La Biblia dice: “Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo: así que, si tu ojo fuere sincero, todo tu cuerpo será luminoso: Mas si tu ojo fuere malo, todo tu cuerpo será tenebroso. Así que, si la lumbre que en ti hay son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas?” (Mateo 6.21 al 23 – RVR1909). Al hacer la paráfrasis del texto, si el ojo busca encontrar y ver lo bueno, entonces, la acción del cuerpo es luminosa, con claridad, discernimiento y lucidez, si el ojo busca encontrar y ver lo malo, en este caso, la acción del cuerpo es tenebrosa, con ofuscación, perversidad e insensatez. La persona es irrespetuosa, irreverente y rebelde ante Dios. Este pasaje presenta una comparación entre el ojo y el cuerpo, acerca de la interacción de la mente y la reacción corporal. Lo luminoso y lo tenebroso son una representación, que consiste en el espejo de la realidad espiritual luminosa y la realidad que es humana tenebrosa, reflejada entre la iluminación de la sinceridad, que es libre de fingimiento, y las tinieblas que son de la maldad de hipocresía. Así que los ojos reflejan la bondad o maldad, según la disposición interna de la composición septenaria del ser interior, integrada por la actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento. Los ojos muestran la alteración, cambio o reacción del ser interior a manera de una ventana, que posibilita revelar lo que hay interno en su contenido, por ejemplo, en lo emocional o sentimental. En la hipocresía se finge la cualidad o sentimiento que no es el que verdaderamente se tiene, pero en algunos, tarde o temprano se descubre su fingimiento.
La función óptica es una de las principales entradas de la mente, debido a los sentidos corporales, que unen la comunicación bidireccional entre el cerebro y el cuerpo. Así la iluminación del conocimiento almacenado en la facultad psíquica de la memoria cerebral, se visualiza en la mirada o vista de los ojos, a manera de un monitor biológico y bioquímico, que muestra el control o descontrol de la reacción en el ser interior, ya sea, por causa de actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento. Por ejemplo, la presunción de aparentar y mostrarse para parecer como bueno, pero que en el caso contrario las intenciones reales son malas, cuando emerge la personalidad agresiva y violenta, como un desvarío u obnubilación contraria a obedecer la voluntad de Dios, sin un sentido espiritual que le advierta y avise de su fallo ante Dios. La altivez, arrogancia, prepotencia, entre otros, con la mirada se manifiesta su condición íntima y de forma profunda. Lo mismo con la agresión, enojo e ira. También con el rencor, resentimiento y venganza. Esto aplica tanto en los antivalores como en los valores, por ejemplo, en el amor, compasión, ternura, entre otros, que se nota y observa en la reacción facial que es visible también en los ojos. Se requiere por uno mismo la evaluación y examinarse, con una auto-observación, para reconocerse el estado o situación del ser interior, en la condición normal o en la espontaneidad de alguna circunstancia o momento específico. Se posibilita una autoconciencia de la comprensión personal, para una concienciación de nuestro ser interior, congruente con la reacción y el comportamiento deseado por la voluntad de Dios. La individualidad del ser humano es determinada genéticamente, que inicialmente fue afectada por la perplejidad previa de la duda e indecisión de lo que se debe hacer, desde la memoria original celestial, que parte de los ángeles indecisos, máxime cuando su causa fue la rebeldía, por ejemplo, transmitida en el ser humano con la indomabilidad del temperamento mediante el ser interior. La huella del rastro angelical en la transmisión biológica y genética humana.
Si la claridad y el esplendor que hay en uno son tinieblas, entonces, cuánto más serán las auténticas y genuinas tinieblas, escondidas y ocultas en lo más profundo del ser interior, que acciona como detonante y aflora en el momento de la prueba. Esto confirma y corrobora lo que realmente somos de nuestra realidad del ser interior, a falta muchas veces de conciencia, conocimiento, educación, espiritualidad, experiencia, formación, madurez y preparación. En relación con la indecisión original, surge desde el principio de la creación del séquito celestial, porque los seres celestiales tienen la capacidad de tomar decisiones, pero carecen de la experiencia de sus consecuencias y del resultado, que es consecuente o seguida de la decisión. La instrucción original recibida en el séquito celestial, es identificar y reconocer la existencia y autoridad del Hijo de Dios, la primera creación para ser glorificado y honrado como Dios Hijo, con toda la alabanza y exaltación. La consigna y estandarte para cada quien al seguir este Camino, es la fidelidad y la lealtad al Hijo de Dios, Jesucristo, el jefe y principal del séquito celestial.
Los ojos y el rostro relucen el bien, o en su defecto, se mutan y transforman, junto con las articulaciones y gestos corporales, cuando sale a deslucir para mal en la realidad individual del verdadero ser interior. Por ejemplo, el orgullo, soberbia y terquedad, o la avaricia, codicia e idolatría. Lo grave es el empecimiento propio de la persona, que estorba e impide reconocer que tiene un problema, debido a su inclinación o tendencia, aferrada a la posible influencia genética y hereditaria. Esto se vuelve un mayor problema, porque lo congénito o innato es perjudicial cuando se mantiene sin cambio alguno, desde el nacimiento hasta la muerte, especialmente si la misma persona es renuente a cambiar, ya sea consciente o inconscientemente. Mayormente es exacerbado cuando es consciente y se da cuenta de su situación y consecuencia, entonces, se agrava o aviva el arraigo empedernido e irredento, por obstinación en no cambiar la forma de ser, porque se mantiene y persiste sin cambios hasta el día de su muerte. Por ejemplo, la amargura, envidia y odio. Además el egocentrismo, egoísmo y egolatría.
¿Será acaso que hay personas acumuladoras de mal? Por ejemplo, el adulterio, homicidio y fornicación. Por esta razón, el conocimiento adecuado y necesario basta como recompensa con su aplicación, cuando se trata de la salvación y vida eterna. A esto se le llama arrepentimiento, conversión y resarcimiento del daño, como resultado del llamamiento y un nuevo nacimiento, para renovación y restauración personal. Sin embargo, hay personas que convenientemente para su propio interés de comodidad y confort, son indiferentes a querer cambiar, inclusive algunos abandonan y renuncian a develar y recapacitar su conciencia de sus defectos y pecados, para evitar la incomodidad del empeño y esfuerzo de cambiar para una transformación espiritual.
Algunos mueren de longevidad sin darse la oportunidad de percatarse de la aberración que los distancia de Dios, ya sea, apropósito o no, se quedan sin descifrar el mal que los domina, hasta el inminente pecado de muerte, sin la prerrogativa de exoneración de posesión del mal, debido a la ausencia de sensibilidad de rechazar y resistir el perjuicio del mal ajeno y la práctica del mal propio. Por ejemplo, el incesto, lujuria y pedofilia. Se mantienen como pecadores empedernidos y sin remedio, sin importarles la justicia y la ley de Dios.
Donde está nuestro tesoro, allí está nuestro corazón. Si la riqueza que tenemos es el conocimiento de Jesucristo, entonces nuestro tesoro es celestial. El corazón y la mente, representan también al ser interior con todos sus componentes, de manera que donde está nuestro tesoro allí estará nuestro ser interior: actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento. Los ojos mutan y orbitan al mostrar el estado interno de la persona, en conformidad con lo natural, que mantiene su horizonte apegado a lo terrenal, mientras tanto, lo espiritual busca lo alto en dirección vertical hacia lo celestial, para hacer tesoros en el cielo. La Biblia dice al respecto: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan” (Mateo 6.19 al 20 – RVR60). El consciente celestial, se da cuenta de que tiene la capacidad de identificar y reconocer la diferencia entre la realidad natural y la espiritual, mientras que el que es solo consciente natural, tiene la limitación y restricción del conocer y del saber a plenitud. No tiene la espiritualidad de un conocimiento proveniente de Dios, que aprovisiona la conciencia de las consecuencias de las acciones y actos propios espirituales. El conocimiento de Dios tiene el sentido de la capacidad de juzgar y practicar el bien ético y moral, porque la persona somete a evaluación y examen cada determinación e intención del designio y de la voluntad en su proceder, para que su destino corresponda con la debida advertencia y cautela comparada y congruente con la obediencia a Dios.
No es que la persona actúa por sí misma de la nada, sino que al creer fielmente que recibe la guía directa de Dios, es movida del Espíritu Santo de Dios mediante la fe en Jesucristo. Semejante a la confianza en Dios expresada por Agar: “Entonces llamó el nombre de Jehová que con ella hablaba: Tú eres el Dios de la vista; porque dijo: ¿No he visto también aquí al que me ve? Por lo cual llamó al pozo, Pozo del Viviente que me ve. He aquí está entre Cades y Bered” (Génesis 16.13 al 14 - RVR1909). Así la vista puede ser instrumento de conexión espiritual de santidad con Dios, por ejemplo, en la comprensión y entendimiento de la lectura de la palabra de Dios. Además, en la celebración de ceremonia del culto y la liturgia, de adoración y alabanza a Dios. Pero la vista puede ser un instrumento que infiltre el mal, como en el caso de la pornografía, que afecta en profundidad con inmundicia la estabilidad mental y la dignidad del pensamiento, con una maquinación perversa. Esto es tinieblas por su ausencia de luz y es un desamor a Dios, debido a la falta de la decisión de amar profundamente a Dios, con todo el corazón y la mente del ser interior, además, con todo el enamoramiento espiritual de la energía y fuerza de la vida, por consiguiente, del amor que tiene fuente espiritual.
Jesús ratifica que hay ignorancia de la palabra y del poder de Dios: “Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis ignorando las Escrituras, y el poder de Dios” (Mateo 22.29 – RVR1909). Las acciones y actos aparentemente de procedencia reactiva, como respuesta inmediata al estímulo del entorno, pero que no son receptivas, en relación con la capacidad de asumir y recibir la investidura del aprendizaje y discipulado de la enseñanza de Jesucristo, tienen el riesgo de la premeditación de alevosía, deslealtad y traición a Jesucristo, lo cual de ninguna manera pasa desapercibido ante el Señor, tal es el caso de la pornografía, que daña cualquier posibilidad de relación con el Espíritu Santo: “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Hebreos 10.29 – RVR60).
No hay inocencia en el pensamiento y reflexión, simultáneo a la mala reacción, tal fue el caso presentado en Pedro: “Entonces, vuelto el Señor, miró á Pedro: y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y saliendo fuera Pedro, lloró amargamente” (Lucas 22.61 al 62 – RVR1909). Pedro lloró con mucho desconsuelo y pesar, que es una aflicción y angustia profunda. Tres veces niega al Señor, quien le hace un llamado con la voz de la conciencia, de principios, valores y virtudes, que son demostrables con los hechos del diario vivir, al preguntar tres veces si realmente le ama: “… Jesús dijo á Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? … Vuélvele á decir la segunda vez… Dícele la tercera vez: … Entristecióse Pedro de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y dícele: Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo. Dícele Jesús: Apacienta mis ovejas” (Juan 21.15 al 17 – RVR1909). Los principios, valores y virtudes comunitarias son los que dan origen a la armonía y convivencia en la sociedad.
Los principios, valores y virtudes son necesarios para quienes están dispuestos y persuadidos a su práctica, aquellos que admiten las razones de sus creencias, porque congruente con lo que dicen también hacen con el ejemplo, de manera que no sufren vergüenza de sus hechos: “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados. Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él” (1 Juan 2.28 al 29 – RVR60). Por otra parte, no se da por sentado la salvación y vida eterna, al grado del descuido en el esfuerzo y su importancia: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3.13 al 14 – RVR60). La capacidad de percepción en la construcción de las ideas, al crear y formar el conocimiento y el pensamiento, es influenciada por la estructura concebida de la sensación interior, generada por la impresión de los sentidos corporales. Por esta razón la Biblia dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4.12 al 13 – RVR60).
Por lo tanto, dos actos de mucha solemnidad y extremadamente de grado sumo ha hecho Dios con nosotros, nos ha creado y nos ha formado. Así está escrito:
“Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador… Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé;… No temas, porque yo estoy contigo;… trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice. Sacad al pueblo ciego que tiene ojos, y a los sordos que tienen oídos. Congréguense a una todas las naciones, y júntense todos los pueblos. ¿Quién de ellos hay que nos dé nuevas de esto, y que nos haga oír las cosas primeras?” (Isaías 43.3 al 9 – RVR60).
Se menciona al pueblo ciego y sordo que tiene ojos y oídos. ¿Cuál es la ceguera y la sordera? ¿Será en relación con el amor a Dios, la espiritualidad y la fe? La formación puede ser con la educación y preparación formal, académica e intelectual, también la informal a través de la autodidáctica y empírica. Por ejemplo, la persona impulsiva dice y actúa sin reflexión al reaccionar, según su impresión espontánea e inmediata del momento, se expresa y lo que hace es sin ningún cuidado o cautela de medir las consecuencias, a falta de una madurez mental y un conocimiento consciente. Lo que llaman una persona impetuosa y precipitada por sus arrebatos explosivos. Esto relaciona lo conductual con lo cognitivo, para identificar y reconocer ciertos patrones propios o tipos de comportamiento disfuncional, porque son alteraciones de la mente y del pensamiento. Los predicadores le dicen ataduras o cadenas mentales, que solo se liberan con la renovación y restauración diariamente de la palabra de Dios. La persona tiene que aceptar que tiene el problema, además en algunos casos que son más graves requiere medicación, psicoterapia o la combinación de ambos. Jesús dijo: “Y respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no necesitan médico, sino los que están enfermos” (Lucas 5.31 – RVR1909). Otros casos de enfermedad se resuelven mediante la fe convincente y fuerte de la misma persona, en su relación espiritual e íntima en profundidad del ser interior con Dios:
“Y una mujer, que tenía flujo de sangre hacía ya doce años, la cual había gastado en médicos toda su hacienda, y por ninguno había podido ser curada, Llegándose por las espaldas, tocó el borde de su vestido; y luego se estancó el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la compañía te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? Y Jesús dijo: Me ha tocado alguien; porque yo he conocido que ha salido virtud de mí. Entonces, como la mujer vió que no se había ocultado, vino temblando, y postrándose delante de él declaróle delante de todo el pueblo la causa por qué le había tocado, y cómo luego había sido sana. Y él dijo: Hija, tu fe te ha salvado: ve en paz” (Lucas 8.43 al 48 – RVR1909).
¿Cuándo la mente se vuelve una prisión que embauca? La autoayuda, motivación y superación del ser interior, requiere la confianza y seguridad en la fe en Dios, como la mujer que padecía de flujo durante doce años, pero determinadamente fue sana al creer en la virtud de Jesús. Esto no excluye la importancia y necesidad de recurrir a los médicos, a pesar del gasto o inversión que se requiere, como en el caso de esta mujer que se tuvo que financiar con la hacienda, aunque, sin ser curada, posiblemente por la falta de los descubrimientos científicos, de un mayor avance en las ciencias médicas y medicinas, de mejor técnica o tecnología, o porque en la región o zona del domicilio no se ofrece la atención, bien, producto o servicio requerido. ¿En cuáles casos la mente se vuelve una prisión que embauca? La mente es una prisión de embaucamiento cuando se engaña a sí misma, sus atributos o cualidades del ser interior no tienen la excelencia de tener a Dios como su auténtica, genuina y verdadera riqueza espiritual: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12.3 – RVR60).
Pensar de sí con cordura es el buen juicio, prudencia y sensatez. Esto conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno:
“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén” (Romanos 11.33 al 36 – RVR60).
¿Quién entendió la mente del Señor? Porque de él, y por él, y para él, es toda la existencia. Jesucristo en cierta ocasión menciona en la parábola de un rico insensato que Dios dice lo siguiente: “Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (Lucas 12.20 al 21 – RVR60). El que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios, en algún momento llega la muerte por su vida, alma es vida, entonces, ¿cuál es la preparación del ser interior ante la muerte? Esta persona dijo: “Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate” (Lucas 12.17 al 19 – RVR1909). La muerte del alma es la pérdida de la vida, pero la falta de preparación frente a la muerte, es perder de vista el objetivo de la vida, que es ser salvos de este mundo para recibir vida eterna. La preparación espiritual requiere trascender a un tipo de preparación celestial, que afecta la cotidianidad en el mundo natural. En este sentido, ¿quién entendió la mente del Señor? Esta respuesta está ligada con nuestra lucha espiritual del ser interior, consciente de la adversidad que ofrece resistencia el entorno, según las promesas y propósitos celestiales.
En cada época los habitantes del planeta son arrastrados por las corrientes circunstanciales y temporales, que son contemporáneas durante el tiempo de su vida. Se impera y prioriza lo relacionado al intento de abundancia en satisfacer las necesidades de subsistencia apegadas a lo terrenal. Jesucristo dijo: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, al reino de los cielos se hace fuerza, y los valientes lo arrebatan” (Mateo 11.12 – RVR1909). Por otra parte estaba escrito: “Y el ángel que hablaba conmigo respondió y me dijo: ¿No sabes qué es esto? Y dije: No, señor mío. Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4.5 al 6 – RVR60). Los ejércitos de Jehová son celestiales, pero la batalla y lucha espiritual se desarrolla en la mente decidida de los humanos valientes ante Dios. No se trata de la tercera parte de los ángeles caídos en rebelión: “Y á los ángeles que no guardaron su dignidad, mas dejaron su habitación, los ha reservado debajo de oscuridad en prisiones eternas hasta el juicio del gran día” (Judas 1.6 – RVR1909). Se refiere a las mentes humanas indecisas y de ninguna manera a la salvación de los ángeles caídos: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es á saber, al diablo,... Porque ciertamente no tomó á los ángeles, sino á la simiente de Abraham tomó” (Hebreos 2.14 al 16 – RVR1909). La prisión del ser humano está en su mente engañosa:
“Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, que piensas que el don de Dios se gane por dinero. No tienes tú parte ni suerte en este negocio; porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete pues de esta tu maldad, y ruega á Dios, si quizás te será perdonado el pensamiento de tu corazón. Porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás” (Hechos 8.20 al 23).
El reino de los cielos se hace fuerza, y los valientes lo arrebatan, porque su atención, concentración, enfoque y vista atrae con fuerza al reino de los cielos, para que sea Dios Padre y su Hijo, quienes gobiernen en nuestra mente y ser interior, que tomen la administración y control de nuestras vidas cotidianas. Que se pueda sacar de sí lo mejor de cada composición septenaria del ser interior, al conmover poderosamente el afecto, pasión y sentir por Cristo, con el crecimiento y desarrollo de todos los componentes de la fe, que cautiven todos los sentidos hacia Cristo: “(Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas;) Destruyendo consejos, y toda altura que se levanta contra la ciencia de Dios, y cautivando todo intento á la obediencia, de Cristo” (2 Corintios 10.4 al 5 – RVR1909). Se arrebata y cautiva todo designio, intención y propósito de la persona, hacia la obediencia fiel y leal a Cristo, aunque arrebatado y cautivo a Cristo, pero deliberado y voluntario, porque no es con ejército ni con fuerza, sino con el Espíritu Santo de Dios. La cautividad de Cristo nos libera de la cautividad mental de la semilla del diablo opresor:
“Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mateo 13.19 al 22 – RVR60).
¿Quién arrebata y cautiva a quién? La Biblia dice: “Subiste á lo alto, cautivaste la cautividad, Tomaste dones para los hombres, Y también para los rebeldes, para que habite entre ellos JAH Dios. Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios El Dios de nuestra salud. (Selah.) Dios, nuestro Dios ha de salvarnos; Y de Dios Jehová es el librar de la muerte” (Salmos 68.18 al 20 – RVR1909). ¿Qué es la reelaboración mental? La reelaboración es volver a transformar y hacer cambiar, en este caso, la forma y modo de pensar, a la configuración mental de Cristo. Según la composición y propiedades de la fe en y de Cristo, que con su redención nos libra de la muerte del pecado, germinado por la simiente del mal y difuminado por el sacrificio redentor de Cristo. Está escrito: “Que el siervo del Señor no debe ser litigioso, sino manso para con todos, apto para enseñar, sufrido; Que con mansedumbre corrija á los que se oponen: si quizá Dios les dé que se arrepientan para conocer la verdad, Y se zafen del lazo del diablo, en que están cautivos á voluntad de él” (2 Timoteo 2.24 al 26 – RVR1909). Éramos arrebatados y cautivos del mal como rebeldes, ahora libres en Cristo, si perseveramos con la medida de inteligencia y sabiduría de Jesucristo hasta el fin, como rebeldes socialmente contra las prácticas de maldad y pecado, en absoluta subordinación y sujeción a Dios según el ejemplo y modelo de vida de Cristo:
“DEJANDO pues toda malicia, y todo engaño, y fingimientos, y envidias, y todas las detracciones, Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual, sin engaño, para que por ella crezcáis en salud: Si empero habéis gustado que el Señor es benigno; Al cual allegándoos, piedra viva, reprobada cierto de los hombres, empero elegida de Dios, preciosa, Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados una casa espiritual, y un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables á Dios por Jesucristo” (1 Pedro 2.1 al 5 – RVR1909).
Ahora somos arrebatados y cautivos por Cristo: “Empero á cada uno de nosotros es dada la gracia conforme á la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo á lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dió dones á los hombres” (Efesios 4.7 al 8 – RVR1909). Las partes más bajas de la tierra son las más bajas concupiscencias e instintos indeliberados de maldad y pecado mental, dominados por impulsión y propensión carnal. La incontrolable e irrefrenable reincidencia de las costumbres y prácticas normalizadas como aceptables socialmente, pero apegadas a las partes más bajas de nuestro planeta y que van más allá de lo razonable en la Ley de Dios. Jesucristo sin cometer pecado se enfrentó en los niveles más bajos de pecado del ser humano: “(Y que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero á las partes más bajas de la tierra? El que descendió, él mismo es el que también subió sobre todos los cielos para cumplir todas las cosas)” (Efesios 4.9 al 10 – RVR1909). Así Jesucristo subió sobre todos los cielos, específicamente el tercer cielo de la habitación o lugar de Dios Padre, para cumplir con todo lo encomendado y enviado por el Padre para salvación y vida eterna de los suyos:
“Porque para esto sois llamados; pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas: El cual no hizo pecado; ni fué hallado engaño en su boca: Quien cuando le maldecían no retornaba maldición: cuando padecía, no amenazaba, sino remitía la causa al que juzga justamente: El cual mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos á los pecados, vivamos á la justicia: por la herida del cual habéis sido sanados. Porque vosotros erais como ovejas descarriadas; mas ahora habéis vuelto al Padre y Obispo de vuestras almas” (1 Pedro 2.21 al 25 – RVR1909).
La medida de Cristo y fe en nuestro ser interior nos desvela lo desconocido u oculto para nosotros mismos, al quitar el velo de nuestra conciencia, ojos y vista espiritual, además de exponer o sacar el brillo y luz que hay en nosotros a la imagen y semejanza de Jesucristo. La Biblia menciona lo siguiente: “Empero los sentidos de ellos se embotaron; porque hasta el día de hoy les queda el mismo velo no descubierto en la lección del antiguo testamento, el cual por Cristo es quitado” (2 Corintios 3.14 – RVR1909). Cuando los sentidos están embotados hay ofuscamiento, se altera la capacidad y eficiencia visual, se confunden las ideas, se interrumpe o se minimiza el acierto del orden de la comunicación expresiva, se pierde claridad e indispone el pensamiento. En todo esto Jesucristo es la Luz para ver mejor y reflexionar. La Biblia también dice: “Mas cuando se convirtieren al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde hay el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3.16 al 17 – RVR1909). Esta libertad se refiere a la intención y voluntad de Cristo en nosotros, según la energía, fuerza y poder del Espíritu Santo de Dios: “Por tanto, nosotros todos, mirando á cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3.18 – RVR1909).
La revelación de Dios incluye la dimensión espiritual en profundidad, para trascender al conocimiento celestial de Jesucristo. Así el término riqueza existe en las tres dimensiones o planos de la existencia, a saber, riqueza natural, riqueza espiritual y riqueza celestial: “A saber, el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, mas ahora ha sido manifestado á sus santos: A los cuales quiso Dios hacer notorias las riquezas de la gloria de este misterio entre los Gentiles; que es Cristo en vosotros la esperanza de gloria” (Colosenses 1.26 al 27 – RVR1909). Cristo en cada persona es la notoriedad de la riqueza de gloria, del ministerio de Cristo en nosotros, o sea, la mayor riqueza es Cristo en el ser interior: “Para que sean confortados sus corazones, unidos en amor, y en todas riquezas de cumplido entendimiento para conocer el misterio de Dios, y del Padre, y de Cristo; En el cual están escondidos todos los tesoros de sabiduría y conocimiento” (Colosenses 2.2 al 3 – RVR1909). Además de la riqueza de Cristo en la composición septenaria del ser interior, la integración de los componentes de la fe en todo el ser: “Y sobre todas estas cosas vestíos de caridad, la cual es el vínculo de la perfección. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, á la cual asimismo sois llamados en un cuerpo; y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite en vosotros en abundancia en toda sabiduría...” (Colosenses 3.14 al 16 – RVR1909).
Hay una intención y voluntad de sabiduría y de revelación para el conocimiento celestial, que alumbra los ojos del entendimiento, para ser conscientes de la esperanza de la vocación y de las riquezas de la gloria de su herencia: “Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación para su conocimiento; Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál sea la esperanza de su vocación, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Efesios 1.17 al 18 – RVR1909). De manera que por su sangre hay una remisión de pecados, debido a las riquezas de su gracia: “Para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado: En el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados por las riquezas de su gracia, Que sobreabundó en nosotros en toda sabiduría é inteligencia” (Efesios 1.6 al 8 – RVR1909). Por lo tanto, existen las riquezas en gloria en Cristo Jesús: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme á sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Al Dios pues y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Filipenses 4.19 al 20 – RVR1909). Y según estas riquezas en gloria en Cristo Jesús se cumple lo siguiente: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo á mí, sino también á todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4.7 al 8 – RVR1909).
Jesucristo con el ejemplo de vida representa la plenitud de acción del Espíritu Santo de Dios: “Y reposará sobre él el espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová” (Isaías 11.2 – RVR1909). Obsérvese cómo actúa el Espíritu de Dios en nuestra mente, con sabiduría e inteligencia, consejo y fortaleza, conocimiento y temor de Dios. Hay ocho mil millones de seres humanos en el momento del presente trabajo escrito, cada uno tiene un campo de energía emanado en su mente como centro de control y mando corporal, la lucha contra la duda e indecisión es tenaz en la energía mental. Esto imposibilita o posibilita la apertura de una brecha mental, de impresión y persuasión anímica del ser interior, para vencer o no vencer la resistencia de la muralla de la duda e indecisión. La expresión “he peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” es una lucha mental. Esta aseveración concuerda con la siguiente afirmación: “Por lo cual asimismo padezco esto: mas no me avergüenzo; porque yo sé á quien he creído, y estoy cierto que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. Retén la forma de las sanas palabras que de mi oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que habita en nosotros” (2 Timoteo 1.12 al 14 – RVR1909).
Cada mente es un campo de batalla y los dardos del enemigo son los malos pensamientos: “Sobre todo, tomando el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de salud, y la espada del Espíritu; que es la palabra de Dios; Orando en todo tiempo con toda deprecación y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda instancia y suplicación por todos los santos” (Efesios 6.16 al 18 – RVR1909). Hay una carrera contra el tiempo en cada mente para subsistir, en algunos prevalece lo que atañe solo a la supervivencia, pero en otros adicionalmente escalan un paso o suben un escalón de solamente el mundo físico hacia el mundo de las mentes espirituales, donde el intelecto está enfocado en Dios. La capacidad del cerebro para activar funciones en las neuronas, donde se involucran y median campos energéticos y redes de impulsos eléctricos, como un tipo de energía electromagnética, además de los impulsos nerviosos, mensajeros y transmisión de señales, neurotransmisores, sustancias químicas, todo el sistema circulatorio cardiovascular y sanguíneo, la médula espinal y el sistema nervioso, el desempeño de las sustancias químicas y hormonas. La percepción de los impulsos de luz y el organismo fotorreceptor, los procesos bioquímicos y las reacciones químicas, en algunos casos con la participación de los fotones, entre otros, son composiciones y estructuras del diseño de Dios como Creador.
Toda esta actividad cerebral para operatividad de la mente y su relación con lo corporal, afecta la función de la conciencia del ser interior en la actitud, carácter, ego, emociones, personalidad, sentimientos y temperamento, que son manifestadas y visibles en las acciones y actos del comportamiento y la conducta, en los hechos según la mente de cada persona, porque requiere corporalmente una comunicación, coordinación e interacción cerebro y cuerpo. Esto mismo se presentó en Adán y Eva al principio de la creación del mundo físico, como hasta el día de hoy en todo ser humano, con las implicaciones en lo correspondiente al mundo mental del intelecto, ya sea natural o espiritual. Porque en la persona se inicia su crecimiento, desarrollo y madurez en el mundo físico, pero algunos viven su longevidad como una etapa de mayor experiencia de vida que comparten con los demás, en asesoría y consejería, pero sin adentrarse en profundidad en lo espiritual. Otros en cambio o a diferencia se involucran también en lo espiritual. Esto significa que sus vidas ya no se basan solamente en el mundo físico natural, sino que sus cuestionamientos, decisiones y el discernimiento toman en cuenta lo espiritual, a manera de un campo de batalla y de lucha donde lo espiritual prevalece y se impone a lo solo natural. Debido al desapego de lo material y terrenal en función de una mente elevada en lo espiritual, hacia el lugar de habitación de Dios en el reino celestial. Lo que llaman de una inspiración humana horizontal a una inspiración divina vertical.
Continúa… (En desarrollo - proceso).