo en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así también estaría Jesús en la sepultura (Mateo 12.38 al 42), pero destaca que Nínive se arrepintió al mensaje de Jonás, pero que él era más que dicho profeta y sin embargo, no habían querido arrepentirse con su mensaje, siendo dignos de juicio y condenación (Lucas 11.32; Hechos 17.30 al 31). Por otra parte, Pablo hace la siguiente referencia: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?” (Romanos 6.3). Aclara que por el bautismo somos sepultados juntamente con él y que así como Cristo resucitó de los muertos, en semejanza nosotros también, para que andemos en vida nueva, porque de la misma manera que nos comparamos en su muerte, de igual forma en la de su resurrección (Romanos 6.4 al 5).


La palabra bautizar significa lo mismo que inmergir o sumergir, pero conste que el bautismo en el nombre de Jesús, no es meramente ser inmergido en agua, sino más que eso, es ser sumergido en Jesús mismo, en su libertad de la esclavitud del pecado, en su transformación, en su muerte y resurrección. Es un paso muy importante de obediencia, que compenetra más a la persona en el amor de Dios, por medio de su Hijo amado Jesucristo y es entonces donde el bautizado se hace más sensible en su admiración al Señor y se identifica más como seguidor de Cristo a través del cristianismo puro y auténtico. Cuando el candidato a bautismo, camina hacia un río o pila bautismal para ser bajado a las aguas, es similar a una marcha fúnebre, donde hay testigos que presencian como la persona es llevada y sepultada, pero a diferencia en este caso, la misma es levantada de nuevo, simbolizando que sale como nueva criatura en Cristo Jesús, resucitada para vida y transformada o cambiada en otra persona. Con el bautismo en inmersión en agua, quien lo recibe, se presenta con este acto, delante de Dios y se dispone a hacer fielmente su voluntad, emprendiendo decididamente el camino de obediencia en presencia de su Salvador.


Pablo al referirse a la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, dice: “... a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte...” (Filipenses 3.10). Ser inmergido en el Señor, implica experimentar plenamente la aflicción por amor a Jesús. Por esta causa el bautismo, se desprende en una doctrina de bautismos, que están relacionados entre sí, porque el arrepentimiento y conversión, es el paso inicial, previo a testificar en el bautismo de inmersión en agua, en el nombre de Jesucristo. Pero el proceso de arrepentimiento y conversión predomina en todo el transcurso de la vida del cristiano, conforme va saliendo de la ignorancia, consagrándose y santificándose más para Dios, además requiere ser probado (como un bautismo de fuego que purifica), de luchas, dificultades, necesidades y pruebas en general, que se requieren para formar su carácter en Cristo. Entonces el bautismo en Espíritu Santo lo guía, le redarguye, lo fortalece y ayuda, con dones, operaciones y ministerios. Y aquel que no oye la voz de Dios para obedecerle, le espera el castigo en el lago de fuego y azufre.


El bautismo en inmersión en agua es el bautismo realizado en el nombre de Jesucristo. Los discípulos de Jesús bautizaban en forma contemporánea a Juan el Bautista y sus discípulos (Juan 3.22 al 30, 4.1 al 2). Juan confesó no ser el Cristo, pero siempre que bautizó lo hizo hablando de aquel que venía tras él, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, esto es de Jesús el Cristo (Juan 1.19 al 37). En la Biblia encontramos muchos pasajes de bautismos en inmersión en agua, que se realizaron en el nombre de Jesús. Cuando Felipe anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres (Hechos 8.12). En una ocasión anunció el evangelio de Jesús a un etíope, eunuco y funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, quien después de creer de todo corazón, expresó que Jesucristo es el Hijo de Dios, y fue bautizado descendiendo al agua (Hechos 8.27, 35 al 38). En otro momento, el apóstol Pedro mandó bautizar en el nombre del Señor Jesús a Cornelio, sus parientes y amigos (Hechos 10.1 al 2, 24, 30 al 33, 48). En el caso de Pablo y Silas, estando en Filipos, hablaron la palabra del Señor a un carcelero, junto con los que estaban en su casa, y al creer en Señor Jesucristo, se bautizó él con todos los suyos (Hechos 16.31 al 33). También en la ciudad de Corinto había un principal de la sinagoga, llamado Crispo, quien creyó en el Señor con toda su casa, además de muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados (Hechos 18.8). Pablo mismo fue bautizado, lavando sus pecados e invocando el nombre de Jesús (Hechos 22.16).


11.4.3) Bautismo del Espíritu Santo y fuego.


La Escritura cuando menciona al ángel del pacto, lo relaciona con fuego purificador, y como jabón de lavadores (Malaquías 3.1 al 2). Posteriormente, en tiempos de Juan el Bautista, él mismo anunció que venia otro tras él, que bautizaría en Espíritu Santo y fuego, con su aventador (instrumento para aventar y limpiar los granos en las eras y que también sirve para aventar el fuego) en su mano, limpiando su era, recogiendo su trigo en el granero, y quemando la paja en fuego (Mateo 3.11 al 12). Mucho tiempo antes, el profeta Jeremías, en momentos de angustia, de escarnio, burlas, afrenta, murmuración, persecución, por parte de sus adversarios, que querían prevalecer contra él y estaban a la expectativa, para saber si claudicaría, expresó que Dios prueba a los justos y que ve los pensamientos y corazón de quienes encomiendan su causa. Y en la peor de sus situaciones, quiso no hablar más de Dios, ni hablar en su nombre, no obstante, dice Jeremías, que había en su corazón como un fuego ardiente metido en sus huesos, el cual trató de sufrir y no pudo (Jeremías 20.7 al 12). Por lo tanto, hay dos clases de fuego. El fuego purificador para bien y el fuego de la destrucción.


Jesús dijo: “Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido?” (Lucas 12.49). Después de la resurrección, les dice a sus discípulos que esperen la promesa del Padre, la cual anunció Jesús, porque serían bautizados con el Espíritu Santo (Hechos 1.5). Cuando llegó el cumplimiento, vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó el lugar en el que estaban, y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos y fueron llenos del Espíritu Santo (Hechos 2.1 al 4). Paralelamente a este tipo de fuego, la Escritura hace mención por medio de Jesús, del fuego de la destrucción (Juan 15.6), que en tiempos de Lot al salir de la ciudad de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos (Lucas 17.28 al 32). Así también, menciona Pedro que Dios libró al justo Lot, librando de tentación a los piadosos, pero reserva a los injustos para ser castigados en el día del juicio (2 Pedro 2.6 al 10). De lo cual, textualmente dice: “... pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Pedro 3.7).


Otros pasajes que contrastan ambos fuegos, están por ejemplo, cuando haciendo el bien a los demás y aún a los enemigos, como deber cristiano, se amontona sobre su cabeza ascuas de fuego (Romanos 12.20). También se hace mención de avivar el fuego del don de Dios (2 Timoteo 1.6). Del que hace a sus ministros llama de fuego (Hebreos 1.7). De ser afligidos en diversas pruebas, para que sea sometida a prueba la fe, mucho más preciosa que el oro, el cual se prueba con fuego (1 Pedro 1.6 al 7). Del fuego de prueba que nos ha sobrevenido, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre nosotros (1 Pedro 4.12 al 14). De cuando se manifieste el Señor Jesús, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen el evangelio (2 Tesalonicenses 1.6 al 10). Y de la horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios (Hebreos 10.26 al 27). Porque nuestro Dios es fuego consumidor (Hebreos 12.29).


Por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, con repartición de dones, ministerios y operaciones. Así hay palabra de sabiduría, de ciencia, de fe, dones de sanidades, el hacer milagros, profecía, discernimiento de espíritus, diversos géneros de lenguas, interpretación de lenguas (1 Corintios 12.3 al 13). Hay apóstoles, profetas, maestros, los que hacen milagros, los que sanan, los que ayudan, los que administran y los que tienen don de lenguas (1 Corintios 12.27 al 28). El don de servicio, de enseñar, de exhortar, de repartir, de presidir y el de hacer misericordia (Romanos 12.6 al 8). Estos, juntamente con los diáconos, evangelistas y pastores, entre otros, conforman los ministerios, operaciones y dones dados por Dios Padre a través de su Espíritu. Por el Espíritu de Dios es que podemos soportar las pruebas que nos sobrevienen y recibir la fortaleza necesaria para seguir adelante, de manera que es el Consolador que nos ayuda, ya que nos enseña y recuerda (Juan 14.26). Nos guía a toda verdad (Juan 16.13). Porque somos sellados con el Espíritu Santo de la promesa (2 Corintios 1.21 al 22; Efesios 1.13 al 14, 4.30).


11.5) Jesús y Pedro coinciden en el proceso del bautismo.


Jesús y Pedro hacen mención del proceso del bautismo, lo cual se compara en la siguiente tabla:


Proceso del bautismo

Figura: Comparación del proceso del bautismo visto por Jesús y Pedro.


Proceso del bautismo:


Jesús (Mateo 28.19).


Pedro (Hechos 2.38).


Bautismo de arrepentimiento y conversión por la limpieza que produce la palabra de Dios.


Jesús (Mateo 28.19):


“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre,”


Pedro (Hechos 2.38):


“Pedro les dijo: Arrepentíos,”


Bautismo de inmersión en agua y en el Señor Jesús para perdón de pecados.


Jesús (Mateo 28.19):


“y bautizándolos en el nombre del Hijo,”


Pedro (Hechos 2.38):


“y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados;”


Bautismo en Espíritu Santo y fuego (dones, operaciones, ministerios, guía, recordatorio, fortaleza, fuego de pruebas, luchas, aflicción y sufrimiento.


Jesús (Mateo 28.19):


“y bautizándolos en el nombre del Espíritu Santo”


Pedro (Hechos 2.38):


“y recibiréis el don del Espíritu Santo”


A continuación se señalan las causas y sus efectos en el proceso del bautismo, a través de otra tabla. Recordemos que el bautismo es uno solo, ya que toda persona debe reunir las diferentes etapas del proceso del bautismo, que es lo que se conoce como doctrina de bautismos. En el caso del arrepentimiento, el mismo da como resultado la conversión a través de sus frutos. Obsérvese que el bautismo en inmersión en agua, no es un acto que se puede tomar a la ligera, ya que es de mucho cuidado, el sugerir la idea de simbolizar la muerte, sepultura y levantamiento en resurrección a una nueva criatura, cuando no hay sinceridad de lo que se está haciendo, es ofensivo delante de Dios. Quienes reciben el sello del Espíritu Santo pasan por el fuego de prueba, mientras que aquellos que no reciben dicho sello y han vivido en desobediencia y rebeldía ante Dios, les espera el fuego de la destrucción.


Por lo anterior encontramos que el proceso del bautismo está establecido de la siguiente forma, de acuerdo con la mediación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, según cada caso.


Causa y efecto del bautismo

Figura: Causa y efecto del proceso del bautismo según la mediación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.


EN EL NOMBRE DEL PADRE


Causa: El arrepentimiento.


Efecto: Los frutos de la conversión.


Y DEL HIJO


Causa: Inmersión en agua.


Efecto: Inmersión en el Señor Jesús.


Y DEL ESPIRITU SANTO


Causa: Sello del Espíritu Santo, dones, ministerios y operaciones.


Efecto: Fuego de prueba al justo.


12) Resurrección de los muertos.


En relación con la resurrección de los muertos, unos primeramente para vida eterna (Apocalipsis 20.4 al 6), luego otros para condenación y sufrir la segunda muerte (Apocalipsis 20.7 al 15). Para vida eterna los que obedecieron a Dios, que resucitan a la segunda venida de Cristo, y para condenación por causa de las obras malas (Juan 3.19), los pecadores que resucitan para el juicio final (Daniel 12.2; Mateo 25.46; Juan 5.28 al 29). La misma muerte va a ser destruida (1 Corintios 15.21 al 26; Apocalipsis 21.4). Cuando Cristo regrese a la tierra en su segunda venida, todos los muertos en Cristo resucitarán primero (1 Tesalonicenses 4.16), aquellos que son tenidos por dignos de alcanzar la resurrección, y no podrán más morir (Lucas 20.35 al 36), por consiguiente no podrán más pecar, ya que la paga del pecado es muerte. La resurrección será en el día postrero, aquel que haya creído en Jesús aunque físicamente esté muerto, entonces vivirá, porque todo aquel que creyó en él no morirá eternamente (Juan 6.39 al 40, 11.21 al 27).


12.1) Cuerpo transformado.


Para la primera resurrección en la segunda venida de Cristo, tanto los que resucitan en Cristo como aquellos que están en vida y con Cristo serán transformados (1 Corintios 15.50 al 56). En la resurrección a la venida de Cristo se recibe cuerpo incorrupto, glorioso y con poder (1 Corintios 15.40 al 44), seremos como Jesús resucitó (Salmos 17.15; Romanos 6.5; Filipenses 3.20 al 21), semejantes a los ángeles de Dios en el cielo (Mateo 22.30). Jesús en una visión se transfiguró delante de Pedro, Jacobo y Juan, para dar muestra y testimonio de la resurrección (simbolizados por Moisés y Elías), adquiriendo un rostro resplandeciente y vestidos blancos como la luz (Mateo 17.1 al 9).


12.2) Ver la gloria de Dios Padre.


Job tenía la esperanza de la resurrección y de ver a Dios (Job 19.25 al 27). Esta promesa fue mencionada por Jesús cuando dijo que bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios (Mateo 5.8). La gloria de Dios Padre iluminará la ciudad de la nueva Jerusalén (Apocalipsis 21.23), los siervos de Dios le servirán y verán su rostro (Apocalipsis 22.3 al 4), porque él los iluminará (Apocalipsis 22.5), morará con ellos, y él mismo estará con ellos como su Dios (Apocalipsis 21.3). El ser humano con cuerpo corruptible no puede heredar el reino de Dios (1 Corintios 15.50), ni aún Moisés pudo ver la gloria de Dios, porque no había ser humano que pudiera ver el rostro de Dios y siguiera con vida (Éxodo 33.18 al 23). Ninguna persona llegó a ver a Dios Padre (Juan 1.18, 6.46), cuando la Biblia dice que Moisés habló cara a cara con Jehová (Éxodo 33.11; Deuteronomio 34.10), se refiere a Jehová Hijo que era el ángel de Jehová que le hablaba en el monte Sinaí (Éxodo 3.2 al 6; Hechos 7.30 al 32, 38). Abraham también hablo cara a cara con Jehová Hijo (Génesis 18.1 al 3, 16 al 19.1), que le da a entender que para Dios Padre no hay nada difícil (Génesis 18.13 al 14). Tiempo después cuando Abraham por fe, es probado y obedece, Jehová Hijo le habla desde el cielo diciéndole que ya conoce que él teme a Dios Padre, por cuanto no rehusó a su único hijo (Génesis 22.11 al 18), porque Abraham pensaba que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos (Hebreos 11.17 al 19), lo que sucedió con el Hijo de Dios que fue levantado de entre los muertos por Dios Padre (Hechos 2.32, 3.15, 10.40, 13.30). En la transformación del cuerpo se llega a ser como un ángel que puede ver la gloria de Dios, así como los ángeles ven siempre el rostro del Padre que está en los cielos (Mateo 18.10).


D) MÉTODOS DE CONSAGRACIÓN.


13) Adoración.


El ser humano desde el principio empezó a invocar el nombre de Jehová (Génesis 4.26). En el caso de Noé caminó con Dios y halló gracia ante los ojos de Jehová, ya que fue justo y perfecto en sus generaciones (Génesis 6.8 al 9). Dios quiso que se acordaran y se volvieran a él, todos los confines de la tierra y todas las familias de las naciones a adorar delante de él (Salmos 22.27, 86.9, 96.9; Apocalipsis 15.4). Las personas siempre han buscado adorar algo o a alguien, lamentablemente muy pocos lo han hecho con el conocimiento del verdadero Dios (Hechos 17.22 al 23), otros en cambio habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios sino que han honrado y dado culto a las criaturas antes que al Creador, a pesar de toda su creación y de todas las maravillas de Dios, han preferido adorar cualquier otra cosa (Romanos 1.21 al 25). Jesucristo dijo a la samaritana que ellos adoraban lo que no sabían (Juan 4.22), esta es una situación muy generalizada en la actualidad, ya que la condición de la mayoría, quizás busca llenar un vacío sin importar lo que adora. Pablo entre todos los altares encontró en Atenas un altar al Dios no conocido (Hechos 17.23).


La adoración es la alabanza, culto, oración y obediencia a Dios Padre que está en el cielo y a su Hijo Jesucristo, con conciencia de lo que se hace o sea conocimiento interior y reflexivo para hacer el bien y evitar el Malaquías Es lo que la palabra de Dios llama culto racional, para presentar el cuerpo en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que no se conforma sino que se renueva en el entendimiento, para comprobar la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Romanos 12.1 al 2). La palabra dice que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad (Juan 4.23 al 24). En el acto de adoración que describe el salmista involucra postrarse y arrodillarse delante de Jehová nuestro Hacedor (Salmos 95.6).


13.1) Alabanza.


Dios es digno de suprema alabanza, entonces es bueno exaltar su misericordia (Salmos 106.1, 117.1 al 2, 145.3). Hay que aclamar alegremente a Jehová y cantarle con júbilo, venir ante su presencia con regocijo (Salmos 95.1 al 2, 100.1 al 5). Una de las cosas principales que debe tener el hijo de Dios en su corazón y en su vida es el gozo del Espíritu de Dios. Al estar alegre una forma de demostrarlo es cantando alabanzas (Santiago 5.13), hay que darle la gloria y la honra a Dios Padre, pues es el creador de lo visible e invisible, y a su Hijo Jesucristo (Apocalipsis 4.11, 5.11 al 14). Hay que cantar con salmos, himnos inspirados y alabanzas reveladas (Efesios 5.19). También la alabanza a Dios es un elogio a él (Hebreos 13.15), y es el aprendizaje y obediencia a su palabra (Colosenses 3.16).


13.1.1) Instrumentos musicales.


El rey David organizó a los encargados del canto y de los instrumentos de música de Dios (1 Crónicas 16.4 al 6, 41 al 42, 23.2 al 5). Posteriormente cuando Salomón edificó el templo, los levitas cantores usaron sus respectivos instrumentos de música de Jehová (2 Crónicas 7.6), ese día los sacerdotes no podían entrar para ministrar, por causa de la nube, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios (2 Crónicas 5.12 al 14). Tiempo después el rey Exequias ordenó la purificación del templo, y reanudó también a los músicos conforme al mandamiento por medio de los profetas, ya que procedía de Jehová (2 Crónicas 29.25 al 31). Se alababa a Dios con una diversidad de instrumentos musicales (Salmos 33.2, 81.2, 92.3, 150.3 al 5), porque Jehová tiene contentamiento en su pueblo (Salmos 149.1 al 4). Los instrumentos siempre han sido parte de la alabanza, ya que añaden alegría a los cánticos (1 Crónicas 13.8). El arpa se menciona en el Nuevo Testamento (Apocalipsis 5.8, 14.2 al 3).


Dios no quita las salmodias (canto de salmos), sino el pretender adorar y alabarlo mientras se vive en desobediencia. Cuando Dios dice que dejen de cantarle salmos, no significa por ello que los cantos de salmos sean incorrectos (Amós 5.23), sino que se refiere a la condición interna de las personas que se reunían a cantarle (Amós 5.12, 21). Algo similar denunció el profeta Isaías, sin embargo, de acuerdo con el propósito de Dios, no es la presentación de ofrendas y holocaustos, que Dios había mandado, lo que estaba mal en el primer pacto, sino en la condición en que aquellas personas se presentaban a traer esto (Isaías 1.11 al 17).


El mandamiento de usar instrumentos musicales en la alabanza a Dios es muy claro en las Sagradas Escrituras. La Biblia dice que los sacerdotes y levitas desempeñaban su ministerio con los instrumentos de música de Jehová, los cuales había hecho el rey David (2 Crónicas 7.6). Menciona que los instrumentos de Música son de Dios (1 Crónicas 16.42). Hace la observación de que este mandamiento procedía de Jehová por medio de sus profetas (mandamiento a través de David, de Gad vidente del rey y del profeta Natán), de manera que en la alabanza y adoración, utilizaban instrumentos musicales conforme a la voluntad de Dios (2 Crónicas 29.25 al 27). La música se impartía en la casa de Jehová, para el ministerio del templo de Dios (1 Crónicas 25.6). Alabando a Dios con instrumentos musicales en su santuario (Salmos 150.1 al 6). La Escritura dice que Dios habita entre las alabanzas (Salmos 22.3), no podemos pasar desapercibido aquel momento cuando el templo fue lleno de la gloria de Jehová (2 Crónicas 5.12 al 14).


En el primer pacto alababan a Dios con gran alegría, durante el holocausto hasta consumirse y después de consumado el holocausto (2 Crónicas 29.28 al 30). Así también en la actualidad en el nuevo pacto, con gracia y gratitud en cada corazón, tanto en los salmos escritos, en los himnos inspirados y en las alabanzas reveladas (cánticos espirituales) (Colosenses 3.16 al 17). Y por sobre todo alabar a Dios andando en obediencia ante él, como lo hizo su Hijo, con sacrificio de alabanza, por medio de Jesús (Hebreos 13.12 al 15). Presentando nuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es nuestro culto racional (Romanos 12.1). Alzando manos santas (Salmos 28.2, 63.2 al 4; 1 Timoteo 2.8). Con voz de júbilo y batiendo las manos (Salmos 47.1). Cantando alegres, alzando la voz, aplaudiendo y utilizando instrumentos musicales, delante de nuestro rey Jehová (Salmos 98.4 al 6). En la reconstrucción del templo cantaban con instrumentos musicales. Lo hacían con gratitud y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová y algunos daban grandes gritos de alegría (Esdras 3.10 al 13). Antes de ser entregadas las dos tablas de la ley del primer pacto, aún los que eran tomados por el Espíritu Santo y profetizaban, utilizaban instrumentos musicales y danzaban (Éxodo 15.20 al 21). De igual manera dentro del primer pacto, aquellos que fueron utilizados por el Espíritu Santo, en determinado momento para profetizar, lo hacían con el uso de instrumentos musicales, de manera que la manifestación del Espíritu de Dios es compatible con la expresión del ser humano, de lo interno a lo externo, a través de los instrumentos musicales, para honra y gloria de Dios Padre (1 Samuel 10.5 al 6).


David que era de Dios, hacía uso del instrumento musical, y con el mismo daba alivio y mejoría al rey Saúl, ya que ahuyentaba la depresión y el mal estado anímico en él (1 Samuel 16.23). Dios dice que David fue recto, que anduvo en integridad de corazón, en equidad y haciendo toda su voluntad, salvo en lo tocante a Urías heteo (1 Reyes 9.4, 15.5). Este mismo David que agradó a Dios, profetizó y fue usado por el Espíritu Santo, danzó con toda su fuerza, con júbilo e instrumentos musicales, saltando y danzando delante de Jehová, aunque por esto recibió menosprecio por su propia esposa Mical, no obstante, David lo hizo para Dios y no para agradar a los hombres (2 Samuel 6.14 al 16, 20 al 23). La danza, el júbilo, la alegría y los instrumentos musicales, en la correcta práctica y uso bíblico, están plenamente de acuerdo, con el gozo perpetuo que nos da el Espíritu Santo en la actualidad y se complementan para beneficio de la Iglesia en general. Esta práctica de la alabanza es totalmente aparte de los ritos del primer pacto, es una forma de ministrar en el canto y la adoración a Dios. El rey Ezequías habla de presentar sacrificios y alabanzas en la casa de Jehová, se hace mención de ambas como actividades aparte (2 Crónicas 29.31), por supuesto en la actualidad sabemos que los ritos cesaron, pero la alabanza a Dios continua. Los ritos que hacen alusión a los sacrificios, ofrendas, holocaustos y expiaciones por el pecado, se ofrecían según la ley ceremonial o ritual (Hebreos 7.18 al 19, 10.5 al 10). Los instrumentos los tocaban en los sacrificios, pero no eran exclusivos para lo ritual sino parte de la adoración a Dios.


13.2) Oración.


La oración es la comunicación directa del ser humano con Dios. Hay que orar al Padre en el nombre de su Hijo Jesús (Juan 14.13 al 14), creyendo que se va a recibir lo que se pide (Mateo 21.22). Hay que orar a Dios para hacer lo bueno y evitar el Malaquías (Mateo 6.13; 2 Corintios 13.7). Es necesario orar siempre sin desmayar (Lucas 18.1), sabiendo que Dios oye a aquel que es temeroso y hace su voluntad (Juan 9.31). El oye la oración sincera que se hace con humillación (2 Crónicas 7.14; Santiago 4.8 al 102 Crónicas 7.14; Santiago 4.8 al 10), que se acerca y le busca con fe (Hebreos 11.6), porque es importante el espíritu quebrantado, con el corazón contrito y humillado (Salmos 51.17). Además la obediencia es clave para ser escuchada (Proverbios 28.9), y el estar en paz con el prójimo (Mateo 5.23 al 24). También es necesario la oración en comunidad (Hechos 12.12), rogar los unos por los otros (Santiago 5.16), orar por los miembros de la Iglesia (Efesios 6.18), y por todos los seres humanos en general (1 Timoteo 2.1 al 3).


La oración debe hacerse con orden, ya que hay que orar con el espíritu y con el entendimiento (1 Corintios 14.15, 40), porque la oración debe ser por una cosa a la vez (Hechos 1.24, 4.24; Colosenses 42 al 4), de manera que todas las mentes deben estar unificadas en lo mismo cuando se ora. En cuanto a esto, la oración pública en la congregación se recomienda que sea dirigida por una sola persona (2 Crónicas 6.12 al 13; 1 Corintios 14.16 al 17). La oración colectiva con diversidad de peticiones a la vez, donde todos oran por cosas diferentes, presenta el inconveniente de que no se cumple lo dicho anteriormente, máxime si se da el caso de que las voces se elevan, tanto de los hermanos como de las hermanas, sobrepasando en tono por encima del que está dirigiendo la oración (1 Timoteo 2.12). Cada petición hay que hacerla una a la vez y todos orando por la misma, sin ocasionar desorden.


13.2.1) Oración de rodillas o postrado.


Hay pasajes donde se habla de la oración de rodillas y también postrado (Salmos 95.6). Conforme se pueda, se recomienda la oración en estas posiciones, siempre y cuando las condiciones del lugar no lo permitan o no haya ningún impedimento, debido a alguna discapacidad física. Es preferible realizar la oración de rodillas, como el profeta Daniel que se hincaba de rodillas tres veces al día (Daniel 6.10), esta posición es una forma de humillación ante Dios. En la Biblia la expresión caer sobre el rostro significa postrarse (Números 14.5, 16.4; 2 Crónicas 7.3). Se debe doblar las rodillas en el nombre de Jesucristo (Isaías 45.23; Hechos 21.5; Romanos 14.11; Filipenses 2.10 al 11). Jesús nos dio el ejemplo cuando oró de rodillas ante el Padre (Lucas 22.41). También el apóstol Pablo dejó precedente de orar en esta posición (Efesios 3.14).


14) Comunión.


En vista de la necesidad de comunión del ser humano, tanto con Dios como con las demás personas, en beneficio de su relación personal y con el medio ambiente que le rodea, existen actividades que enriquecen espiritualmente y socialmente al creyente, hablamos del ayuno, convites de comidas fraternales y vigilias. Cada vez que nos reunimos en una actividad de culto estamos en comunión.


14.1) Ayuno.


El ayuno es una de las herramientas que Dios nos dejó para enfrentar la adversidad (Nehemías 9.17; Jeremías 36.9; Daniel 9.3; Joel 1.14, 2.12 al 15; Jonás 3.5; Mateo 4.2 al 4, 6.16 al 18, 17.21; Marcos 9.29; Lucas 2.37; Hechos 10.30, 13.2). Existen dos tipos de ayunos: el corporal o físico, que es abstenerse de alimentos (Éxodo 34.28; Esdras 8.21 al 23; Hechos 27.33), y el espiritual, que significa abstenerse del pecado (Isaías 58.6 al 10).


Los tres ayunos más prolongados que se registran en la Biblia, fue de cuarenta días consecutivos de total abstinencia en los casos de Moisés, Elías y Jesús (Éxodo 34.28; 1 Reyes 19.8; Mateo 4.2). Se hicieron ayunos de tres días, noche y día, como en el tiempo de Ester (Ester 4.16). Otros casos ayunaron un solo día (Jueces 20.26), así en la actualidad lo común es el ayuno de un día, por calamidad, prueba, humillación, enfermedad, tribulación, por alguna persona en especial, ministerio o la Iglesia en general.


14.2) Convites de comidas fraternales.


La Biblia hace mención de convites en la Iglesia del primer siglo, donde compartían las comidas fraternales y la comunión unos con otros (Hechos 2.42 al 47). Los convites sirven para recreación, intercambio y meditación de los participantes, por medio de reuniones generales, con otras Iglesias Locales, campamentos, encuentros familiares, sociedades de jóvenes, femenil, varonil, adultos mayores, niños, reuniones de cristianos solteros, matrimoniales, entre otros.


14.3) Vigilias.


La costumbre de hacer vigilias trae mucho beneficio y bendición a los participantes. La vigilia es abstinencia de sueño con el propósito de adorar a Dios, alabar, estudiar su palabra y confraternizar. Su asistencia y participación a alguna de estas actividades es totalmente voluntaria, es una forma de velar y orar (Mateo 26.41), ya que la noche se divide en vigilias (Lucas 2.8, 12.38), y existen cuatro de tres horas cada una. Preferiblemente las actividades de vigilia de la Iglesia deben abarcar las cuatro vigilias. La Biblia nos menciona que un grupo de la Iglesia estaba reunida y hacía oración de noche, esto sucedió cuando Pedro estaba prisionero en la cárcel (Hechos 12.5 al 18). También Jesús permanecía en vigilia la noche que fue entregado (Mateo 26.36 al 46). En otra ocasión Pablo enseñaba y se extendió hasta el alba (Hechos 20.7 al 12).


15) Sagradas Escrituras.


Las Sagradas Escrituras pueden influir sabiduría necesaria para la salvación por la fe que es en Jesucristo, las mismas son inspiradas por Dios y útiles para redargüir, para corregir, para instruir en justicia (2 Timoteo 3.15 al 17; 2 Pedro 1.20 al 21), además fue escrita para nuestra enseñanza (Romanos 15.4). Cristo dijo que la palabra de Dios es verdad (Juan 17.17). Jesucristo no enseñó como de parte suya, sino lo que el Padre le daba que hablase (Juan 12.49). Las palabras que habló Cristo son espíritu y son vida (Juan 6.63), la persona que cree en él como dice la Escritura (Hechos 18.28), tiene promesa de que en su interior fluya el Espíritu de Dios (Juan 7.38 al 39). Dice la Biblia que el cielo y la tierra pasarán pero sus palabras no pasarán (Salmos 119.89 al 90; Mateo 24.35). El salmista dice que es dulce al paladar la palabra de Dios (Salmos 119.103). La palabra siempre cumple su propósito en aquello para lo que es enviada (Isaías 55.10 al 11).


15.1) Hábito de lectura y estudio.


El apóstol Pablo le recomienda a Timoteo ocuparse en la lectura, la exhortación y la enseñanza (1 Timoteo 4.13). Jesús mismo dice que escudriñemos las Escrituras o sea que las examinemos y averigüemos en forma minuciosa lo que está escrito (Juan 5.39), él nos dio el ejemplo de dominar plenamente las Escrituras (Lucas 24.27), en la sinagoga se levantó a leer (Lucas 4.16). Así como fue abierto el entendimiento de los discípulos, para comprender las Escrituras (Lucas 24.45; Hechos 16.14), también recibimos la ayuda a través del Espíritu Santo para entender las mismas (Juan 14.26). La palabra de Dios alumbrará el camino en nuestro diario vivir (Salmos 119.105), por esta causa es buena costumbre leer todos los días una porción de la Escritura. Este tipo de hábito mantiene los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del Malaquías (Hebreos 5.14) En la Biblia encontramos varios ejemplos de personas que acostumbraban leer la Escritura, está el caso del etíope (Hechos 8.27 al 35), los hermanos de Berea que la escudriñaban cada día (Hechos 17.11), y Timoteo que desde niño sabía las Sagradas Escrituras (2 Timoteo 3.15).


16) Santificación.


La santificación de nuestro ser es necesaria para alcanzar la salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, sin la cual nadie verá al Señor (2 Tesalonicenses 2.13; Hebreos 12.14). Debemos ser santos como Dios es santo (Levítico 11.44, 19.2, 20.7 al 8; 1 Pedro 1.15 al 16), porque la voluntad de Dios es nuestra santificación (1 Tesalonicenses 4.3, 7), y tenemos por nuestro fruto la santificación (Romanos 6.19, 22). Somos llamados a ser santos para Dios, así como él nos da ejemplo, para que seamos apartados de las formas de vida de los demás pueblos que no son de Dios (Levítico 20.26). Santo significa apartado como el siervo Job, que era apartado del mal y temeroso de Dios, esto lo hacía perfecto y recto delante de él (Job 1.1, 8).


La Escritura dice que sigamos la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor (Hebreos 12.14). El apóstol Pablo se dirige a los miembros de la Iglesia de Dios, como santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos (Romanos 1.7; 1 Corintios 1.2; 2 Corintios 1.1, 13.12; Efesios 1.1; Filipenses 1.1; Colosenses 1.2). Además la Biblia dice que el santo, sea santificado todavía (Apocalipsis 22.11). La palabra santo se relaciona con la perfección (2 Corintios 7.1), santificándonos en la verdad que es la palabra (Juan 17.17, 19), alabando a Dios como santos (Salmos 148.14), porque Dios nos ha llamado a santificación (1 Tesalonicenses 4.7), ya que nosotros también tenemos que ser apartados del mal (Juan 17.15), perfeccionando la santificación en temor de Dios (2 Corintios 7.1).


16.1) Perfección.


La Escritura dice de Cristo que con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados (Hebreos 10.14). Hay que luchar por la perfección (2 Corintios 13.11), así como la palabra de Dios dice que seamos perfectos, ya que nuestro Padre es perfecto (Mateo 5.48). También Jesús oró por sus discípulos para que fueran perfectos en unidad (Juan 17.23). El mismo Jesucristo nos perfecciona (1 Pedro 5.10), entonces es necesario presentarnos perfectos en Cristo Jesús, a través de la amonestación, enseñanza y sabiduría (Colosenses 1.28), para estar firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere (Colosenses 4.12), pues por medio de las Sagradas Escrituras podemos llegar a ser perfectos, enteramente preparados para toda buena obra (2 Timoteo 3.16 al 17), en la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios (Efesios 4.13). Dios pide perfección a sus escogidos (Deuteronomio 18.13; 1 Corintios 1.10; 2 Corintios 13.11; Filipenses 3.15 al 16; Colosenses 4.12), los mismos además de habitar la tierra permanecerán en ella (Proverbios 2.21).


Ejemplos de andar en perfección son los siguientes: A Abraham Dios le pide que fuera perfecto delante de él (Génesis 17.1), así como el justo que es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto (Proverbios 4.18). Pablo se refiere a esta perfección como algo que se tiene que alcanzar (Filipenses 3.12 al 15). El joven rico a pesar de que guardaba los mandamientos, Jesús le recuerda para que llegue a ser perfecto que no debe apegarse a lo material como prioridad (Mateo 19.21). Debemos tener la paciencia en forma completa para ser perfectos y cabales (Santiago 1.4). Si alguno no ofende en palabras, éste es perfecto (Santiago 3.2). El amor es el vínculo perfecto (Colosenses 3.14).


E) REQUISITOS DE MEMBRESÍA.


17) Eclesiología Bíblica.


Es necesario aceptar y respetar la estructura y ordenamiento establecido en la Iglesia, que explica muy bien el Organismo Administrativo y Ministerial de la misma. Tanto el conjunto de características que le dan identidad a la Iglesia, como normas, disciplinas, creencia, autoridad y servicio.


17.1) Ordenanzas de Fe Eclesiásticas.


Dentro del concepto de autoridad y sujeción, se hace indispensable la aceptación y el respeto de todos los mandatos emanados de Dios a través de sus siervos (Deuteronomio 7.11). Así fue en el caso de los patriarcas, profetas, apóstoles y todos los que fielmente sirvieron al Señor.


En la actualidad aceptamos y respetamos las ordenanzas de fe de la Iglesia, según el ejemplo recibido por aquellos grandes hombres de Dios, que aceptaban las ordenanzas dadas por Dios y las respetaban (Éxodo 18.16). Así mismo como el pueblo de Israel guardaba las ordenanzas de fe, dejándonos este ejemplo para nosotros hoy en día, respetamos y aceptamos las ordenanzas de fe de la Iglesia (Hechos 16.4 al 5). Se debe obediencia a las mismas, porque son dadas por el Señor Jesús, apóstoles y profetas, por medio de las Sagradas Escrituras (Efesios 2.20). Las encontramos en la palabra de Dios y la Iglesia las enseña según su fundamento en estas Escrituras, con la revelación del Espíritu Santo. Además es un deber sujetarnos los unos a los otros en este sentido (Efesios 5.21; 1 Pedro 5.5; 1 Timoteo 4.16, 6.3 al 4, 14; 2 Tesalonicenses 2.15; Tito 2.1; Juan 7.38).


17.2) Organismo Administrativo y Ministerial.


El pueblo de Israel aceptó y respetó a los siervos, líderes, ancianos, profetas, reyes, sacerdotes levitas, que tenían la responsabilidad de la conducción moral y espiritual del pueblo, mediante la adoración, los sacrificios, la oración, la alabanza, el mensaje, el consejo, la profecía, amonestación, exhortación y disciplina.


De igual forma en el nuevo pacto, Dios por medio de Jesucristo estableció apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, maestros y diáconos, para la obra del ministerio y edificación del cuerpo de Cristo (1 Corintios 12.28; Efesios 4.11 al 12; 1 Timoteo 3.8 al 9). De manera que en el Señor debemos sujetarnos los unos a los otros (Efesios 5.21). El grupo ministerial de obreros a su vez no tiene inmunidad, pues también al igual que todos los miembros de la Iglesia, debe aceptar y respetar lo establecido en la palabra y ser ejemplo de la grey (congregación de los fieles), la que deben apacentar teniendo cuidado de ella (1 Pedro 5.1 al 4), sin embargo, recíprocamente la grey debe obedecer a sus pastores y sujetarse a ellos (Hebreos 13.17).


Se le debe respeto y obediencia al Organismo Administrativo y Ministerial, porque todo lo que la estructura de trabajo pone en orden, es extraído de la Biblia y sirve para el ordenamiento y buen funcionamiento de la Iglesia en general. Así mismo, como la Iglesia está sujeta al ministerio, el mismo tiene el deber de velar por las vidas de quienes integran la Iglesia, y tienen que dar cuentas de ello. Sabemos que la Iglesia tiene que tener un respeto para todo aquel que trabaja en la obra del Señor siendo ministerio, haciéndose todo decentemente y en orden (Números 27.18 al 20; Romanos 13.1 al 2).


17.3) Asistencia y participación eclesiástica.


Hay que asistir constantemente a las actividades de la Iglesia, como miembros activos para dar buen testimonio y olor fragante delante de Dios, según el ejemplo dado por los primeros cristianos, ya que todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas (Isaías 43.9; Hechos 2.42, 46 al 47).


El apóstol Pablo recomienda no dejar de congregarse (Hebreos 10.25). La asistencia a las actividades de la Iglesia trae consigo bendición y vida eterna, así lo dice el Salmo 133, por ejemplo, cuando se va al culto, se alaba a Dios, se aprende su palabra, se confraterniza con otros miembros de la Iglesia y al estar reunidos en el nombre de Jesús, él dejó la promesa de estar en medio de ellos (Mateo 18.20).


17.3.1) Orden, respeto y reverencia litúrgica.


La Escritura dice que tengamos en reverencia el santuario de Dios (Levítico 26.2). Durante el transcurso de las actividades de culto, este respeto incluye no conversar, no comer golosinas, no masticar chicle, ni distraerse o distraer a otros, de manera que debemos acercarnos a la casa de Dios con el cuidado de poner atención, con prudencia para no caer en la ignorancia o necedad (Eclesiastés 5.1). Si se trata de predicación no hay que interrumpir, el silencio es la mejor reverencia, ya que hay presencia de Dios en su santo templo (Habacuc 2.20). Más aún si ese templo son las personas presentes en el local. Entonces, es necesario ingresar a la hora puntual del inicio de la actividad, no estar saliendo innecesariamente, y en el caso de los que tienen niños vigilar que los mismos no estén corriendo dentro del recinto (1 Corintios 14.40; Nehemías 8.7 al 8).


El culto dentro y fuera de la casa de oración se debe realizar con el mismo orden, respeto y reverencia, porque lo único que cambia es el local o lugar de la actividad, la adoración es al mismo Dios y los adoradores son los mismos que asisten a la casa de oración, excepto que cuando se hace un culto en una casa particular es menos formal, sin embargo, en circunstancias especiales puede darse el caso de que la casa de algún miembro de la Iglesia se convierte en casa de oración (Romanos 16.5; 1 Corintios 16.19; Colosenses 4.15; Filemón 2).


18) Amor a Dios y al prójimo como a uno mismo.


En Dios es que se vive el verdadero amor (Romanos 5.8), ya que el amor proviene de Dios (1 Juan 4.7), y nosotros le amamos porque él nos amó primero (1 Juan 4.19). A Dios se le ama de todo el corazón, con todas las fuerzas, vida y mente. También el amar al prójimo es uno de los dos grandes mandamientos dados por el Señor, que resume la ley y los profetas, tanto en amar a Dios como al prójimo (Mateo 22.37 al 40; Santiago 2.8; Gálatas 5.14; 1 Corintios 13.1 al 13; Marcos 12.30 al 31, 10.27 al 28; Levítico 19.18).


El amor a Dios es guardar sus mandamientos (1 Juan 5.3). Así como Dios demostró con hechos su amor hacia el ser humano (Juan 3.16), de igual forma las personas deben amarle, no de palabras, sino obedeciendo y guardando sus mandamientos. Para amar al prójimo es primordial amar a Dios y amarse a uno mismo, después de un verdadero encuentro con Dios y una verdadera conversión.


Saulo que posteriormente fue conocido como Pablo, era un judío criado en Jerusalén e instruido a los pies de Gamaliel (doctor de la ley, venerado de todo el pueblo) (Hechos 5.34), y estrictamente conforme a la ley de sus padres, celoso de Dios. Sin embargo, a pesar de todo el conocimiento adquirido, perseguía el Camino, apresaba y encerraba en cárceles a los seguidores de Jesús. Al ir hacia Damasco tuvo un encuentro con él, porque lo rodeó mucha luz, y oyó una voz que le preguntó, ¿por qué lo perseguía?, ya que era a Jesús de Nazaret a quién él perseguía (Hechos 22.1 al 8). Luego Pablo mismo dice: “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo” (Gálatas 1.11 al 24). Debido a esta manifestación de la palabra de Dios, que él recibió, es por lo que declara. “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque. No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13.8 al 10; Gálatas 5.15). Jesucristo dijo que si guardamos sus mandamientos permanecemos en su amor, y que nos amemos unos a otros como él nos ha amado (Juan 15.9 al 17). Jesucristo a su vez, dio su vida por amor a los demás, y se entregó así mismo, para dar el ejemplo, y por sobre todas las cosas amó al Padre e hizo su voluntad, demostró a través de la obediencia ser el Hijo de Dios.


19) Aspecto corporal y presentación personal.


El cuerpo humano está compuesto de muchos miembros y todos son importantes entre sí. Integralmente cada parte del cuerpo debe estar en armonía con el resto, así lo externo del cuerpo está sujeto a la mente del mismo, que en muchos casos y en forma simbólica es representada por el corazón, y su aspecto corporal refleja su condición interna. Esto significa que si en su corazón hay vanidad, presunción, orgullo, envidia, entonces su aspecto externo muestra lo que hay en la persona, con su manera de vestir o adornarse, con el lujo, o en su defecto el extremo del total descuido y desaseo. Es muy importante el aseo, ya que dice mucho de la persona. La urbanidad, aseo y presentación personal es muy diferente a la vanidad. Inclusive la palabra de Dios censura el marcarse el cuerpo: “Y no haréis rasguños en vuestro cuerpo por un muerto, ni imprimiréis en vosotros señal alguna. Yo Jehová” (Levítico 19.28). Esto se debe a que el cuerpo es especial para Dios: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6.19 al 20).


19.1) Honestidad al vestir.


El pueblo de Dios debe caracterizarse y distinguirse también en la forma de vestir y en todo su ornato. Es necesario que no use vestidos lujosos (1 Timoteo 2.9; 1 Pedro 3.3 al 5), lo cual aplica tanto en la mujer como en el varón. Tampoco es propio que se use ropa muy ajustada. Para el hijo de Dios las modas no deben ser una referencia para vestir, pues además de ser vanidad, tienen un costo económico muy elevado.


La forma de vestir debe ser honesta tanto en la casa de habitación como fuera de la misma, ya sea en el estudio, trabajo, Iglesia, paseos y en cualquier otro lugar. Es cierto que el cuerpo humano es creación de Dios y no hay que avergonzarse del mismo, pero esto no justifica el llegar hasta el exhibicionismo. Se entiende que la forma de vestir es de acuerdo a la ocasión, evento o actividad que se realice, pero en todo momento se debe dar una buena impresión al vestir, nunca exponiendo el cuerpo para seducir y provocar malos pensamientos que conlleven al pecado.


19.2) Joyas y adornos externos.


En el caso del uso de oro y perlas en el ornato del cuerpo, según las Escrituras (1 Timoteo 2.9). El adorno debe ser interno no externo (1 Pedro 3.3 al 4). El uso de joyas y adornos es otra forma de vanidad, por ende la mujer y el varón deben tener la precausión de no caer en la egolatría. Pero en ambos casos, tanto varón como mujer el ornato debe ser el interno del corazón, con buenas obras como conviene a hijos de Dios.


El uso de pinturas en el rostro y uñas es muy antiguo, Jezabel la esposa de Acab, adornó sus ojos con antimonio (2 Reyes 9.30), pero es necesario que el adorno sea interno no externo (1 Pedro 3.3 al 4). Así se ataviaban en el tiempo antiguo, aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, por causa de la vanidad (Levítico 19.28).


20) Cristianismo.


El cristianismo son todos los seguidores de Jesucristo que conforman la Iglesia. Sus enseñanzas y prácticas son las dadas por Jesús por medio de los evangelios. Su dogma de salvación pretende traer alivio al ser humano de la miseria, ofreciéndole calidad de vida en sus días de existencia y vida eterna después de su muerte, cuando llegue el tiempo de recibir la recompensa, por demostrar una vida ejemplar, como seguidor de las enseñanzas del Maestro.


En Antioquia se le llamó cristianos por primera vez a los discípulos (Hechos 11.26, 26.28). Estos son todas las personas que han creído y se han convertido a Jesucristo como su salvador personal, ejerciendo sus enseñanzas y ejemplo, de manera que siguen los pasos de Jesús, aún en el padecimiento (1 Pedro 2.21 al 23, 4.16). Por lo tanto, el cristianismo es algo recíproco, ya que la persona está en Cristo, pero también Cristo está en la persona.


21) Frutos del Espíritu.


Los frutos son el resultado o la evidencia de un verdadero arrepentimiento y conversión, la Escritura dice que por sus frutos los conoceréIsaías (Mateo 7.16).


Los frutos del Espíritu son la caridad, el gozo, la paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Gálatas 5.22 al 23, 2 Pedro 1.5 al 8). Cada una de estas palabras tiene un gran significado, y su aplicación es muy amplia en todas las áreas de nuestra vida, por ejemplo, templanza quiere decir constancia, firmeza, estabilidad, y dominio propio, tiene que ver con el enojo, la ira, la altivez, es decir el carácter o temperamento de la persona.


22) Hijos de Dios.


Somos hijos de Dios, porque la Escritura dice que a todos los que creen en su nombre les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, no engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios (Juan 1.11 al 13), siendo renacidos por su palabra (2 Corintios 6.18; Romanos 8.14, 17, 29; 1 Pedro 1.23; 1 Juan 3.1 al 2, 10; Apocalipsis 21.7).


22.1) Santos.


Cuando nos allegamos a Dios, andamos en sus caminos, nos da potestad de ser llamados hijos de él (Juan 1.12). Un hijo de Dios que le teme, le obedece y se somete a su palabra, debe ser santo porque él es santo (Levítico 19.2; 1 Pedro 1.16). Ser santo significa algo más que ser creyente, significa estar apartado de muchos hábitos y costumbres del ordenamiento del mundo, los sistemas de dominación y el orden injusto que Dios abomina. Es dedicarse a la voluntad de Dios, administrando con rectitud la justicia, apartándose de en medio de los sistemas de vida inmunda, sin mezclarse con todo aquello que no es puro o moral (2 Corintios 6.17 al 18).


El Señor hace un reclamo muy serio cuando le llamamos Señor, pero no hacemos su voluntad, será acaso que pretendemos ser hijos de Dios sin ser santos, porque tenemos que ser santos en las buenas y en las malas, en las dificultades, adversidades, enfermedades y en todo tipo de situación (Lucas 6.46).


23) Honestidad al hablar.


Hay que hablar con decencia, utilizando un buen vocabulario, eso nos manda el Dios de los cielos, demostrando integridad y calidad en la persona, sin palabras corrompidas (Mateo 12.35 al 37; 1 Corintios 15.33; Efesios 4.29; Filipenses 4.8).


La palabra de Dios aconseja hablar la verdad con el prójimo (Efesios 4.25). Una persona desordenada en el mundo, es áspera y le gusta mentir y engañar, se siente bien con el chisme. Si se enoja pierde el control y no mide sus palabras. Jesucristo dice que de la abundancia del corazón habla la boca, o sea si el corazón está sucio y contaminado eso es lo que habla (Mateo 12.34). El hablar correctamente se inicia desde el hogar, ya que los hijos viven lo que aprenden de sus padres, como maestros que deben infundir en ellos, firmeza, decisión, franqueza, transparencia, personalidad, seguridad, credibilidad, sinceridad y verdad. Jesús dijo que nuestro hablar sea sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede (Mateo 5.37).


24) Ley de Cristo.


a) Andar como Jesús anduvo (Juan 13.15, 1 Juan 2.6).


b) Amar a Dios y amar al prójimo (Mateo 22.36 al 40, Juan 14.15, 15.10, Gálatas 5.14).


c) Amar a nuestros enemigos (Mateo 5.44, Lucas 6.27 al 30).


d) Creer en Cristo como dice la Escritura (Juan 7.38).


e) Negarse a sí mismo (Mateo 16.24 al 25).


f) No juzgar (Mateo 7.1 al 5, Marcos 4.24).


g) Perdonar (Marcos 11.25 al 26, 18.15 al 17, 21 al 22).


h) Promulgar la doctrina de Jesucristo (Mateo 28.19, Marcos 16.15).


i) Reconocer que Jesucristo vino a salvar al mundo (Juan 12.47 al 48).


j) Todo el bien que queremos que los hombres hagan con nosotros, debemos hacerlo con los demás (Mateo 7.12).


25) Ley de Dios.


25.1) Relación entre ley de Dios y gracia.


Existe una conexión entre la ley de los diez mandamientos y la gracia, enlazados por una finalidad de Dios para el ser humano. Lo que Dios ordena tiene sentido según su propósito, de manera que en el primer pacto entregó la ley de los diez mandamientos pero en el nuevo pacto establece la gracia mediante Jesucristo (Juan 1.17). Entonces Cristo es el centro y unión de la ley y la gracia. Ambas van de la mano con la profecía, la fe y la razón, ya que los sucesos que están anunciados y que se han cumplido a través de los tiempos, son prueba o certeza de lo que se ha creído por fe. Un ejemplo claro lo encontramos en la primera epístola de Pedro, al decir que fuimos rescatados con la sangre de Cristo como de un cordero sin mancha y sin contaminación, destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos (1 Pedro 1.18 al 21). Aseveraciones como ésta, confirman que la fe es la certeza de lo que se espera y convicción de lo que no se ve (Hebreos 11.1), ya que también se afirma que por el cumplimiento de la muerte y resurrección de Cristo, se fundamentan la fe y esperanza en Dios. Por lo tanto, la gracia provee convicción en la ley, así como la fe es seguridad en lo que se espera, proféticamente anunciado por Dios y manifestado a través de la exactitud de su cumplimiento.


La razón implica convicción, conocimiento seguro, evidente y comprendido. La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Romanos 10.17), no obstante es racionalmente que se logran las explicaciones que están allí escritas, ya que no es una fe ciega, sin reflexión o sin conocimiento. La Biblia dice que si el evangelio está aún encubierto, es entre los que se pierden, en los cuales por la influencia del mal, cegó el entendimiento de los incrédulos, también menciona que Dios es el que resplandeció en los corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo (2 Corintios 4.3 al 6). La ley sirve como garante de la conducta humana, especialmente de su conciencia, porque encontramos las pautas a seguir, es la norma que nos redarguye contra el pecado, sin embargo, ésta es inútil sino se acompaña con fe, justicia y misericordia. La ley representa el conocimiento que produce reflexión, raciocinio y permite analizar el pro y contra de nuestras acciones antes de ejecutarlas, concluyendo con un dictamen de la situación. Es como ver la ley con ojos espirituales de la gracia, en donde no hay ninguna duda de encontrarse frente a frente con la verdad escrita. La gracia es un complemento de la ley, porque es el otorgamiento o concesión que se recibe de Dios, para llevar a la práctica la ley misma, ya que una cosa es el conocimiento de la ley y otra es la libertad para cumplirla. En otras palabras, la gracia es la virtud que se recibe cuando se está en cautividad del pecado, al venir el conocimiento de la voluntad de Dios, por medio de la ley, también se recibe la libertad como don de Dios, para vivir con la fuerza y capacidad de obedecerla.


Pero esta fuerza fomentada por la gracia, no es coacción para exigir u obligar el cumplimiento de la ley, sino que es ánimo voluntario que emana del interior de la persona y que lo hace eficiente en acatar los mandamientos. La gracia conlleva a la libertad, pues la atadura del viejo hombre, no le permite sujetarse a la ley, hasta que nace de nuevo y convertido en nueva criatura, al recibir a Cristo en su corazón, entonces adquiere la facilidad y disposición para obedecer y contrarrestar el pecado. Así dice la Escritura. “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5.1). Jesús abrió el entendimiento a sus discípulos para que comprendiesen las Escrituras, diciéndoles que era necesario que se cumpliese todo lo que estaba escrito de él, sus padecimientos y su resurrección al tercer día (Lucas 24.44 al 46). La mente es como un libro, registro o archivo de información, que almacena el conocimiento reflexivo, para obrar el bien o evitar el Malaquías Con sus hechos exterioriza lo interior de su pensamiento en forma racional, ya que verifica el mensaje de la Biblia, despertando la confianza o fe, que se tiene a la palabra de Dios, fortaleciendo de esta manera la conciencia, que significa estar dotado del conocimiento exacto y razonado de ciertas cosas.


La Biblia dice que la gracia de Dios nos fue dada en Cristo Jesús, enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia (1 Corintios 1.4 al 5), no conforme a nuestras obras, sino según el propósito de Dios, y mediante Jesucristo quitó la muerte y sacó a luz la vida (2 Timoteo 1.9 al 10). También menciona. “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Efesios 1.7 al 10). En el primer siglo existían grupos religiosos como los fariseos y los saduceos, quienes rechazaron a Jesús. No comprendieron la relación que hay entre la ley y la gracia. En ellos era propenso el cumplimiento de la expresión. ¡Con sus hechos niegan lo que con sus labios confiesan! (Mateo 23.2 al 3). El significado genuino que se resalta de la ley y la gracia, produce un vínculo entre ambas, quedando enlazadas a través de Cristo, de tal forma que se complementan una con otra, alcanzando la plenitud anunciada por la profecía. Decir que la ley y la gracia son antagónicas (que difieren o se oponen), se sale de todo orden bíblico según el propósito de Dios, y no se puede aceptar porque la ley y la gracia van juntas y se ayudan mutuamente. No basta el conocimiento y deseo de obedecer la ley, sino que es necesario adquirir a través de la gracia, el poder suficiente para realmente obedecer, por causa de las ataduras que esclavizan al ser humano, por lo tanto, la ley y la gracia son recíprocas, así como el Espíritu Santo es dado a quienes obedecen (Hechos 5.32). Dios por su buena voluntad es el que produce el querer como el hacer (Filipenses 2.12 al 13). La gracia de Dios nos ayuda a servirle a él con temor, amor y gratitud, pero no tan solo un temor al castigo que le espera al desobediente, sino esencialmente un temor de aborrecer el mal (Proverbios 8.13), y todo aquello que implica pecado u ofensa ante Dios. Es necesario tener la seguridad que Dios provee todo lo necesario para ser salvo, que su temor es enseñanza de sabiduría (Proverbios 15.33), y todo aquel que le pide, él da abundantemente y sin reproche (Santiago 1.5).


Todos los seres humanos sin excepción, estaban destituidos de la gloria de Dios, por causa del pecado, pero Cristo con su primera venida, tuvo la misión de reconciliarnos con el Padre, estableciendo un nexo entre Dios y los seres humanos, sirviendo Jesucristo como mediador (Romanos 5.8 al 11). En el caso de un incrédulo o impío, cuando comete algo ilícito, necesita esconderse u ocultar su delito. Entonces reconoce que es digno de castigo por tal acción, porque él mismo concluye que está mal lo que hace, ya que todo ser humano en forma innata, distingue que el mal que no desea para él, es por consiguiente lo que no debe hacerle a los demás. La Escritura dice lo siguiente: “... Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres...” (Romanos 2.14 al 16). Según esto cuánto más es llamado a obedecer fielmente, aquel que por la gracia a través de Jesucristo a recibido el entendimiento de la ley y el poder para obedecerla, ya que se acerca el justo juicio de Dios, en donde nadie puede burlar o escapar del juicio, ya que Dios mismo no permite acepción de personas, dándole retribución a cada uno conforme a sus obras: “... El cual pagará a cada uno conforme a sus obras. Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo...” (Romanos 2.6 al 11).


25.2) Diez mandamientos.


Se conoce como “Los Diez Mandamientos” aquellas palabras que en forma escrita fueron dadas por Dios en tablas de piedra (Éxodo 24.12; Deuteronomio 4.13). Este procedimiento diferenció estos mandamientos con respecto al resto de la ley, escrita por Moisés en un libro (Éxodo 24.4 al 8; Deuteronomio 31.9, 24 al 26), ya que el Decálogo es escrito en el primer pacto directamente por el dedo de Dios (Éxodo 31.18; Deuteronomio 10.4), además se le llama la ley de fuego (Deuteronomio 33.2), demostrando con esto que son mandamientos de suma importancia o trascendencia. En cuanto a que es escritura de Dios dice lo siguiente: “y las tablas eran obra de Dios y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas” (Éxodo 32.15 al 16). De modo que es una ley vital para la conducta humana, ratificada por Jesús (Lucas 16.16 al 17). Es una ley que no puede ser revocada (dejar sin efecto, anular o hacer retroceder), porque Jesucristo no vino a abrogarla (abolir, invalidar) sino a hacerla cumplir (Mateo 5.17 al 19).


Comparando Lucas 11.20 con Mateo 12.28, el dedo de Dios representa el Espíritu de Dios, por lo tanto, esta ley referente a la vida, en nuestra relación con Dios y quienes nos rodean, es escrita por medio del nuevo pacto, en la mente y el corazón. “...Con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón” (2 Corintios 3.2 al 3 y Hebreos 10.15 al 18). Jesús vino a cumplir sujetándose a la misma, demostrando misericordia, piedad y juicio justo, dando ejemplo que como humano se puede tener capacidad para obedecer al Padre (Juan 13.15; Filipenses 2.8; Hebreos 5.7 al 10; 1 Pedro 2.21), quien dice de Jesús lo siguiente: “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones... Jehová se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla” (Isaías 42.1 y 21). La ley de Jehová es perfecta y hay grande galardón en quienes la obedecen (Salmos 19.7 al 11). Es tan importante que involucra la vida eterna (Mateo 19.16 al 19). Cabe destacar que el amor a Dios es guardar sus mandamientos, los cuales no son molestos ni pesados (1 Juan 5.2 al 3), y si verdaderamente amamos a nuestro Señor Jesucristo debemos seguir su consejo y ser obedientes en los mandamientos (Juan 14.15), en esto sabremos que le conocemos. en andar como él anduvo (1 Juan 2.3 al 6).


La ley es eterna como su autor, ya que los mandamientos del Eterno tienen perpetuidad (Salmos 111.7 al 8, 119.151 al 152), además hay paz para los que aman la ley y no tienen tropiezo (Salmos 119.165). Lo que Dios hace perpetuo es para que delante de él teman los seres humanos (Eclesiastés 3.14), esto significó el deseo que Dios tenía para que las personas pudieran observar los mandamientos por toda la vida y al escribir la ley en piedra representó que los mismos no se debían cambiar ni perderían vigencia, prueba de ello es que a los diez mandamientos Dios le llamó el testimonio (Éxodo 25.16), los mismos fueron guardados en el interior de un arca (1 Reyes 8.9; 2 Crónicas 5.10; Deuteronomio 10.1 al 5), la cual fue llamada arca del testimonio, que a su vez fue puesta en el interior del tabernáculo de reunión (Éxodo 40.1 al 5), sin embargo, aunque literalmente ó en términos materiales la misma no permanecería (Jeremías 3.16), su revelación continuaría por siempre tal y como lo encontramos en los siguientes pasajes del Apocalipsis.


“Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo” (Apocalipsis 11.19).


“Los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12.17).


“Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14.12).


“Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio” (Apocalipsis 15.5).


En la actualidad nosotros somos templo del Espíritu de Dios (1 Corintios 3.16 al 17, 6.19), y el testimonio lo guardamos internamente en nuestra mente y corazón, poniéndolo por obra (Salmos 37.30 al 31), similar a lo que menciona el profeta Daniel cuando dice que los entendidos resplandecerán y comprenderán (Daniel 12.3, 10), llegando a ser luminares que resplandecen en el mundo (Filipenses 2.15), luz en el Señor andando como hijos de luz (Efesios 5.8; 1 Tesalonicenses 5.5), a través del testimonio de la conducta en la vida diaria. Por esto la ley es santa, el mandamiento santo, justo y bueno (Nehemías 9.13; Romanos 7.12), es espiritual (Romanos 7.14) , llamada ley real y ley de libertad (Santiago 2.8 al 12), pues el pecado es infracción de la ley (1 Juan 3.4), sin olvidar que toda injusticia resulta en pecado (1 Juan 5.17), también saber hacer lo bueno y no hacerlo (Santiago 4.17). Porque quién podría alegar amar a Dios y al prójimo sino lo demuestra con hechos, ya que la ley es una guía práctica, que hace reflejar lo interno de la persona, su pensamiento, su proceder, haciéndose visible a través de su vida diaria, con su quehacer en pro de los propósitos de Dios, y en beneficio de los más necesitados, porque el que obedece la ley, presta un servicio muy valioso a Dios y a la sociedad, en la armonía y comunión con quienes le rodean, para un mejor ordenamiento en la convivencia diaria de los seres humanos, como el respeto a la vida, la propiedad privada, la ayuda mutua, la dignidad, el trabajo, la educación, la salud, el derecho al abrigo y al sustento, por lo tanto se promuevan los mejores recursos y medios para vivir en todo el planeta, sin violaciones a los derechos humanos, despilfarros, armamentos y guerras.


Los diez mandamientos fueron entregados por escrito ante diez mil ángeles que fueron testigos ese día (Deuteronomio 33.2), esto es una prueba más de la importancia que tienen dichos mandamientos. Cabe destacar que la palabra de Dios dice que por medio de la ley es el conocimiento del pecado (Romanos 3.20), aún en la actualidad habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente (Lucas 15.7), reconociendo y aceptando el hacer la voluntad de Dios. Es como pasar de la muerte espiritual a la promesa de la vida eterna, en donde después de haber sido esclavo del pecado, entenebrecido por el mal, se recibe la oportunidad de tener la libertad para ser siervo de Dios, que aunque de igual manera, se es un subordinado, pero a diferencia, es para recibir una recompensa o galardón, que es la vida eterna, gracias a la obediencia se pasa a ser siervo de la justicia (Romanos 6.16 al 18, 21 al 23), y es aquí en donde actúa la ley juntamente con la gracia.


25.3) Fundamento bíblico.


A continuación se señalan una serie de citas bíblicas relacionadas con los diez mandamientos, en apoyo a la existencia de los mismos, o como mención de su transgresión por parte de algunos, que conocedores de la ley la quebrantaron, sin embargo, la misma fue escrita hasta en tiempos de Moisés, lo que se denomina durante el primer pacto, y se mantuvo posteriormente al tiempo de Jesús, en el nuevo pacto, con el cambio de la letra a lo espiritual. Anteriormente a Moisés, ya se transmitían los mandamientos aunque en forma verbal, de padres a hijos, pero aunque la ley no estuviera por escrito, siempre había pecado, reinando la muerte desde Adán hasta Moisés, aún en los que no pecaron como la transgresión de Adán que recibió un mandamiento directo de Dios (Romanos 5.13 al 14). Esto se refiere a que por haber entrado el pecado a este mundo, entonces todo ser humano arrastra las consecuencias del mismo, que implica la muerte, como paga del pecado, siendo necesaria la redención.


Las citas bíblicas son las siguientes:


1) “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20.3; Deuteronomio 5.7).


a) Antes del primer pacto. Génesis 35.2 al 4; Éxodo 18.9 al 12; Números 33.4.


b) Durante el primer pacto. Éxodo 23.13, 32 al 33; Deuteronomio 32.16 al 17; Josué 24.14 al 24, 1 Samuel 7.3 al 4; 1 Reyes 18.24 al 40; Isaías 45.20 al 22; Jeremías 1.16, 2.11, 28, 5.19, 10.10 al 13, 35.15; Ezequiel 8.5 al 18; Oseas 4.12.


c) En el nuevo pacto. Mateo 4.10; Hechos 17.24 al 30, 19.26; 1 Corintios 8.5 al 6; Gálatas 4.8.


2) “No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las servirás...” (Deuteronomio 5.8 al 10; Éxodo 20.4 al 6).


a) Antes del primer pacto. Génesis 31.19, 30 al 35; Deuteronomio 29.16 al 17; Josué 24.2; Ezequiel 20.5 al 11.


b) Durante el primer pacto. Éxodo 20.23, 23.24, 32.1 al 8, 34.13 al 14, 17; Levítico 19.4; Números 25.2; Deuteronomio 4.15 al 19, 23, 7.4 al 5, 25, 12.3, 27.15, 29.18; Ezequiel 14.1 al 8; Daniel 3.12 al 30.


c) En el nuevo pacto. Hechos 15.20, 29, 17.29, 21.25; Romanos 1.21 al 23; 1 Corintios 8.1 al 4, 7 al 13, 10.19 al 22, 28, 12.2 al 3; 2 Corintios 6.16 al 18; 1 Tesalonicenses 1.9; 1 Juan 5.21; Apocalipsis 9.20.


3) “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano...” (Éxodo 20.7; Deuteronomio 5.11).


a) Antes del primer pacto. Éxodo 17.7.


b) Durante el primer pacto. Levítico 19.12, 24. 11 al 16.


c) En el nuevo pacto. Mateo 5.33 al 37; Santiago 2.7, 5.12.


4) “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas...” (Éxodo 20.8 al 11; Deuteronomio 5.12 al 15).


a) Antes del primer pacto. Génesis 2.2 al 3; Éxodo 16.23 al 31.


b) Durante el primer pacto. Éxodo 31.12 al 17, 35.1 al 3; Levítico 19.3, 30, 23.3, 26.2; Números 15.32 al 36; 1 Crónicas 9.32; Nehemías 9.14, 13.15 al 22; Isaías 56.2, 58.13 al 14, 66.23; Jeremías 17.21 al 22, 27; Ezequiel 20.12 al 16, 20 al 24, 22.8, 26, 23.38, 46.1 al 3.


c) En el nuevo pacto. Mateo 12.1 al 13, 24.20, 28.1; Marcos 1.21, 2.23 al 28, 3.2 al 5, 6.1 al 2; Lucas 4.16 y 31, 6.1 al 10, 13.10 al 17, 14.1 al 6, 23.56; Juan 5.8 al 11, 7.21 al 24, 9.13 al 16; Hechos 13.14, 27, 42 al 44, 15.21, 16.13, 17.2 al 3, 18.4; Hebreos 4.4, 10.


5) “Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da” (Deuteronomio 5.16; Éxodo 20.12).


a) Antes del primer pacto. Génesis 9.22 al 25.


b) Durante el primer pacto. Éxodo 21.15, 17; Levítico 18.7 al 8, 19.3, 20.9, 11, 21.9; Deuteronomio 21.18 al 21, 27.16; Miqueas 7.6.


c) En el nuevo pacto. Mateo 15.4, 19.19; Marcos 7.10, 10.19; Lucas 18.20; Efesios 6.1 al 3; Colosenses 3.20.


6) “No matarás” (Ex 20.13; Deuteronomio 5.17).


a) Antes del primer pacto. Génesis 4.8 al 13, 9.6, 27.41 al 45, 37.26 al 27; Éxodo 2.11 al 15.


b) Durante el primer pacto. Éxodo 21.12, 23.7; Levítico 24.17; Números 35.16 al 21; Josué 20. 1 al 6; Jueces 9.17 al 24, 56 al 57; 1 Samuel 19.4 al 6, 22.17, 26.8 al 11; Jeremías 26.15; Oseas 4.2.


c) En el nuevo pacto. Mateo 5.21, 15.19, 19.18; Marcos 7.21, 10.19; Lucas 18.20; Romanos 13.9; Santiago 2.11.


7) “No cometerás adulterio” (Éxodo 20.14; Deuteronomio 5.18).


a) Antes del primer pacto. Génesis 12.10 al 20, 26.6 al 11, 39.7 al 9.


b) Durante el primer pacto. Levítico 18.20, 20.10; 2 Samuel 12. 7 al 10; Proverbios 6.32; Jeremías 5.7 al 9, 29.23; Oseas 4.2.


c) En el nuevo pacto. Mateo 5.27 al 28, 31 al 32, 15.19, 19.9, 18; Marcos 7.21, 10.11 al12, 19; Lucas 16.18, 18.20; Juan 8.1 al 11; Romanos 7.1 al 3, 13.9; 1 Corintios 6.9; Gálatas 5.19; Hebreos 13.4; Santiago 2.11.


8) “No hurtarás” (Éxodo 20.15; Deuteronomio 5.19).


a) Antes del primer pacto. Génesis 30.33, 31.19, 38 al 39, 40.14 al 15, 44.7 al 8.


b) Durante el primer pacto. Éxodo 21.16, 22.1 al 12; Levítico 19.11; Deuteronomio 24.7; Josué 7.10 al 11; Jeremías 7.9; Oseas 4.2; Malaquías 1.13.


c) En el nuevo pacto. Mateo 15.19, 19.18; Marcos 7.21 al 22, 10.19; Lucas 18.20; Romanos 13.9; Efesios 4.28.


9) “No dirás falso testimonio contra tu prójimo” (Deuteronomio 5.20; Éxodo 20.16).


a) Antes del primer pacto. Génesis 20.1 al 10.


b) Durante el primer pacto. Éxodo 23.1; Deuteronomio 19.16 al 19; Salmos 27.12; Proverbios 6.16 al 19, 19.5, 9, 25.18.


c) En el nuevo pacto. Mateo 15.19, 19.18, 26.59 al 61; Marcos 10.19, 14.55 al 59; Lucas 18.20; Hechos 6.13; Romanos 13.9; Efesios 4.25.


10) “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (Éxodo 20.17; Deuteronomio 5.21).


a) Antes del primer pacto. Génesis 3.6.


b) Durante el primer pacto. Números 11.32 al 34, Deuteronomio 7.25, Josué 7.20 al 21, Proverbios 6.24 al 26, 21.26, 23.1 al 6; Isaías 57.17; Miqueas 2.1 al 3; Habacuc 2.9.


c) En el nuevo pacto. Mateo 5.28; Hechos 20.32 al 34; Romanos 7.7, 13.9; 1 Corintios 10.6; 1 Timoteo 3.3, 8, 6.10; Tito 1.7; Santiago 4.2 al 3.


26) No agresión al prójimo.


La Escritura previene la violencia y nos manda a mostrar una buena conducta en sabia mansedumbre, sin ningún tipo de violencia familiar, social, inclusive personal, como los celos amargos y la contención en el corazón, sino pura, pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, que libren a la persona de la perturbación y la obra perversa (Santiago 3.13 al 4.3).


26.1) Vencer con el bien el Mal.


En el primer pacto la ley era amar al prójimo y aborrecer al enemigo, no obstante, en el nuevo pacto Cristo manda a amar a los enemigos, bendecir a los que maldicen, a hacer el bien a los que aborrecen, y orar por los que ultrajan y persiguen (Mateo 5.43 al 44; Lc 6.27 al 31). El apóstol Pablo dice que en cuanto dependa de uno, hay que tener paz con todas las personas (Romanos 12.18). Debemos aprender a perdonar, siendo humildes, mansos y prudentes, ya que el mandamiento es amarnos unos a otros como Jesús nos amó (Juan 15.12).


Las enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, envidias, homicidios, son parte de los frutos de la carne (Gálatas 5.20 al 21). En la Biblia encontramos que Caín por envidia mató a su hermano Abel (Génesis 4.8), también los hermanos de José por envidia intentaron matarlo (Génesis 37.20 al 22), lo echaron en una cisterna, y posteriormente lo vendieron por veinte piezas de plata (Génesis 37.24 al 28). Coré y otros descendientes de Rubén, se levantaron contra Moisés y Aarón en el desierto (Números 16.1 al 4, 30 al 33). Absalón por venganza mató a su hermano Amnón (2 Samuel 13.28 al 29).


En el antiguo pacto era permitido el ojo por ojo y diente por diente, sin embargo, Jesús dice que no hay que resistir al que es malo, ni al que hiere, ni al que quiere poner a pleito, ni al que quita, ni al que obliga (Mateo 5.38 al 40). De las cosas que aborrece Jehová, son las manos derramadoras de sangre inocente y el que enciende rencillas entre hermanos (Proverbios 6.16 al 19). No debemos padecer como homicidas por entremeternos en negocios ajenos (1 Pedro 4.15).


26.2) Lucha bélica (militar).


En algunos países es obligación de cada joven el servicio militar, a no ser que tenga impedimento físico, los cristianos no deben participar bajo ninguna circunstancia contra nación alguna o grupo subversivo, con cualquier tipo de arma, cueste lo que cueste. Se recomienda que un cristiano no realice labores donde se atente contra sus principios.


27) Temor de Dios.


El temor de Dios es una base principal para hallar gracia ante sus ojos, como la cualidad de Job que era temeroso de Dios (Job 1.1, 2.3, 4.6). Que el principio de la sabiduría y la confianza, es el temor de Dios (Salmos 111.10, 119.161; Proverbios 1.7, 8.13, 14.26 al 27, 15.16, 33, 19.23; Eclesiastés 12.13; Isaías 66.2; 2 Corintios 7.1; Efesios 5.21; 1 Pedro 1.17; Apocalipsis 14.7).


El temor de Dios, da gozo, seguridad, felicidad, estabilidad, satisfacción. El temor es principio de la obediencia, pero nunca debe darse por miedo al juicio, ya que existe un temor como miedo e inseguridad (cobardía) (Apocalipsis 21.8), también como prejuicio o idea preconcebida que cohíbe actuar con libertad; esta clase de temor no va con nosotros, más bien el verdadero amor echa fuera el temor (1 Juan 4.18).


Dios se agrada de cualquier nación que le teme y obra justicia (Hechos 10.35). Dios mismo a puesto temor en el corazón de las personas, para que no se aparten de él (Jeremías 32.40), ya que el temor de Jehová es aborrecer el Malaquías (Proverbios 8.13). Por ejemplo, en un hogar donde hay temor de Dios, hay bendición y protección de Dios, está la fuerte confianza y esperanza, es manantial de vida para apartarse de los lazos de la muerte (Proverbios 14.26 al 27).


27.1) Obediencia.


La obediencia es mantener un buen comportamiento y cumplir con la voluntad de Dios, a pesar de lo difícil que sean las circunstancias, según el ejemplo de Cristo, que por causa de su temor reverente, por lo que padeció aprendió la obediencia (Hebreos 5.7 al 9). La obediencia a Dios es cumplir sus mandamientos y voluntad en general, según nos enseña el mismo Señor Jesús, por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones. Por eso el Señor nos llama a obedecer, porque por la obediencia de unos, el mensaje es llevado a todas partes, para que otros sean salvos y constituidos justos (Hechos 5.29, 32; Romanos 1.5, 5.19, 15.18, 16.19; 1 Pedro 1.22).


Dios espera de sus hijos obediencia y sumisión. Vivimos en una sociedad permisible donde el desenfreno de la conducta, está a la orden del día; aun muchas personas que se consideran creyentes, obedecen la palabra solo en parte. En aspectos corporales hay mucho libertinaje y en el ingerir cosas que Dios abomina. La palabra gracia se ha tergiversado casi por completo. El pueblo de Dios está llamado a obedecer los mandamientos y la ley de Cristo, teniendo que permanecer firme hasta el fin (Mateo 24.13). La perseverancia y la obediencia van de la mano, si una falla la otra fracasa. Todos los días nos aseamos y nos alimentamos; es igual la vida espiritual, tanto la obediencia como la perseverancia no pueden descuidarse, hay que seguir el consejo de mantener firme la profesión de la fe sin fluctuar (Hebreos 10.23), con el cuidado de no apartarse de la gracia de Dios.


27.2) Testimonio.


El dar un buen testimonio ante todas aquellas personas que nos conocen o con quienes convivimos diariamente; es mostrar con frutos lo que Dios ha hecho en nosotros. El testimonio es como una lumbrera que da luz en las tinieblas, es una forma de corresponder con gratitud y reflejar la obra del Señor en nuestras vidas (Hechos 1.8; Efesios 5. 1 al 20; 1 Pedro 3.14 al 16; Apocalipsis 12.17). Desde la antigüedad el testimonio ha sido el poner por obra los mandamientos de Dios, para que prevalezca la justicia en nuestras vidas y sea visto por todos como un ejemplo, de generación en generación (Deuteronomio 6.24 al 25). Es resplandecer como luminares en el mundo (Filipenses 2.15), es creer con el corazón para justicia y confesar con la boca para salvación (Romanos 10.10). Es ser luz del mundo (Mateo 5.14), para alumbrar a todo aquel que está alrededor, de manera que vean la obra de Dios en nosotros y glorifiquen al Padre que está en los cielos (Mateo 5.16). El mismo poder de Dios para actuar en nosotros, da testimonio de que somos hijos de Dios (Romanos 8.16). El testimonio se manifiesta al predicar la palabra, en el vestir, en el vocabulario, con los hechos, con acciones prudentes, con sabiduría, mansedumbre, humildad, paciencia y cautela. Además, practicando lo verdadero, honesto, justo, puro, entre otros (Filipenses 4.8 al 9).


F) CONOCIENDO AL ENEMIGO.


28) Adversidad por Satanás.


Siendo nosotros hijos del Dios Altísimo nos dejó una protección contra la adversidad si somos justos (Proverbios 12.21). Sabemos que Dios hizo el día del bien para gozar y el día de la adversidad, que tanto lo uno como lo otro tienen un propósito (Eclesiastés 7.14), sin embargo, llegará el momento en que el mal no existirá más (Mateo 25.41; Apocalipsis 20.10). Este mal se opone a Dios y por consiguiente adversa contra sus hijos (Job 1.6 al 11, 2.1 al 6; 1 Pedro 5.8; Apocalipsis 12.9, 20.2, 10). Donde hay odio, rencor, pleito, contienda, división, oposición, mentira, destrucción y toda clase de maldad, está el mal presente.


Los nombres que se le dan son los siguientes:


a) Acusador (Apocalipsis 12.10).


b) Beelzebú (Mateo 12.24 al 27).


c) Belial (2 Corintios 6.15).


d) Destructor (Abadón, en hebreo y Apolión en griego) (Apocalipsis 9.11).


e) Diablo (Mateo 4.1).


f) El dios de este siglo (2 Corintios 4.4).


g) El malo (Mateo 13.19).


h) Engañador, mentiroso, homicida, adversario y astuto (Génesis 3.1, Juan 8.44, 2 Corintios 2.11, 1 Pedro 5.8, Apocalipsis 2.24).


i) Maligno (Efesios 6.16).


j) Principe de la potestad del aire (Efesios 2.2).


k) Satanás (2 Corintios 11.14).


l) Serpiente antigua y gran dragón (Apocalipsis 12.9).


m) Tentador (1 Tesalonicenses 3.5).


29) Apostasía.


La apostasía se da desde que existe la Iglesia, ya que consiste en oponerse a los mandamientos de Dios o revelarse contra alguno de ellos y enseñar diferente doctrina a la establecida por el Señor (1 Timoteo 4.1; 2 Tesalonicenses 2.3; 2 Pedro Capítulo 2; Judas 3 al 6). La apostasía es negar la fe y volverse atrás, por ejemplo, Pablo profetizó una apostasía (1 Timoteo 4.1 al 2), que se cumplió en su debido momento con el surgimiento de la mezcla entre lo religioso y lo pagano (2 Tesalonicenses 2.3 al 7). Las consecuencias de ceder en los principios, es que la persona se expone posiblemente para no sufrir persecución, a renunciar a lo que es y cree, olvidando que el que quiera salvarse en esta vida apostatando de la fe, perderá la opción de la vida eterna (Mateo 10.39). Sin embargo, la palabra de Dios dice que nada nos apartará del amor de Cristo (Romanos 8.18, 28, 31, 35 al 39).


29.1) Anticristos.


Han salido por el mundo muchos engañadores que son anticristos (2 Juan 7), salieron de entre la Iglesia para que se manifieste que no todos son de la misma, se oponen a Jesucristo y no confiesan que él vino en carne (1 Juan 2.18, 4.3). Así como Cristo en carne hizo la voluntad de Dios (Hebreos 5.7 al 8), dejó ejemplo para que el ser humano también obedezca a Dios, ya que estos anticristos con los hechos de su vida diaria niegan la eficacia de la fe y del poder de Dios (2 Timoteo 3.5; Tito 1.16; 1 Juan 2.22; Judas 4).


30) Costumbres paganas.


A continuación se menciona una serie de conductas subversivas, que son aprendidas y se oponen a la voluntad de Dios. Se trata de creencias que permanecen fuera del cristianismo o que dentro de la Iglesia se ha mezclado con las costumbres a otros dioses.


30.1) Adivinación.


La práctica de la adivinación está prohibida en la palabra de Dios (Levítico 19.31), además no se permite ni agorero (que cree en supersticiones), ni sortílego (que adivina por medio de suertes) (Deuteronomio 18.10, 14).


30.2) Espiritismo.


El espiritismo pretende por medio de las personas conocidas como médium comunicarse con los difuntos, pero el consultar a los muertos es abominación delante de Dios (Deuteronomio 18.11 al 12).


30.3) Hechicería.


La hechicería aparece en la lista de obras de la carne (Gálatas 5.20), también la Escritura dice que a los hechiceros su parte será en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (Apocalipsis 21.8), aunque no sólo los hechiceros, sino todo aquel que consulta y practica estas cosas. También la Escritura se refiere a los que hacen maravillas por arte de magia, como los encantadores y magos (Deuteronomio 18.11).


30.4) Fiestas.


Actualmente se celebran en nuestro medio festividades, las cuales tienen origen en el paganismo, tal es el caso de la navidad, día de los muertos, día de las brujas, año nuevo, semana santa, entre otras. La palabra de Dios dice que no aprendamos el camino de las gentes (Jeremías 10.2). También dice que en vano honran a Dios, enseñando como doctrinas y mandamientos de hombres (Marcos 7.7). No se deben celebrar dichas fiestas paganas, ya que el origen de muchas de éstas, se remonta a Babilonia, y con las mismas se da una continuidad al paganismo, lo que se ha hecho es una mezcla entre lo pagano y el cristianismo, tal es el caso del día 25 de diciembre y del árbol de navidad (1 Corintios 5.7; Colosenses 2.8), igual a como se hacía en la antigüedad que se plantaban árboles en honor a los dioses, en este caso a Asera (Deuteronomio 16.21). Dios había prohibido hacer alianzas con los moradores de la tierra, porque se inclinarían y fornicarían en pos de sus dioses, aceptando invitación y comiendo de lo sacrificado a sus ídolos (Éxodo 34.11 al 17), que se advierte también en el nuevo pacto (Hechos 15.19 al 20, 28 al 29).


30.5) Concupiscencias.


Las concupiscencias son los apetitos desordenados de placeres deshonestos contrarios a Dios, las cuales practican las personas que no conocen su voluntad. Consiste en la corrupción que hay en el mundo a causa de los deseos asociados a la concupiscencia (2 Pedro 1.4), que es dejarse llevar por el pecado y obedecerlo en su apetito de cosas deshonestas (Romanos 6.12; Tito 3.3; 1 Pedro 4.1 al 5). En algunos casos que la Biblia habla del mundo en alusión al pecado, se refiere al orden injusto establecido en nuestro planeta, estructuras socio-económicas, distribución de la riqueza, políticas, costumbres, sistemas de dominación perjudiciales para el ser humano, entre otros, en las que hay transgresión de la ley de Dios e injusticia (Juan 15.18 al 20; Santiago 4.4; 1 Juan 2.15 al 17, 3.3 al 13, 4.4 al 6, 5.4 al 5,17 al 19).


Dios ama al mundo de seres humanos, prueba de esto es que ha enviado a su Hijo para que el mundo sea salvo por medio de él (Juan 3.16 al 18), sin embargo, las obras del mundo han sido malas (Juan 3.19 al 21), no se trata de que el hijo de Dios se aísle de la sociedad sino que se guarde del mal (Juan 17.15 al 18), de manera que no ame el pecado del que es partícipe la sociedad del mundo (1 Juan 2.15 al 17), sino que el que es nacido de Dios con fe vence al mundo, venciendo con el bien el Malaquías (Romanos 12.17 al 21; Juan 5.4) No puede aislarse del mundo porque es en la sociedad donde debe reflejar el amor de Dios al necesitado, hacer el bien a los demás, amar a aquel que está a su alrededor y proveerle lo necesario, ya sea abrigo, acompañamiento, apoyo, asilo, protección y refugio. ¿Que recompensa tendría aquel que solamente ama a aquellos que también lo aman? Sin haber justicia y equidad para cada necesitado, porque Dios mismo hace salir el sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos (Mateo 5.44 al 48).


30.6) Vicios.


No aceptamos en el hijo de Dios, la embriaguez o vicios, como el tabaco, juegos de azar, drogas, la adicción o dependencia al café, y otros (Romanos 6.19 al 22, 13.13; 1 Corintios 3.16 al 17, 6.9 al 10).


31) Idolatría.


En el pueblo de Dios no debe existir la idolatría. La idolatría, es todo aquello que ocupe el lugar de Dios (Éxodo 20.3 al 5; Deuteronomio 4.15 al 18; Isaías 44.9 al 11). Cuando hablamos de idolatría nos ubicamos en el primer y segundo mandamiento de la ley de Dios (Éxodo 20.3 al 6; Deuteronomio 5.7 al 10). La palabra idolatría es muy amplia, no sólo abarca la idolatría desde el punto de vista de imágenes o estatuas construidas por la mano de un escultor, con el fin de adoración, reverencia o veneración (Salmos 115.3 al 8, 135.15 al 18; Isaías 44.14 al 20), también incluye personas u objetos valiosos, que puede llegar a ocupar el lugar que le corresponde a Dios, a saber, actores, artistas, cantantes, padres, madres o hijos, automóviles, casas de habitación, mascotas o animales en general, entre otros. Sabemos que los idólatras no heredarán el reino de Dios, aunque se hagan llamar cristianos o hijos de Dios (Apocalipsis 21.8, 22.15).


31.1) Avaricia.


También la avaricia es idolatría (Colosenses 3.5), está ligada a la envidia y la codicia. Es el apetito desmedido de las riquezas, como el amar el dinero sin saciarse del mismo (Eclesiastés 5.10). La palabra de Dios dice que los avaros no heredarán el reino de Dios (1 Corintios 6.10; Efesios 5.5; 1 Timoteo 6.9 al 10).


31.2) Fornicación.


La fornicación es otra forma de idolatría, ya que es una inclinación excesiva, vehemente y desenfrenada por la unión sexual fuera del matrimonio, que atenta contra la integridad del propio cuerpo (1 Corintios 6.19). En muchos sistemas de adoración a dioses falsos, en sus ritos se incluyó la fornicación carnal como parte del acto de adoración a sus ídolos (Éxodo 34.15 al 16; Números 25.1 al 3; Apocalipsis 2.14, 20), los mismos hijos del sacerdote Elí en el pueblo de Israel, cometieron actos ilícitos con las mujeres del pueblo (1 Samuel 2.22). Esta relación entre fornicación e idolatría dio motivo para que la fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, sean también idolatría (Colosenses 3.5).


Cualquier integrante de la Iglesia ante la tentación o peligro hacia el pecado de fornicación, lo primero que debe hacer es comunicarlo y pedir ayuda al ministerio y a la Iglesia, pedir oración y ayuno si es necesario, es mejor antes que después de que se haya consumado el acto. Debe ser diligente en procurar lo espiritual y ser humilde para aceptar el consejo que se le administre.


32) Pecado.


El pecado se infiltró desde el principio en el ser humano, en el huerto del Edén, desde ahí ha estado presente en la raza humana. Esto le ha traído consecuencias a la humanidad, cuyo desenlace final es la muerte, pues la paga del pecado es muerte (Romanos 6.23). El pecado es transgresión de la ley (1 Juan 3.4), la injusticia es considerada pecado (1 Juan 5.17), y el pecado está en el que sabe hacer lo bueno y no lo hace (Santiago 4.17; 1 Juan 5.17).


32.1) Blasfemia contra el Espíritu Santo.


El pecado o blasfemia contra el Espíritu Santo es el único pecado que no tiene perdón de Dios (Lucas 12.10). Es cuando se rechaza y se considera inútil el poder de Dios para actuar en el ser humano, es cuando se da rienda suelta al placer pecaminoso y se desecha cualquier intervención de ayuda del Espíritu de Dios para abandonar el pecado. Una persona que piensa de esta forma y blasfema contra el Espíritu Santo no logra cambiar su camino de muerte. Por ejemplo, la máxima expresión de esto es el suicidio, porque la persona se abandona en sí mismo y decide no tomar en cuenta el poder de Dios para hacer cambiar las cosas, entonces procede a quitarse la vida; mientras haya vida existe la posibilidad de perdón y reivindicación de los hechos, pero una vez suicidado ya es tarde, por esto Jesús dice que no le será perdonado, ni en este siglo ni en el siglo venidero (Mateo 12.30 al 34), porque es reo de juicio eterno (Marcos 3.28 al 29). También Juan menciona que hay pecado de muerte por el que no hay que orar (1 Juan 5.16). Sin embargo, toda persona que rechaza de plano la obra de Dios, está cometiendo un suicidio y muerte espiritual, quedando expuesta a ser un reo de juicio eterno, esto significa que está ofendiendo al Espíritu de Dios y perdiendo la posibilidad de que el poder de Dios actúe en él, semejante a los fariseos que viendo la obra de Dios la rechazaron (Mateo 12.22 al 30).


32.2) Obras del pecado.


En algunos casos que la Biblia habla de carne se refiere al pecado y este se opone al Espíritu Santo o poder que Dios da en los que le obedecen (Romanos 8.5 al 8; Gálatas 5.16 al 17). El énfasis está en el apetito desordenado de placeres deshonestos o concupiscencia, que al ser concebido da a luz el pecado (Santiago 1.14 al 15). La lista de obras del pecado está descrita en la carta a los Gálatas, donde se menciona al adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas (Gálatas 5.19 al 21).


32.3) Pecados de condenación.


En las Sagradas Escrituras se mencionan varias faltas graves que llevan a condenación, por ejemplo en Gálatas hay diecisiete, aseverando el apóstol que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios. Otra lista semejante la encontramos en Romanos, en donde se afirma que son dignos de muerte los que hacen tales cosas, entre las que están la injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad, envidia, homicidio, contienda, engaño, malignidad, murmuración, detracción, aborrecimiento a Dios, injuria, soberbia, altivez, invención de mal, desobediencia a los padres, necedad, deslealtad, sin afecto natural, implacabilidad y la inmisericordia (Romanos 1.29 al 32).


También se enlistan otros pecados de condenación en Deuteronomio 14.3, 22.5, Proverbios 6.16 al 19, 1 Corintios 5.10 al 11, 6.9 al 10, Efesios 5.4 al 5, 2 Tesalonicenses 2.2, 2 Timoteo 3.3, 8, 1 Juan 3.15, Apocalipsis 21.29, a simple vista algunas de estas faltas son leves, pero cuando se hacen hábito en nuestro diario vivir, nos pueden arrebatar la vida eterna. La carta a los Hebreos nos advierte de la severidad de Dios (Hebreos 6.4 al 6, 10.26 al 27, 30 al 31), ya que con él no se juega, porque si nos descuidamos y somos tibios entonces quedamos excluidos de él (Apocalipsis 3.16).


El pecado esclaviza al hombre y lo condena, la Escritura dice que si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador? (1 Pedro 4.18). Para aquellos que nunca se arrepienten ni se convierten a Dios, tienen muchas razones para ser juzgados y condenados en el día del juicio, ya que tanto en el primer pacto como en el nuevo pacto, toda rebelión y desobediencia recibe justa paga de retribución (Hebreos 2.2 al 3).


33) Persecución.


El pueblo de Dios siempre ha sido perseguido por sus ideales, su creencia religiosa, prácticas y costumbres, que le dan identidad al cristianismo. Han sido causa de odio, envidia y persecución, hasta quitarles la vida (Hebreos 11.36 al 38). Casos como el del malvado Amán que acusó injustamente a los israelitas ante el rey Asuero (Ester 3.8 al 9). En la época del imperio romano, la edad media e inclusive en el primer siglo en tiempos de Pablo, la Iglesia fue perseguida (Hechos 8.1 al 4). Durante varios siglos los cristianos fueron perseguidos atrozmente, sufriendo toda clase de crueldades. El pueblo de Dios ha sufrido persecución a través de la historia, por parte de los gobiernos, de sus familiares y de falsos hermanos (Daniel 12.7; Mateo 5.10 al 12, 10.16 al 25, 24 - todo el capítulo). Jesucristo dijo que son bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia (Mateo 5.10 al 12). Dependiendo del área geográfica del planeta, se puede sufrir persecución en forma literal o física, pero en otras partes la persecución es espiritual, esto cuando se manifiesta la fe y creencias, sin ocultar la doctrina.


33.1) Sufrimiento.


Muchas veces por causa de la palabra se sufre persecución, estando expuestos a la aflicción, opresión y tribulación (Romanos 12.12; 2 Corintios 1.6; 2 Tesalonicenses 1.4 al 5). Pablo y Timoteo fueron ejemplos de estos sufrimientos (2 Timoteo 3.10 al 12). Es necesario el amor para poder sufrir (1 Corintios 13.7), ya que son bienaventurados los que sufren (Santiago 5.10 al 11), porque si sufrimos también reinaremos con el Señor (2 Timoteo 2.3, 12).


G) DONES DEL ESPÍRITU SANTO.


34) Discernimiento de espíritus.


El discernimiento de espíritus es un don de Dios, que tiene como función conocer la intención del corazón, ya sea de los hermanos o personas que están entrando a la Iglesia. Es un don por medio del cual podemos percibir y declarar la diferencia entre las intenciones de una persona y otra (Romanos 8.16; 1 Corintios 2.14, 12.10; Hebreos 5.14; 1 Juan 3.24, 4.1 al 6).


35) Diversos géneros de lenguas.


El apóstol Pablo nos dice que si por la lengua no damos palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decimos?, afirma que tantas clases de idiomas, y ninguno carece de significado, indudablemente Pablo habla de idiomas (1 Corintios 13.9 al 10), por lo tanto, hay diversos géneros de lenguas (1 Corintios 12.10 al 11), y que las lenguas son Idiomas (Hechos 2.8). El origen mismo de las lenguas fue por don de Dios, ya que en el principio toda la tierra tenía una sola lengua, y en determinado lugar empezaron a edificar una ciudad y una torre, cuya cúspide llegara hasta el cielo, entonces Dios confundió sus lenguas, iniciando la diferenciación de idiomas, para que se agrupara cada uno dependiendo de la lengua que entendía de su compañero y se abstuvieran de construir esa torre que fue llamada Babel (Génesis 11.1 al 9).


Hablar con el don de lenguas no es decir cosas incoherentes, sino hablar un idioma que es desconocido para el que habla, pero hay otra persona que interpreta, además si hay entre los oyentes una persona que identifica determinada lengua o idioma, entonces funge como intérprete, por ejemplo, lo que hablaron quienes estaban en el aposento alto el día de Pentecostés, que le oyó hablar cada uno en su propia lengua en que había nacido. En Hechos de los apóstoles, el día de Pentecostés se cumplió una profecía escrita del profeta Joel (Joel 2.28 al 29), acerca de la manifestación y derramamiento del don del Espíritu Santo, donde empezaron a hablar en otras lenguas (Hechos 2.1 al 11). El apóstol Pedro dice enfáticamente que esto es lo que fue dicho por el profeta Joel (Hechos 2.16), posteriormente se relatan varios casos de hablar en lenguas y profetizar (Hechos 10.46, 19.6). Esto fue como una señal para los judíos, porque ellos solo creían por señales (Mateo 12.38; 1 Corintios 1.22), estaba escrito que en otras lenguas hablaría a este pueblo y ni aun así escucharían su voz (1 Corintios 14.21). Es necesario que los fieles no cimienten su fe en el hablar en lenguas, ni que se esfuercen en demostrar que son creyentes por el hablar en lenguas, ya que éstas son por señal a los infieles y no a los creyentes (1 Corintios 14.22). Pablo prefería que se hablara pero con entendimiento, ya que a pesar de que hablaba varios idiomas, en la iglesia prefería hablar aunque fueran cinco palabras en su sentido, para enseñar a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida, la cual no iban a entender (1 Corintios 14.18 al 19).


35.1) Interpretación de lenguas.


La interpretación de lenguas es la traducción de lo que se está hablando en otro idioma diferente, es por don de Dios (1 Corintios 12.10), para que la Iglesia reciba edificación (1 Corintios 14.5). El hablar en lenguas está regulado, si alguien habla en lengua desconocida solo puede hacerlo si hay intérprete (1 Corintios 14.12 al 13). Tampoco pueden hablar muchos a la vez, dos o a lo más tres, y por turno; y uno interpreta, si no hay intérprete, el que habla en lengua extraña debe callar en la Iglesia y hablar para sí mismo y para Dios (1 Corintios 14.27 al 28).


36) Imposición de manos.


La imposición de manos es un don que está ligado a las sanidades (Marcos 6.5, 8.23; Lucas 4.40, 13.13), y a invocar bendición por un nombramiento ministerial (Hechos 6.6). Esta fue una práctica apostólica, que al imponer las manos se recibía el don y el auxilio del Espíritu Santo (Hechos 8.17, 19.5 al 6), de manera que Jesús y sus apóstoles así lo enseñaron. En la epístola a los Hebreos se menciona como doctrina (Hebreos 6.2).


Se le habla a Timoteo de la imposición como un don (1 Timoteo 5.22; 2 Timoteo 1.6), en el caso de Timoteo además de tener el don era anciano, también el don le fue dado mediante imposición de las manos del presbiterio (1 Timoteo 4.14), que es el consejo de ancianos, entendidos en asuntos de justicia y administración. Por lo tanto, los que desempeñan en la actualidad esta función, son los más convenientes que realicen la imposición de manos, ya que no es cualquiera que pueda imponer las manos ni es en todos los casos que se puede hacer, sino que tiene que haber capacidad para discernir cuando es recomendable hacerlo, ya que no son todos los que tienen este don, ni es a toda persona o en forma improvisada que se imponen las manos.


37) Milagros.


Desde que ha existido el ser humano, Dios ha hecho milagros. También el Señor Jesucristo vino a esta tierra y realizó milagros como convertir el agua en vino (Juan 2.3 al 10), multiplicar los panes (Juan 6.9 al 13), andar sobre el mar (Mateo 14.25 al 26), sanar a un sordo mudo (Marcos 7.32 al 35, darle la vista al ciego (Juan 9.4 al 7), resucitar a Lazaro que tenía cuatro días de muerto (Juan 11.33 al 44), entre otros, de manera que el Señor es el mismo de ayer, hoy y por los siglos; y así como hizo milagros cuando estuvo en la tierra, hoy en día, también hace milagros por medio del Espíritu Santo (1 Corintios 12.10 al 11, 28 al 29).


38) Palabras de poder.


La palabra de Dios siempre es oportuna, nunca se vuelve obsoleta, de manera que es un conocimiento útil para todos los tiempos, es viva y eficaz, que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4.12). Es por medio del Espíritu de Dios que se recibe palabras de poder, como la palabra de sabiduría y la palabra de ciencia (1 Corintios 12.8), porque es Dios quien da la sabiduría a los sabios y la ciencia a los entendidos (Daniel 2.21).


38.1) Palabra de ciencia.


La palabra de ciencia es un conocimiento que Dios le da al ser humano, que contiene las demostraciones de la revelación del Espíritu Santo, para dar conciencia y razonamiento útil en beneficio de la vida (Números 24.16; Proverbios 2.10, 19.2; Daniel 5.12; 1 Corintios 1.5, 12.8).


38.2) Palabra de edificación, exhortación y consolación.


Hay palabra de edificación, exhortación y consolación dada por el Espíritu Santo para beneficio de la Iglesia, ya que infunde sentimientos de paz, piedad y virtud, buscando cada uno agradar a su prójimo en lo que es bueno (Romanos 14.19, 15.2 al 5; 1 Timoteo 4.13; 2 Timoteo 3.16, 4.12). Bíblicamente el profetizar es para edificación, exhortación y consolación (1 Corintios 14.3). Es necesario seguir lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación (Romanos 14.19). Hay que animarnos y edificarnos los unos a los otros (1 Tesalonicenses 5.11), con enseñanza que sea para edificación, cuando se trata de exhortar con algunos mensajes, se debe hacer con mucho cuidado, prudencia y con amor. Otros mensajes llevan como objetivo consolar a la Iglesia, cuando hay aflicción o angustia.


38.3) Palabra de sabiduría.


La palabra de sabiduría es dada por revelación del Espíritu Santo, ya que consiste en un conocimiento profundo que permite un buen juicio para saber conducirse (1 Corintios 12.8; Santiago 3.17). En la aplicación de estatutos y juicios justos que Dios ha dado, está la sabiduría y la inteligencia, al guardarlos y ponerlos por obra (Deuteronomio 4.5 al 8), y es Jehová quien da la sabiduría en la persona (Proverbios 2.6; Santiago 1.5).


39) Profecía.


La Biblia dice que Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras, por medio de los profetas, ahora nos ha hablado por medio de su Hijo Jesucristo (Hebreos 1.1 al 2). Jesús mismo nos advierte que nadie nos engañe, porque se levantarían falsos Cristos y falsos profetas (Mateo 24.4, 24), en otra ocasión dice que creamos en él como dice la Escritura (Juan 7.37), y otro pasaje afirma que la Escritura no puede ser quebrantada (Juan 10.35). El apóstol Pedro llama a la profecía de las Sagradas Escrituras, la palabra profética más segura (2 Pedro 1.19 al 21), ya que es como una luz que va guiando a su pueblo en la oscuridad, de manera que ninguna profecía escrita es de particular interpretación (1 Corintios 14.32), porque es Jehová mismo quien declara lo que hace y lo revela a sus siervos los profetas (Amós 3.7). Sin embargo, al decir más segura significa que hay otro tipo de profecía que no es tan segura, que es la profecía que se recibe en la actualidad, debido a que la intención de los que profetizan debe estar de acuerdo con los profetas de las Escrituras (1 Corintios 14.32), en otras palabras, la profecía que se reciba no puede contradecir lo que está escrito en la palabra de Dios, ya que no hay que menospreciar la profecía, pero hay que examinarlo todo y retener lo bueno (1 Tesalonicenses 5.19 al 21).


Muchas profecías de la Biblia ya se han cumplido, otras aún no se cumplen, como no es de interpretación privada, Dios la va revelando a sus siervos los profetas o profetizas, aquellos que tienen el don de la profecía. Se hace necesario conocer un poco la historia para poder ubicar el tiempo del cumplimiento de cada una. A esta profecía no se le debe quitar ni poner, para ello es necesario un claro entendimiento de la misma, y así poder darle una correcta interpretación. El don de la profecía permite juzgar acerca del pasado, interpretar el presente y anunciar el futuro, para hacer justicia y equidad, no necesariamente hacer juicio para condenar, sino para hacer justicia e igualdad, según derecho y rectitud. El mismo Espíritu Santo que inspiró a aquellos hombres, debe inspirar ahora a los que tienen el don de la profecía, para poder interpretarla (Mateo 11.13; Oseas 12.11; 1 Pedro 1.10 al 12; 1 Corintios 14.1, 3 al 6, 22, 24, 30 al 32).


La revelación es la manifestación de una verdad secreta u oculta, por excelencia la manifestación divina, sin embargo, hay cosas secretas que pertenecen exclusivamente a nuestro Dios, mas las reveladas son para que cumplamos su palabra (Deuteronomio 29.29). Dios revela lo profundo y escondido (Daniel 2.22), por medio de su Espíritu (1 Corintios 2.9 al 11). En el caso de la manifestación audible, la Biblia relata varios ejemplos en que Dios se reveló en esta forma, a la primera pareja en el huerto del Edén (Génesis 3.8 al 10), al pueblo de Israel en el monte Horeb (Deuteronomio 4.12), cuando Samuel escuchó la voz de Dios (1 Samuel3.1 al 9), cuando Jesús fue bautizado (Mateo 3.17), también en la visión de la transfiguración escucharon esta voz (Mateo 17.5; 2 Pedro 1.17 al 18), cuando Saulo oyó la voz del Señor camino a Damasco (Hechos 9.3 al 7).


39.1) Visión, revelación audible y sueños.


El Señor envía profecías por medio de visiones, revelación audible y sueños, pero que toda profecía para los hijos de Dios, debe examinarse (1 Tesalonicenses 5.19 al 22), para verificar que se encuentre apegada a las Escrituras y sea de esta forma veraz como de parte de Dios (Job 33.14 al 25; Amós 3.7; Hechos 2.17, 10.3, 26.14; Apocalipsis 1.1).


La visión es algo que se ve, pero que no todos lo pueden ver sino aquellos a quienes les es dado. Dos ejemplos de ello son. La transfiguración, cuando el Señor se transfiguró en un monte alto, estando con Pedro, Jacobo y Juan, ellos vieron ahí por un momento a Moisés y a Elías, como una pequeña demostración por medio de visión de cómo será la venida gloriosa de Jesucristo y la transformación del cuerpo (Mateo 17.1 al 9). Otro caso es la visión que el Señor le mostró a Pedro por medio de un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra, en el cual había de todos los animales cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves, mostrándole que a ningún ser humano llamara común o inmundo, ya que al gentil se le tenía como tal, y las tres veces que él escuchó una voz que le decía que matara y comiera, significaban los tres hombres que fueron enviados por Cornelio y que venían a buscarlo (Hechos 10.9 al 17, 19 al 22, 28).


Dios puede usar una visión para revelar algo (2 Corintios 12.1 al 7). Pablo recibió el evangelio por revelación de Jesucristo (Gálatas 1.11 al 12). Todo el libro de Apocalipsis fue revelado a Juan (Apocalipsis 1.1). La revelación es la manifestación de una verdad secreta u oculta, por excelencia la manifestación divina, sin embargo, las cosas secretas pertenecen a nuestro Dios, pero las que él nos revela son para cumplir su palabra (Deuteronomio 29.29). Dios nos revela lo profundo y lo escondido (Daniel 2.22), por medio de su Espíritu (1 Corintios 2.9 al 11). En el caso de las manifestaciones audibles, la Biblia nos relata varios ejemplos, con la primera pareja en el huerto de Edén (Génesis 3.8 al 10), cuando Moisés miró la visión de una zarza ardiendo que no se consumía y oyó la voz del Señor (Hechos 7.30 al 32), el pueblo de Israel en el monte Horeb escuchó a Dios (Deuteronomio 4.12), la voz de Dios que oyó el joven Samuel (1 Samuel 3.1 al 10), cuando Jesús fue bautizado (Mateo 3.17), también en la visión de la transfiguración (Mateo 17.5; 2 Pedro 1.17 al 18), y en el camino a Damasco Saulo oyó la voz del Señor Jesús (Hechos 9.3 al 7), entre otros.


Las manifestaciones a través de sueños ha sido una forma en que Dios habla al ser humano, por ejemplo, Jacob tuvo un sueño cuando iba camino a Harán (Génesis 28.10 al 16), José recibió muchos sueños y fue intérprete de sueños, él interpretó el sueño al Faraón, también Daniel interpretó a Nabucodonosor el sueño que al rey se le olvidó por completo, Daniel no solo lo interpretó sino que le recordó al rey del contenido del mismo. Dios le habló en sueños a José el esposo de María la madre de Jesús, cuando quedó embarazada por medio del Espíritu Santo (Mateo 1.20 al 24), también le habló a José por medio de un sueño para que huyeran a Egipto con el niño (Mateo 2.13). Otros sueños que menciona la Escritura se encuentran en las siguientes citas bíblicas: Génesis 20.3, 40.5, Jueces 7.13, 1 Reyes 3.5, Mateo 27.19. En el Nuevo Pacto se cumple la profecía de que se recibirían sueños (Joel 2.28). Todo ser humano por naturaleza tiene sueños, pero aquellos que vienen de Dios, si son de Dios tienen que cumplirse y deben ser acordes con la palabra escrita en las Sagradas Escrituras. Se debe tener cuidado con los sueños, hay evidencia de que existen sueños mentirosos (Jeremías 23.28 al 32).


40) Sanidades.


Existe el don de sanidades, que Dios da a cualquier miembro de la Iglesia, para que orando por alguna persona enferma el Señor haga la sanidad, por medio de la fe y la santidad (Hechos 3.16, 4.30; 1 Corintios 12.9). En los milagros que el Señor ha hecho están las sanidades, pero la más grande sanidad en la persona es la limpieza del pecado a manera de una lepra espiritual (Isaías 64.6; Jeremías 2.22). Cristo cargó con todos nuestras enfermedades y sufrió nuestras dolencias (Isaías 53.4 al 5; Mateo 8.14 al 17). Así como el macho cabrío era enviado al desierto cargando simbólicamente las iniquidades del pueblo (Levítico 16.20 al 22), Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaías 38.17, 54.6, 11 al 12).


II) CONOCIMIENTO INTERMEDIO.


H) PASOS DE OBEDIENCIA.


41) Alimentación.


Desde el inicio Dios hizo recomendaciones al ser humano con respecto a la alimentación de vegetales, que incluye los cereales, frutas, granos, legumbres, raíces y verduras (Génesis 1.29), ya que la alimentación es una fuente de vitalidad y salud. Además de las plantas Dios dio a los animales para mantenimiento del ser humano (Génesis 9.3 al 4), no solo para alimento sino para su subsistencia en el vestido, calzado, trabajo y transporte. Dios autorizó al ser humano a alimentarse con los animales, pero estableció bien claro desde el principio que hay animales limpios y otros que no son limpios (Génesis 7.1 al 2), esto se refiere a la naturaleza propia del animal y su composición orgánica. Otra utilidad del animal, en este caso del limpio fue el ser utilizado para ofrenda y sacrificio a Dios (Génesis 7.20). Hay animales que no conviene comerlos porque no son alimento para el ser humano sino que desempeñan otras funciones (Deuteronomio 14.3, 7 al 8, 12 al 19).


41.1) Ahogado.


Desde el primer pacto Dios prohibió la alimentación con animal ahogado (Levítico 17.10 al 15). El animal que es limpio para poderlo comer se debe degollar y dejar correr la sangre, ya que si muere ahogado esto es por asfixia, entonces la sangre queda retenida dentro, inclusive en el Nuevo Pacto se da la orden de abstenerse de ahogado (Hechos 15.20).


41.1.1) Sangre.


Algunas personas comen morcilla, realmente lo que ingieren es sangre que está prohibido ser ingerida (Génesis 9.4; Levítico 7.26 al 27, 17.10 al 14, 19.26; Deuteronomio 12.16, 23, 15.23; Hechos 15.20).


41.2) Ley de la alimentación.


En la Biblia hay limitaciones en la comida, mediante la ley descrita en todo el capítulo 11 de Levíticos. Este tema de la ley de la alimentación es solamente para información y recomendación, la decisión al respecto es personal, según el gusto y preferencia en relación con los tipos de carnes. Además de la consideración en el aspecto de salud individual y pública. Tenemos esta ley para hacer diferencia entre los animales limpios y los animales que son impuros para comerlos, porque no todos los animales son alimento. Cualquiera con el proceder de lo que come puede hacer abominable su persona y contaminarse con la inmundicia (Levítico 11.43 al 44; 2 Corintios 7.1; Apocalipsis 21.27). Un ser humano podía ser calificado como inmundo o limpio, de acuerdo a normas de higiene, disciplina y otros, por ejemplo, al tocar algún cadáver (Levítico 11.39), pero tanto la persona inmunda como la limpia podían libremente comer carne (Deuteronomio 12.15, 22), excepto aquella carne que fuera considerada como inmunda, porque unos animales se podían comer pero otros no son convenientes (Levítico 11.45 al 47). Cuando Pedro tuvo la visión del lienzo con animales terrestres, reptiles y aves que descendía del cielo, y oye una voz que le dice que mate y coma, sin embargo, cuando Pedro dice que ninguna cosa común o inmunda ha comido, la voz le dice que lo que Dios limpió no lo llame común (Hechos 10.9 al 16), esto se refiere a los gentiles, que explica en el mismo pasaje (Hechos 10.28, 34 al 35). El evangelio aclara que para algunos el comer con manos sin lavar es comer con manos inmundas (Marcos 7.1 al 3), conforme a la tradición de los ancianos pero no según Dios (Marcos 7.5 al 13), entonces Jesús explica que todos los alimentos son limpios (Marcos 7.18 al 19), no obstante habla de viandas que son consideradas como alimento para el ser humano y no de algún tipo de carne inmunda, que ya estaba establecido que no era alimento.


Lo que Cristo abolió fue la ley ritual o ceremonial (Efesios 2.15; Colosenses 2.14), y la ley de la alimentación no tiene nada que ver con lo ritual. Se argumenta que esta ley fue dada para los israelitas, ya que Moisés dio por escrito la ley de la alimentación, sin embargo, en el diluvio Dios le ordenó a Noé meter en el arca de siete en siete macho y hembra de los animales limpios y dos machos y su respectiva hembra de los no limpios, por supuesto que Noé tenía conocimiento de que era limpio e inmundo, en ese tiempo no existía el pueblo de Israel, ni había nacido Abraham, por lo tanto, no existía lo que se conoce como la Ley de Moisés, que es donde se escribió la Ley de la Alimentación, la cual era ya conocida y aplicada en la era patriarcal (Génesis 6. 19 al 20, 7.2 al 3, 8 al 9, 14 al 16).


Dios enfatiza que su pueblo es pueblo santo de entre todos los pueblos que están sobre la tierra (Deuteronomio 14.2). En el Nuevo Pacto sigue siendo el pueblo de Dios nación santa (1 Pedro 2.9 al 10), para hacer diferencia entre lo santo y lo profano, y discernir entre lo limpio y lo no limpio (Ezequiel 44.23). En el libro del profeta Isaías hay una sentencia muy seria de Jehová, acerca de los que comen carne de cerdo y abominación y ratón (Isaías 66.17). Muchos animales son útiles al hombre, por eso el apóstol Pablo dice que todo lo que Dios creo es bueno y nada hay que desechar, si se toma con acción de gracias, en 1 Timoteo 4.4, la palabra tomar no se refiere a comer o ingerir sino a utilizar, porque hay animales que su función no es ser servidos en un plato y ser devorados, porque al igual que otros animales, terrestres, acuáticos y volátiles, tienen una función aquí en la tierra que no es precisamente alimentación del ser humano.


En Corintios se dice que de todo lo que vende en las carnicerías, se puede comer, pero habla de lo que ofrecían los gentiles en sacrificio a los ídolos, estos animales eran limpios (Hechos 14.13), el problema es a quién se lo ofrecían, por eso es que dice el apóstol Pablo que de todo lo que se vende en la carnicería, se puede comer, sin preguntar nada por causa de la conciencia (1 Corintios 10.25 al 28). Ellos no tenían que preguntar si había sido ofrecida o no a un ídolo, y en el caso de lo limpio o inmundo sabían hacer la diferencia ya que estaban bien instruidos.


No podemos pretender orar por cualquier comida y comerla, si ya de antemano la palabra de Dios prohíbe comer carnes inmundas (1 Timoteo 4.5), por eso dice el texto en su primera parte que por la palabra de Dios. Existen pruebas contundentes donde se demuestra que el ingerir carne de todos esos animales inmundos causa trastornos en el organismo y que son trasmisores de diversas enfermedades. Dios dejó la ley de la alimentación para bien de nuestra obediencia y salud. Cuando el apóstol menciona que el reino de Dios no consiste en comida y bebida (Romanos 14.17), ser refiere a discutir sin sentido entre ser vegetariano o comer carne permitida, que es determinada como alimento (Romanos 14.1 al 2), en ningún momento se trata el tema de las carnes inmundas sino el de ser vegetariano, mandamiento que Dios no ha ordenado. El apóstol sigue diciendo que todo lo establecido como alimento para el ser humano a la verdad es limpio, pero aquí tampoco habla de carnes inmundas (Romanos 14.20), porque el tema que se analiza es el de los que quieren ser vegetarianos e imponer eso como mandamiento. En otro pasaje manifiesta que todas las cosas son limpias a los limpios (Tito 1.15), pero ni en el texto ni en el contexto está hablando acerca de las comidas, en cambio se refiere a hombres corruptos que atienden mandamientos de hombres que se apartan de la verdad (Tito 1.14).


41.3) Sacrificado a ídolos.


La práctica de ofrecer a los ídolos proviene de los pueblos paganos, esto es abominable delante de Dios, los gentiles sacrificaban animales a sus dioses y le sacrificaban niños (Levítico 18.21). Algunas veces los israelitas incurrieron en esta práctica, por ejemplo el rey Acaz ofreció a su hijo, ya que lo hizo pasar por el fuego según las abominaciones de las gentes, además sacrificó y quemó incienso en los lugares altos a otros dioses (2 Reyes 16.3 al 4). Lo mismo hizo Manasés, pasó a su hijo por fuego y adoró todo el ejército del cielo y construyó altares para dioses ajenos (2 Reyes 21.5 al 6). El rey Salomón cayó en esta transgresión, él edificó altar a los dioses de las gentes incluyendo a Moloc (1 Reyes 11.4 al 8).


La Biblia manda abstenernos de lo sacrificado a ídolos (Hechos 15.29). En 1 Corintios 8.4, el apóstol habla de las viandas (comidas) que son sacrificadas a los ídolos, y en el capítulo 10.20 hace una advertencia diciendo que lo sacrificado por los gentiles, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios, además en el versículo 21 agrega que no podemos ser partícipes de la copa del Señor, y la copa de los demonios, ni de la mesa del Señor y a la vez de la mesa de los demonios. Lugares como Atenas en tiempos de Pablo estaba entregada a la idolatría (Hechos 17.16), similar en Corinto, ya que los griegos estaban saturados de idolatría y de sacrificio, viandas y presentes, los cuales ofrecían en sus celebraciones. Otra advertencia al respecto la encontramos en Apocalipsis 2.14, 20 dirigida a Pérgamo y a Tiatira, iglesias de Asia, que nos sirve como prevención, ya que muchas costumbres se encuentran influenciadas por estas prácticas, que entremezclan lo religioso con lo pagano, con actividades a ídolos donde se comparten viandas en la celebración de estas festividades.


42) Autoridades y gobernantes.


Como ciudadanos estamos sujetos a las autoridades, por lo tanto, es conveniente y necesario que exista una sujeción a las autoridades y gobernantes ya que son puestos por Dios, se les debe obedecer siempre y cuando no se nos ordene desobedecer a Dios (1 Pedro 2.13 al 14, 3.22; 1 Timoteo 2.2; Hechos 7.10, 10.35; Génesis 41.34). En la Escritura se nos amonesta sujetarnos a la autoridad, que estemos dispuestos a servir siempre y cuando no afecte nuestros principios (1 Tito 3.1 al 3). Debemos someternos, porque son puestos por Dios, si nos oponemos a la potestad, a Dios resistimos y esto puede acarrearnos condenación. Si somos buenos ciudadanos, respetuosos de las autoridades y los gobernantes, saldremos beneficiosos, ya que ellos son ministros de Dios para nuestro bien, pero si hacemos lo malo los tenemos en contra, porque no en vano andan armados, es conveniente estar sujetos a ellos por la conciencia y por el testimonio (Romanos 13.1 al 5).


43) Cena del Señor.


La Cena del Señor es un recordatorio o conmemoración de la muerte y resurrección de Cristo, que se celebra cada año en la misma fecha y hora de la antigua pascua (Éxodo 12.1 al 11; Números 9.1 al 5), ya que fue sustituida por el Señor (Lucas 22.19; 1 Corintios 11.23 al 26). La Cena del Señor es un acto simbólico que representa comer y beber la palabra de Dios por medio de Jesucristo (Juan 6.32 al 35, 50 al 58). Jesús estableció la cena, la misma noche del 14 de nisán o Abib (primer mes), inmediatamente después de la pascua, entre marzo y abril del calendario actual, 14 días después de la luna nueva. Dice el apóstol Pablo que Jesús instituyó la cena del Señor la noche que fue entregado (1 Corintios 11.23 al 25). Tomó el pan, lo bendijo, partió, y dio a sus discípulos diciendo que lo comieran, ya que simbolizaba su cuerpo (Mateo 26.26). Y tomando la copa dando gracias, les dio, diciendo que bebieran de él todos (Mateo 26.27). El apóstol Pablo habla más acerca de la cena, de lo importante de celebrar este acto cada año, todas las veces que se coma de este pan, y se beba de esta copa, la muerte del Señor se anuncia hasta que él venga (1 Corintios 11.26).


A continuación se presenta el nombre de los meses con algunas citas bíblicas y se compara con los meses de la actualidad.


Comparación de meses

*1) Éxodo 12.1 al 6, Nehemías 2.1 y Ester 3.7, *2) 1 Reyes 6.1, *3) Ester 8.9, *4) Ezequiel 8.14, *6) Nehemías 6.15, *8) 1 Reyes 6.38, *9) Zacarías 7.1, *10) Ester 2.16, *11) Zacarías 1.7 y *12) Ester 3.7.


Debemos prepararnos todo el año, para cuando llegue el 14 de nisán, no participemos indignamente de la cena, porque la palabra de Dios nos limpia y nos libra del pecado (1 Corintios 11.27 al 29). No es por cualquier causa que podemos dejar de tomarla. El pueblo de Israel comía el cordero pascual o cena de la pascua el propio día 14 de nisán, entre las dos tardes (Levítico 23.5), que es entre la puesta del sol y la media noche (Deuteronomio 16.5 al 6), que fue a la salida de Egipto (Éxodo 12.29 al 42). Se celebraba alrededor de la mitad de la luna de marzo, en luna llena, para celebrar la libertad del cautiverio de Egipto.


Jesucristo participó con sus discípulos de su última pascua, se sentó a la mesa con los doce al llegar la noche (Mateo 26.20; Marcos 14.17; Lucas 22.14). Lo primero que hizo fue comer la pascua, tanto el evangelio de Mateo, como Marcos y Lucas concuerdan en que Cristo celebró la pascua y acto seguido sin interrupción estableció la cena del Señor (Mateo 26.26 al 28; Marcos 14.22 al 24; Lucas 22.15 al 20).


En Mateo y Marcos Jesús da a conocer al que le había de entregar antes de instituir la cena del Señor (Mateo 26.21 al 25; Marcos 14.18 al 21), mientras que en Lucas lo menciona inmediatamente después de concluida la institución de la cena del Señor (Lucas 22.21 al 23). El evangelio de Juan no menciona la cena del Señor, pero introduce el lavatorio de los pies, antes de identificar al que le había de entregar (Juan 13.12 al 30). Según el análisis anterior de Mateo y Marcos comparado con Juan, entonces el lavatorio es antes de que Jesús mencionara quien le había de entregar, esto es antes de instituir la cena del pan y el vino. Sin embargo, de acuerdo con Lucas relacionado con Juan, el lavatorio de los pies está en medio de la cena del Señor y de la identificación del que le había de entregar, o sea el lavatorio es posterior a la cena.


Otro punto a tomar en cuenta es que se dijo al principio que mientras comían la pascua, seguidamente sin interrupción se instituyó la cena del Señor. También mientras cenaban Jesús se levantó de la cena a lavar los pies de sus discípulos (Juan 13.2 al 5). Después de realizar este acto se reincorporó de nuevo a la mesa (Juan 13.12). El dilema es definir cuál es la cena, si la pascua o la del Señor, pero de lo que se está seguro es que el lavatorio no fue antes que la pascua. Ahora bien, si la cena del Señor, sustituye la pascua, y Cristo lo primero que hizo aquel 14 de nisán a la puesta del sol, fue celebrar la pascua, en el orden de las cosas, pareciera que lo primero que se debe hacer es celebrar la cena como corresponde y luego el lavatorio de los pies unos a otros. En todo caso, en la Biblia no queda claro si el lavatorio es antes o después de la cena del Señor, corresponde entonces determinar esto en el manual de ordenamiento de cultos y actividades especiales, según la necesidad propia de cada Iglesia Local.


43.1) Lavatorio de los pies.


La cena del Señor, tiene una representación del lavatorio de los pies, como parte del acto simbólico, que encontramos en la Biblia y que Jesús dio el ejemplo, ya que cuando cenaban (Juan 13.2), se levantó de la misma y tomando una toalla, se ciñó; luego puso agua en un lebrillo y comenzó a lavar los pies de los discípulos (Juan 13.4 al 13), diciendo que debemos lavarnos los pies unos a otros, porque ejemplo nos ha dado, para que como él ha hecho, así también nosotros lo hagamos (Juan 13.14 al 15). El lavatorio de los pies además de ser una práctica literal, es un símbolo de la humillación que se debe tener para con los demás, así como se relata que es un requisito entre las viudas que se les da ayuda (1 Timoteo 5.10).


44) Contribución.


Es importante contribuir financieramente como ciudadanos y como miembros de la Iglesia. Es un deber cumplir en forma responsable delante de Dios con esto. Porque es un beneficio para la comunidad civil y espiritual.


44.1) Diezmo o Tributo a Dios para los empobrecidos.


El diezmo es el financiamiento para la obra de Dios en ayudar o socorrer a los empobrecidos, es un tributo a Dios para los pobres. En el primer pacto, era la tribu de Leví la encargada, tanto de lo administrativo, como de lo ceremonial y de la recolección del diezmo (Números 18.21). Correspondía a las once tribus restantes, entregarlo para el sostenimiento, de quienes se encargaban de los oficios relacionados con el servicio a Dios. En la Ley de Moisés se confirma como un mandamiento, pero sus orígenes datan de la era Patriarcal, mucho antes de Moisés (Génesis 14.17 al 20, 28.20 al 22).


En el nuevo pacto el diezmo es confirmado por el Señor Jesucristo y lo compara, con la justicia, la misericordia y la fe (Mateo 23.23), además se sabe que con darlo se recibe bendición. Es la respuesta de gratitud y afecto que tenemos a Dios. Pablo hace mención que Melquisedec era un prototipo (modelo o figura) de Cristo, por lo tanto el diezmo debemos actualmente ofrecerlo a Cristo, el verdadero Rey de Paz (Hebreos 7.1 al 9), en beneficio del financiamiento para la obra de Dios en los necesitados.


44.2) Impuestos.


Debemos obedecer las leyes de la tierra, siempre y cuando no se opongan a la voluntad suprema de Dios, entre ellas está el pagar los impuestos. Así manda la palabra de Dios, en los siguientes versículos: Mateo 5.15 al 22, 17.24 al 27; 1 Pedro 2.13; Romanos 13.7. Es nuestro deber tributar al estado o gobierno local, renta, impuestos, bienes inmuebles, ya que evadir los impuestos es hurtar, así como Jesucristo dijo que le diéramos a Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios (Mateo 22.19 al 21). El mismo Cristo tributó por no dar motivo a escándalo, él ordenó a Pedro echar el anzuelo en el mar y el primer pez que mordió el anzuelo tenía en su boca una moneda y con eso pagó por él y por Pedro (Mateo 17.24 al 27).


Los tributos los utiliza el gobierno para los programas y el desarrollo. La palabra nos amonesta acerca de este deber (Romanos 13.6 al 7). Si observamos extorsión del derecho y de la justicia, sobre el alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre ellos (Eclesiastés 5.8).


44.3) Ofrendas voluntarias.


Es importante ofrendar voluntariamente para ayudar a los necesitados, según como proponga cada uno en su corazón, porque Dios ama al dador alegre (Romanos 15.26; 2 Corintios 9.7). En 1 Corintios 16.1 al 3 leemos acerca de una colecta que apartaba cada hermano y hermana, que posteriormente Pablo la recogía para hacerla llegar a los santos de Jerusalén, así en la actualidad la ofrenda voluntaria que no es el diezmo sino una recolección adicional para ayudar a aquellos que se encuentran en necesidad.


44.4) Principio del jubileo.


Comprender el principio del jubileo del primer pacto, para aplicarlo conforme a las enseñanzas de Jesús y el reino de Dios en el nuevo pacto, es vital e indispensable para la condición integral del ser humano y su relación con Dios, la comunidad y el medio ambiente en el que se desarrolla. Cuando se habla de condición integral del ser humano, se refiere a su estado anímico, intelectual, social, de esparcimiento, sentimental, familiar, espiritual, fisiológico, laboral, económico y financiero, de salubridad, seguridad social, ciudadana y de ecología. Cada uno de éstos elementos los encontramos en la vida diaria de todo ser humano, ninguno está exento de estas necesidades. El relato de los evangelios, que giran en torno a la vida de Jesús, nos habla de estos aspectos, al igual que el resto de la Escritura. Por ejemplo, la responsabilidad y cumplimiento en el pago de los tributos públicos (Lucas 20.21 al 26). La palabra de Dios menciona, que pagamos tributos también porque ellos son servidores de Dios (Romanos 13.6). Además que se haga con amor porque el cumplimiento de la ley es el amor (Romanos 13.7 al 10). El no cumplir con esta obligación acarrea el déficit fiscal, que ocasiona mucho daño, porque gracias a esta recaudación, se hace una mejor distribución de beneficios, que contribuye a reducir la desigualdad, proporcionando para todos educación, salud, seguridad, vivienda y urbanismo, entre otros. No se trata de que el pueblo esté exento de la justicia tributaria, sino que tenga derecho a trabajos y salarios dignos para sufragar sus compromisos. Observamos con esto que es necesario que haya un equilibrio en todas las áreas, que no le sobre a alguno lo que a otro le falta, ni tampoco se dé el enriquecimiento ilícito, en la medida en que se haga conciencia en este sentido, viviremos mejor en comunidad. Además la Biblia recomienda someternos a las autoridades, porque son de parte de Dios y han sido establecidas por él para bien de la sociedad (Romanos 13.1 al 5). Lo que se propone no es pensar en una relación entre amos y siervos, sino entre servidores de Dios, que promulgan y promueven el amor al prójimo entre unos y otros, el respeto, valores y principios, ya en última instancia se infunde el temor y castigo al que hace lo malo.


Lo que se pretende con el principio del jubileo es vivir en plenitud, volverse a favor de la justicia social en beneficio de todos, es facilitar la convivencia de un reino de Dios entre nosotros. En sus orígenes el jubileo se anunciaba con toque de trompeta, con el mismo se quería evitar el acumulamiento de riquezas por parte de algunos, mientras otros se quedaban sin nada y sin derecho a sus bienes. La acumulación de tierras, el aumento de la pobreza y para que no hubiera mendigos entre los habitantes. Cada seis años se sembraba y se recogían los frutos, pero al decir el sétimo año se hacía descansar la tierra, para que la misma recobrara nuevas fuerzas, también a sus trabajadores (Éxodo 21.1 al 2, 23.10 al 11). Durante ese año comían en abundancia todos los necesitados, los propietarios de la tierra no cosecharían para comercio, ni para lucrar de ella, sino para repartirlo entre todos, beneficiando a los siervos, siervas, criados, extranjeros que moraran con ellos, inclusive a los animales y bestias del territorio (Levítico 25.1 al 7). También se perdonaba toda deuda contraída durante los seis años anteriores al año de jubileo (Deuteronomio 15.1 al 5). Luego se amplio el tiempo de jubileo a cada cincuenta años (Levítico 25.8 al 13), donde se recuperaban las posesiones que se hubieren vendido o hipotecar, además los esclavos quedaban en libertad. Volvía cada uno a su posesión y a su familia, ese era el año de jubileo. El ejecutar los estatutos y poner por obra las ordenanzas de Dios les hacía habitar sobre la tierra con seguridad (Levítico 25.18 al 19). Para no endurecer los corazones ni cerrar sus manos al hermano pobre, sino abrir la mano liberalmente, sin mezquindad de corazón, porque de esta forma se recibe bendición en todo lo que se hace y se emprende, porque es mandamiento de Dios ayudar al pobre y al menesteroso (Deuteronomio 15.7 al 11).


Jesús vino a cumplir el jubileo en nuestras vidas y dentro del nuevo pacto, con el anuncio del reino de Dios, las buenas nuevas del evangelio y del servicio a la humanidad, sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo (Mateo 9.35 al 36, Marcos 1.14 al 15). En Jesús se cumple el jubileo representado por el año agradable del Señor, que anunció el profeta Isaías, para dar buenas nuevas a los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, pregonar libertad a los cautivos, vista a los ciegos y poner en libertad a los oprimidos (Lucas 4.16 al 21). Así como en Jesús se multiplicaron los panes y los peces, es importante que en la actualidad compartamos de las bendiciones y de nuestros bienes con los demás. El Señor hizo el bien en forma incansable, dejó el ejemplo de servicio, de amor y dedicación a la obra de Dios, en medio de la pobreza y la necesidad extrema. De igual forma es necesario que sirvamos a nuestra comunidad. Las obras de Jesús en beneficencia al pueblo, su docencia, su impulso a la salud, su evangelización y llamado a vivir como un reino de Dios entre nosotros (Lucas 17.20 al 21), lo hacen el Maestro por excelencia, el cual es digno de seguir sobre sus pasos.


La comunidad de Dios en el primer siglo de la era cristiana, ejerció el jubileo no de la forma antigua, porque Jesús no vino a instaurar el jubileo como en el primer pacto, ni a que se celebrara por sus discípulos, sino que el jubileo del cristiano es permanente, ya que es una forma de vida con un gozo perpetuo, con afecto, admiración y sentimiento jubiloso por la esperanza depositada en Dios, de recibir los bienes y bendiciones suficientes y necesarias para subsistir, y compartir con quienes están a su alrededor. La Escritura dice que todos los que habían creído estaban juntos, eran de un corazón y un alma, tenían todas las cosas en común, ninguno decía ser propio nada de lo que poseían, sino que repartían según la necesidad de cada uno, así que no había entre ellos ningún necesitado, también abundaban en gracia, perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comiendo juntos con alegría y sencillez de corazón (Hechos 2.42 al 47 y 4.32 al 35).


45) Noviazgo.


En el Señor, el noviazgo es un compromiso para el matrimonio, no es un pasatiempo, sino que es formal y serio, como en la antigüedad que era para esponsales (promesa pública de matrimonio) (Génesis 29.21; Deuteronomio 22.23; Mateo 1.18; 2 Corintios 11.2). El noviazgo en la Iglesia se considera muy especial y solemne, por la razón que debe ser una situación diferente al noviazgo que practican los que no son creyentes, porque es necesario que se brinden buen testimonio y respeto mutuo, se debe reflejar en ellos un noviazgo cristiano, reiteramos que debe ser con toda formalidad y seriedad, sin jugar con los sentimientos de la otra persona. Por la importancia que reviste un noviazgo, se determina como prudente que el mismo se realice entre miembros bautizados de la misma Iglesia, ya que no conviene establecer un proyecto de matrimonio con otra persona ajena al pensamiento de la misma, ya sea con alguien de otra denominación diferente, con una persona inconversa, o inclusive si es de la misma Iglesia pero que no es bautizado o bautizada. Por lo tanto, no se permite buscar pareja en una Iglesia de pensamiento diferente, para evitar el yugo desigual, de manera que los dos sientan un mismo amor, tengan las mismas enseñanzas, sean unánimes en una misma mente y un mismo sentir, para que sean unidos realmente por la misma doctrina (Filipenses 2.2; 1 Corintios 1.10; 2 Corintios 6.14).


El noviazgo es una etapa de preparación y de formación del futuro matrimonio, es en este lapso donde se conocen sus debilidades, su carácter o temperamento, personalidad, los gustos, su forma de ser, de hablar, actuar y pensar. En este proceso pueden analizarse mutuamente y continuar o desistir del proyecto de vida. Es propio que cuando un joven o una joven sienten la necesidad de formar un hogar, que ambos estén lo más de acuerdo posible en todas las cosas y si tienen a bien, es recomendable que busquen asesoría de los ancianos de la Iglesia, ellos con su experiencia y sabiduría le aconsejarán que es lo más conveniente, desde luego antes de tomar una decisión como el matrimonio y después de conocerse lo mejor posible.


46) Presentación de niños.


Entre las actividades eclesiásticas existe la presentación de los niños y las niñas, así como el mismo Señor Jesús, fue presentado en el templo. En el Primer Pacto los niños eran traídos al sacerdote para ser circuncidados (Génesis 21.4). En el Nuevo Pacto leemos en Lucas 2.21, que Cristo fue circuncidado al octavo día, en el versículo 22 dice que le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor. En los evangelios leemos que traían niños a presentarlos al Señor y él los alzaba, ponía las manos sobre ellos y los bendecía, no permitía que los discípulos impidieran la presentación de estos niños (Mateo 19.13 al 15; Marcos 10.13 al 16; Lucas 18.15 al 17). Esta costumbre bien puede hacerse como un acto de fe. No se sabe con exactitud si esta práctica siguió en la Iglesia primitiva, o si fue en una sola ocasión, lo que si sabemos es que lo hicieron talvez por la costumbre de cómo presentaban los niños al Señor, como fue hecho con Jesús, y que él no los rechazó, más bien les puso las manos.


47) Saludo y ósculo santo.


El saludo de la Iglesia es expresando un saludo de paz (Juan 14.27, 20.19; 1 Corintios 1.3; 2 Corintios 1.2; Gálatas 1.3). En todas las cartas del apóstol Pablo menciona en el saludo gracia y paz. También en ocasiones se saluda con ósculo santo, mencionado en las Escrituras (Hechos 20.37; Romanos 16.16; 1 Corintios 16.20; 2 Corintios 13.12; 1 Tesalonicenses 5.26; 1 Pedro 5.14). Tanto el saludo como el ósculo santo es necesario que sea sincero, con nada de hipocresía entre quienes la practican, porque esta costumbre entre creyentes debe hacerse con naturalidad y sin celos carnales.


I) TRABAJO DE CAMPO.


48) Preparación de obreros.


Todo el material de trabajo de campo se desarrolla en lo referente al Organismo Administrativo y Ministerial, sin embargo, encontramos en esta literatura algunos temas de suma importancia. La estructura de trabajo en la Iglesia no es meramente una organización, sino un Organismo Vivo, con una doctrina viva y personas activas, llenas de movimiento, en vida, servicio, alabanza, adoración y obediencia a Dios. Cada integrante es un miembro que no está inerte, porque piensa, reflexiona y actúa. Todos los miembros se ayudan mutuamente, con funciones diversas y bien definidas, como coyunturas ligadas entre sí, según la actividad propia de cada uno. Prevaleciendo el consenso, unanimidad y amor. Como células vivas de un organismo vivo, cuyo cuerpo bien formado y estructurado, es el Cuerpo de Cristo. Por lo tanto, es un sistema óptimo para la obra del ministerio y membresía en general, a través del ordenamiento de trabajo y enseñanza establecido por Dios.


Todos los obreros en general, incluyendo los ancianos que cumplen la función del apostolado, evangelistas, diáconos, maestros, pastores y profetas, deben preocuparse y ser diligentes en capacitarse, para hallar palabras agradables, escritura recta con palabras de verdad (Eclesiastés 12.10 al 11), enteramente preparados para toda buena obra (2 Timoteo 3.16 al 17), hablando siempre conforme a las palabras de Dios (1 Pedro 4.11), no vaya a ser que debiendo ser maestros a causa del tiempo, queden estancados con los primeros rudimentos (Hebreos 5.12).


Un ejemplo de preparación lo encontramos en el apóstol Pablo, apoyado en la dirección del Espíritu Santo, para muestra encontramos que pidió que le trajesen los libros, mayormente los pergaminos (2 Timoteo 4.13). Además fue criado a los pies de Gamaliel (Hechos 22.3), que era un fariseo doctor de la ley (Hechos 5.34). Si no se da una preparación y formación, al darse un avance muy lento en la capacitación, entonces no se usa bien la palabra de verdad (2 Timoteo 2.15). Prepararnos para poder presentar y exponer mejor la palabra de Dios trae bendición a la congregación, y satisfacción personal. Se puede usar material didáctico y auditivo, buscando métodos prácticos que agilicen el aprendizaje, una de las formas más efectivas es en reuniones donde estén todos los integrantes posibles del ministerio, incluyendo los colaboradores, esto se puede hacer a nivel nacional o en cada localidad.


49) Estudio bíblico.


Dedicar tiempo al estudio bíblico es de mucha bendición, ya sea en los cultos dentro de la casa de oración o en los hogares. Jesucristo acostumbraba visitar los hogares y la Iglesia primitiva se reunía también en las casas (Hechos2.46). Había hermanos que prestaban la casa para que la Iglesia se reuniera (Colosenses 4.15).


50) Evangelismo.


Evangelizar, es dar las buenas nuevas de Salvación (Romanos 10.15; Isaías 52.7). Es un mandato del Señor (Marcos 16.15; Lucas 24.47; Hechos 8.4; 1 Corintios 9.16), siendo el llamado a cumplir este mandato por todos, tanto varones como mujeres (Salmos 68.11; Lucas 10.1 al 2; Hechos 8.3 al 4; Filipenses 4.1 al 3). En este caso encontramos el ejemplo de los esposos Aquila y Priscila (Hechos 18.1 al 2, 24 al 26; Romanos 16.3 al 4). Otro ejemplo claro de este deber lo tenemos en Lucas 10.27 al 37 y Ezequiel 3.18 al 19.


51) Oración por los enfermos.


Otra actividad eclesiástica es la oración por los enfermos y la sanidad que Dios da respondiendo a la misma, cuando es su voluntad (Marcos 16.18). La oración en este caso es una petición o súplica para solicitar salud, con fe en Dios que oye la oración (1 Reyes 8.28; Salmos 39.12, 119.170). La oración con fe es un arma muy poderosa para combatir la enfermedad, por esto el Señor nos dio el don y la misión de orar por los enfermos (Lucas 9.2). Jesucristo sanó multitudes de enfermos, los apóstoles continuaron con el ejemplo que recibieron del maestro y toda la Iglesia está llamada a orar continuamente por los enfermos.


Los hospitales están repletos de internados y la consulta externa no dan abasto, esto compromete aún más a orar por todos los enfermos esperando que Dios tenga misericordia de ellos. La oración en forma personalizada por los enfermos creyentes o no creyentes, en este último caso, preferiblemente debe hacerse cuando lo soliciten, ya que en ambos casos si el interesado no añade fe, difícilmente va a recibir sanidad (Hebreos 11.6).


51.1) Unción con aceite.


Hay un mandamiento del Señor Jesucristo de ungir con aceite a los enfermos (Marcos 6.13). Cuando alguno está enfermo se llama a los ancianos para que oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor (Santiago 5.14 al 15). El ungimiento con aceite era una práctica antigua (Génesis 28.18; Éxodo 40.13 al 15; 1 Samuel 10.1, 16.13; 1 Reyes 19.15 al 16; 2 Reyes 9.1 al 3), que se usaba para el rostro (2 Samuel 12.20; Salmos 104.15), y para la cabeza (Eclesiastés 9.8; Mateo 6.17, 26.7; Lucas 7.38; Juan 12.3).


52) Proceso de Asesoramiento Pastoral.


Se hace necesario un Proceso de Asesoramiento Pastoral en cada localidad. El propósito es que la consejería pastoral no se reduzca solamente a dar consejos, por medio de fórmulas o recetas en donde la persona se limita a seguir los pasos que se le dan, sino que se pueda dar asesoría a manera de un proceso, con acompañamiento a la persona en las diferentes etapas de su restauración o solución de su necesidad, ya se física, psicológica, económica, social, espiritual, familiar, laboral, entre otros. Con este Proceso de Asesoramiento Pastoral se pretende darle continuidad y hacer que la persona se confronte consigo misma, descubriendo los aspectos positivos en ella, que la motiven a superarse, tomando sus propias decisiones y acciones que contribuyan a salir adelante en la situación adversa en que se encuentra.


El Proceso de Asesoría Pastoral intervendrá no solo en corregir conflictos matrimoniales, padres e hijos, problemas juveniles, entre otros, sino que hará énfasis en organizar y ejecutar planes preventivos de asesoría, brindando capacitación, seminarios, charlas, talleres y otras actividades para el mejoramiento personal, familiar y de los cónyuges.


El Proceso de Asesoría Pastoral lo integran personas con vocación de servicio, conocimiento y experiencia en resolución de estos casos, tanto hermanos ministeriales como ancianos, diáconos, evangelistas, maestros, pastores y profetas, sus esposas y miembros en general de la Iglesia que se especialicen en este campo del asesoramiento, que serán nombrados en cada ministerio local en cantidad y tiempo definido, según la necesidad local, dando oportunidad también a otras personas en forma rotativa de participar en este grupo.


Cuando un caso no está al alcance de ser resuelto por el Proceso de Asesoría Pastoral entonces pueden recurrir a otras instancias de especialistas, como personas o grupos externos, ya sea privado o gubernamental para que medien en la solución de ese conflicto.


53) Viudas y sus requisitos en la congregación.


La situación de las viudas es muy delicada, máxime cuando se trata de edades inferiores a los sesenta años. Esta es una etapa en la cual no todas están dispuestas o preparadas para continuar sin marido el resto de su vida. El apóstol Pablo dice que se honre a las viudas que en verdad son viudas, aquí no se refiere solo al buen testimonio, sino a que si tienen hijos o nietos que pueden trabajar, ya que estos deben velar por el sostenimiento de ella como madre o abuela, para que no sea gravada la Iglesia, a fin de que haya lo suficiente para la viuda que es sola (1 Timoteo 5.3 al 5, 16).


J) ORDEN DE CULTOS Y ACTIVIDADES ESPECIALES.


54) Cena del Señor y Lavatorio de los pies.


El siguiente trabajo consiste en la confrontación de dos actos litúrgicos realizados la noche que Jesús fue entregado, a saber la realización de la Cena del Señor y el lavatorio de pies. Se trata de demostrar que ambos actos fueron ejecutados literalmente por Jesús, quien manifestó que los mismos se hicieran así como él los realizó.


Sin embargo, el problema litúrgico que se plantea es que en la praxis se da relevancia a la Cena, pero se excluye el lavatorio como parte de la misma celebración. Se trata de demostrar que el mismo tiene igual importancia que la Cena. Existen sus excepciones en algunas comunidades de fe, pero la generalidad es que en la mayoría de iglesias se practica en todos sus miembros únicamente la Cena del Señor.


La propuesta es investigar los registros históricos referentes a este tema, desde la perspectiva de la Biblia y la experiencia vivida dentro de la comunidad de fe.


54.1) Antecedentes del lavado de los pies.


En la Biblia se registran antecedentes del lavado de los pies como parte de la hospitalidad que dentro de la cultura se daba a los visitantes. Tal es el caso de Abraham y de Lot que encontramos en el libro de GénesIsaías (Génesis 18.1 al 5, 19.1 al 3). En el caso de mi comunidad se practicó como parte de la Cena del Señor en sus inicios, sin embargo, se dejó de realizar por un tiempo ya que se interpretó que su significado era espiritual.


54.2) Cena del Señor vrs Lavatorio de los pies.


El apóstol Pablo confirma y transmite la institución de la cena del Señor, realizada la noche que Jesús fue entregado (1 Corintios 11.23 al 25). Menciona las palabras de Jesús cuando tomó el pan, lo bendijo, partió, y dio a sus discípulos diciendo que lo comieran, en memoria de él (Mateo 26.26). Y tomando la copa dando gracias, les dio, diciendo que bebieran de él todos. Se insiste realizar esto en su memoria (Mateo 26.27).


Como podemos observar la Cena del Señor es un acto litúrgico que Pablo insta a celebrar literalmente en memoria del Señor Jesús. El apóstol Pablo habla más acerca de la cena, de lo importante de celebrar este acto, todas las veces que se coma de este pan, y se beba de esta copa, la muerte del Señor se anuncia hasta que él venga (1 Corintios 11.26).


Ahora bien, Jesús además de instituir la Cena realizó el Lavatorio de pies, ya que cuando cenaban (Juan 13.2), se levantó de la misma y tomando una toalla, se ciñó; luego puso agua en un lebrillo y comenzó a lavar los pies de los discípulos (Juan 13.4 al 13), diciendo que debemos lavarnos los pies unos a otros, porque ejemplo nos ha dado, para que como él ha hecho, así también nosotros lo hagamos (Juan 13.14 al 15).


Esto significa que tanto la Cena del Señor como el Lavatorio de pies fue un acto litúrgico unido en una misma celebración. La pregunta que surge es ¿hay que celebrar el Lavatorio de pies como parte de la celebración de la Cena del Señor?


54.3) Significado simbólico o práctica litúrgica.


La Cena del Señor es un recordatorio o conmemoración de la muerte y resurrección de Cristo, que se instituyó en la celebración anual de la antigua pascua (Éxodo 12.1 al 11; Números 9.1 al 5), ya que esta fue sustituida por el Señor (Lucas 22.19; 1 Corintios 11.23 al 26). La Cena del Señor es un acto simbólico que representa comer y beber la palabra de Dios por medio de Jesucristo (Juan 6.32 al 35, 50 al 58). Por ejemplo, El pan simbolizaba su cuerpo y el vino representa su sangre que fue derramada para remisión de los pecados.


No obstante, a pesar de tener la Cena del Señor un simbolismo, con la liturgia de la celebración de los emblemas literales se demuestra que también es una práctica festiva de conmemoración.


Así es el ejemplo de Jesús con el lavatorio de pies, ya que les recuerda con este acto que él vino a servir a los demás, para que de la misma manera ellos sirvan a sus semejantes. Esto confirma que la práctica del lavatorio de pies es un recordatorio dentro de la Cena del Señor, del llamado a servir a los demás y vivir en comunidad. Sin egoísmos, avaricias, acaparamientos, sino con justicia, igualdad y equidad.


54.4) Controversia del orden del acto litúrgico.


A continuación se analiza la controversia del orden del acto litúrgico de la Cena del Señor en relación con el lavatorio de los pies, la frecuencia de celebraciones o la cantidad de copas a utilizar.


54.4.1) Controversia acerca de la prioridad.


Jesucristo participó con sus discípulos de su última pascua, se sentó a la mesa con los doce al llegar la noche (Mateo 26.20; Marcos 14.17; Lucas 22.14). Lo primero que hizo fue comer la pascua, tanto el evangelio de Mateo, como Marcos y Lucas concuerdan en que Cristo celebró la pascua y acto seguido sin interrupción estableció la cena del Señor (Mateo 26.26 al 28; Marcos 14.22 al 24; Lucas 22.15 al 20).


En Mateo y Marcos Jesús da a conocer al que le había de entregar antes de instituir la cena del Señor (Mateo 26.21 al 25; Marcos 14.18 al 21), mientras que en Lucas lo menciona inmediatamente después de concluida la institución de la cena del Señor (Lucas 22.21 al 23). El evangelio de Juan no menciona la cena del Señor pero introduce el lavatorio de los pies, antes de identificar al que le había de entregar (Juan 13.12 al 30). Según el análisis anterior de Mateo y Marcos comparado con Juan, entonces el lavatorio es antes de que Jesús mencionara quien le había de entregar, esto es antes de instituir la cena del pan y el vino. Sin embargo, de acuerdo con Lucas relacionado con Juan, el lavatorio de los pies está en medio de la cena del Señor y de la identificación del que le había de entregar, o sea el lavatorio es posterior a la cena.


Otro punto a tomar en cuenta es que se dijo al principio que mientras comían la pascua, seguidamente sin interrupción se instituyó la cena del Señor. También mientras cenaban Jesús se levantó de la cena a lavar los pies de sus discípulos (Juan 13.2 al 5). Después de realizar este acto se reincorporó de nuevo a la mesa (Juan 13.12). El dilema es definir cuál es la cena, si la pascua o la del Señor, pero de lo que se está seguro es que el lavatorio no fue antes que la pascua. Ahora bien, si la cena del Señor, sustituye la pascua, y Cristo lo primero que hizo aquel 14 de nisán a la puesta del sol, fue celebrar la pascua, en el orden de las cosas, pareciera que lo primero que se debe hacer es celebrar la cena como corresponde y luego el lavatorio de los pies unos a otros. En todo caso, en la Biblia no queda claro si el lavatorio es antes o después de la cena del Señor, corresponde entonces determinar esto en el manual de ordenamiento de cultos y actividades especiales, según la necesidad propia de cada Iglesia Local.


54.4.2) Controversia de la frecuencia de celebraciones.


Pablo al referirse a la Cena del Señor menciona que todas las veces que comieres este pan y bebieres este vino, pero no aclara si es todos los días, una vez a la semana, cada tres meses o una vez al año.


El pueblo de Israel comía el cordero pascual o cena de la pascua el propio día 14 de nisán, entre las dos tardes (Levítico 23.5), que es entre la puesta del sol y la media noche (Deuteronomio 16.5 al 6), que fue a la salida de Egipto (Éxodo 12.29 al 42). Se celebraba alrededor de la mitad de la luna de marzo, en luna llena, para celebrar la libertad del cautiverio de Egipto.


A continuación se presenta el nombre de los meses con algunas citas bíblicas y se compara con los meses de la actualidad.


Comparación de meses

*1) Éxodo 12.1 al 6, Nehemías 2.1 y Ester 3.7, *2) 1 Reyes 6.1, *3) Ester 8.9, *4) Ezequiel 8.14, *6) Nehemías 6.15, *8) 1 Reyes 6.38, *9) Zacarías 7.1, *10) Ester 2.16, *11) Zacarías 1.7 y *12) Ester 3.7.


*1)Éxodo 12.1 al 6, Nehemías 2.1 y Ester 3.7, *2)1 Reyes 6.1, *3)Ester 8.9, *4)Ezequiel 8.14, *6)Nehemías 6.15, *8)1 Reyes 6.38, *9)Zacarías 7.1, *10)Ester 2.16, *11)Zacarías 1.7 y *12)Ester 3.7.


Finalmente se concluye que en la cena del Señor, se participa también del lavatorio de los pies como una representación frente al auditorio o congregación, en un grupo de voluntarios para que los demás observen en conmemoración, como parte del acto simbólico, que encontramos en la Biblia y que Jesús dio como mandamiento celebrar en memoria de él. El lavatorio de los pies además de ser una práctica literal, es un símbolo de la humillación y servicio que se debe tener para con los demás, así como se relata que es un requisito entre las viudas que se les da ayuda (1 Timoteo 5.10).


En la comunidad de fe se entiende que se aplica su significado en lo espiritual, pero también como práctica de celebración litúrgica para ambos, tanto la Cena del Señor como el Lavatorio de los pies.


El orden y frecuencia no se puede definir claramente según los datos que registra la Biblia, sino que se deja al acuerdo dentro de las normas establecidas en cada Iglesia Local, según su propia necesidad.


III) CONOCIMIENTO AVANZADO.


K) DOCTRINAS COMPLEMENTARIAS.


55) Conciencia.


Respecto al tema de la conciencia, es el conocimiento que el ser humano tiene de su propia existencia (Salmos 16.7; Juan 1.9). Es el conocimiento entre el bien y el mal, que nos impulsa a hacer lo bueno y evitar lo malo, en otras palabras nos enseña a obedecer los mandamientos de Dios, ya que es necesario mantener una conciencia limpia y pura delante de Dios, para estar sujetos no por el castigo sino por causa de la conciencia (Romanos 2.13 al 15, 9.1, 13.5; 1 Corintios 4.4, 8.7, 8.12; Juan 8.9; 1 Timoteo 3.9, 4.2; Génesis 3.22; Hechos 23.1, 24.16).


56) Vida de Cristo.


56.1) Nacimiento.


El nacimiento de Cristo jamás tuvo lugar el 25 de diciembre, este mes es invierno en Israel, además había pastores que velaban sus rebaños en el campo (Lucas 2.8), por otro lado cuando el murió tenía 33 años y medio, y esto sucedió en abril (nizán), de manera que cumplió los 33 años en octubre, y la clave para averiguarlo se encuentra en el evangelio de Lucas.


El sacerdote Abías le tocó oficiar en el cuarto mes del calendario judío, mes de tamúz, que equivale al mes de julio (1 Crónicas 24.10), ver calendario en el tema de la Cena del Señor. Tiempo después y en el mismo mes de julio, le tocó oficiar a Zacarías, padre de Juan el Bautista (Lucas 1.5 al 13). Juan nació 6 meses antes de Cristo. En Lucas 1.23 al 24 dice que cumplidos los días de su oficio, esto significa que él terminó los 15 días a finales de julio y Elizabeth concibió en agosto. A los seis meses de embarazo de Elizabeth, el ángel Gabriel se le aparece a la virgen María y le anuncia la concepción por obra del Espíritu Santo (Lucas 1.26 al 36). Contamos de agosto en adelante y nos da enero, y si contamos de febrero en adelante los 9 meses del embarazo de María, tenemos que él nació en el mes de octubre, más o menos en la segunda quincena.


56.2) Muerte y resurrección.


El Señor Jesucristo murió, fue sepultado y resucitó al tercer día conforme a las Escrituras. Y que se le ha dado poder, gloria y honra (Mateo 27.50, 28.6; Hechos 4.12; Filipenses 2.9). En Daniel 9.27 nos habla de que a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda, sabemos que hace referencia a las setenta semanas, pero a la vez de la muerte en la cruz. Aplicando “y a la mitad de la semana” en sentido literal nos da miércoles. Jesucristo fue claro en Mateo 12.40 que él estaría sepultado tres días y tres noches (72 horas) al igual que estuvo Jonás en le vientre de ballena. Como José de Arimatea lo puso en el sepulcro a la puesta del sol de ese día, los tres días y las tres noches (72 horas), se comienzan a contar a partir de la noche del jueves, si contamos la noche y día del jueves (24 horas), la noche y el día del viernes (24 horas), la noche y el día del sábado (24 horas), en total tres días y tres noches (72 horas).


Si Jesús fue puesto en el sepulcro a la puesta del sol, 72 horas después nos da sábado a la puesta del sol o sea de la puesta del sol del miércoles a la puesta del sol del sábado hay exactamente tres días y tres noches. La visita más cercana al momento de la resurrección es la narrada en Mateo 28.1. Ellas no vieron la resurrección pero llegaron momentos después. Otras visitas fueron hechas después (Juan 20.1; Lucas 24.1; Marcos 16.1), pero en ninguno de los casos lo vieron resucitar, puesto que ya había resucitado al finalizar el sábado. En Marcos 16.1 al 8, claramente dice que ya había resucitado. En el versículo 9, narra como después de haber resucitado apareció a María Magdalena en el primer día de la semana, entonces lo que sucedió el primer día de la semana fue que apareció a María Magdalena, fue la primera aparición, podemos afirmar con toda seguridad que Cristo resucitó al finalizar el sábado.


57) Profecías bíblicas y señales de cumplimiento.


Hay una profecía bíblica, ya que los profetas hablaron siendo inspirados por el Espíritu de Dios (2 Pedro 1.19 al 21). El Señor usó las profecías para anunciar por medio de sus profetas, los acontecimientos que iban a suceder, reposando en ellos su Espíritu para que profetizaran (Números 11.25 al 29).


57.1) Mensaje de los tres ángeles.


El primer ángel hace referencia al evangelio eterno, significando que procede del Dios Eterno en el cual no hay mudanza de variación, además trasciende más allá de la era de la gracia. También menciona el juicio e invita a que le adoremos y le demos honra (Apocalipsis 14.6 al 7).


El segundo ángel destaca la caída de Babilonia, que se asocia con la idolatría y cualquier forma de vida pecaminosa con la cual se identifica esta idolatría. Al decir que ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación, es un simbolismo que tiene sentido para nuestras vidas cuando se absorbe creencias, tradiciones y costumbres cargadas de idolatría pagana (Apocalipsis 14.8). No es un asunto de una sola religión, sino que se hace alusión al mundo entero. Por ejemplo, la idolatría puede estar en la acumulación de dinero, estilo de vida, el ídolo actor, deportista, político de gran fama o de moda, un juego deportivo, el vicio de la apuesta, droga, el afán y obsesión incontrolable al atesorar una actividad u objeto, entre otros.


El tercer ángel da un mensaje de advertencia para que no se siga las creencias, tradiciones y costumbres de un sistema que práctica la injusticia e idolatría, y no se sufra las consecuencias de esto, sino que con paciencia se obedezca los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. En la actualidad el hacerle imagen a la bestia, es obedecer a un sistema de vida que tiene mucho de paganismo e incurre en la apostasía, desobedeciendo los mandamientos y enseñanzas de Dios, que es representado con adorar a la bestia y a su imagen, y recibir la marca en su frente o en su mano (Apocalipsis 14.9 al 14).


57.2) Últimos días.


Los últimos días constituyen la proximidad de la segunda venida del Señor Jesucristo, con sus respectivos acontecimientos de guerras, pestes, hambres, y terremotos, será principio de dolores como dijo Jesús, todo esto previo al día de la ira de Dios (Mateo 24.4 al 14; 2 Timoteo 3.1 al 5; 2 Pedro 3.3 al 4; 1 Juan 2.18).


57.2.1) La fe en el tiempo del fin.


Los últimos tiempos ya los estamos viviendo, la venida de Jesucristo cada vez está más cerca, a Daniel en el libro profético, mucho antes del primer siglo de la era cristiana se le dice: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Daniel 12.4). Estamos en tiempos donde se ha aumentado tanto la investigación científica como el conocimiento de la palabra de Dios. Muchos corren de aquí para allá, a través de veloces aviones, barcos, trenes y vehículos, la competencia comercial, la globalización, el aumento del estrés y de la violencia, requiere que en estos momentos la Iglesia tenga totalmente coherencia y una sólida comunión con Dios en la unidad con su Espíritu Santo. Corren rumores de que un microchip especial será implantado en la mano o en la frente de las personas, en alusión a un pasaje del Apocalipsis que dice: “Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis” (Apocalipsis 13.16 al 18). Se alega que por motivo de ser identificados con códigos de barras los productos comerciales, se involucra al pueblo de Dios, con un sistema económico y comercial, indispensable para la supervivencia. Sumado a las alianzas políticas y religiosas, que en tiempo de Constantino decretaron el día domingo en lugar del sábado, como día de descanso y de dedicación al culto, así se obligará y se amenazará a todos aquellos que no quieran reconocer ese día en lugar del sábado, a recibir como consecuencia, no poder comprar ni vender, y se quedarán sin bienes ni servicios, necesarios para subsistir.


Ciertamente hubo época en donde había mucha restricción o acceso a la Biblia, no se permitían al pueblo, ni se traducían a otros idiomas, abundaba la ignorancia en el conocimiento de Dios, y de esta forma era fácil controlar a los pueblos. Cuando alguien decía algo con sentido crítico, objetivo o científico, se amenazaba con quemar en la hoguera, a quien hiciera estas declaraciones, según la inquisición acusado por ser hereje, de esta manera predominaban los mitos y la ignorancia, por ejemplo, cuando se afirmó que la tierra era redonda, aunque se encuentra en Isaías 40.22, se rechazó que fuera una verdad. La ciencia ha contribuido de muchas formas a adquirir conocimiento, para bien de la humanidad, inclusive la tecnología ha traído mucho beneficio a la sociedad. Pero ahora estamos en tiempos en que la ingenuidad en el pueblo de Dios no se justifica, a la hora de dejarse rodar por las corrientes filosóficas del mundo que aparentan piedad, pero que en realidad distorsionan el mensaje de Jesucristo. El mercado comercial y financiero siempre ha existido desde que el ser humano se organizó, los trueques e intercambios de productos, son un claro ejemplo, inclusive entre los mismos discípulos había uno llamado Judas, que se encargaba de custodiar el dinero para realizar las compras que requerían, de esta forma financiaban los gastos y otras necesidades, por lo tanto Jesús no estuvo en contra del sistema comercial y del dinero, tan necesario en el desarrollo de una sociedad, sino deterioro del bien social por causa del enriquecimiento y acaparamiento en favor de unos pocos y perjuicio de las mayorías.


Antes en ciertas regiones la moneda era el cacao y el trueque, en otras regiones la moneda tenía respaldo por la cantidad de lingotes de oro atesorado en el banco central, en la actualidad influye mucho el balance comercial y otros. El código de barras lo que ha permitido es la facilidad de identificación de un producto, inventario o contabilidad de los mismos, las gestiones de cobro a los clientes y demás razones que facilitan y mejoran el sistema comercial. La tarjeta electrónica es una gran ayuda para los trámites comerciales y a través de los cajeros electrónicos se facilita el manejo de efectivo. Los sistemas informáticos y todo lo referente a la computación ha sido una gran ayuda para gestiones y trámites, administrativos, comerciales, financieros, educativos, de ingeniería, de la economía en general y áreas diversas de trabajo. No es nada nuevo el uso de los códigos o sellos de identificación, en la antigüedad los reyes sellaban su correspondencia con identificación personal, inclusive Dios mismo en el ser humano le incluyó códigos genéticos y sellos de identificación natural, como las huellas digitales, los ojos, el timbre de voz, la mente, el ADN, entre otros. No hay que esperar acontecimientos espectaculares para decidir obedecer a Dios, porque el llamado que hace las Escrituras a obedecer es hoy, en la intimidad de la persona, en el anonimato, en el hogar, vecindario, trabajo o estudio, en cualquier momento y lugar, sin necesidad de acontecimientos mundiales llenos de especulación y fantasía, se puede ser fiel a Dios en sus mandamientos. Basta conocer sus diez mandamientos y demás normas que ha establecido para su Iglesia. Por ejemplo, el cuarto mandamiento del sábado, es un sello de obediencia de Dios para su pueblo, mientras la humanidad se distrae y se debate si viene o no el anticristo, si somos o no marcados con el sello de la bestia, no se da cuenta si en realidad está cumpliendo a cabalidad los diez mandamientos, casos como el adulterio, la fornicación, el robo y la mentira, se a vuelto algo muy normal y común entre los seres humanos. No se percatan que la persona misma con su conducta y forma de vivir se constituye en contrario o adversario de Cristo, de manera que muchos podrían ser anticristos sin necesidad de esperar uno en particular que sea fantástico y sobrenatural.


El pensamiento desviado de la atención verdadera es aquel que considera esperar sucesos futuros para prepararse, creyendo que el mal está en lo porvenir, muy lejos de la realidad presente, y por lo tanto se descuida de su vida espiritual diaria, sin darse cuenta que el infiel en lo poco también lo es en lo mucho. El Señor Jesucristo hizo ver la necesidad e importancia de velar y orar en todo momento y lugar, nos dejó las bienaventuranzas del sermón del monte (Mateo 5.1 al 12), y muchas cosas más, que tenemos que estar alertas en obedecer. Jesús nos enseñó a no temer a los que matan el cuerpo y después nada más pueden hacer, sino temer a Dios Padre porque de él depende la vida que es eterna (Lucas 12.4 al 7). No hay que olvidar que algunas profecías están cumplidas en las persecuciones que se dieron en el pasado, no obstante, hay preocupación cuando se considera que algunas de ellas son cíclicas y se repiten de nuevo. En otros casos se dieron específicamente al pueblo de Israel en el primer pacto, pero se cree que le sucederán nuevamente al pueblo de Dios en general, incluyendo todo el planeta como área de acción, similar a las plagas del tiempo de Israel en Egipto. Sin embargo, la inquietud por lo venidero, no debe darse en la medida que ofusque las ideas cristianas prácticas del diario proceder espiritual, y menos cuando por poner el énfasis en asuntos teóricos del futuro, se descuidan las acciones que se realizan en la casa, trabajo, estudio, iglesia, entre otros, con la creencia de ser totalmente correctas, cuando en realidad no se da cuenta que alguna obra que hace a diario es mala, por pequeña que parezca.


La palabra de Dios no es simplemente para conocimiento sino para vivirla, hay que luchar por la salvación, pero en primer plano debe ser con la fe que se adquiere a través de la comunión con el Señor, y luego como consecuencia el fin de la fe que es la salvación (1 Pedro 1.9). Pero no es una fe vana, sin provecho, sino la que produce obediencia, la que no se deja guiar por las corrientes de este mundo, que tiene la mirada puesta en Dios nuestro Salvador y aquella en la que no se descuida en su entorno que le rodea, con su conducta diaria. No se puede agradar a Dios con dejar de agradarlo, en lo que respecta al pueblo de Dios, debe mantener firme por fe el mandamiento del sábado, pase lo que pase, recordar el mensaje de los tres ángeles, anunciado en el Apocalipsis, donde uno de ellos muy claramente dice que hay que temer a Dios, darle gloria y adoración a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas, porque la hora de su juicio ha llegado (Apocalipsis 14.6 al 12). Hace referencia este pasaje a la creación de Dios y la adoración a la que es digno nuestro Creador. Esto lo encontramos en las tablas de piedra de los diez mandamientos, cuando Dios mismo hace recordar el mandamiento del sábado, que anteriormente había constituido. Y es aquí donde se menciona que en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay (Éxodo 20.8 al 11), porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó (Éxodo 31.17). Entonces a Dios le corresponde hacer juicio sobre los moradores de la tierra, según las obras de cada uno.


57.3) Segunda venida de Cristo.


La segunda venida del Señor Jesucristo a la tierra en forma visible, sin relación con el pecado, con el propósito de glorificar a su Iglesia y establecer su reino (Hebreos 9.28; Apocalipsis 22.12). Jesús lo prometió (Mateo 24.29 al 30; Marcos 8.38; Juan 14.28; Hechos 1.9 al 11; Apocalipsis 1.7), vendrá con aclamación, con voz de arcángel y con trompeta de Dios (1 Tesalonicenses 4.16), será un gran acontecimiento en los cielos y en la tierra, verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con potestad y majestad grande (Lucas 21.25 al 27). Todos los redimidos subirán a recibirlo a las nubes, su recorrido es de este a oeste (Mateo 24.27; 1 Tesalonicenses 4.17). Primero vendrán las plagas (Apocalipsis 6.16 al 17), el gran día de su ira (Jeremías 30.7; Joel 2.11; Sofonías 1.14 al 18; Apocalipsis 16.1 al 21), estas plagas durarán un año (Isaías 34.8, 63.4; Jeremías 23.12). La Iglesia no será llevada a ningún lugar durante las plagas (Job 5.19; Isaías 26.20), no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada (Salmos 91.10), caerán a tu lado mil y diez mil a tu diestra (Salmos 91.7 al 8). Después de la última plaga vendrá el Señor y pondrá sus pies en el monte de los olivos (Zacarías 14.4), y establecerá su reino, entonces se cumplirá que los hijos de Dios sean coherederos con Cristo, con la gloria venidera que en ellos ha de manifestarse (Romanos 8.16 al 23).


58) Reinos de los últimos tiempos.


La Biblia hace mención de los reinos en los últimos tiempos, a saber el primero y actual es el reino espiritual, donde Cristo mora en el corazón de las personas, y se lleva a cabo por medio de su Iglesia o comunidad de fe, el siguiente reino es el eternal, porque se inicia con su venida a establecer el reino eterno de Dios.


58.1) Reinado de Dios entre nosotros.


El reinado de Dios está entre nosotros, porque así lo afirmó Jesucristo, además desde su venida el reino de Dios es anunciado, como una forma de vida en sociedad y comunión con los demás, ayudando al necesitado, auxiliando al pobre y al enfermo, practicando el bienestar para todos, según el ejemplo que nos dejó Jesús, sin distingos de raza, color, nacionalidad, idioma, hombre o mujer, posición social, credo, entre otros, imperando el respeto, la armonía, la comprensión, la sensibilidad y la valorización del ser humano (Lucas 10.8 al 9, 11.20, 16.16, 17.20 al 21; Hechos 1.3, 19.8). El reino de Dios es justicia, paz y gozo por el Espíritu Santo (Romanos 14.17), que actualmente está reinando sobre nosotros a través del mismo Espíritu (Juan 14.16 al 17, 23). Sin embargo, es un principio de justicia, paz y gozo, que se cumplirán plenamente en el reinado de mil años de Cristo, cuando él reine sobre la tierra serán completamente una realidad estas cosas (Isaías 11.1 al 10), ya que será un reino de justicia (Isaías 32.1), habrá gozo y alegría (Isaías 65.18 al 19), y será un reino de absoluta paz (Isaías 66.12). Dios nos llamó a incorporarnos a su reino (1 Tesalonicenses 2.12), practicando en la vida diaria la justicia, paz y gozo, así como se disfrutarán en el venidero.


58.2) Reino eterno de Dios.


El reino eterno de Dios, será después del reino entre nosotros y del juicio final. Porque al finalizar el reino entre nosotros, Cristo entregará el reino al Padre, cuando habrá quitado todo imperio y toda potencia y potestad y el postrer enemigo que será desecho será la muerte (1 Corintios 15.24 al 26; Apocalipsis 20.14). Una vez acabado esto, entonces el Hijo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos (1 Corintios 15.27 al 28). Será un reino sin fin (Daniel 7.18, Lucas 1.33), donde la carne y la sangre no pueden heredar este reino (1 Corintios 15.50).


L) DOCTRINAS PROFUNDAS.


59) Arrebatamiento.


Cuando Cristo venga en su gloria y majestad, enviará a sus ángeles a juntar a los escogidos, desde un extremo del cielo hasta el otro (Mateo 24.30 al 31). El Señor descenderá del cielo y primeramente resucitarán los muertos en Cristo (1 Tesalonicenses 4.16), en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, junto con los que están vivos y son del Señor serán todos transformados (1 Corintios 15.51 al 52). Estos juntamente serán arrebatados para recibir al Señor (1 Tesalonicenses 4.17).


59.1) Encuentro con el Señor en los aires.


En el tiempo que el Señor descienda para reinar, los resucitados y transformados que suben a su encuentro, recibirán al Señor en el aire y permanecerán por siempre con él (1 Tesalonicenses 4.17). Sin embargo, así como nadie subió al cielo (Juan 3.13), la iglesia en ningún momento será llevada a habitar en el cielo.


La idea de ir al cielo es muy antigua, desde la torre de Babel se pretendió que la cúspide de esa torre llegara hasta el cielo (Génesis 11.4). Algunos han tratado de justificar esto diciendo que a Enoc se lo llevó Dios al cielo (Génesis 5.24). El apóstol Pablo afirma que carne y sangre no puede heredar el reino (1 Corintios 15.50), respecto a Enoc y los demás que se menciona en la carta a los Hebreos (Hebreos 11.1 al 38), murieron todos éstos sin haber recibido las promesas (Hebreos 11.13, 16, 39 al 40). En este pasaje se menciona que fueron expuestos a vituperios, azotes, prisiones, siendo atormentados, apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada, angustiados, maltratados. En el caso de Enoc fue traspuesto para no ver muerte, este patriarca vivió 365 años cuando fue llevado a otra parte, para no recibir muerte física por causa de que él caminaba haciendo la voluntad de Dios, dando testimonio de haber agradado a Dios (Hebreos 11.5).


Otro caso es el de Elías, muchos sostienen que está en el cielo, de acuerdo al texto de 2 Reyes 2.11, sin embargo, hay que tomar en cuenta que subió al primer cielo, ya que las Escrituras mencionan tres cielos (Salmos 148.4), por ejemplo, el apóstol Pablo en visión y revelación fue arrebatado hasta el tercer cielo (2 Corintios 12.2). Elías no fue llevado en visión, sino en un torbellino, él simplemente fue trasladado de Samaria a Judá, ya que tiempo después le llegó una carta a Joram rey de Judá, que envió el profeta Elías (2 Crónicas 21.12), cronológicamente esto sucedió posteriormente que fue alzado en el torbellino, ya Jehová había intentado alzarlo en un torbellino antes (2 Reyes 2.1), además el Espíritu de Jehová le llevaba en esa forma a cualquier parte (1 Reyes 18.12; 2 Reyes 2.16).


60) Estado de los muertos.


La idea de que los muertos están en un estado conciente no es bíblica. Los muertos nada saben, ni tienen más paga, porque su memoria es puesta en olvido, su amor, odio, envidia, feneció ya, (se puso fin o acabó) (Eclesiastés 9.5 al 6, 10; Job 7.7 al 9). Ninguno de los que mueren volverá a vivir hasta la venida de Cristo (en el caso de los justos) (Job 14.12, 14, 21; 1 Tesalonicenses 4.16). La muerte es un estado de inconciencia total (Hechos 7.60; 1 Tesalonicenses 4.13), precisamente el término muerte es cesación y ausencia de la vida.


Todo es hecho del polvo y todo se tornará en el mismo polvo (Génesis 3.19; Eclesiastés 3.20), al morir la persona su cuerpo vuelve al polvo de donde fue tomado y el espíritu de vida que aún queda en su sistema respiratorio, lo exhala y vuelve a la atmósfera que Dios da, de manera que un muerto no tiene poder para hacer bien ni Malaquías (Job 24.19; Salmos 48.17; Eclesiastés 9.10; Apocalipsis 6.9 al 11). Solamente sigue el recuerdo de sus obras (Apocalipsis 14.13), tomadas en cuenta en la resurrección (Romanos 2.5 al 11; 1 Pedro 1.17), y registradas en el libro de la vida (Éxodo 32.31 al 33; Salmos 69.28; Apocalipsis 3.5, 20.12), que es la mente de Dios.


60.1) Infierno.


El infierno se refiere al sepulcro, que también lo significan las palabras Hades y Seol. Una creencia sin fundamento acerca del infierno es que todos los pecadores cuando mueren se van a un lugar de tormento, llamas y sufrimiento, esto es falso porque la Escritura dice que los muertos nada saben, ni tienen más paga, porque su memoria es puesta en olvido (Eclesiastés 9.5). Este credo de un infierno de llamas, al igual que otras enseñanzas tienen su origen en las corrientes filosóficas griegas, promovidas algunas de ellas por personas como el poeta italiano Dante Alighieri con su obra La Divina Comedia entre los años 1308 y 1321, en la que trata de instruir al ser humano con la salvación del alma, tratando el tema del infierno, purgatorio y del paraíso.


También con el pretexto del infierno, del purgatorio y del paraíso, se promovió la venta de indulgencias, con remisión de las penas debidas por los pecados, esta idea de dar dinero por los difuntos está censurada en Deuteronomio 26.14.


61) Juicio.


61.1) Juicio previo.


En la Biblia se relata que hubo una vez en tiempos antiguos, por falta de rey en Israel, que cada uno hacía lo que bien le parecía (Jueces 17.6, 21.25), no obstante en tiempos actuales tenemos a Jesús por rey, lo cual testifica Natanael cuando reconoce a Jesús como Hijo de Dios y Rey de Israel (Juan 1.47 al 49). Natanael era un verdadero israelita, en quien no había engaño, según declaraciones del propio Jesús. Esta autenticidad, es solamente demostrable en la persona, a través de los hechos de su vida diaria, se rige por normas ya establecidas, de manera que no hay improvisación en hacer lo que el individuo quiera o le parezca, sino que hay un patrón de conducta a seguir, sobre la base de reglas ordenadas. En todo caso, para que haya un rey, es necesario que exista un sistema de gobierno, de donde se emane la autoridad y las directrices a seguir. Por lo tanto, no cabe de ninguna manera la anarquía, ni siquiera pensar en la posibilidad de que los súbditos del rey, tengan la libertad de hacer lo que quieran, sin tener responsabilidad de dar cuentas de sus acciones y consecuencias. Está determinado que cada uno dará a Dios cuenta de sí (Romanos 14.12).


Lo que compete al ser humano, durante el transcurso de su vida es obrar el bien, esto por designio de Dios, porque legítimamente no hay en ningún lugar de la Escritura, alguna cláusula donde se autorice al ser humano a actuar a su propia voluntad, todo lo contrario siempre se le ha ordenado que el ejercicio de su vida sea conforme a la voluntad de Dios. Desde el principio de la creación se fijaron normas para su convivencia, inclusive cuando mandó Jehová Dios al hombre a comer de todo árbol del huerto, menos del árbol de la ciencia del bien y del Malaquías (Génesis 2.16 al 17). Por causa del ser humano al infringir esta ley, entonces adquirió facultad para discernir entre el bien y el mal (Génesis 3.22), sin embargo, eso no implica que recibiera la potestad de obrar el mal cuando por sí mismo le pareciera hacerlo. Esto significa que si Dios hubiera autorizado a hacer lo malo, en relación con la libertad del ser humano de elegir el mal o el bien a su propia voluntad, entonces no existiría la culpabilidad, porque que culpa tendría aquel que se le da permiso de elegir y hacer como él mismo quiera. Con el mandamiento acerca del árbol de la ciencia del bien y del mal, Dios puso delante de ellos la obediencia, pero se resistieron a la autoridad de Dios y cayeron en rebeldía, a los cuales la Escritura llama contenciosos (Romanos 2.6 al 11). Cuando Dios hace ver las consecuencias del pecado, al pueblo de Israel, pone delante de ellos una sola dirección, que es el bien, la vida y la bendición, la consecuencia de rebelarse contra eso y ser desobedientes es el mal, la muerte y la maldición. Por consiguiente Dios estableció un solo camino, que es hacer su voluntad, porque no hay opción más que esa y es necesario que el ser humano asuma responsabilidades, de lo contrario la sentencia es la muerte, cuando adversa el hacer lo bueno, por su propio interés egoísta.


Cuando una persona es por naturaleza rebelde a la voluntad de Dios, transita por camino de muerte, pero una vez que Dios la ilumina para que rectifique su rumbo, es como pasar de la muerte espiritual a la promesa de la vida eterna, en donde después de haber sido esclavo del pecado, entenebrecido por el mal, se recibe la oportunidad de tener libertad para ser siervo de Dios, que aunque igualmente se es un subordinado, pero a diferencia, es para recibir la recompensa o galardón de la vida eterna, ya que gracias a la obediencia se pasa a ser siervo de la justicia (Romanos 6.16 al 18, 21 al 23). De modo que cuando venga Cristo por segunda vez, aquellos que califican como justos, resucitarán primero y los que estén vivos en la misma justicia, serán transformados. Pero que determina que una persona sea merecedora de esperar la venida de Cristo, para estar en el reino prometido con él, además, cual fallo resuelve o sentencia a una persona como digna del arrebatamiento de los de Cristo en su venida (1 Tesalonicenses 4.16 al 17). Lo que determina esto es el juicio que empieza por la casa de Dios (1 Pedro 4.17 al 18), ya que previamente a la segunda venida de Cristo, se dictamina quién es digno de ser levantado, para recibirle en su encuentro. Es primeramente en el pueblo de Dios, donde se determinan las personas bienaventuradas y santas en tener parte en la primera resurrección (Apocalipsis 20.6). Cada hijo de Dios demuestra con sus obras, que su causa es justa, en el transcurso de su vida se presenta como atestado de que es justo y de que hace el bien, la vida misma del cristiano se constituye en una carta, conocida y leída por todos los hombres (2 Corintios 3.2). Es a través de su testimonio que prueba la veracidad de sus buenas obras, justicia y fidelidad. Por lo tanto, el cristiano verdadero tiene confianza plena en el día del juicio (1 Juan 4.17), porque él va a estar excluido del juicio de condenación (Juan 5.24), de manera que ya ha sido justificado por Dios. Sus obras también fueron dictaminadas como justas, por lo cual está preparado para recibir al Señor, por esta razón Pablo considera que el juicio no es por ellos, por tribunal humano o por él mismo, sino que el juicio quien lo realiza es el Señor (1 Corintios 4.3 al 4). Esto lo dice confiadamente porque el Señor conoce lo oculto y las intenciones del corazón, y cada uno recibiría su alabanza de Dios, si son llevados por el Señor en su segunda venida (1 Corintios 4.5; Mateo 12.35 al 37).


Aquel que es libre en Cristo no es el que hace lo que quiera, sino el que es libre del pecado por hacer la voluntad de Dios. Esta libertad se entrelaza con la justicia, porque la libertad responsabiliza al ser humano de sus actos, ya que no está sometido por el pecado, una vez libre interviene la justicia para hacer lo que corresponde a la rectitud y al orden. Primeramente Dios para dar la libertad de la esclavitud del pecado, justifica al ser humano por medio de la fe en la sangre de Jesucristo, justificando gratuitamente por su gracia, de manera que Dios es el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús (Romanos 3.21 al 26). Entonces donde quedan las obras, porque la Escritura dice que si es por gracia no es por obras y si es por obras no es por gracia (Romanos 11.6). La explicación la encontramos en que las obras a las que aquí se refiere, es a las obras de la ley, que son los ritos y ceremonias, el mérito propio de la circuncisión, los viajes por devoción o promesas (peregrinaciones), las indulgencias por el pecado, entre otros. Luego de la justificación de Dios por su misericordia y no por las obras de justicia que el ser humano hubiera realizado (Tito 3.5), es necesario que una vez que sea apto para hacer las obras de Dios, presente su cuerpo en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Romanos 12.1), haciendo buenas obras para que no sean sin fruto (Tito 2.14, 3.8, 14). La Escritura afirma que la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma (Santiago 2.17 al 18, 26). También menciona en forma recíproca, que el ser humano es justificado por las obras, y no solamente por la fe (Santiago 2.24). Ahora bien, los hijos de Dios no sufren el juicio de condenación porque han creído en Jesucristo, y él vino a salvarlos, no obstante, aquellos que no creyeron en Jesús, pasan por el juicio de condenación, porque sus obras fueron malas, de manera que sus obras no fueron reprendidas, ya que quienes practican la verdad vienen a Jesús, para que se manifieste que sus obras son de Dios (Juan 3.17 al 21). El creyente, al ser justificado por Dios y al haber demostrado sus buenas obras de obediencia, es reconocido como justo y considerado como digno del arrebatamiento de los de Cristo en su venida, pasa por un proceso durante su vida, que dictamina su inocencia y que le da derecho de morar con el Señor.


61.2) Juicio final.


El juicio final, se llevará a cabo luego del período del reino entre nosotros, para el cual resucitarán todos los muertos, para ser juzgados según sus obras (Mateo 25.31 al 33; Hechos 17.30 al 31; Apocalipsis 20.11 al 15). Todos los que resucitarán en la venida de cristo y que reinarán con Cristo en el reino eterno, estarán con él en ese gran juicio, juzgando al mundo y a los ángeles (1 Corintios 6.2 al 3), ya que el juicio ha sido dado al Hijo (Juan 5.22), por medio de la palabra (Juan 12.48). De manera que está establecido a los hombres, que mueran una vez y después el juicio (Hebreos 9.27).


61.2.1) Castigo de los malvados.


La paga del pecado es la muerte segunda y que su castigo será el lago de fuego y azufre (Ezequiel 18.4; Juan 5.29; Romanos 6.23), donde los malos serán consumados y acabados por completo. Dios es amor, pero también es fuego consumidor (Hebreos 12.29, 10.31). Los impíos serán exterminados ese día (Malaquías 4.1), serán talados (Isaías 66.17).


61.2.2) Lago de fuego y azufre.


La segunda muerte es conocida como el lago de fuego y azufre, que está reservado y serán lanzados, el diablo y sus mensajeros, la bestia, el falso profeta, la muerte y el Hades (Apocalipsis 19.20, 20.10, 14). Esto sucederá después del milenio, también para los que resulten ser culpables de pecado en el juicio final, o sea, todos los impíos serán lanzados al lago de fuego, ésta es la muerte segunda (Apocalipsis 20.6, 21.7 al 8). Ahí serán juzgados los muertos, según sus obras (Apocalipsis 14.9 al 10, 20.12). Todos aquellos que no fueron hallados escritos en el libro de la vida, fueron lanzados en el lago de fuego (Hebreos 10.26 al 27; Apocalipsis 20.15), donde será el lloro y el crujir de dientes hasta quedar en destrucción total con el fuego eterno, ya que el mismo procede de Dios que es Eterno. Así como las ciudades de Sodoma y Gomorra sufrieron el castigo del fuego eterno y destruidas sin quedar rastro alguno, solamente cenizas, fueron puestas por ejemplo de la destrucción con fuego (2 Pedro 2.6; Judas 7).


62) Ley añadida.


Al primer pacto se le llama ministerio de muerte o de condenación y al nuevo pacto ministerio del espíritu o de justificación (2 Corintios 3.7 al 9). El primero era en la letra, grabada con letras en piedra. Además había una ley añadida, a la que estábamos confinados hasta que viniese la fe que iba a ser revelada, de manera que la ley añadida, ha sido un fin o propósito, para llevarnos a Cristo (Gálatas 3.23 al 4.7). Esta ley añadida consiste en la sentencia de muerte, la ley ceremonial o ritual, el rito de la circuncisión y los sábados ceremoniales o rituales. Cristo nos redimió de la maldición de la ley (aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas), a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu y alcanzase a los gentiles, según lo dicho a Abraham (Gálatas 3.6 al 14). Hay que saber distinguir la ley en conjunto y en sus partes, señalando la diferencia que hay entre ellas. No hay que generalizar la palabra ley, que aparece en la Biblia, como si siempre se tratara de la misma ley, ya que en algunas ocasiones habla de la ley de los diez mandamientos y en otros casos de la añadida.


62.1) Diferencia entre la ley de Dios y de Moisés.


El tema de la ley ha sido un asunto de controversia por siglos en todo el mundo. Está diseñada en forma estratégica de manera que no cualquiera alcanza a tener la señal que Dios ha establecido entre él y su pueblo, porque todo estriba en. ¿Cuál es el día sagrado? Grandes religiones del planeta lo mantienen en conflicto, para algunos es el sexto (viernes), bíblicamente encontramos que es el séptimo (sábado) y otros alegan que es el primero (domingo). Algunos señalan como legalismo la defensa y obediencia a la ley de Dios, generalizando todas las leyes como que si fueran una sola, sin diferenciar entre una ley y otra. El pueblo de Dios tiene como guía a Jesucristo pues él enseñó el camino y estableció un precedente aquí en la tierra, de donde se conserva la base o fundamento en la edificación de la doctrina, porque Jesucristo es la principal piedra (Efesios 2.17 al 22). Jesucristo cumple el sábado, al poner por obra la justicia, la misericordia y la fe, con dedicación exclusiva a hacer el bien, en el servicio a Dios y al prójimo (Lucas 4.16 al 21). Jesús con su trayectoria por la tierra, se incorporó a una nueva etapa de trabajo, en pos de los propósitos de su Padre, ya desde la creación había trabajado al lado suyo, cuando la tierra estaba desordenada y vacía (Juan 1.2 al 3, Colosenses 1.16 al 20). Esta etapa de Jesús con la realización de su vida aquí en la tierra, cumplió a cabalidad la obra encomendada por su Padre y permitió con su labor en lo espiritual, reflejar el espíritu de la ley para una mayor vivencia, en cuanto a virtud o vigor, ánimo o esfuerzo. Enseñó el balance y equidad entre la fe, la misericordia, la justicia, el amor de Dios y la ley (Mateo 23.23; Lucas 11.42).


En una ocasión surgió la pregunta. ¿Es lícito sanar en el día de reposo?, Jesús dijo: “... ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante? Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo. Entonces dijo a aquel hombre. Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra. Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra Jesús para destruirle” (Mateo 12.9 al 14). Si esto se analiza en términos de una parte de la ley, que no permitía caminar después de cierta distancia en sábado, ni encender fuego para cocinar, entre otras cosas, que fueron añadida por la dureza de sus corazones para obedecer, y que pretendía mantenerlos estrictamente sujetos al mandamiento. Entonces Jesús supuestamente quebrantó el sábado en lo material, como alegaban los fariseos, ya que al sanar a un hombre paralítico en sábado, le dijo que tomara su lecho y anduviera (Juan 5.5 al 13). Lo que pasa es que los fariseos tuvieron consejo contra Jesús para destruirle, por celos, envidia y principalmente porque no estaba en ellos el hacer el bien. En todo caso, Jesús más que sanar la parte física o material de las personas, hizo énfasis en la sanidad interna al decirles. “... No peques más” (Juan 5.14), no obstante en el sentido espiritual, Jesús no quebrantó el sábado, sino que lo presentó, en su mayor expresión de espiritualidad, manifestado por el bien, la misericordia y la justicia hacia las personas. A pesar de la gran dureza del ser humano en sus corazones para obedecer, el Padre los corrigió porque los amaba (Hebreos 12.5 al 11), y siempre trabajaba en obrar el bien a su pueblo, para contrarrestar la influencia del mal que les sobrevenía. Cristo al hacerse presente con su vida en la tierra, transmitió el mismo amor y propósito de su Padre (Juan 14.10 al 12).


Las obras que no son lícitas realizar durante el sábado son aquellas que implican rentabilidad, remuneración o lucro y que no representa una necesidad básica por algún caso de emergencia, que implique el hacer el bien a los demás en situaciones inesperadas. Cualquier actividad que sea asalariada se puede programar fuera del día sábado, para que no interfiera con la voluntad de Dios. Salvo los oficios médicos y relacionados con los hospitales, unidades de rescate y emergencias, seguridad social, medios de transporte público, entre otros, que es obvio que se requiere su labor durante todos los días del año sin excepción. Con la obediencia a Dios en sus mandamientos se logra la santificación tan necesaria para la espiritualidad de las personas, porque de que le sirve a alguien santificar un día, si la persona misma no es santa y recíprocamente de que sirve pretender ser santo, si no se es fiel a los mandamientos de Dios. Tiene que haber un balance o equilibrio entre la ley de Dios, la justicia, la misericordia y la fe, sin descuidar ninguna, ya que se fortalecen entre ellas con la observación de cada una.


Es necesario abarcar el tema de la ley añadida, como la ley de muerte, la circuncisión, el sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado, para llegar al meollo de la ley, al trasfondo mismo, al juicio o entendimiento que sólo se resume en la siguiente sentencia, tanto definitiva como firme dada por Jesús. “Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. Y si supieseis qué significa. Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes; porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo” (Mateo 12.6 al 8), “... Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa. Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mateo 9.12 al 13). Los escribas y fariseos no lograban captar esto, a pesar de que ellos eran estudiosos de las Escrituras, que en aquella época la integraban la ley de Moisés, los profetas y los salmos (Lucas 24.44). No aprendieron a vivir la vida en Dios, a ser benevolentes, estimar a las personas con fuerza de voluntad y buscar el bien de los demás. Tampoco entendían el amor a los enemigos, porque esperaban al Mesías como Libertador (Romanos 11.25 al 26), y no como pacificador con sus adversarios (Mateo 5.38 al 48). En la parábola del buen samaritano, donde estaba un hombre postrado en el camino, herido y despojado, por causa de unos ladrones, dejándole casi muerto, anduvo por ahí un sacerdote, que viéndole, pasó de largo, luego un levita que hizo lo mismo, ambos eran instruidos en la ley, y estaban al servicio de la obra de Dios por ser de la tribu de Leví, posiblemente actuaron así apegados a la ley misma, por ejemplo, temporalmente podrían quedar inmundos en caso de tocar a alguien que halla fallecido (Números 19.11 al 16). Pero un samaritano, ajeno al privilegio poseído por el sacerdote y el levita, lo vio y fue movido a misericordia, lo socorrió y cuidó hasta que sanara por completo. Jesús preguntó a un intérprete de la ley. “¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Vé, y haz tú lo mismo” (Lucas 10.29 al 37). La Escritura declara: “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio” (Santiago 2.13).


Quienes analizaban la ley en tiempos de Jesús, escribas (versados e intérpretes de la ley), entre ellos los saduceos y fariseos, aunque tuvieran en sus manos todas las piezas que se relacionan entre sí, y que se van juntando para encontrarle sentido a la vida, a la existencia misma, no entendieron muy bien el argumento o plan que proponía la ley, y que era la única vía que mostraba a Jesucristo como el Camino para la Salvación, quien precisamente dijo: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 5.20). En el encuentro entre Jesús y los escribas, hubo un instante de lucidez, un destello o chispa que el mismo roce provocó, y que estuvo por un momento, en abrirle el entendimiento a algunos de ellos, encaminado a persuadirlos o moverlos de su pensamiento rígido o hermético, que se encuentra en el siguiente pasaje: “Entonces vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron... Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios? Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos. Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo. Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráIsaías Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó. ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió. El primer mandamiento de todos es. Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle” (Marcos 12.18 al 34), (el subrayado es nuestro). En otro evangelio dice que este escriba, era de un grupo de fariseos, que oyendo que había hecho callar a los saduceos (con su respuesta), entonces se juntaron a una y le preguntaron, a lo cual Jesús les dice: “... De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22.34 al 40).


62.2) Incorporación de la sentencia de muerte.


La incorporación de la sentencia de muerte por medio de la ley añadida, requiere especial atención para ser analizado, como dice la Escritura. ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! (Romanos 11.33). La voluntad revelada de Dios es muy clara. “La letra mata” nos dice el apóstol Pablo en su segunda epístola a los Corintios y hace referencia al nuevo pacto, no de la letra, porque la letra mata (2 Corintios 3.6). Si retrocedemos al primer pacto encontraremos esta sentencia y tomaremos como ejemplo el CUARTO mandamiento, ya que a aquel hombre que hallaron recogiendo leña en sábado lo pusieron en la cárcel, porque no estaba declarado que se le había de hacer, al realizarse la consulta, Dios le dijo a Moisés en aquel momento. “Irremisiblemente muera...; apedréelo toda la congregación...” (Números 15.32 al 36). En otro pasaje explica. “Seis días se trabajará, mas el día séptimo os será santo, día de reposo para Jehová; cualquiera que en él hiciere trabajo alguno, morirá” (Éxodo 35.2). Dios permitió la sentencia de muerte por las constantes transgresiones del ser humano a la ley de Dios del los diez mandamientos. Otros ejemplos los encontramos en los siguientes casos:


PRIMERO :


“El que ofreciere sacrificios a dioses excepto solamente a Jehová, será muerto” (Éxodo 22.20), “...de seguro morirá; el pueblo de la tierra lo apedreará” (Levítico 20.1 al 2).


SEGUNDO :


“...Que hubiere ido y servido a dioses ajenos, y se hubiere inclinado a ellos,...entonces sacarás a tus puertas al hombre o a la mujer que hubiere hecho esta mala cosa, sea hombre o mujer, y los apedrearás, y así morirán” (Deuteronomio 17.2 al 5, 8.19).


TERCERO :


“...Y el hijo de la mujer israelita blasfemó el Nombre, y maldijo; entonces lo llevaron a Moisés...y Jehová habló a Moisés, diciendo. Saca al blasfemo fuera del campamento, y todos los que le oyeron pongan sus manos sobre la cabeza de él, y apedréelo toda la congregación..., si blasfemare el Nombre, que muera” (Levítico 24.11 al 16).


QUINTO :


“Si alguno tuviere un hijo contumaz y rebelde, que no obedeciere a la voz de su padre ni a la voz de su madre, y habiéndole castigado, no les obedeciere,...entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearán, y morirá...” (Deuteronomio 21.18 al 21).


SEXTO :


“El que hiriere a alguno, haciéndole así morir, él morirá” (Éxodo 21.12; Levítico 24.17).


SEPTIMO :


“Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos” (Levítico 20.10).


OCTAVO :


“Cuando fuere hallado alguno que hubiere hurtado a uno de sus hermanos los hijos de Israel, y le hubiere esclavizado, o le hubiere vendido, morirá el tal ladrón,...” (Éxodo 21.16; Deuteronomio 24.7).


NOVENO :


“Cuando se levantare testigo falso contra alguno, para testificar contra él,...entonces haréis a él como él pensó hacer a su hermano; y quitarás el mal de en medio de ti...y no le compadecerás; vida por vida...” (Deuteronomio 19.16 al 21).


DECIMO :


“Y Acán respondió a Josué diciendo. Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel, ...pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé;...entonces Josué, y todo Israel con él, tomaron a Acán...y todo cuanto tenía,... y todos los israelitas los apedrearon, y los quemaron después de apedrearlos y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta hoy...” (Josué 7.20 al 26).


Pablo menciona que el fin, tanto como motivo (propósito) y término (conclusión), de la ley es Cristo (Romanos 10.4), ¿pero de cual ley? En Gálatas nos hace una pregunta. “Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa...” (Gálatas 3.19). Si meditamos bien en este versículo notaremos que habla de dos leyes, una añadida a otra transgredida. En cuanto a la ley añadida nos dice, que hasta que viniese la simiente, que es Cristo (Gálatas 3.16). En cierta ocasión los escribas y fariseos trajeron a Jesús una mujer acusándole de lo siguiente: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú pues, ¿qué dices?” (Juan 8.1 al 11), pero dice el relato que Jesús inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo, luego se enderezó para decirles, que el que estuviera sin pecado, fuera el primero en lanzar la piedra. Nuevamente se inclinó hacia el suelo para escribir en tierra, entonces todos se fueron y no apedrearon a la mujer, se alejaron desde los de más edad hasta los de menor, acusados por su conciencia. En otra ocasión Jesús mencionó que en la cátedra de Moisés se sentaban los escribas y fariseos y así enseñaban, pero que no hicieran conforme a sus obras porque decían y no hacían (Mateo 23.1 al 3). Existiendo una ley de los diez mandamientos en la cual el sexto enseña “No matarás”, nótese que aquella mujer transgredió el séptimo “No cometerás adulterio”, pero la ley añadida mandaba matar a aquellos que habían transgredido la primera (de los diez mandamientos). Sin embargo quienes acusaban a la mujer, acusados por su conciencia, por no estar libres de pecado, se retiraron desde los de más edad, porque más veces habían infringido los diez mandamientos, hasta los de menor edad. Los interpretes de la ley y los fariseos que se ufanaban con gran vanagloria de ser muy fieles a la ley, Jesús conociendo sus obras y lo oculto del corazón de cada uno, les señaló que con infracción del cuarto mandamiento, inmediatamente sacarían un asno o buey de ellos, si el mismo cayera en un pozo (Lucas 14.3 al 6), esto no por el bien que pretendieran, sino por la conveniencia en sus intereses y la afectación material o económica de su propiedad.


Ahora bien, según lo expresado anteriormente se requiere mayor atención para ser analizado. Y preguntémonos la razón por la que Jesús inclinado al suelo escribía en tierra con el dedo, como dice la Escritura: “¡Tierra, tierra, tierra! oye palabra de Jehová” (Jeremías 22.29), así como el vínculo de todo ser humano que vive sobre el planeta lo es el oxígeno y también del que muere lo es la tierra, porque volvemos a la tierra, de la cual fuimos tomados, como está escrito, “polvo eres y al polvo volverás” (Génesis 3.19), es necesario estar unidos en el amor y temor a Dios, con humillación ante él, reconociendo sus mandamientos, porque no sabemos en que momento, dejaremos de respirar el aire de nuestra atmósfera, desaprovechando la oportunidad de la vida de hacer aquello que agrada a Dios, como está escrito, “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en mi corazón” (Salmos 40.8). Recordemos que los diez mandamientos fueron escritos en el primer pacto con el dedo de Dios en tablas de piedra. En el nuevo pacto son escritos en nuestra mente y corazón con el Espíritu de Dios. Algo similar menciona el profeta Jeremías en su libro cuando dice que Dios les daría un corazón, un camino y que haría con ellos pacto eterno, poniendo su temor en el corazón de ellos (Jeremías 32.39 al 40).


El profeta Ezequiel también nos anuncia lo que Jehová el Señor prometió. “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios” (Ezequiel 11.19 al 20), además menciona. “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36. 26 al 27). Hay que recordar que la primera comunidad de fe fue conformada por judíos e israelitas en la raza, pero en lo posterior cuando se dio la oportunidad a los considerados gentiles, pasaron a formar parte del pueblo de Dios, por esta razón el autor de la carta a los Hebreos, dirigiéndose a la Iglesia en el nuevo pacto, trae a colación un pasaje del primer pacto y lo enfoca en ellos, ubicándolo como parte del nuevo pacto. “Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor. Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor. Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo... Al decir. Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero... Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal” (Jeremías 31.31 al 34; Hebreos 8.8 al 9.1.), (el subrayado es nuestro).


De manera que indiferentemente de la raza, Jesucristo nos lavó de nuestros pecados con su sangre y ahora somos linaje escogido, real sacerdocio, ya que en otro tiempo no éramos pueblo de Dios, pero que ahora somos pueblo adquirido por Dios y nación santa (1 Pedro 2.9 al 10). Bien dice Pablo en sus epístolas cuando menciona lo siguiente: “Y el que físicamente es incircunciso, pero guarda perfectamente la ley, te condenará a ti, que con la letra de la ley y con la circuncisión eres transgresor de la ley. Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Romanos 2.27 al 29). También dice: “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios” (Gálatas 6.15 al 16). Esto quiere decir que en el contexto actual del nuevo pacto, tanto judíos como gentiles, arrepentidos, convertidos y que han aceptado a Cristo como su salvador personal, conforman la Iglesia de Dios y son en la actualidad el pueblo de Dios e Israel de Dios. La idea del cristianismo nunca ha sido establecer rivalidad unos contra otros y persecución de denominaciones. Cada congregación le presenta a Dios una ofrenda y él es quien juzga si esa ofrenda es aceptable delante suyo, en la medida del conocimiento que por su gracia dio a cada persona, con darle lo necesario o suficiente para ser salvo, según lo que considera Dios mismo. La variedad de iglesias no son una competencia para acercarse a Dios, y si él ha permitido que existan todas merecen respeto, cualquiera que sea. Dentro del cristianismo la única verdad absoluta es Jesucristo. La salvación es por medio de la gracia de Dios mediante la fe en Cristo Jesús. Los dogmas son necesarios en la medida del entendimiento y comprensión que Dios ha permitido a cada persona, pero la salvación es a través de Jesucristo.


¿Por qué entonces aquellos escribas y fariseos, promotores de la ley en su cumplimiento y enseñanza, no la obedecían, ya que siendo instructores de la misma, hurtaban, adulteraban, cometían sacrilegio, etc.? Jactándose de la ley, con infracción de la ley deshonraban a Dios (Romanos 2.17 al 24). Sin embargo llevaron aquella mujer sorprendida en adulterio y no a su cómplice, el varón que estuvo con ella. Además no se atrevieron a apedrearla desde los de edad avanzada, más cargados de pecados por tener más tiempo de vida, hasta los más jóvenes que acusados por su conciencia, se alejaron avergonzados cuando Jesús dijo, aquel que estuviera sin pecado fuera el primero en lanzar la piedra. En la epístola a los Gálatas encontramos la respuesta. “¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera... Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que por la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes” (Gálatas 3.21 al 22). La desobediencia de ellos tenía un propósito que nos menciona la epístola a los Romanos. “Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos, así también estos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia. Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos” (Romanos 11.30 al 32).


62.3) Ley ceremonial o ritual.


El primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal, la ley añadida ordenaba sacrificios, ofrendas, holocaustos y expiaciones por el pecado, el transgresor quedaba perdonado de su ofensa, pero impune de la ley de muerte, al no ser apedreado cuando transgredía alguno de los diez mandamientos. En el nuevo pacto se pide presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es nuestro culto racional (Romanos 12.1), para Dios somos grato olor de Cristo (2 Corintios 2.14 al 17; Efesios 5.2), sacrificio acepto y agradable a Dios (Filipenses 4.18). Por medio de Jesucristo ofrecemos sacrificio de alabanza, fruto de labios que confiesan su nombre (Hebreos 13.15), como ya se venía recomendando antiguamente (Oseas 14.2).


Cualquier transgresor de la ley, la ley añadida le permitía realizar ciertos ritos, que lo indultaban (perdonar la pena de muerte que tenía impuesta, exceptuarle o eximirle de la ley de muerte), siempre y cuando no fuere sorprendido en el acto mismo, sino que se mantenía como un pecado que se ignoraba, de lo contrario si habían testigos en su contra, era sentenciado a muerte, pero no por un solo testigo (Deuteronomio 17.6; Números 35.30). Por ejemplo, el adulterio que se cometía entre dos personas, una podría testificar contra la otra, pero su testimonio no era válido, aunque significara la muerte para ambos. No obstante, a pesar de la amenaza de muerte para el transgresor que fuere descubierto siempre quedaba otra vez propenso (con inclinación o afecto a lo que es natural a la persona) a cometer el mismo delito, sin protección alguna que le impidiera continuamente ser transgresor. Al respecto, la escritura dice que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra (Romanos 7.4 al 6), a fin de que no sirvamos más al pecado, pues no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia (Romanos 6.6 al 14).


Compare los siguientes pasajes:


Primer pacto:


“Y cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta concluirse, dio órdenes Moisés a los levitas que llevaban el arca del pacto de Jehová, diciendo. Tomad este libro de la ley, y ponedlo al lado del arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y esté allí por testigo contra ti” (Deuteronomio 31.24 al 26).


Nuevo pacto:


“Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (Colosenses 2.14).


El santuario terrenal se componía de dos partes, el lugar santo y el lugar santísimo, uno al lado del otro, de igual manera, aquel libro de la ley escrito por Moisés, fue puesto al lado del arca del pacto; el libro representa de manera simbólica el lugar santo, haciendo referencia a lo ritual de la ley, y el arca del pacto el lugar santísimo manifestado por los diez mandamientos. Jesucristo al abolir lo ritual nos dio acceso a obedecer los diez mandamientos con poder, quitando ese velo de por medio, como dice la escritura. “Porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados” (Romanos 2.13; Santiago 1.22 al 25). Se hace la salvedad de que toda la ley proviene de Dios (Lucas 2.22 al 24), pero Dios mismo al entregarla a su pueblo estableció una diferencia, que analizaremos a continuación. Dios le dio órdenes a Moisés de escribir todo para memoria en un libro (Éxodo 17.14), ahí encontramos hechos históricos del pueblo de Israel, como también seiscientos trece preceptos que guiaban su vida moral, civil y espiritual.


Muchos preceptos fueron transformados en el nuevo pacto o eliminados por completo, ya que eran exclusivos para Israel, limitados en tiempo y espacio (geográficamente), haciendo referencia a la tierra en la cual tomarían posesión (Deuteronomio 4.14, 5.31, 12.1, 31.12 al 13). Atentamente obsérvese el siguiente pasaje y nótese una diferencia entre los mandamientos, ya que unos fueron dados directamente por Dios, mientras que otros fue a través de Moisés, claro está, que todo provenía de Dios: “Y sobre el monte de Sinaí descendiste, y hablaste con ellos desde el cielo, y les diste juicios rectos, leyes verdaderas, y estatutos y mandamientos buenos, y les ordenaste el día de reposo santo para ti, y por mano de Moisés tu siervo les prescribiste mandamientos, estatutos y la ley” (Deuteronomio 4.13 al 14; 2 Reyes 21.8; Nehemías 9.13 al 14). La palabra prescribir es ordenar o adquirir algo con prescripción (con ciertas condiciones y durante un tiempo prefijado). Además es acabarse un plazo, una carga, obligación, deuda o responsabilidad penal por el transcurso del tiempo o al cabo de cierto tiempo. Dios escribió su ley y el resto de ordenanzas por escrito fueron dadas indirectamente por medio de Moisés quien las escribió en un libro (Deuteronomio 31.9), éstas igualmente se iniciaron en el monte Horeb o Sinaí; un ejemplo, entre otros está el siguiente: “Esta es la ley del holocausto, de la ofrenda, del sacrificio por el pecado, del sacrificio por la culpa, de las consagraciones y del sacrificio de paz, la cual mandó Jehová a Moisés en el monte de Sinaí, el día que mandó a los hijos de Israel que ofreciesen sus ofrendas a Jehová, en el desierto de Sinaí” (Levítico 7.37 al 38). Pero este pacto de ordenanzas fue entregado por completo en los campos de Moab (Deuteronomio 29.1; Números 36.13). Ya para el pacto en Horeb o Sinaí, la ley de Moisés empezaba a estar escrita, en el libro de Moisés, aunque inconclusa, y el pueblo se había comprometido desde entonces a cumplir todo lo dicho por Jehová, escrito por Moisés en el libro (Éxodo 24.1 al 8; Hebreos 9.18 al 20). Es entonces en esta ley donde se dice: “Maldito el que no confirmare las palabras de esta ley para hacerlas...” (Deuteronomio 27.26). “Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos. Yo Jehová” (Levítico 18.5). El que no obedecía las celebraciones rituales, todas las festividades, sacrificios y ofrendas, holocaustos y expiaciones por el pecado era maldito. Cristo con un solo sacrificio nos redimió de esta maldición, de manera que si no ejercemos lo ritual ya no somos malditos; en Gálatas se le llama de las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas (Gálatas 3.10 al 14). Y en Efesios dice que aboliendo la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, y mediante la cruz reconcilió con Dios a ambos pueblos en un solo cuerpo, haciendo la paz, por la sangre de Cristo (Efesios 2.12 al 18). Además en la actualidad no cumplimos la ley de apedrear a quienes quebrantan los diez mandamientos.


Cristo es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas (Hebreos 8.6), se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, y con su sangre limpia nuestras conciencias de obras muertas para servir al Dios vivo. “Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador. Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive. De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre” (Hebreos 9.14 al 18). El propósito de la ley de los ritos, inclusive la circuncisión, era esperar a que llegara el tiempo determinado en que Jesucristo vendría a hacer un solo sacrificio, para que por la fe en su sangre fuésemos redimidos del pecado (Gálatas 4.1 al 7). Y quienes estaban en esclavitud bajo los rudimentos del mundo o bajo la ley, sino aquellos que sabiendo hacer lo bueno, infringían la voluntad revelada de Dios, justificándose en el sencillo hecho de presentar un sacrificio, ofrenda, holocausto o expiación por el pecado, para luego regresar a continuar una vida desordenada delante de Dios, pues bajo la ley están todos aquellos que la infringen (1 Timoteo 1.8 al 10). Y en cuanto a los ritos, existieron como tutela, encargándose del amparo, protección o defensa del pueblo hasta la llegada de Cristo, mediante su redención (Romanos 3.19 al 26), siendo ahora Jesús el Mediador del nuevo pacto (Hebreos 12.24).


Ahora bien, aunque toda la ley era de Dios, a una parte de ella se le llama la ley de Moisés. Dios quiso desde un principio establecer cierta distinción de la ley de los diez mandamientos, sobre el resto de leyes, como Jehová dice: “...con tal de que guarden y hagan conforme a todas las cosas que yo les he mandado, y conforme a toda la ley que mi siervo Moisés les mandó” (2 Reyes 21.8), pero el pueblo no obedeció fielmente ni al mandato de Dios ni al mandato de Moisés: “por cuanto no habían atendido a la voz de Jehová su Dios, sino que habían quebrantado su pacto; y todas las cosas que Moisés siervo de Jehová había mandado, no las habían escuchado, ni puesto por obra” (2 Reyes 18.12). El profeta Oseas escribe de Israel: “Está dividido su corazón. Ahora serán hallados culpables; Jehová demolerá sus altares, destruirá sus ídolos” (Oseas 10.2). El profeta Samuel dijo al respecto: “... ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación...” (1 Samuel 15.22 al 23, Oseas 6.6 y Miqueas 6.6 al 9). Por lo tanto la ley de Moisés en su aspecto ritual, nada perfeccionó. Así dice la Escritura: “Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley),...” (Hebreos 7.18 al 19, 8.6 al 7). Así dice Jehová: “Porque no pusieron por obra mis decretos, sino que desecharon mis estatutos y profanaron mis días de reposo, y tras los ídolos de sus padres se les fueron los oJosué Por eso yo también les di estatutos que no eran buenos, y decretos por los cuales no podrían vivir” (Ezequiel 20.24 al 25).


Aún lo ritual que era para perdonar sus ofensas cometidas, lo distorsionaron a tal grado que Dios les dice: “Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré en vuestras asambleas. Y si me ofreciereis vuestros holocaustos y vuestras ofrendas, no los recibiré, ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros animales engordados” (Amós 5.21 al 22). “¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios?” (Isaías 1.11 al 12). Ofrecían para el sacrificio el animal ciego, cojo enfermo o hurtado, profanando el nombre de Dios y su altar (Malaquías 1.6 al 14), habiendo Dios dicho: “No ofrecerás en sacrificio a Jehová tu Dios, buey o cordero en el cual haya falta o alguna cosa mala, pues es abominación a Jehová tu Dios” (Deuteronomio 17.1; Levítico 22.20). Sus manos estaban llenas de crímenes y de maldad, no aceptaban la corrección e indignamente presentaban sus ofrendas, sin arrepentirse de sus hechos, para no volverlos a incurrir, por eso Dios les pide. “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” (Isaías 1.16 al 17).


Jesucristo en su primera venida a la tierra a habitar entre nosotros, lo hizo en carne, como se dice en el evangelio (Juan 1.14), esto significa que el vino en la condición de humano, nacido de mujer (Gálatas 4.4 al 5), desde niño crecía no solo en estatura, sino en sabiduría y en gracia para con Dios y los hombres (Lucas 2.40, 52). Antes de ser entregado, oraba intensamente, y en su agonía por lo que le esperaba, su sudor era como grandes gotas de sangre (Lucas 22.39 al 44). Cuando murió fue traspasado con una lanza en el costado, y al instante salió sangre y agua (Juan 19.33 al 34), sin embargo, hubo quienes negaron esta condición de Cristo, y eran contrarios a él (1 Juan 4.1 al 3). Se infiltraron en la iglesia, pero salieron de la misma, para que se manifestara que no eran parte de la iglesia (1 Juan 2.18 al 19), porque por su incapacidad para dejar el pecado y su esclavitud al mismo, no reconocieron que Jesucristo como humano, de carne y hueso, terminó con el pecado, dejándonos ejemplo para que hagamos lo mismo, haciendo la voluntad del Padre antes que la propia. Éstos son los que en el pasado, defendían la circuncisión en la carne y los ritos, como camino fácil para pretender ser hijos de Dios, sin tener que abstenerse del pecado, así hoy en día muchos quieren aparentar ser cristianos, engañándose a si mismos, manteniendo sus vicios y desórdenes en sus vidas. Nuestra sincera preocupación debe ser, encomendarnos a la dirección de Dios y dejarnos llevar por su Espíritu. “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo” (1 Tesalonicenses 4.7 al 8; 2 Timoteo 1.14), “¿O pensáis que la Escritura dice en vano. El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” (Santiago 4.5).


Según la palabra de Dios, la religión pura y sin mancha, es precisamente guardarse sin mancha del mundo y hacer el bien a los demás (Santiago 1.27), pero si se justifica con alguna práctica, que las personas pierdan el respeto a la fidelidad hacia Dios, porque por la forma de creer en alguna enseñanza, les hace pensar que aunque cometan pecado, son perdonados de su falta, quedando absueltos de la falta, ya sea por haber confesado sus pecados, por decir que abogado tenemos para con el Padre, por hacer creer que lo que interesa es el corazón de las personas, y no lo que suceda externamente, por ser caritativo o muy generoso a nivel económico con la Iglesia, se consiguen indulgencias, entonces se estaría nuevamente en el ritual antiguo abolido por Cristo, en donde en forma similar al pasado, el pecador seguía pecando, justificado en ciertas prácticas rituales que le exoneraban de la culpa, y sin embargo volvía a cometer sus delitos. Un pasaje dice lo siguiente: “Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza; y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido. Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad... Antes bien renunciando a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad...” (2 Corintios 3.12 al 4.2).


62.4) Rito de la circuncisión.


Analicemos el siguiente pasaje: “¿No os dio Moisés la ley, y ninguno de vosotros cumple la ley? ¿Por qué procuráis matarme? Respondió la multitud y dijo: Demonio tienes; ¿quién procura matarte? Jesús respondió y les dijo: Una obra hice, y todos os maravilláis Por cierto, Moisés os dio la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los padres); y en el día de reposo circuncidáis al hombre. Si recibe el hombre la circuncisión en el día de reposo, para que la ley de Moisés no sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque en el día de reposo sané completamente a un hombre?” (Juan 7.19 al 23). Del pasaje anterior se concluye que aunque en aparentaban ser defensores del día de reposo, ya que se enojaron con Jesús, porque había realizado una sanidad en sábado, la verdad es que le daban prioridad y ponían muy en alto la ley de Moisés antes que la ley de Dios (de los diez mandamientos), debido a que cuando un niño cumplía los ocho días de nacido siendo sábado, se le circuncidaba para que la ley de Moisés no fuera quebrantada. Así también guardaban otras partes de la ley, pero dejaban lo más importante de ella, que es la justicia, la misericordia y la fe (Mateo 23.23). De manera que se olvidaban de hacer el bien, reflejado en la sanidad que hizo Jesús a aquel hombre, ya que se opusieron. Entender esta situación es importante para comprender la circuncisión, en su paso o transición del primer pacto al nuevo pacto; y para ello es necesario analizar el siguiente pasaje del capítulo quince de Hechos.


15.1 Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos. Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. 15.2 Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y los ancianos, para tratar esta cuestión... 15.4 Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos... 15.5 Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo. Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés. 15.6 Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. 15.7 Y después de mucha discusión,... 15.22 Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia,... 15.24 Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley, 15.25 nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros... 15.28 Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias. 15.29 Que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréIsaías Pasadlo bien. 15.30 Así, pues, los que fueron enviados descendieron a Antioquía, y reuniendo a la congregación, entregaron la carta; habiendo leído la cual, se regocijaron por la consolación... 16.4 Y al pasar por las ciudades, les entregaban las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las guardasen. 16.5 Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día” (Hechos 15.1 al 16.5).


En el pasaje anterior surge la polémica de la circuncisión y la ley ritual. Esta influencia era muy fuerte entre los judíos (ver versículos del 16.1 al 16.3 de Hechos). En esta disensión, lo principal y esencial para el cristianismo, y que estaba detrás de toda esta discusión, es el respeto a la dignidad del ser humano, indiferentemente de su color, raza, nacionalidad, idioma, etc. Pablo tuvo que luchar fervientemente en lo posterior, a través de todas sus cartas dirigidas a las iglesias, hablando en contra de la ley (ritos y circuncisión), que mantenían la discriminación entre seres humanos. Por lo tanto, dice el cristianismo que ya no hay diferencia entre judío y griego (gentil) (Romanos 10.11 al 13), porque somos uno en Cristo Jesús, linaje de Abraham y herederos según la promesa (Gálatas 3.26 al 29), como escribe Pablo. “Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos” (Colosenses 3.11), porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo (1 Corintios 12.13). La Escritura dice de Jesús. “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios ; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1.11 al 13). Antes de Cristo, el pueblo de Dios era por descendencia, en la carne y sangre. Si a un extranjero se le permitía formar parte del pueblo, para pertenecer al mismo, debía previamente circuncidarse, y comprometerse a guardar los ritos y tradiciones que obligaba la ley (Éxodo 12.48 al 49; Levítico 17.8 al 9, 18.26, 24.22; Números 9.14, 15.14 al 16; Deuteronomio 31.12).


Algunos símbolos del primer pacto fueron transformados en el nuevo pacto. Aquellos que se aferraban a la circuncisión literal y a los ritos no lo comprendieron. Ahora estamos bajo el régimen nuevo del Espíritu, así podríamos citar el ejemplo de la circuncisión en la carne como señal de pertenencia a Dios, y que recibió Abram (padre enaltecido), cuyo nombre fue cambiado por Abraham (padre de una multitud), según la promesa que sería padre de muchedumbre de gentes (Génesis 17.1 al 14). Recibió entonces la promesa del pacto entre Dios, Abraham y su descendencia, por pacto perpetuo, para que fuera Dios de él y de su descendencia, por siempre: “Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado” (Romanos 4.11 al 12), cuya promesa alcanzamos aún en nuestros días, porque su cumplimiento llegó a su plenitud cuando la circuncisión sufrió la transición o paso de lo literal a lo espiritual, alcanzando la bendición a todas las naciones (Génesis 12.3; Gálatas 3.6 al 9), ya que en su simiente, que es Cristo, son benditas todas las naciones (Génesis 22.15 al 18 y 26; Hechos 3.22 al 26), lo que también se le confirmó a Isaac (Génesis 26.3 al 4). En nuestros tiempos la circuncisión en el corazón es una identificación del pueblo de Dios, no de la letra sino del corazón, en espíritu (Romanos 2.28 al 29), porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios (Filipenses 3.3), ya que lo que vale es una nueva creación y la fe que obra por el amor (Gálatas 5.5 al 6, 6.15 al 16), en la circuncisión de Cristo en el cual fuimos circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de nosotros el cuerpo pecaminoso carnal (Colosenses 2.11 al 13), estando muertos en pecados, recibimos vida juntamente con Cristo y por la gracia de Dios somos salvos por medio de la fe, para que nadie se gloríe de que es por la circuncisión en la carne, como herencia familiar o de raza (Efesios 2.4 al 13). La Biblia dice: “Ya que la circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios” (1 Corintios 7.19).


Para confirmar que en el nuevo pacto, los hijos de Dios, no son por la raza ni por la circuncisión en la carne, sino por tener un corazón arrepentido, citaremos lo siguiente: “No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino. En Isaac te será llamada descendencia. Esto es. No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes” (Romanos 9.6 al 8). Es aquí donde interviene Dios para dar un corazón arrepentido a quien él quiere, como también endurecer el corazón al que es rebelde (Romanos 9.9 al 21). Por esto último es que se dice que es por gracia, don o regalo de Dios, para que le demos la honra y gloria a él, porque fue Dios quien hizo la obra, de manera que el ser humano no se jacte, creyendo que puede engendrar o concebir los hijos de Dios, por la circuncisión en el prepucio de los niños, el hacer ritos, por el tipo de raza, cultura o color de la piel. Ya desde tiempos de Moisés se les venía anunciando la circuncisión del corazón. “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?... Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz” (Deuteronomio 10.12 al 16, 30.6). Otro ejemplo está en Jeremías donde se le dice a los de Judá y Jerusalén: “... Arad campo para vosotros, y no sembréis entre espinos. Circuncidaos a Jehová, y quitad el prepucio de vuestro corazón, varones de Judá y moradores de Jerusalén; no sea que mi ira salga como fuego, y se encienda y no haya quien la apague, por la maldad de vuestras obras” (Jeremías 4.3 al 4; Hechos 7.51 al 53).


A raíz de la venida de Jesucristo surge un conflicto entre el Israel en la carne, por raza y el Israel de Dios, el espiritual, cuando Pedro inició la evangelización o predicación a los gentiles, que no eran de la tribu de Judá, ni de ninguna de las restantes once tribus de Israel, él dice: “... Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo” (Hechos 10.28). Lo mismo sucedía con los habitantes de Samaria, cuando Jesús le habló y le pidió agua a una mujer samaritana, se extrañó porque judíos y samaritanos no se trataban entre sí (Juan 4.9). Con esto Jesús dio a entender que él es nuestra paz, entre gentiles y judíos, sin embargo, a pesar de la paz que puso Cristo al morir en la cruz, entre ambos pueblos haciendo uno solo, Pedro tuvo que confrontar a quienes le reclamaban por haber comido y entrado en casa de los que llamaban incircuncisos (Hechos 11.1 al 3). Los que se aferraban a su raza, discriminaban a los demás, manteniendo la circuncisión en la carne, que era por la obra y no por la fe, obligando a circuncidarse, para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo (Gálatas 6.11 al 15). Además mantenían el rito de sacrificios de corderos, negando el sacrificio de Cristo para perdón de pecados, mandando guardar la ley de sacrificios y ofrendas, holocaustos y expiaciones por el pecado, preservando de esta forma el sacerdocio literal y no el sacerdocio de Cristo, contrario a la fe en Jesús y opuesto al nuevo pacto. Ellos se convirtieron en falsos hermanos, introducidos a escondidas, para tratar de regresarlos a la esclavitud de antes (Gálatas 2.3 al 5; Tito 1.10), la Iglesia de los Gálatas se vio influenciada por ellos (Gálatas 3.1 al 5, 4.9). Aún el apóstol Pedro junto con otros, se encontró en tal situación, que Pablo lo resistió cara a cara, porque era de condenar, también en su simulación Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos (Gálatas 2.11 al 21). Bien dice Pablo. “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gálatas 5.1 al 4). La controversia era tan grande que Pablo, después de haber hablado en contra, de la circuncisión en la carne y de la ley de los ritos, se le presionó para que se retractara y al sufrir persecución por poco le dan muerte (Hechos 21.17 al 36). En el concilio de Jerusalén, que encontramos en Hechos capítulo 15, y que se hizo mención al principio del tema que estamos tratando, Pedro dijo: “... Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos” (Hechos 15.7 al 11). También dice la Escritura. “Y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree” (Hechos 13.39). En Cristo Jesús somos justificados, por medio de la fe en su sangre. Antes de Cristo, se consideraba como perrillos a los paganos, como la máxima expresión de insulto hacia ellos, en alusión a que eran tratados como impuros o inmundos. Recibían de esta forma menosprecio y rechazo, en cualquier trato, aún cuando un judío visitaba el mercado para realizar compras, debía purificar con abundante agua sus manos, las legumbres, frutas, verduras y lo que fuera a comer, por aquello que hubiese sido tocado en el mercado por un gentil, para según ellos no contaminarse. Jesucristo con su venida promovió la hermandad, unos con otros, trayendo un cambio de mentalidad y específicamente en ese concepto errado, que provocaba la división, entre seres humanos, hechos a la semejanza de Dios (Génesis 1.26 al 27, 5.1; Santiago 3.9), porque toda persona por el sólo hecho de que Dios halla permitido que exista, es digna de respeto. La Biblia dice que Dios hizo al hombre recto pero ellos se desviaron (Eclesiastés 7.29), también cuando se refiere a su semejanza, entre las razones es que el ser humano es un ser pensante, creativo e inteligente, además de eterno según la promesa de recibir vida eterna, todo aquel que hace la voluntad del Padre y es juzgado como digno del reino de Dios. También la santidad y espiritualidad, en cuanto a una mente que obra el bien, hace que el ser humano, esté dotado de semejanza con Dios.


La palabra de Dios dice: “Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que seria heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros... por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro” (Romanos 4.13 al 24). Además agrega: “Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17.31). En el obedecer los mandamientos de Dios es donde se reconoce o identifica realmente un pueblo como pueblo de Dios, no de palabras sino de hechos, porque se actúa con la fe que tuvo Abraham, Isaac y Jacob. Es necesario cuidar y vigilar la obediencia a los mandamientos, cumpliéndolos con el amor que inculca el nuevo pacto, ya no en la letra, por obligación sino por amor. La promesa que recibió Abraham el padre de la fe, fue por su obediencia para con Dios (Génesis 26.5), con la misma fe y obediencia es necesario que la Iglesia sea fiel a Dios, como dice Santiago: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá. Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras... ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Santiago 2.17 al 26). Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia, porque sus obras eran conforme a las que Dios pedía, porque se pueden hacer muchas obras que aparentan buena intención y si éstas no son realmente el deseo o voluntad de Dios, en vano se hace porque no es legítimamente lo que Dios quiere. Esta obediencia implica las obras de las que Dios se agrada, porque hay que saber diferenciar entre las obras de los diez mandamientos, las obras rituales, las de la carne, las obras benéficas o de caridad, las lucrativas, las de las tradiciones, las obras de indulgencia, entre otras. Por este motivo, se toma en cuenta las verdaderas obras de Dios que realice en vida la persona, sin embargo, si hizo lo malo, una vez que muera, por más obras de justicia que hagan otras personas en favor de quien murió, ya es tarde, porque cada quien dará cuenta a Dios de lo realizado en vida y de sus propias obras (Job 34.11; Salmos 62.12; Mateo 16.27; 1 Pedro 1.17; Apocalipsis 2.23), así afirma la Escritura. “Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17.10).


62.5) Sábados ceremoniales o rituales.


Los sábados ceremoniales o rituales fueron siete días al año en diferentes fechas y no necesariamente concordaban con el séptimo día de la semana, porque se basaban en fechas, por lo tanto se le llamaban sábados o días de reposo ceremoniales o rituales. En estos días no se permitía trabajar o realizar cualquier labor personal, ajenas a las ceremonias establecidas en esa fecha (Levítico 23.4 al 44), aunque se diera en otro día de la semana, que no fuera el séptimo y que en algunas ocasiones se celebraba juntamente con el sábado semanal, ya que en ese día se daba la fecha. A través del profeta Oseas, Jehová dice: “Haré cesar todo su gozo, sus fiestas, sus nuevas lunas y sus días de reposo, y todas sus festividades” (Oseas 2.11). Nótese en el pasaje anterior como Dios le llama: “sus”, haciéndolo propias de ellos (el pueblo) y ya no pertenencia de Dios, por ejemplo, hemos visto como algunos distorsionaban la voluntad de Dios, alterando el mandamiento, que encontramos al llevar la ofrenda a Dios, con pan inmundo, con animal ciego, cojo, enfermo o hurtado. Comparemos esto con Abel, que presentaba una ofrenda, conforme a lo que Dios pide (símbolo de lo que es verdadero, conforme a la Escritura y su fiel interpretación) y con Caín y su ofrenda (símbolo de la palabra adulterada, contrario a la voluntad de Dios). “Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ella. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín. ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él. Y dijo Caín a su hermano Abel. Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató” (Génesis 4.3 al 8). Aquí hay un claro ejemplo, de como Caín trató de distorsionar la voluntad de Dios, tanto él como su ofrenda no fue del agrado de Dios, aunque era del fruto de la tierra, mientras que la de Abel era de lo primogénito de las ovejas. La consecuencia fue quebrantar la ley de Dios, Caín mató a su hermano Abel, porque aunque la ley no estaba escrita, se transmitía oralmente de unos a otros, de ahí que los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová (Génesis 4.26). Quienes hacían la voluntad de Dios, que eran llamados hijos de Dios se mezclaron con las hijas de los hombres que eran paganos (Génesis 6.1 al 7), pero algunos se preservaron rectos y justos ante Dios, como Noé (Génesis 6.8 al 9), quien anduvo en el camino de Dios, y halló gracia ante los ojos de él, haciendo su voluntad, al igual como lo hizo Enoc (Génesis 5.22), el cual sufrió persecución e iba a ser muerto y fue llevado a otro lugar para salvar su vida (Hebreos 11.5), a diferencia de Abel, que aunque murió, pero ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo (Hebreos 11.4). También hubieron otros justos como el caso de Abraham, entre otros, que eran obedientes a Dios, a pesar de que aún no se habían recibido los mandamientos por escrito, por ser mucho antes que Moisés, solamente se transmitían oralmente.


También a través del profeta Isaías, Dios dice: “No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas” (Isaías 1.13 al 14). Ambos profetas eran contemporáneos, Oseas en el reino del norte (Israel) e Isaías en Judá, y por medio de los dos habló Dios en contra de los sábados rituales al igual que de otras fiestas solemnes rituales como las lunas nuevas. Su cumplimiento llegó a su tiempo, como profetizó Daniel, al decir que se quitaría la vida al Mesías, que sabemos que es Cristo, a la mitad de la semana, haciendo cesar el sacrificio y la ofrenda, además hace mención de la abominación desoladora, de la destrucción de la ciudad y el santuario (Daniel 9.26 al 27). Si los sábados rituales también fueron abolidos en la muerte de Jesucristo en la cruz, al igual que el resto de la ley ritual, entonces bien dice el apóstol Pablo. “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo” (Colosenses 2.16), y en Hebreos dice: “Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas” (Hebreos 9.9 al 10).


En Levítico capítulo veintitrés nos explica la situación de las fiestas solemnes y sus fechas, inclusive los sábados rituales. Es necesario hacer mención textual, de todos estos pasajes bíblicos, con respecto a los días que eran sábados rituales, para aclarar diversos aspectos referentes a ellos, en cuanto a sus ceremonias, y que no se podían trabajar, por ejemplo, los días quince y veintiuno de nisán, como comúnmente se hace del primero al sexto día de todas las semanas del año. Por eso es que también se le llamaban sábados, al igual que el séptimo día de cada semana del año. Hay que hacer la salvedad, que en el sábado semanal, no se realizaban estas ceremonias rituales, excepto las acostumbradas en el holocausto continuo, que se realizan todos los días del año, continuamente, sin faltar uno (Números 28.1 al 10), pero se le agregaban algunas, cuando además de ser sábado semanal, concordaba con alguna fecha que fuese sábado ritual, ó que fuese luna nueva, comienzo de mes (Números 28.11 al 15; 1 Samuel 20.18 al 29).


El primero y segundo día de reposo ritual, se encuentra en la fiesta solemne de Jehová, de los panes sin levadura, el día quince del primer mes del año bíblico o judío y el día veintiuno, que no caían necesariamente el séptimo día de la semana, sino cualquier día, ya que eran por fechas Éxodo 12.15 al 18, 23.15; Levítico 23.4 al 8; Números 28.17 al 25; Deuteronomio 16.1 al 8.


El tercer día de reposo ritual, se encuentra en la fiesta solemne de Jehová de la ofrenda mecida, Levítico 23.15 al 21.


El cuarto día de reposo ritual, se encuentra en la fiesta solemne de Jehová de las trompetas, Levítico 23.23 al 25; Números 29.1 al 6.


El quinto día de reposo ritual, se encuentra en la fiesta solemne de Jehová del día de expiación, Levítico 16.29 al 34, 23.26 al 32; Números 29.7 al 11.


El sexto y séptimo día de reposo ritual, se encuentra en la fiesta solemne de Jehová de los tabernáculos, Levítico 23.33 al 43; Números 29.12 al 16, 35 al 38.


Estas fiestas comenzaban en nisán (primer mes), que es entre marzo y abril, luego seguía otra en siván (tercer mes), entre mayo y junio, y posteriormente las últimas cuatro fiestas en etanín o tishri (séptimo mes), entre setiembre y octubre. Hay que recordar que el calendario bíblico es lunar (Salmos 104.19), que es el que ha mantenido el pueblo judío. Comparándolo con el calendario nuestro, que es solar, cada luna nueva, que en el calendario lunar sería comienzo de mes, en el nuestro por lo general, estaríamos a mediados o pasados de medio mes.


A continuación se presenta el nombre de los meses con algunas citas bíblicas y se compara con los meses de la actualidad.


Comparación de meses

*1) Éxodo 12.1 al 6, Nehemías 2.1 y Ester 3.7, *2) 1 Reyes 6.1, *3) Ester 8.9, *4) Ezequiel 8.14, *6) Nehemías 6.15, *8) 1 Reyes 6.38, *9) Zacarías 7.1, *10) Ester 2.16, *11) Zacarías 1.7 y *12) Ester 3.7.


62.6) Significado de las fiestas en el Nuevo Pacto.


El significado y sentido espiritual de las fiestas en el nuevo pacto y su cumplimiento en Cristo, podemos entenderlo a través de la trayectoria histórica del Pueblo de Dios, ya que la misma contempla la experiencia de presenciar las diversas manifestaciones del Padre, especialmente en los últimos tiempos que nos ha hablado a través de la obra magnífica de su Hijo, por medio de su testimonio (Hebreos 1.1 al 4). Así la esencia misma que nos sustenta, hasta lograr que alcancemos el más profundo de su conocimiento, descubriendo y haciendo visible en nosotros, la sabiduría pura y auténtica del servicio a Dios, está en escuchar a Dios y obedecer, para recibir la guía de su Espíritu (Hechos 5.32). Con el único interés de ser fiel a la voz de Dios, para ser libres en su dedicación y gozo perpetuo, como lo hizo Jesucristo, según su ejemplo. Jesús dijo: “... Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él...” (Juan 7.37 al 39).


La libertad que hemos recibido en Cristo en el nuevo pacto, no implica que estemos exceptuados de reglas por completo, que se dieron en el primer pacto, ya que es importante la demostración a través de actos, de la sujeción al mandamiento y autoridad de Dios. Porque no se puede pretender completa rectitud si no se tienen reglas a seguir. Practicar la justicia implica obedecer los mandamientos (Salmos 119.172). Sin embargo, hay que distinguir aquel sentido literal y su significado en lo espiritual, especialmente cuando en el nuevo pacto alcanza su plenitud y cumplimiento en Cristo. Por ejemplo, el profeta Samuel hace una comparación entre los holocaustos y la intención de la persona en obedecer a las palabras de Dios (1 Samuel 15.17 al 26). Equilibra las obras con el espíritu (tendencia o intención) al ejercerlas, reflejando aquello en su autenticidad o fraudulencia, según la predisposición o ánimo para hacerlas, y de acuerdo con lo que es propenso o inclinado en lo oculto del corazón (mente). Pone en evidencia la relación entre lo literal y lo espiritual, lo que es palpable y visible, representado en lo material, frente a la fe, manifestada en la sujeción completa y sincera a la voz y el llamado de Dios. No se trata de hacer las cosas como para ser visto, o para mantener una apariencia y prestigio que en el fondo no es verdadero. Tampoco se trata de hacerlo por cumplir meramente con las disposiciones establecidas, o porque delante de Dios no hay forma de evadirlas y seguir impune por ello. Queda muy claro, en este pasaje citado, que el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros (Salmos 51.17; Romanos 12.1).


Las fiestas literales en el primer pacto, tienen un significado espiritual y un cumplimiento en Cristo, de cada una de ellas en el nuevo pacto. Cuando quemaban los holocaustos y presenciaban el humo y fragancia que subía a los cielos, se grababa en sus mentes aquella señal literal, que permitía un contacto visible entre lo alto y ellos. Pero el amor perfecto que nos debe mover a servir a Dios en la actualidad, no debe estar cimentado en el ver señales para creer (1 Corintios 1.22 al 24), ya que esto se considera como incredulidad o desconfianza, limitando la sujeción al llamado de Dios y condicionándolo al criterio personal del ser humano. No es lo que nos parece sino el propósito de Dios el que debe imperar. Todas las fiestas y su entorno en las actividades ceremoniales, vestimentas, comidas y bebidas, purificaciones y ordenanzas rituales, eran un símbolo para el tiempo presente, obligadas hasta el tiempo prefijado de reformar, esa transición entre lo literal y espiritual (Hebreos 9.9 al 15).


La madurez en el conocimiento no está en la letra misma, sino en el discernimiento de ella. Es de mucho cuidado no saber diferenciar lo que era sombra o prototipo de lo que había de venir, porque se pierde la idea principal, propósito plasmado en el cuerpo de Cristo (Colosenses 2.14 al 17). Pablo advierte de algunos que querían someterlos a esclavitud, rechazando la libertad en Cristo Jesús (Gálatas 2.3 al 5). Aclara que el ser humano no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de y en Jesucristo (Gálatas 2.16). Otro pasaje se refiere a la fe de Jesucristo de la siguiente manera: “... Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego. He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Hebreos 10.5 al 10). Es tan delicada la situación, de quitarle al Señor la preeminencia que merece, ante lo que era figura o símbolo, que Pablo exclama y llama a los Gálatas de insensatos, fascinados para no obedecer a la verdad, a quienes Cristo ya había sido presentado como crucificado (Gálatas 3.1 al 5). Y la sentencia es dura contra aquellos que se desviaron y se desligaron de Cristo, manteniendo la circuncisión literal en la carne, cayendo de la gracia, estorbando y perturbando la verdad de Dios (Gálatas 5.1 al 13), ya que no entendieron que en el Nuevo Pacto, la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra (Hechos 7.51; Romanos 2.29). También lamenta que haya trabajado en vano con aquellos que se volvieron a guardar los días, los meses, los tiempos y los años (Gálatas 4.10 al 11), como se hacía con las fiestas rituales. De que sirve pretender agradar a Dios dedicando las fiestas del primer pacto, si se le desagrada practicando en lo literal actividades que opaca y pierde el verdadero sentido principal y espiritual, del significado de aquellas fiestas. Ya que en el nuevo pacto el simbolismo del primero es transformado a lo espiritual, recibiendo Cristo la relevancia e importancia, conforme a la voluntad determinada del Padre (Hechos 3.22 al 26). Por ello en una ocasión se le llama pacto perpetuo, a la circuncisión en la carne (Génesis 17. 12 al 13), pero en el tiempo presente, es revelado claramente al pueblo de Dios, que recibimos la circuncisión de Cristo, al echar de nosotros el cuerpo pecaminoso carnal (Colosenses 2.11). Así también con las conmemoraciones de las fiestas rituales, por las cuales nadie puede juzgarnos al no celebrarlas (Colosenses 2.16).


Cuando la Escrituras se refiere a perpetuidad, en los siguientes casos: Al día de la pascua como fiesta solemne y estatuto perpetuo (Éxodo 12.14). A la fiesta de los panes sin levadura, por costumbre perpetua (Éxodo 12.17). El aceite puro, para hacer arder continuamente las lámparas, en el tabernáculo de reunión, como estatuto perpetuo (Éxodo 27.20 al 21). Las vestiduras para servir en el santuario, establecidas como estatuto perpetuo (Éxodo 28.40 al 43). El rito de purificarse con agua, de ceñirse el cinturón, vestiduras, la mitra y tiara sobre sus cabezas, para identificar el sacerdocio por derecho perpetuo (Éxodo 29.4 al 9). La ofrenda elevada de los sacrificios de paz, por estatuto perpetuo (Éxodo 29.27 al 28). Encender las lámparas y quemar incienso, como rito perpetuo (Éxodo 30.7 al 8). La fuente con agua para lavarse las manos y los pies, al entrar al tabernáculo de reunión, como estatuto perpetuo para ministrar (Éxodo 30.17 al 21). La unción con aceite por sacerdocio perpetuo (Éxodo 40.9 al 15). El día de expiación una vez al año, para limpieza de todos los pecados, por estatuto perpetuo (Levítico 16.29 al 34, 23.26 al 32). La fiesta de los tabernáculos, por estatuto perpetuo (Levítico 23.41 al 43). El tocar las trompetas, por estatuto perpetuo (Números 10.8). La presentación de ofrenda encendida en olor grato a Jehová, por estatuto perpetuo (Números 15. 13 al 15). Todo esto, en su perpetuidad, representa un simbolismo y un significado de mucha importancia e indispensable para el conocimiento del creyente en el nuevo pacto.


La perpetuidad tiene un gran entendimiento de lo literal o ritual a lo espiritual, para adquirir la verdad de Dios prefijada en la dispensación de la gracia. Llegado una vez, el cumplimiento del tiempo y el nacimiento de Jesús a través de una mujer, siendo ahora hijos y no esclavos, pasando de los rudimentos, a la redención y heredad por medio de Cristo (Gálatas 4.1 al 7). De manera que la ley, en el primer pacto, fue nuestro ayo, encargada de la crianza o educación, para llevarnos a Cristo, pero una vez presente el Señor, ya no estamos bajo ese ayo, sino por la fe en Cristo Jesús somos bautizados y de él estamos revestidos (Gálatas 3.23 al 27). Siendo el propósito final y el término de la ley ritual, la llegada de Cristo (Romanos 10.4), a quien la Escritura le llama el consumador de la fe (Hebreos 12.2), concluyendo así, la línea perfecta, trazada y planeada por el Padre, dando cumplimiento con todos los requerimientos establecidos en el plan de Dios y continuando su perpetuidad a través de Cristo.


En cuanto a la pascua Cristo vino a ser el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1.29), con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo (1 Pedro 1.19 al 20; Apocalipsis 13.8), entonces la sangre derramada ritualmente en el primer pacto, simbolizaba el sacrificio de Cristo en la cruz y su redención. Comer la carne asada al fuego, panes sin levadura y con hierbas amargas, también tienen su simbolismo. Las hierbas amargas son los sufrimientos de Cristo y de sus seguidores, aquellos que obedecen y se han ejercitado en el discernimiento del bien y del Malaquías (Hebreos 5.7 al 9, 14). Comer la carne es participar de la cena del Señor, alimentándose de la palabra de Dios, continuamente y llenándose de ella, distinguiendo a Cristo como el pan vivo que descendió del cielo, y viviendo dignamente, comiendo la carne y bebiendo la sangre de Cristo, que está en la palabra de Dios (Juan 6.47 al 58).


Pablo al analizar el caso de algunos que se reunían dentro de la Iglesia, pero que no captaban el mensaje de la palabra, mostrando desobediencia, hace una comparación al decir que un poco de levadura leuda toda la masa (Gálatas 5.9). Esto lo relaciona, en su simbolismo, con el primer pacto, explicando que la levadura es la malicia y maldad, por otra parte, los panes sin levadura son la sinceridad y verdad, por lo tanto en el nuevo pacto celebrar la fiesta, no es practicar literalmente un ritual, sino el vivir diariamente, consciente de asimilar la enseñanza de la Iglesia y ponerla por obra (1 Corintios 5.6 al 8). Jesús hace ver que los seres humanos también son ese pan con o sin levadura, ya que quienes tienen levadura, están con la palabra alterada en sus corazones, refiriéndose a la doctrina de los fariseos y saduceos (Mateo 16.6 al 12).


Cuando celebraron la primera pascua la orden era salir de Egipto, para servir a Dios, de manera que Egipto simboliza el pecado, y el alejamiento del mismo, es necesario, para acercarse más a Dios, consagrarse y santificarse para él. Hay que abandonar el pasado y ser nuevas criaturas, en un sentido espiritual y no como lo entendió Nicodemo, en un sentido literal (Juan 3.3 al 6). Al igual la levadura representa pecado y nosotros debemos estar separados de esa vieja levadura, en donde Cristo nos ha redimido de los pecados pasados, por medio de la fe en su sangre, a través de la gracia y de manifestar en este tiempo la justicia de Dios (Romanos 3.24 al 26). Así como el pueblo de Dios fue esclavo en Egipto, en la actualidad hemos sido libertados de la esclavitud de pecado, transitando por un desierto espiritual, en el que no debemos desmayar, ni mirar atrás. Ni aún recordar lo que quedó en Egipto. Y en momentos de aparente sequía, recordar que Jesús nos ofrece siempre, del agua viva, que será en nosotros una fuente de agua que salte para vida eterna (Juan 4.10 al 14). Entonces, la fiesta espiritual, es la vida diaria en comunión y verdadera armonía con los hermanos, participando de comidas fraternales, que es el partimiento del pan, comiendo juntos con alegría y sencillez de corazón, cada día, sin distingo de fechas o de fiestas antiguas, porque es una fiesta permanente; y en lo espiritual, alimentándose de la mesa del Señor, que es dar y recibir la palabra de Dios, perseverando unánimes, demostrando con acciones la obra de Dios en sus vidas (Hechos 2.43 al 47, 4.32 al 35). Jesús dijo que los verdaderos adoradores adorarían al Padre en espíritu y en verdad (Juan 4.21 al 26).


Al relacionar el simbolismo del primer pacto con el nuevo, en la parábola de Jesús, refiriéndose al reino de los cielos, comparado con diez vírgenes, encontramos que el aceite puro es la unción del Espíritu (Salmos 89.20), en aquellas personas preparadas, que esperan al Señor, en forma constante y permanente (Mateo 25.1 al 13). Las lámparas representan la palabra (Salmos 119.105) y con la unción del Espíritu se logra el discernimiento de ella. También Jesús dijo que la lámpara del cuerpo es el ojo (Mateo 6.22 al 23), mencionando que si el ojo es bueno, todo el cuerpo está lleno de luz. Por otra parte Jesús nos llama la luz del mundo y que todos vean en nosotros, las buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos (Mateo 5.14 al 16). Por lo tanto, las lámparas son las personas que retienen la palabra de Dios con la unción del Espíritu, son aquellos siervos vigilantes, que tienen ceñidos sus lomos y sus lámparas encendidas, preparados, velando y esperando la venida del Señor (Lucas 12.35 al 40, Apocalipsis 2.5), en forma continua y permanente.


En cuanto a las vestiduras, la Escritura dice que nos vistamos las armas de la luz, sin glotonerías y borracheras, sin lujurias y lascivias, sin contiendas y envidias, vestidos del Señor Jesucristo, no proveyendo para los deseos de la carne (Romanos 13.12 al 14; Apocalipsis 7.13 al 14). Vestidos del nuevo hombre, en la justicia y santidad de la verdad (Efesios 4.24), de toda la armadura de Dios (Efesios 6.11), ceñidos nuestros lomos con la verdad, vestidos con la coraza de justicia y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz (Lucas 15.22; Efesios 6.14 al 15). Tomando el escudo de la fe, el yelmo (parte de la armadura que protege la cabeza y el rostro) de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios (Efesios 6.16 al 17; 1 Tesalonicenses 5.8). Vestidos de misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre, paciencia y por sobre todo vestidos de amor, que es el vínculo perfecto (Colosenses 3.12 al 14). Las vestiduras de lino fino significan las acciones justas de los santos (Apocalipsis 19.8).


Con respecto a la purificación con agua, dice la Biblia que “... Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra” (Efesios 5.25 al 26; Hebreos 10.19 al 22). Cristo efectuó la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo (Hebreos 1.3), a través de su sangre nos limpia nuestras conciencias de obras muertas, para servir a Dios (Hebreos 9.14; 1 Juan 1.7). El bautismo en agua sirve para testimonio de nuestra aspiración de una buena conciencia hacia Dios, ya que este bautismo no quita las inmundicias de la carne (1 Pedro 3.21). Pero Cristo que padeció en la carne, terminó con el pecado, dejándonos ejemplo, para que sigamos sus pasos, con el mismo pensamiento y no vivir más conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios (1 Pedro 2.21 al 24, 4.1 al 2). Por la fe en Cristo Jesús, somos bautizados en Cristo y de Cristo estamos revestidos (Gálatas 3.26 al 27), de manera que son purificados por la fe nuestros corazones (Hechos 15.8 al 9). Y somos limpios por la palabra de Dios (Juan 15.3, 13.10 al 11; Hechos 10.15, 28, 34 al 36, 43 al 44, 11.1, 9, 14 al 18).


En cuanto al día de Expiación, así como en el primer pacto, fueron purificadas las figuras de las cosas celestiales y había un santuario, figura del verdadero, Cristo entró en el cielo mismo para presentarse por nosotros ante Dios, haciendo un solo sacrificio de sí mismo, para quitar de en medio el pecado (Hebreos 9.23 al 26, 10.12, 10.19 al 20). Y según el modelo que tomamos de Cristo, de igual forma nosotros tenemos que llevar una vida diaria en sacrificio vivo, con nuestros hechos, agradables delante de Dios, presentando nuestros cuerpos, santos, que es nuestro culto racional (Romanos 12.1). Textualmente dice la palabra. “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios” (Hebreos 13.15 al 16). Cristo se entregó a sí mismo por nosotros, como ofrenda y sacrificio a Dios, en olor fragante, así también hay que andar en amor (Efesios 5.2). Tenemos que ser espiritualmente, olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios (Filipenses 4.18), derramando nuestras vidas en libación sobre el sacrificio y servicio de nuestra fe (Filipenses 2.17). La Biblia dice: “... Edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2.5). De manera que hay libertad para entrar al lugar Santísimo, por medio de la sangre de Jesucristo (Hebreos 10.19 al 20). Ya que el Señor Jesús es el puente, como gran sumo sacerdote, entre el Padre y los seres humanos (Hebreos 4.14 al 15), hecho más sublime que los cielos (Hebreos 7.26 al 27). Lo anterior, como menciona la Biblia, nos permite acercarnos confiadamente al trono de la gracia, hallando misericordia para el necesario auxilio (Hebreos 4.16). Un ejemplo claro de literal a espiritual lo encontramos en Levítico 16.5 al 22 en cuanto a lo literal y en Isaías 38.17, 53.6 y 2 Corintios 5.21 en lo espiritual.


El incienso significa las oraciones de los santos (Apocalipsis 5.8, 8.4), como se refiere el Salmo: “Jehová, a ti he clamado; apresúrate a mí; escucha mi voz cuando te invocare. Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde” (Salmos 141.1 al 2).


Y por último, la fiesta de los tabernáculos, representaba el abrigo de Dios, símbolo de la protección o comunión, a través del reino espiritual de Cristo, siendo Cristo el verdadero Tabernáculo, además anunciaba el reinado del Justo Mesías (Hebreos 8.1 al 6, 9.11). Las trompetas significan anunciar el evangelio y predicar la palabra de Dios, como lo hacen los mensajeros de Dios, a toda nación, tribu, lengua y pueblo. No con el sonido literal de la trompeta que se dio en el monte Sinaí (Hebreos 12.18 al 19), tan fuerte que el pueblo se estremeció (Éxodo 19.16, 19), sino con temor y reverencia a la trompeta de Dios, espiritual, que está en su palabra, a través de las Escrituras, que manifiestan su autoridad y cumplimiento de su voluntad. Así como con su voz conmoverá, no solamente la tierra, sino también el cielo, a la venida del Señor, en cumplimiento de su palabra (1 Tesalonicenses 4.16), con voz de arcángel y con trompeta de Dios. Porque en ese día se anunciará la resurrección de los muertos, a la final trompeta, ya que dice que se tocará la trompeta (1 Corintios 15.52), se da a entender la importancia tan grande que tiene aquel simbolismo literal y su significado con lo celestial, para comprender su cumplimiento en Cristo (Hebreos 12.22 al 29), para que en todo tenga él la preeminencia. En él está la causa o propósito por que existen todas las cosas, siendo la imagen de Dios Padre y el primogénito de la creación, debido a que por medio de él y para él fue creado todo, por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud (Colosenses 1.15 al 20; Hebreos 1.2). La fiesta antigua, conocida como el Pentecostés, representa para el nuevo pacto el derramamiento del Espíritu Santo (Hechos 2.1 al 4), pasando de lo literal a lo espiritual y de igual forma, las primicias de los primeros frutos, significa la resurrección de Jesucristo (1 Corintios 15.23).


Hay muchos pasajes en el primer pacto, que el nuevo pacto los explica y se complementan, ya que en el nuevo tienen aplicación espiritual. En otras palabras, hay ocasiones en que se requiere de ambos pactos, para entender el significado o propósito de algún pasaje, de cualquiera de los dos pactos, así para la comprensión se ayudan mutuamente. La ley ritual o ceremonial, incluida en las fiestas sagradas no son la excepción (Levítico 23.37; Números 10.10), todo esto tuvo su cumplimiento en Cristo (Hebreos 9.28 al 10.18). La culminación de dichas fiestas, de los sábados rituales o ceremoniales y de las nuevas lunas, fue profetizada en Oseas 2.11 y confirmada en el nuevo pacto en Efesios 2.15 y Colosenses 2.14 al 17. En Romanos 10.4, establece a Cristo como el fin de la ley ritual, tanto como propósito y como finalización. Entiéndase por abolir, el anular o dejar sin fuerza ni vigencia, un precepto o costumbre y el anular o dar por nulo, como invalidar o desautorizar. La ley ceremonial y las fiestas sagradas están íntimamente ligadas y se relacionan entre sí, por lo tanto, no tenemos que reunirnos a celebrar o conmemorar algo que ya Cristo abolió y anuló con su muerte en la cruz, él es el centro y cumplimiento de la ley y de la profecía.


63) Predestinación.


Dios ha predestinado a muchas personas para una determinada misión o para la salvación (Jeremías 1.5), por ejemplo Juan el Bautista (Lucas 1.15). Fuimos escogidos antes de la fundación del mundo, predestinados conforme al propósito (Efesios 1.4, 11). En el caso de Jacob y Esaú desde antes que nacieran el Señor decidió el futuro de ellos y sus descendientes (Romanos 9.11 al 16), también utilizó a faraón según su propósito (Éxodo 7.3; Romanos 9.17). La Escritura dice además que el deseo de él es que todos los hombres sean salvos (1 Timoteo 2.4), y que no hace acepción de personas en este sentido (Juan 3.16 al 18; Hechos 10.34). Muchos acontecimientos fueron formados en la mente de Dios previamente, otros sucedieron porque él lo permitió. Actualmente todo lo malo que acontece, no es que Dios lo aprueba y se goza en ello, pero es parte del acontecer diario, de algún modo él lo permite. Aunque seamos escogidos, tenemos que esforzarnos por la salvación (Mateo 24.13), entre otras cosas sufrir persecución (Mateo 5.10 al 12). Hay muchos pasajes en los cuales se demuestra también que somos seres pensantes (Deuteronomio 30.19; Eclesiastés 7.29, 11.9; Isaías 1.19 al 20; Marcos 16.16; 1 Corintios 10.12; 1 Timoteo 2.4). En todo caso nadie puede cuestionar al Todopoderoso por lo que hace o deja de hacer, él es soberano.


En vistas del mal empleo que se le hace a la creencia del libre albedrío, que a degenerado a tal grado que cada quien actúa como bien le parezca, sin responsabilidad alguna, sino con base en la libertad que según la persona cree tener para elegir y así conducirse, incurriendo en el libertinaje, se aclara lo siguiente: Es nuestro sentir de parte de Dios, confiando en la fe, el entendimiento y la gracia recibida, que se ha escrito lo que hasta ahora confiamos sea verdadero en cuanto a la predestinación, a pesar de que la mayoría de personas no les parezca de la misma manera, dado el entendimiento generalizado que existe en relación a este tema.


Teniendo en cuenta que Dios Padre es el mismo de ayer, hoy y siempre, y que no tiene sombra de variación, habiendo determinado un plan para rescatar lo que se propuso de lo que se había perdido, vemos en Efesios 1.3 al 14 el relato a través de Pablo, que hace notorio en los versículos 3 y 4 como Dios bendijo en los lugares celestiales en Cristo a los suyos, según su escogencia antes que el mundo fuese fundado, para que fuésemos (obsérvese el verbo en futuro) santos y sin mancha delante de él. El versículo 5 continúa afirmando y determinando como mediante el amor predestina para ser adoptados como hijos suyos, por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad. Obsérvese como en el versículo 9, Dios por su beneplácito nos da a conocer el misterio de su voluntad, lo que se había propuesto en sí mismo, y con ello reunir en Cristo Jesús en la dispensación de los tiempos, haciéndonos herederos conforme al propósito y designio de su voluntad, después de oír la palabra y creer, para ser sellados por el Espíritu Santo de la promesa.


Además en la carta a los Romanos, Pablo menciona el tema en el capítulo 8, versículos 28 al 39, y se puede observar que empieza el análisis con respecto a los que aman a Dios, a los que conforme al propósito de él son llamados. En el versículo 29 y 30, hace notorio su plan bajo un proceso, partiendo de que los que antes conoció, también los predestinó, para que fuesen hechos conforme la imagen de su hijo (Cristo), para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y continúa diciendo que a los que predestinó, llamó (y no a otros), dado que a los que llamó los justificó, y a los que justificó también glorificó. Siendo la razón por la que Pablo menciona que nada nos puede separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús. Lo anterior lo presenta en un ciclo concluido y en forma plural, mientras que al momento solo hay uno glorificado, a saber Jesús (Juan 17.5).


Ese ciclo se viene a cumplir en nosotros a partir del llamamiento, en el capítulo 2.1 de la carta a los Efesios, encontramos como Dios nos da vida, ya que estábamos muertos en delitos y pecados, y el versículo 5 nos aclara que esa vida la recibimos juntamente con Cristo conforme a su Gracia, porque por gracia somos salvos, por medio de la fe, no siendo esto de parte de nosotros, pues es don de Dios. De manera que somos hechura suya, creados en Cristo para hacer buenas obras, que había preparado de antes para que anduviésemos en ellas. Pedro también bajo la misma unción del Espíritu Santo, declara en la primera carta en el capítulo 1.13 en adelante, que es bueno esperar en entendimiento y sobriedad hasta que Cristo sea manifestado, pero eso sí, en santidad, como hijos obedientes, sabiendo que fuimos rescatados por la sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha, ya destinado (o predestinado), desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en su debido momento, según el cumplimiento de la profecía. En el capítulo 15.16 del evangelio de Juan, también Jesucristo menciona en cuanto a la elección, que no fuimos nosotros los que decidimos acercarnos a él, sino que él fue el que nos eligió para que fuéramos dando frutos y que estos permanezcan.


Concluyendo Pablo en la carta a los Romanos 9.2, retoma el tema y en gran manera lo define detallándolo con ejemplo. Podemos observar como empieza la narración, denotando su situación de tristeza por causa de su simiente, al verla separada de Cristo puesto que no le aceptaron, pese a que ellos son los elegidos, primeramente porque son los descendientes directos de Abraham, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas, siendo además la misma simiente de Cristo. Sin embargo, hace la aclaración conforme a la unción del Espíritu de que no es que la palabra haya fallado. Sino, para que se cumpla el propósito de Dios, ya que no por descender de Israel son israelitas, o porque desciendan de Abraham son todos hijos, ya que impera el propósito de Dios, en el que determina que no son los nacidos de la carne los hijos de Dios, sino según la promesa (Juan 1.12 al 13). Lo cual él determinó, de acuerdo con su voluntad desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1.4), destacado con los ejemplos de Romanos 9.11 al 12 y Gálatas 1.15, que se presenta claramente y que no es ninguna excepción o casualidad, porque dice que como está escrito, a Jacob amó más a Esaú aborreció (Génesis 25.23).


Pablo por la dirección del Espíritu trata de explicarlo de esta otra manera, ya que parece injusto que reclame a uno y aborrezca al otro, no obstante, aclara que de ninguna manera puede haber injusticia, sino que teniendo él la potestad desde tiempos atrás, él lo había mencionado a Moisés de ésta manera, teniendo misericordia del que él tendría misericordia y compadeciéndose del que él se compadezca. ¿Dónde queda la libertad de elegir para el hombre? Queda excluida, en Romanos 9.16 así lo aclara. Y para tratar de remachar o cerrar toda conjetura, da el versículo 19 donde determina que nadie puede resistir a su voluntad aunque no le parezca. Para terminar presenta como forma aclaratoria la enseñanza del alfarero, en la que podemos entender que Dios, tiene potestad absoluta para hacer con el barro (el ser humano), lo que a él le plazca, sin que el barro le pueda reclamar ¿por qué has hecho así? Otras referencias de cómo fue dicho esto desde tiempos pasados por los profetas son las siguientes: Génesis 25.22 al 23, Éxodo 33.11, 19, Isaías 1.9, 10.15 al 26, 45.1 al 13, Oseas 1.2 al 11, 2. 1 al 23, Malaquías 1.2 al 5.


Por lo tanto, la Biblia menciona una predestinación del ser humano para vida eterna (Romanos 8.28 al 33, 9.11 al 18; Efesios 1.3 al 12, 2.10; 2 Tesalonicenses 2.13). Sin embargo, aunque las Sagradas Escrituras hacen esta mención, la predestinación en muchos de sus pasajes aclara que ciertamente existe la predestinación como parte del plan de Dios (Jeremías 1.5, 9 al 10; 1 Corintios 1.9; Gálatas 1.15; Efesios 3.9 al 11; 1 Pedro 1.2, 2.9). Pero sin dejar de lado la consagración y la santificación, pues la Escritura dice que primero tuvieron que creer, para ser sellados (Efesios 1.13), y el apóstol afirma que primero se creé y luego se confiesa (Romanos 10.9 al 17), y todo aquel que creyere en Jesús (Romanos 10.11). Además no todos obedecen al evangelio (Romanos 10.16). Esto significa que es importante considerar otros aspectos, porque en la consagración es que hay dedicación de la persona para Dios, hay actitudes según lo que se profese, hay un sentido de ofrecimiento de vida en servicio y culto racional a Dios, con conciencia de lo que hace. Y por la santificación es que una persona se reivindica de su vida pasada, se rehabilita, reclama y defiende su derecho de elección, recupera el honor que le pertenece como hijo de Dios. Porque con la santificación demuestra con hechos lo que ha creído; el verdadero creer es obedecer y actuar conforme a la voluntad de Dios. El creer se manifiesta en la vida práctica al actuar, por ejemplo, el que creyere y fuere bautizado, será salvo, más el que no creyere será condenado (Marcos 16.16), y todo aquél que en el creé, no se pierde, sino que tiene vida eterna (Juan 3.15), y el que no creé ya es condenado (Juan 3.18). La consagración y santificación significa perseverar y obedecer siempre, en cualquier circunstancia adversa, porque el que perseverara hasta el fin este será salvo (Mateo 24.13). Jesús dijo que no ruega solamente por sus discípulos, sino también por los que han de creer en él por la palabra de ellos (Juan 17.20), y le ora al Padre pidiendo que guarde en su nombre a los que le dio (Juan 17.11, 24).


En resumen la predestinación tiene que ir acompañada de consagración y santificación. Aun en los que son predestinados, se cumple el proceso de ser primeramente llamado como escogido (Mateo 20.16, 22.14; Apocalipsis 3.20). En Juan 6.37, 39, 44, lo afirma Jesús al decir que ninguno puede venir a él, si el Padre que le envió no le trajere, pero primero tiene que creer en el sentido de obedecer (Juan 6.35, 47), y mostrar señal de consagración y santificación. Dios sabe quién va a creer en el Hijo y quién no va a creer desde el principio (Juan 6.64; Hechos 15.18). El hecho de que el todopoderoso lo sabe todo de antemano, no quiere decir que su plan es que el hombre se condene, mas el quiere que todos los hombres sean salvos (1 Timoteo 2.4). Hay algunos pasajes donde se demuestra claramente que Dios escoge un solo sentido o camino, que es hacer su voluntad, sin embargo, el ser humano se toma la libertad al escoger, actuando con rebeldía y oposición, en sentido contrario a ese camino trazado por Dios (Génesis 4.7, 8.21; Deuteronomio 30.15 al 19; Josué 24.15; 2 Samuel 11.1 al 17; 1 Reyes 11.1 al 10, 18.21; 2 Reyes 17.33; Isaías 1.18 al 20), por esta razón manda a arrepentirse (Lucas 24.47; Hechos 2.38, 3.19), dice que si el justo se retirare no agradará a su alma (Hebreos 10.38 al 39). En el evangelio se destaca que hay gozo en el cielo cuando un pecador se arrepiente (Lucas 15.7). De manera que debemos mantener firme la profesión de nuestra fe sin fluctuar (Hebreos 10.23), con consagración y santidad para el Señor.


64) Ser viviente.


La Escritura cuando habla de santificarse por completo, se refiere en forma integral a todo el ser, mencionando alma, cuerpo y espíritu (1 Tesalonicenses 5.23). La diferencia entre el ser humano y el animal, es que los animales no buscan santificarse por sí mismos como lo hace el ser humano. No obstante, el animal al igual que el humano tiene cuerpo, aunque haya diferencia entre terrestres, acuáticos y volátiles (1 Corintios 15.39), también tienen espíritu de vida (Génesis 7.13 al 15; Eclesiastés 3.19), por lo tanto, son seres vivientes o almas (Génesis 7.21 al 23), así como el ser humano fue un alma viviente (1 Corintios 15.45), hasta que fue formado su cuerpo del polvo de la tierra y recibió el aliento de espíritu de vida en su nariz, conformándose en un ser viviente (Génesis 2.7). Dios perdonó la vida del ser humano en la ciudad de Nínive y también valoró la vida de los animales, como seres vivos que son (Jonás 4.11).


64.1) Alma.


El alma es un conjunto de componentes esenciales e integrados para la existencia del ser, incluyendo la parte intelectual de la vida, ya que es la combinación de la mente que es la parte espiritual e invisible, con el cuerpo, su sangre y el espíritu de vida, que conforman la parte física. Se aclara que el espíritu de vida o aire que contiene el oxígeno que respiramos, aunque también es invisible, se considera entre la parte física, porque es un elemento que tiene peso, prueba de esto es que el aire se siente; es el soplo que contribuye con la vida del ser y permite que el cuerpo y la mente funcionen como tal (Job 32.8), ya que el cuerpo mismo sin el espíritu de vida está muerto (Santiago 2.26). Entonces el alma se compone de una parte física (Génesis 2.7; Eclesiastés 12.7; 1 Corintios 15.45), y otra mental o espiritual con las facultades de voluntad (Génesis 27.4, 25), inteligencia (Job 38.36, Proverbios 2.3), y sensibilidad (Mateo 26.37 al 38). Igualmente, si alma significa ser viviente, entonces los animales como seres vivos son almas (Génesis 1.20 al 25; Apocalipsis 16.3), aunque actúen en gran parte por instinto, también interviene en sus acciones la voluntad, inteligencia y sensibilidad, ya que también proveen el cerebro para dichas funciones, aunque son seres irracionales porque carecen de la facultad de pensar y reflexionar como lo hace el ser humano (2 Pedro 2.12; Judas 10).


La Escritura dice que no debemos temer a los que pueden causar daño físico, porque por más que se empeñen no tienen poder para dejar a alguien en la sepultura por siempre, porque Dios es el dador de las facultades de cada vida. Entonces es a Dios a quien se debe temer porque puede destruir la vida y el cuerpo por siempre en la sepultura (Mateo 10.28). Alma además de facultades significa vida (1 Reyes 17.21), por ejemplo, la vida de Jesús no fue dejada en el sepulcro ni su cuerpo sufrió putrefacción (Salmos 16.10; 1 Corintios 15.4; Hechos 13.35), sino que fue transformado con cuerpo resucitado (1 Corintios 15.35, 42 al 44). Alma se refiere a persona (Génesis 2.7, 18.22 al 25, 46.15; Éxodo 1.5; Ezequiel 18.4). También significa sangre, porque en la persona es vital la sangre para la vida (Deuteronomio 12.23; Levítico 17.11; Génesis 35.18), o sea la sangre es parte integral del alma. Uno de los elementos que componen la sangre es el oxígeno, así que contribuye con funciones respiratorias, además de nutritivas y defensivas para la vida.


64.2) Cuerpo.


El cuerpo es creación de Dios (Génesis 2.7), el mismo es templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6.19), en el caso de los creyentes. El cual nos sirve para hacer la obra de Dios durante la vida sobre la tierra, ya que con el cuerpo humano, en forma integral con la mente (1 Corintios 6.20), se arrodilla, postra, ora, obedece y rinde tributo y servicio a Dios además del servicio al prójimo (Mateo 6.22, 10.27 al 28; Juan 2.21; Romanos 6.12 al 13, 7.24, 12.1; 1 Corintios 3.17, 12.24 al 27; 1 Tesalonicenses 5.23).


64.3) Espíritu de vida.


El espíritu de vida lo da Dios, para que el cuerpo humano tenga vida, de manera que cuando Dios retira este espíritu la persona muere (Eclesiastés 12.7; Zacarías 12.1; Santiago 2.26). Mucha gente confunde el término alma con el término espíritu, que es el aire ordinario que nos alimenta por la nariz o sea el soplo de vida. Cuando la persona muere lo exhala (Génesis 25.8, 17), perdiendo el peso contenido en sus pulmones y estómago. No es correcto confundir ambos términos, porque uno es implícito en el otro, ya que el espíritu de vida no es el alma, sino que el espíritu es parte del alma, lo que Job comprendió bien, tanto el término alma, como el de espíritu (Job 12.10). Jesucristo cuando murió dio el espíritu no el alma (Juan 19.30). El espíritu (soplo de vida) lo tiene toda carne (Génesis 7.15, 21 al 22). Soplo de vida es parte del alma, por eso cuando Dios alentó en la nariz de Adán soplo de vida, Adán fue un alma viviente, lo que Dios sopló no fue alma, sino aire (oxígeno), ya que el relato bíblico dice que al principio de la creación Dios formó al ser humano del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida, y fue un ser viviente o alma viviente (Génesis 2.7; 1 Corintios 15.45).


IV) CONOCIMIENTO GENERAL.


M) ENSEÑANZA FAMILIAR.


65) Aborto.


Desde la unión del espermatozoide y el óvulo, ya hay una vida humana en proceso. Por lo tanto, provocar el aborto sería darle muerte a un ser humano que se está formando, salvo que sea por aborto natural y no inducido, ya que en el pueblo de Dios no debe existir el aborto provocado. Dios hizo a la mujer con muchos propósitos, uno de ellos es que tuviera hijos y contribuyera a la multiplicación del ser humano (Génesis 1.28). En el Salmo 127.3 dice que herencia de Jehová son los hijos, cosa de estima el fruto del vientre. Por lo cual la mujer que teme a Jehová, el fruto del vientre es bendito (Lucas 1.47), de manera que la mujer de Dios no debe provocar el aborto, porque estaría matando una vida, debido a que se viola el mandamiento de no matar (Éxodo 20.13; Job 3.16; Jeremías 20.16 al 18; Gálatas 5.21).


66) Cumpleaños.


La Biblia hace mención del cumpleaños de algunos gobernantes, como Faraón o Herodes (Génesis 40.20; Mateo 14.6), donde se hizo dar muerte al jefe de los panaderos y a Juan el Bautista. Sin embargo, indiscutiblemente un cumpleaños no se puede pasar por alto, ni actuar con indiferencia de ese acontecimiento, ya que es obvio que no se puede evitar el cumplir un año más de vida y que se realice un reconocimiento a esta situación. Se puede recordar el día que cumplimos años, y desear que se cumplan muchos más.


Los cumpleaños no tienen nada pecaminoso en sí mismos. Lo que significa dicha palabra “cumpleaños” es el cumplimiento de un año más de vida o de algún acontecimiento. Por la referencia bíblica dada anteriormente, es importante ser moderados en su celebración, actuando decentemente y con orden (1 Corintios 11.40; Efesios 4.8).


En cuanto a la actividad de un cumplimiento de un año de vida se refiere, se puede dar una acción de gracias a Dios, convite familiar o de miembros de la Iglesia, con algún presente que se obsequie con afecto al que celebra su nacimiento.


67) Labor de los cónyuges.


El papel de los cónyuges en el hogar es además de dar techo, vestido, alimentación y educación a sus hijos e hijas, deben darles cariño, comprenderlos, enseñarlos en la palabra de Dios, y sobre todo darles ejemplo. Como cónyuges cada uno debe amar a su esposa o esposo, respetarse mutuamente, comprenderse, sobrellevarse el uno al otro, nunca discutir delante de los hijos, el esposo no debe irrespetar a su esposa, ni viceversa, tampoco establecer una dictadura o tiranía en el hogar, por consiguiente para darse a respetar no es necesario pretender mucha hombría que resulta en machismo, sino respetando a los demás es como se gana el respeto. La enseñanza familiar es una costumbre que es necesario fortalecer, ya que es importante rescatar ciertos valores. Los cónyuges deben enseñar a sus hijos a orar, honrar a Dios, instruirlos en la palabra (Deuteronomio 4.9, 6.4 al 7; Proverbios 22.6; 2 Timoteo 3.14 al 15). En el pueblo de Dios se instruían los hijos e hijas desde temprana edad, no solo los enseñaban, también los disciplinaban y los corregían (Proverbios 13.24, 19.18, 23.13).


68) Sexualidad.


La relación entre hombre y mujer es muy amplia, porque abarca la amistad, la ayuda, el compartir y el confraternizar, entre otros. Pero cuando se trata de la relación sexual, que involucra los genitales o la relación del coito, es algo natural dentro de la creación establecida por Dios, para disfrute del ser humano dentro del matrimonio (Hebreos 13.4). Lo que sucedió en corinto, el caso de incesto fue un caso de corrupción (1 Corintios 5.1 al 5), que también previenen otros pasajes de la Biblia (Levítico18.6 al 18; Deuteronomio 23.17, 27.20 al 23), son uniones prohibidas que es abominación ante los ojos de Dios (Gálatas 5.19), de manera que la sexualidad que Dios ha establecido, respetando y acatando el ordenamiento en cuanto a esto, sin permitir la relación sexual entre personas que impide el matrimonio permitido por Dios. Es importante hacer conciencia en los padres de familia de la sexualidad, para que eduquen a sus hijos en el tema de acuerdo al grado de edad de los mismos.


N) DATOS DE INFORMACIÓN.


69) Ángeles.


Los ángeles son mensajeros servidores de Dios, para hablarle al ser humano y comunicarle o anunciarle algo (Jueces 13.3; 2 Reyes 1.3; Mateo 1.20; Hechos 8.26; Hebreos 2.2). Hay varios tipos de mensajeros, entre ellos: el arcángel Miguel (1 Tesalonicenses 4.16; Judas 9), serafines (Isaías 6.1 al 7), querubines (Génesis 3.24; Salmos 80.1; Ezequiel 28.14), y ángeles (Génesis 19.1, 32.1; Salmos 34.7, 91.11; Daniel 6.22; Mateo 18.10, 28.2). Los ángeles como mensajeros de Dios se le aparecieron a Abraham, Lot, Agar, Balaam, Gedeón, la mujer de Manoa, David, Elías, Daniel, Zacarías, María antes de concebir, José, María Magdalena, Pedro, Felipe, Juan, Cornelio, Pablo, entre otros. Diez mil ángeles descendieron en el Sinaí, para entregar la ley de fuego a Moisés (Deuteronomio 33.2). Jesucristo enviará sus ángeles con gran voz de trompeta en su venida (Mateo 24.31). Están al servicio de Cristo (Mateo 4.11, 26.53; Lucas 22.43), y adoran a Cristo (Hebreos 1.6).


70) Candelero.


Dios le ordenó a Moisés que hiciera un candelero con seis brazos y siete lamparillas conforme al modelo que le había mostrado, para ponerlo en el tabernáculo de reunión (Éxodo 25.31 al 40; Hechos 7.44; Hebreos 8.5). Dios le mostró el candelero muy especial, con muchos detalles y características, todo de oro puro (Levítico 24.4; Números 8.2). Este candelero tiene un simbolismo especial dentro de la ley y la profecía. En el Apocalipsis se le compara con los 7 ángeles de las 7 iglesias y los 7 Espíritus de Dios (Isaías 11.2; Zacarías 4.2, 10; Apocalipsis 1.12, 20, 2.1, 5.6).


El candelero es un símbolo especial a la hora de aprobar la enseñanza, sirve como recordatorio de la ley y la profecía de la palabra de Dios, que ilumina el camino de nuestra vida en Jesucristo, como el centro o el enfoque central, tanto de la ley como de la profecía, según Salmos 119.105: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”.


Candelabro de siete lámparas (Éxodo 25.31 al 40), representa la ley y la profecía, la iluminación universal del Espíritu de Dios. Siete son los ojos y espíritus de Jehová que recorren toda la tierra (Zacarías 4.2 y 10; Apocalipsis 5.6). Espíritu de Jehová, sabiduría e inteligencia, consejo y poder, conocimiento y temor de Jehová (Isaías 11.2).


70.1) Dos olivos (testigos).


En Zacarías 4 del 1 al 14 se menciona al candelabro de siete lámparas, y junto al mismo dos olivos, uno a la derecha y el otro a la izquierda, que por medio de dos tubos de oro vierten aceite, como dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra. Considerando que la palabra de Dios es como una lámpara y lumbrera al camino (Salmos 119.105), y que la palabra nos juzgará en el día postrero (Juan 12.47 al 48), entonces la Escritura tiene la unción misma de Dios, ya que el Espíritu Santo es quien inspiró la palabra escrita, y es Dios por medio de su Espíritu que le da vida a la misma, de manera que la palabra misma es un testigo delante de Dios para juzgar a las naciones.


Algunos consideran que los dos olivos o testigos que se mencionan en el Apocalipsis son dos seres con las características de Moisés y Elías, sin embargo, el Elías que había de venir, según el pasaje de Malaquías 4.4 al 6, se refería a Juan el Bautista (Mateo 11.14, 17.10 al 13; Lucas 1.17), que vino con el esfuerzo, ánimo y virtud como el de Elías. En el caso de que se trataran propiamente de Moisés y Elías, tal aseveración carece de fundamento, si tomamos en cuenta que cuando se escribió el Apocalipsis Moisés había muerto mucho tiempo antes, aunque no se conozca el lugar de su sepultura, dice la Escritura que fue enterrado (Deuteronomio 34.5 al 8). En el caso de Elías hay quienes argumentan que no murió y que está en el cielo. En cuanto a esto las Sagradas Escrituras afirman que nadie subió al cielo (Juan 3.13), refiriéndose al tercer cielo donde está Dios. Además menciona que carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios (1 Corintios 15.50). Con respecto a Elías no se sabe donde ni cuando, ni a qué edad murió, lo que se sabe de él es que envió una carta advirtiéndole de castigos muy severos, al rey Joram de Judá (2 Crónicas 21.12), cronológicamente después de que Elías subió al primer cielo en un torbellino, él solamente fue separado del profeta Eliseo y traspuesto a otro lugar, ya que no fue al tercer cielo como algunos piensan. Ezequiel fue levantado de una forma similar, tanto físicamente (Ezequiel 3.11 al 15), como en visión (Ezequiel 8.3).


Otros consideran que los dos olivos o testigos representan la ley y de la profecía, simbolizados por Moisés y Elías, en la visión de la transfiguración de Jesús (Mateo 17.1 al 3). Esto representa las Escrituras antes y después de la venida del Señor Jesucristo, por medio del Antiguo y Nuevo Testamento, que testifican del primero y del nuevo pacto de Dios con los seres humanos.


Los dos testigos de acuerdo a las características de autoridad y poder, mencionados en Apocalipsis (Apocalipsis 11.1 al 12), profetizarán por espacio de mil doscientos sesenta días, que son cuarenta y dos meses. Esto equivale a tres años y medio, que es a la vez tiempo y tiempos y la mitad de un tiempo, dicho por el profeta Daniel (Daniel 7.25). Proféticamente son mil doscientos sesenta años, día por año (Números 14.34; Ezequiel 4.6), en que hubo persecución durante la Edad Media, comenzando por los emperadores y continuado por la mezcla entre el poder civil y el religioso (Daniel 2.40 al 43), lo cual se prolongó hasta finales del sigo XVII. Estos dos testigos son los dos olivos y los candeleros que están delante del Dios de la tierra (Apocalipsis 11.4). Estos no son otra cosa que el Antiguo y Nuevo Testamento, o sea las Sagradas Escrituras, que es la palabra de Dios, como una espada de dos filos (Salmos 149.6; Hebreos 4.12). ¿Quién más podría tener potestad de cerrar el cielo para que no llueva en los días de su profecía, poder para convertir las aguas en sangre y herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quisiera? Sólo el poder de Dios a través de su palabra, la que puede subir al cielo (Apocalipsis 11.12), y volver a Dios luego de hacer lo que él quiere y prosperar en aquello para lo que fue enviada (Isaías 55.11). Dios hará caer las plagas sobre aquel que quiera dañar su palabra y alterar la profecía (Apocalipsis 22.18 al 19).


71) Ciento cuarenta y cuatro mil.


El Apocalipsis 7.1 al 8 menciona los 144.000 sellados. Hay varias interpretaciones al respecto, una de estas dice que son 144.000 personas de la nación de Israel, 12.000 de cada tribu. Que serán personas que estarán con vida en la segunda venida de Cristo y que se han guardado como lo manda la ley de Dios. Son las primicias rescatadas de entre todos los israelitas que están sobre la tierra. Se dice que estarán vivos en la segunda venida, por cuanto van a ser sellados para que no sufran daño de la futura ira del Cordero, ya que si estuvieran muertos no tendrán necesidad de ser sellados como protección de Dios (Ezequiel 9.4; Sofonías 3.13; Apocalipsis 7.3, 14.1 al 5).


72) Falsos profetas.


La Escritura nos previene de los falsos profetas (Mateo 7.15 al 23), así como en el pasado hubo también falsos profetas (2 Pedro 2.1 al 3). Jesucristo anunció que se levantarían falsos Cristos y falsos profetas (Mateo 24.24). La forma de identificar un falso profeta es por sus frutos que es su testimonio, las palabras, el conducirse, aunque son tan astutos que se hacen pasar por apóstoles de Cristo, entonces no es de extrañarse que esto suceda en la actualidad, cuyo fin será conforme a sus obras (2 Corintios 11.13 al 15).


73) Imagen de la bestia.


Hay diversidad de interpretaciones acerca de este tema, mecionamos el siguiente que se basa en aspectos históricos. La imagen es el reflejo de una cosa o persona. Para hablar de la imagen hay que referirse primero a la bestia y es el Apocalipsis en donde encontramos a la bestia y su imagen (Apocalipsis 17.3, 7, 18). La descripción de la bestia es que tiene siete cabezas y diez cuernos. Al parecer solo un imperio o potencia coincide con la bestia de Apocalipsis y Daniel 7.7, 19 al 25, según algunos interpretan. Esa bestia fue el imperio romano, el cual tenía 10 reyes, cuyos nombres eran: los vándalos, suevos, burgundios, hérulos, francos, visigodos, godos o alanos, hunos, ostrogodos y anglosajones, todos estos fueron dominios del imperio romano. Esa bestia tenía 7 cabezas, esto son 7 colinas que hay en Roma. Capitolino, Viminal, Palatino, Aventino, Quirinal, Esquilino y Celio. También se dice que este imperio surgió en el año 144 antes de Cristo y perdió su fuerza en el año 476 después Cristo. El último emperador de roma fue Rómulo Augusto el cual fue depuesto por Odovacar gobernador de los hérulos, ya para este tiempo existían líderes que ponían los emperadores. En la medida que iba perdiendo fuerza el gran imperio romano, se iba levantando otro poder religioso (la imagen de la bestia). Esta imagen es mencionada en Apocalipsis 13.15, y en Apocalipsis 17.1 se le llama la grande ramera, en el versículo 3 dice: “y vi una mujer sentada sobre una bestia bermeja”. Esta mujer es la imagen o ramera que surgió como un poder religioso en Roma y que copió en gran parte al imperio, sobre todo en aspectos paganos que los emperadores habían traído de Babilonia, como la adoración del dios sol. Por ejemplo, el domingo era el día dedicado al sol por los paganos, de hecho la palabra domingo en inglés se escribe “sunday”, día soleado o día del sol. Era tan fuerte esta adoración que los emperadores hicieron que los templos romanos se construyeran de este a oeste, para que las personas al arrodillarse lo hagan hacia donde nace el sol, inclusive las bóvedas de los cementerios se construían orientados en este sentido. Se estableció el domingo como día del Señor, por edicto de Constantino el Grande, el 7 de marzo del año 321 (Enciclopedia Judaica, página 386, tomo 9). Así se formó una mezcla entre lo religioso y pagano, descrito en la interpretación de la imagen que vio el rey Nabucodonosor en sueños, con la mezcla de hierro con barro cocido en los pies y dedos de la estatua (Daniel 2.40 al 45).


Esta imagen o mujer se describe en Apocalipsis 17.4 con el atavío que utilizan sus líderes cuando ofician, y en el versículo 5 se le llama “misterio Babilonia la grande”, porque es un fiel reflejo de aquella Babilonia pagana, adoradores de toda clase de dioses. En el versículo 8 habla de la bestia que era y no es y será, esto se refiere al imperio romano que existió, pero perdió fuerza, aunque su poder continuó reflejado en la imagen. En otras palabras al desaparecer la bestia (imperio romano), quedó la mujer que la cabalgaba y hasta la fecha ejerce poder (Apocalipsis 18.7). La bestia era bermeja (roja), que representa la sangre que derramaron los emperadores, también la mujer se embriagó de la sangre de los santos y de la sangre de los mártires de Jesús (Apocalipsis 17.6).


74) Llaves del Reino.


Las llaves del Reino fueron entregadas al apóstol Pedro, ya que el fue el primero en predicar y acercar a Dios a los de la circuncisión y a los de la incircuncisión. Sin embargo, las llaves del Reino son utilizadas durante el evangelismo por todo aquel que lleva el mensaje de salvación y del reino de los cielos a las demás personas, de manera que las llaves es la acción de dar a conocer el mismo camino del Señor Jesucristo, que nos abre la puerta hacia el Padre que está en los cielos y por consiguiente nos da la oportunidad de heredar el reino de Dios aquí en la tierra (Mateo 16.9; Juan 20.23; Hechos 10.43; Apocalipsis 3.7).


Al hacer referencia de este tema, se tiene que hablar del apóstol Pedro en el pasaje de Mateo 16 del 18 al 19, en donde necesariamente se debe explicar el versículo 18 para entender el siguiente: Cristo hablando con Pedro le dice que edificaría su Iglesia sobre una piedra, esa piedra es Cristo (1 Pedro 2.6), la piedra angular es el fundamento de la Iglesia (Efesios 2.20). Cuando Cristo dijo sobre esta piedra se estaba refiriendo a él mismo. Los israelitas bebieron de esa piedra (1 Corintios 10.4). La segunda parte del versículo 18 dice que las puertas del Hades o sepulcro no prevalecerán contra la Iglesia, esto significa que la Iglesia no desaparecería y la muerte no tendría victoria sobre la Iglesia. Jesús prometió que estaría todos los días hasta el fin (Mateo 28.20). Pedro primeramente usó las llaves con los judíos (Hechos 2.22 al 42), en Hechos 2.41 y 4.4, fueron ocho mil que se bautizaron al hacer uso de las llaves, en Hechos 10.1 al 48, los gentiles tuvieron la oportunidad de oír el evangelio por medio de Pedro. El evangelio con el anuncio de Cristo y el reino de Dios, es lo que realmente abre la llave en el corazón de la persona (Hechos 16.14 al 15), así como Jesús mismo está a la puerta y llama, si alguno oye su voz y abre la puerta entonces entrará a él (Apocalipsis 3.20).


75) Nombre de la Iglesia.


El nombre bíblico de la Iglesia es Iglesia de Dios (1 Timoteo 3.5). El énfasis que se hace de nombres específicos congregacionales o denominacionales, es para la existencia jurídica de cada asociación local y nacional, por ejemplo, podría llamarse Iglesia de Dios de la Dilatría. Así como en un pasaje se le llama Iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad (1 Timoteo 3.15). En otro pasaje se le llama con el nombre de Iglesias de Dios en Cristo Jesús (1 Tesalonicenses 2.14). El sentido que le damos con este nombre es resaltar el vivir la sana doctrina (1 Timoteo 3.15, 4.6; Hebreos 4.12), además mantener viva la palabra de Dios en nuestra mente y corazón, obedeciendo y guardando sus mandamientos. Pablo hace referencia a la Iglesia de Dios la cual persiguió en otro tiempo (1 Corintios 15.9 y Gálatas 1.13), el apóstol dirige sus cartas a la Iglesia de Dios (1 Corintios 1.2), también en otros pasajes hace mención de la Iglesia de Dios (1 Corintios 10.32, 11.16 y 11.22). Llama la atención que aunque la Iglesia es una sola, dependiendo de la localidad y la región cada Iglesia tenía diferentes características y problemas que enfrentar, porque el apóstol lo pluraliza como iglesias de Dios (1 Corintios 11.16), por ejemplo la Iglesia de Dios que está en Corinto (2 Corintios 1.1).


76) Religión.


El término religión es mencionado por Santiago, consistiendo en hacer el bien y guardarse sin pecado (Santiago 1.26 al 27), desde esta óptica la religión se encuentra implícita en la forma de vida de los cristianos, con lo que practican los creyentes.


77) Tradición.


Entre la tradición están las doctrinas y costumbres que se conservan con el pasar del tiempo, algunas de ellas fueron censuradas drásticamente por Jesús, ya que invalidaban el mandamiento de Dios (Marcos 7.6 al 9). Actualmente hay que tener cuidado y examinar aquellas costumbres que se encuentran arraigada a la sociedad y que podrían invalidar la palabra de Dios en algún aspecto. Es importante a la hora de analizar y respetar los mandamientos de Dios, no poner la mirada en criterios particulares, basados en supuestos o deducciones, el fundamento del creyente se encuentra en lo que implícitamente está escrito en lo bíblico, la palabra de Dios advierte lo siguiente: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2.8), “En conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres...” (Colosenses 2.22). Jesús dijo: “... ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición ?... Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición... Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres...” (Mateo 15.3 al 9), “Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres... Les decía también. Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición... invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas” (Marcos 7.8 al 13).