TEOÉTICA DE LA VIDA (Theoethics)


¿Qué es Teoética de la vida? Es necesario identificar la definición a partir de la siguiente afirmación bíblica: “El consejo de Jehová permanecerá para siempre; Los pensamientos de su corazón por todas las generaciones” (Salmos 33.11 – \RVR1909). En relación con los principios de Dios, fuente y fundamento desde los pensamientos de su corazón, los mismos están vigentes siempre a través de todas las generaciones. ¿Cuál es la participación de las personas en cada generación? La Biblia dice: “Bienaventurada la gente de que Jehová es su Dios; El pueblo á quien escogió por heredad para sí” (Salmos 33.12 – \RVR1909). Cada persona es herencia de Dios, en la medida, y siempre y cuando tenga al Dios Creador como su Dios íntimo y verdadero. La Biblia continúa afirmando lo siguiente: “Desde los cielos miró Jehová; Vió á todos los hijos de los hombres: Desde la morada de su asiento miró Sobre todos los moradores de la tierra. El formó el corazón de todos ellos; El considera todas sus obras” (Salmos 33.13 al 15 – \RVR1909). Así como Dios crea y forma el ser interior del ser humano, también observa desde su lugar o sitio de habitación, el comportamiento y la reacción del ser interior de cada persona, ya que la interioridad del ser humano desde su entraña, es protagonista principal del proceder de su propia vida.


¿Qué pasa con la persona que no tiene a Dios como su Dios? La existencia tanto de Dios Padre como de su Hijo se comprueba y evidencia con la indestructibilidad del mundo, o sea, la existencia de Dios es prueba de que el mundo no se ha destruido por sí mismo, por causa ético – moral debido a la mucha maldad o por una guerra mundial atómica – nuclear. Recordemos el caso de las ciudades de Gomorra y Sodoma: “Y acercóse Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá hay cincuenta justos dentro de la ciudad… Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré á todo este lugar por amor de ellos” (Génesis 18.23 al 26 – \RVR1909). Perdonaría por amor, pero al final no se encontraron ni siquiera diez justos en Gomorra y Sodoma. El salmista menciona lo siguiente:


“Mas yo era ignorante, y no entendía: Era como una bestia acerca de ti. Con todo, yo siempre estuve contigo: Trabaste de mi mano derecha. Hasme guiado según tu consejo, Y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen: Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (Salmos 73.22 al 26 – RVR1909).

Éramos ignorantes sin Dios que nos hace entender el conocimiento celestial mediante Jesucristo. Por lo tanto, si Dios no existiera ya el mundo de seres humanos se habría destruido por ellos mismos. Entre los primeros que descartaron a Dios como su Dios dijeron lo siguiente: “Y dijeron los unos á los otros: Vaya, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y fuéles el ladrillo en lugar de piedra, y el betún en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra” (Génesis 11.3 al 4 – \RVR1909). Los seres humanos se diferenciaban entre los hijos de Dios obedientes y los hijos de los hombres desobedientes. Estos últimos se unieron y planearon hacerse de un nombre, ya que eran conscientes que su consecuencia iba a ser su dispersión en confusión sobre toda la tierra. Una especie de caos y babel generalizado. Si saben esto, ¿por qué se obstinan en desafiar y retar la autoridad de Dios? Aquí la humanidad incurre en un dolo, definido como la voluntad deliberada de cometer un delito a sabiendas de su ilicitud. El mismo ser humano atrae y causa su división, como consecuencia se presenta el origen de las luchas de poder territorial, motivo posteriormente de las guerras entre naciones y pueblos. “Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por esto fué llamado el nombre de ella Babel, porque allí confudió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra” (Génesis 11.8 al 9 – \RVR1909).


Así dice Dios: “¿Quiero yo la muerte del impío? dice el Señor Jehová. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos?” (Ezequiel 18.23 – \RVR1909). Los mismos hijos de los hombres viven en una confusión, que se confirma y reitera con el nombre de Babel, porque a pesar de su aproximación o cercanía y transmisión oral de la historia de la creación, persisten en seguir su propio camino antes que el Camino del Creador. Civilizaciones antiguas a su manera, relatan en sus historias acerca de la creación, el diluvio y sus deidades de dioses en relación paternal, comparado y tomado de la autentica y verdadera historia bíblica. La Biblia dice: “Y vivió Adam ciento y treinta años, y engendró un hijo á su semejanza, conforme á su imagen, y llamó su nombre Seth. Y fueron los días de Adam, después que engendró á Seth, ochocientos años: y engendró hijos é hijas” (Génesis 5.3 al 4 – \RVR1909).


El primer ser humano fue creado por Dios a su imagen de eternidad y a su semejanza en santidad, sin embargo, la posteridad es procreada a la imagen y semejanza del primer hombre, con el gen del envejecimiento y la propensión al gen de la rivalidad angelical. La ciencia ya ha identificado un tipo de gen conocido como el gen de guerrear o del guerrero. En relación con el primer ser humano, su imagen es la mortalidad y su semejanza es la corrupción: “Esto empero digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni la corrupción hereda la incorrupción” (1 Corintios 15.50 – \RVR1909). Los hijos de Dios no son por descendencia sino por hacer la voluntad de Dios en el nombre de Jesucristo: “Mas á todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, á los que creen en su nombre: Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios” (Juan 1.12 al 13 – \RVR1909). Así la palabra de Dios establece que de qué sirve comportarse como un hijo de los hombres, sino se llega a ser un hijo de Dios: “Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?” (Lucas 9.25 – \RVR60).


La Teoética es la ética basada en Dios, para regir el comportamiento y conducta personal en todos los ámbitos de la vida: “Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre; Mas el consejo de Jehová permanecerá” (Proverbios 19.21 – \RVR1909). La Teoética de ninguna manera es un tipo de moralidad basada en la fe, sino que es directamente tomar en cuenta a Dios para el proceder conductual. La fe podría estar influida por aspectos del credo o creencia, doctrina y dogma, conocidos como ordenanzas o puntos de fe eclesiales o eclesiásticos, que establecen y moldean ciertos principios, valores y virtudes religiosos, según la comunidad de fe, congregación, denominación, iglesia y religión. Esto constituye criterios de normas y reglas internas, por ejemplo, la apertura a decidir la muerte en las iglesias que aceptan o que son permisivas de la eutanasia y el suicidio asistido. Sin embargo, la Teoética de la vida son los principios, valores y virtudes directamente de Dios. Por ejemplo, desde el principio Dios se pronuncia al respecto: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y le puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto comerás; Mas del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás” (Génesis 2.15 al 17 – \RVR1909).


Luego sucede lo siguiente: “Y llamó Jehová Dios al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y escondíme. Y díjole: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?” (Génesis 3.9 al 11 – \RVR1909). Hay dos interrogantes o preguntas prioritarias que hace Dios: ¿dónde te ubicas? y ¿quién te enseñó? De qué sirve vivir sin estar preparado ante Dios para el momento de morir: “¿Qué provecho hay en mi muerte cuando descienda a la sepultura? ¿Te alabará el polvo? ¿Anunciará tu verdad?” (Salmos 30.9 – \RVR1909). La muerte es un regresar al polvo de la tierra, esto significa que es imposible en la condición de muerte el alabar y anunciar la verdad de Dios: “Porque los que viven saben que han de morir: mas los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor, y su odio y su envidia, feneció ya: ni tiene ya más parte en el siglo, en todo lo que se hace debajo del sol” (Eclesiastés 9.5 al 6 – \RVR1909).


La predicación de Noé es de un pregonero de justicia, donde se salvaron del diluvio del globo terrestre solamente ocho personas: “Y si no perdonó al mundo viejo, mas guardó á Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de malvados” (2 Pedro 2.5 – \RVR1909). ¿Qué divulga o publica Noé con su prédica? Hace un anuncio y llamado de parte de la presencia espiritual del Hijo de Dios. Lo mismo sucede posteriormente a través de los jueces y profetas: “A éste dan testimonio todos los profetas, de que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre” (Hechos 10.43 – \RVR1909). Por ejemplo con Moisés: “Y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en la mar; Y todos comieron la misma vianda espiritual; Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la piedra espiritual que los seguía, y la piedra era Cristo” (1 Corintios 10.2 al 4 – \RVR1909). La bebida, vianda y piedra espiritual era la presencia del Hijo de Dios, porque espiritualmente se hacía presente mediante la relación de aprendizaje y enseñanza, tanto desde antes como en los tiempos de Noé:


“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua” (1 Pedro 3.18 al 20 – \RVR1909).

Aunque a Cristo le ocasionan con la muerte un daño en su corporeidad, de ninguna manera logran destruir su condición y vida espiritual. El espíritu de intención de servicio y obediencia, en fidelidad y lealtad a Dios Padre. Tener la conciencia del Camino de Dios. Así en la historia de la humanidad el Hijo de Dios se manifiesta espiritualmente en múltiples ocasiones, por ejemplo, a través de la predicación de Noé a los hijos de los hombres desobedientes, en el tiempo cuando se preparaba el arca. También su presencia en diversos momentos se realiza en forma corporal. Jesucristo dijo de Abraham lo siguiente: “Abraham vuestro padre se gozó por ver mi día; y lo vió, y se gozó. Dijéronle entonces los Judíos: Aun no tienes cincuenta años, ¿y has visto á Abraham? Díjoles Jesús: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8.56 al 58 – \RVR1909). En este sentido el Hijo de Dios se presenta ante Abraham con dos ángeles, que proceden a investigar con una visita a la ciudad de Sodoma, como un tipo de inspección: “Y apartáronse de allí los varones, y fueron hacia Sodoma: mas Abraham estaba aún delante de Jehová. Y acercóse Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío?” (Génesis 18.22 al 23 – \RVR1909).


Según el testimonio del Hijo, Abraham recibiría las promesas de Dios Padre, porque Abraham caminó en el Camino de Dios: “Porque yo lo he conocido, sé que mandará á sus hijos y á su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él” (Génesis 18.19 – \RVR1909). Desde que existe el ser humano en malos pasos y en rebeldía, su ser se encuentra en prisión de maldad: “Arrepiéntete pues de esta tu maldad, y ruega á Dios, si quizás te será perdonado el pensamiento de tu corazón. Porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás” (Hechos 8.22 al 23 – \RVR1909). Al respecto el proverbio dice lo siguiente: “Pues que los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, Y él considera todas sus veredas. Prenderán al impío sus propias iniquidades, Y detenido será con las cuerdas de su pecado” (Proverbios 5.21 al 22 – \RVR1909). El encarcelamiento espiritual, es la ausencia o la nada de espiritualidad, porque la nulidad espiritual es debida a las cadenas de esclavitud de la maldad y el pecado, como ataduras en prisiones que se requieren romper:


“Los que moraban en tinieblas y sombra de muerte, Aprisionados en aflicción y en hierros; Por cuanto fueron rebeldes á las palabras de Jehová, Y aborrecieron el consejo del Altísimo. Por lo que quebrantó él con trabajo sus corazones, Cayeron y no hubo quien los ayudase; Luego que clamaron á Jehová en su angustia, Librólos de sus aflicciones. Sacólos de las tinieblas y de la sombra de muerte, Y rompió sus prisiones. Alaben la misericordia de Jehová, Y sus maravillas para con los hijos de los hombres” (Salmos 107.10 al 15 – \RVR1909).

El Hijo siempre ha trabajado en coordinación con su Padre para guiar y orientar al ser humano: “Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Juan 5.17 al 18 – \RVR1909). Dios no quiere la muerte eterna del que muere espiritualmente, porque es una muerte sin un llamamiento, arrepentimiento, conversión y resarcimiento del daño espiritual: “Que no quiero la muerte del que muere, dice el Señor Jehová, convertíos pues, y viviréis” (Ezequiel 18.32 – \RVR1909). El resarcimiento es parte del proceso de sanación o sanidad y perdón: “Si el impío restituyere la prenda, devolviere lo que hubiere robado, caminare en las ordenanzas de la vida, no haciendo iniquidad, vivirá ciertamente y no morirá” (Ezequiel 33.15 – \RVR1909). Son vanas las indulgencias espirituales, si no se demuestra con acciones y hechos, la práctica de nunca volver a pecar: “Luego dirán los hijos de tu pueblo: No es recta la vía del Señor: la vía de ellos es la que no es recta. Cuando el justo se apartare de su justicia, é hiciere iniquidad, morirá por ello. Y cuando el impío se apartare de su impiedad, é hiciere juicio y justicia, vivirá por ello” (Ezequiel 33.17 al 19 – \RVR1909). Por esta razón, es necesario diferenciar entre los puntos de fe y la Teoética directa de Dios, para evitar la mediocridad espiritual: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¬Ojalá fueses frío, ó caliente! Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3.15 al 16 – \RVR1909).


La Teoética de ningún modo justificará al malvado, porque entre los atributos, características o cualidades de la Teoética están las siguientes: “Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: Jehová, Jehová, fuerte, misericordioso, y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad; Que guarda la misericordia en millares, que perdona la iniquidad, la rebelión, y el pecado, y que de ningún modo justificará al malvado…” (Éxodo 34.6 al 7 – \RVR1909). Son múltiples las oportunidades para decidir y hacer el bien con el respaldo de Dios, de manera que no se justifica para nada la práctica del pecado, cuando se tiene el auxilio o ayuda de Dios directamente para dejar de pecar. Aunque el pecado sea permisivo o hasta legalizado por algunos, el principio de Dios es que de ninguna manera permite la impunidad de la maldad y el pecado, solamente acepta el bien: “Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador? De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien” (1 Pedro 4.18 al 19 – \RVR1909). El problema es cuando la indecisión ancestral como ángeles indecisos, se vuelve en la rebeldía de ángel caído. Es reconvertir o hacer volver en caída lo que se había vuelto en indecisión.


En otras palabras, los ángeles indecisos que vienen a este mundo como seres humanos, se convierten en ángeles caídos por su persistencia en la maldad y el pecado ante Dios el Creador. Dejan de ser humanos dignos de lástima, por su viles comportamientos y conductas, porque se hacen seres caídos irreverentes y rebeldes ante Dios, merecedores de condenación, ya no como seres humanos inferiores, sino como ángeles caídos que no quisieron aprovechar su oportunidad de decisión: “El que en él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3.18 – \RVR1909). Mientras que Dios le da promesas a Abraham, observa el incremento de la maldad de otros pueblos como el amorreo: “Y tú vendrás á tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación volverán acá: porque aun no está cumplida la maldad del Amorrheo hasta aquí” (Génesis 15.15 al 16 – \RVR1909). La abominación y maldad era mucha entre los pueblos: “En ninguna de estas cosas os amancillaréis; porque en todas estas cosas se han ensuciado las gentes que yo echo de delante de vosotros: Y la tierra fue contaminada; y yo visité su maldad sobre ella, y la tierra vomitó sus moradores” (Levítico 18.24 al 25 – \RVR1909). La misma situación presentada con las ciudades de Gomorra y Sodoma eran prácticas comunes en muchas poblaciones: “Abram asentó en la tierra de Canaán, y Lot asentó en las ciudades de la llanura, y fué poniendo sus tiendas hasta Sodoma. Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores para con Jehová en gran manera” (Génesis 13.12 al 13 – \RVR1909).


El ser humano desde su existencia previa en el séquito celestial, ya trae consigo su culpabilidad de indecisión. De manera que no es tan inocente cuando viene a este mundo a tomar una decisión definitiva, porque su indecisión es debido a la falta de seguridad en la fidelidad y lealtad al Hijo de Dios. Cuando un humano cae es un ángel indeciso caído según su propia responsabilidad. Dios voluntariamente de ninguna manera es la causa del mal de los seres humanos desobedientes, cada persona tiene un compromiso y es responsable de su propio destino: “Porque el Señor no desecha para siempre; Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres” (Lamentaciones 3.31 al 33 – \RVR60). Esto de que no es voluntario, significa que Dios no se complace del mal que le ocurre al ser humano, de ninguna manera es su voluntad el mal. Lo que pasa es que el mismo humano tiene que asumir su propia responsabilidad. Dios dice: “Pueblo mío, ¿qué te he hecho, ó en qué te he molestado? Responde contra mí” (Miqueas 6.3 – \RVR1909). El ser humano se ha molestado contra Dios que nunca de su voluntad le ha hecho mal a la humanidad. Todo lo contrario, Dios se angustia del mal que nosotros mismos provocamos debido a nuestra rebeldía, espera que seamos un pueblo de hijos de Dios auténticos y genuinos sin engaño ni mentira:


“Porque dijo: Ciertamente mi pueblo son, hijos que no mienten; y fué su Salvador. En toda angustia de ellos él fué angustiado, y el ángel de su faz los salvó: en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días del siglo. Mas ellos fueron rebeldes, é hicieron enojar su espíritu santo; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos” (Isaías 63.8 al 10 – \RVR1909).

Es el ser humano quien ha sido rebelde en contra de la voluntad de Dios: “Y Jehová dijo á Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿hasta cuándo no me ha de creer con todas las señales que he hecho en medio de ellos?” (Números 14.11 – \RVR1909). No hay gratitud por el don de vivir a pesar de la oportunidad de la existencia, porque la Teoética de la vida no se cumple a cabalidad en el ser humano. Así dice Dios al respecto:


“Así dijo Jehová: ¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad, y tornáronse vanos? Y no dijeron: ¿Dónde está Jehová, que nos hizo subir de tierra de Egipto, que nos hizo andar por el desierto, por una tierra desierta y despoblada, por tierra seca y de sombra de muerte, por una tierra por la cual no pasó varón, ni allí habitó hombre? Y os metí en tierra de Carmelo, para que comieseis su fruto y su bien: mas entrasteis, y contaminasteis mi tierra, é hicisteis mi heredad abominable” (Jeremías 2.5 al 7 – \RVR1909).

El ser humano contaminó la tierra e hizo abominable la heredad de Dios. Prevalece más su naturaleza humana, sin considerar la vida más allá de lo que se ve naturalmente, con la evasión del propósito de Dios que vale luchar. Todas las pruebas y señales que Dios Padre ha realizado con hechos demostrables, las mismas son comprobables y verificables históricamente a través de los mismos seres humanos como testigos. Además del Hijo, el siervo escogido de Dios: “Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí; para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mí no fué formado Dios, ni lo será después de mí” (Isaías 43.10 – \RVR1909). Los dioses falsos y la idolatría no sirven de nada, solamente Dios el Creador, es Dios entre los dioses de los seres humanos. Así dijo el Hijo de Dios: “Y les dijo: No toca á vosotros saber los tiempos ó las sazones que el Padre puso en su sola potestad; Mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros; y me sereís testigos en Jerusalem, en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1.7 al 8 – \RVR1909). Seremos testigos de Jesucristo en espacio y tiempo, hasta el último rincón de la tierra y hasta el fin de los tiempos.


Lo que se ve con la mirada o vista natural es lo momentáneo y temporal del presente, pero la convicción y seguridad de la existencia de la eternidad, es la comunión y confianza en la existencia de Dios, que no vemos aunque conocemos y sabemos de su existencia: “Porque lo que al presente es momentáneo y leve de nuestra tribulación, nos obra un sobremanera alto y eterno peso de gloria; No mirando nosotros á las cosas que se ven, sino á las que no se ven: porque las cosas que se ven son temporales, mas las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4.17 al 18 – \RVR1909). La fe en Dios nos ayuda a comprender y entender la existencia de Dios, con el razonamiento lógico celestial. Si hay alguna falla es por la causa del ser humano, ya sea por la consecuencia y resultado de las decisiones o debido al comportamiento y conducta de sus acciones. Dios de ninguna manera falla ni hizo una creación con defecto o falta alguna, porque Dios tiene el conocimiento y saber con el control total y sublime de todo. Por ejemplo, los integrantes del séquito celestial eran todos portadores de luz con igualdad de perfección de iluminación, ninguno era más que el otro, salvo la primera creación de Dios, ya que el Hijo es mayor o superior a todos los del séquito celestial. En el caso del ángel caído en su poder de decisión, su consecuencia y resultado es contrario a la adoración al Hijo de Dios.


No hay ningún defecto en la creación, Dios hace sus criaturas con la capacidad de decidir, salvo que a partir de la segunda venida de Jesucristo, se termina el libre albedrío de hacer cada quien lo que quiera: “Y no habrá más maldición; sino que el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán. Y verán su cara; y su nombre estará en sus frentes. Y allí no habrá más noche; y no tienen necesidad de lumbre de antorcha, ni de lumbre de sol: porque el Señor Dios los alumbrará: y reinarán para siempre jamás” (Apocalipsis 22.3 al 5 – \RVR1909). Esto se interpreta y significa que ya no habrá más libre albedrío ni decisión, porque el trono de Dios y del Cordero representa que Dios Padre y su Hijo reinarán sin que exista el mal. El plazo se cumple a partir de la conversión del último justo: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis acerca de vosotros mismos arrogantes: que el endurecimiento en parte ha acontecido en Israel, hasta que haya entrado la plenitud de los Gentiles” (Romanos 11.25 – RVR1909).


El Padre los alumbrará para siempre: “Porque todas las cosas sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice: Todas las cosas son sujetadas á él, claro está exceptuado aquel que sujetó á él todas las cosas. Mas luego que todas las cosas le fueren sujetas, entonces también el mismo Hijo se sujetará al que le sujetó á él todas las cosas, para que Dios sea todas las cosas en todos” (1 Corintios 15.27 al 28 – \RVR1909). El Padre es el que alumbrará en la vida eterna celestial. Primero es el Hijo quien nos alumbra en la vida humana: “Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo” (Efesios 5.14 – \RVR1909). Cristo nos alumbra nuestro ser interior y reinamos espiritualmente con él desde lo interno: “Y preguntado por los Fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia; Ni dirán: Helo aquí, ó helo allí: porque he aquí el reino de Dios entre vosotros está” (Lucas 17.20 al 21 – \RVR1909).


Primeramente el reino en vida es mediante Cristo: “Empero á los llamados, así Judíos como Griegos, Cristo potencia de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1.24 – \RVR1909). Inclusive con la adoración del séquito celestial: “Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en la tierra, dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios” (Hebreos 1.6 – \RVR1909). El Hijo hereda el nombre de su Padre: “Hecho tanto más excelente que los ángeles, cuanto alcanzó por herencia más excelente nombre que ellos” (Hebreos 1.4 – \RVR1909). La Biblia dice: “Y dijo Jehová á Satán: Jehová te reprenda, oh Satán; Jehová, que ha escogido á Jerusalem, te reprenda. ¿No es éste tizón arrebatado del incendio?” (Zacarías 3.2 – \RVR1909). Así Jehová Hijo es el primero o primogénito de la creación a la imagen de Jehová Padre: “El cual es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura” (Colosenses 1.15 – \RVR1909). Entonces en el reino de Dios o reino de los cielos se llevará su nombre en sus mentes (representado por sus frentes con la fidelidad y lealtad permanente): “Y verán su cara; y su nombre estará en sus frentes” (Apocalipsis 22.4 – \RVR1909). Apocalipsis o revelación indica lo siguiente: “Y sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno entendía sino él mismo. Y estaba vestido de una ropa teñida en sangre: y su nombre es llamado EL VERBO DE DIOS” (Apocalipsis 19.12 al 13 – \RVR1909).


Este Verbo de Dios estaba desde el principio con el Padre: “LO que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida; (Porque la vida fué manifestada, y vimos, y testificamos, y os anunciamos aquella vida eterna, la cual estaba con el Padre, y nos ha aparecido;)” (1 Juan 1.1 al 2 – \RVR1909). Por lo tanto, el Verbo de Dios es Dios Hijo desde su creación, por ser Hijo de Dios que estaba desde el principio con Dios Padre: “EN el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios” (Juan 1.1 al 2 – \RVR1909). El Verbo que era Dios Hijo estaba en el principio con Dios Padre. También en el reino eterno estará Dios con su Hijo reinando, en cumplimiento del propósito inicial desde que el Padre hace la creación de su Hijo: “Y escribe al ángel de la iglesia en LAODICEA: He aquí dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios” (Apocalipsis 3.14 – \RVR1909).


El Hijo sí fue creado por el Padre. La etapa donde el Hijo es engendrado del Padre es durante la encarnación como ser humano: “Y aquel Verbo fué hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1.14 – \RVR1909). Ratificado con la resurrección al ser levantado por el Padre: “La cual Dios ha cumplido á los hijos de ellos, á nosotros, resucitando á Jesús: como también en el salmo segundo está escrito: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hechos 13.33 – \RVR1909). Dando fe con su resurrección: “Por cuanto ha establecido un día, en el cual ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel varón al cual determinó; dando fe á todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17.31 – \RVR1909).


Según el profeta Miqueas fue profetizado el nacimiento de nuestro Señor en Belén: “Mas tú, Beth-lehem Ephrata, pequeña para ser en los millares de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días del siglo” (Miqueas 5.2 – \RVR1909). La expresión desde el principio, desde los días del siglo, significa que su procedencia es del Padre Eterno, es decir, nace en Belén como ser humano pero procede y viene previamente del Padre, como el Hijo Unigénito: “A Dios nadie le vió jamás: el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le declaró” (Juan 1.18 – \RVR1909). Tanto la concepción como la acción de engendrar fue a través del Espíritu Santo de Dios Padre: “Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? porque no conozco varón. Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra; por lo cual también lo Santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1.34 al 35 – \RVR1909). El Hijo engendrado fue profetizado con anticipación: “Yo publicaré el decreto: Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy” (Salmos 2.7 – \RVR1909). Había sido anunciado con tiempo previo: “Por tanto el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y llamará su nombre Emmanuel” (Isaías 7.14 – \RVR1909).


El Hijo de Dios es superior al séquito celestial: “Tu trono, oh Dios, eterno y para siempre: Vara de justicia la vara de tu reino. Amaste la justicia y aborreciste la maldad: Por tanto te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de gozo sobre tus compañeros” (Salmos 45.6 al 7 – \RVR1909). Esto significa, que aunque los ángeles indecisos vienen a este mundo como seres humanos, el único que ha encarnado para darnos salvación y vida eterna es el Hijo de Dios: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4.11 al 12 – \RVR1909). Además en comparación al séquito celestial, el Hijo es el único con un nombre sobre todo nombre y que puede recibir la Dilatría de la adoración exclusiva y simultánea con el Padre: “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y de los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra; Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, á la gloria de Dios Padre” (Filipenses 2.10 al 11 – \RVR1909). Porque el Hijo recibe la honra como se honra al Padre: “Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió” (Juan 5.23 – \RVR1909).


¿Cuál es la relación entre Dios Padre y Dios Hijo con la Teoética? Jesucristo dijo: “Como el Padre me amó, también yo os he amado: estad en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, estaréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor” (Juan 15.9 al 10 – \RVR1909). Los mandamientos de Jesucristo también son ley: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros; y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6.2 – \RVR1909). La ley de Cristo es mencionada en la epístola a los Corintios por Pablo (Saulo de Tarso): “A los que son sin ley, como si yo fuera sin ley, (no estando yo sin ley de Dios, mas en la ley de Cristo) por ganar á los que estaban sin ley” (1 Corintios 9.21 – \RVR1909). En otra ocasión Jesucristo dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos á otros: como os he amado, que también os améis los unos á los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13.34 al 35 – \RVR1909). Además Jesucristo confirma lo siguiente: “Y decía Jesús á los Judíos que le habían creído: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará” (Juan 8.31 al 32 – \RVR1909).


Ser verdaderamente su discípulo en lo espiritual del ser interior: “Mas es Judío el que lo es en lo interior; y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no es de los hombres, sino de Dios” (Romanos 2.29 – \RVR1909). Así es el Israel espiritual de Dios: “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios” (Gálatas 6.15 al 16 – \RVR60). La relación entre Dios Padre y Dios Hijo con la Teoética es el amor verdadero que produce libertad. El falso amor se basa en el egocentrismo, el egoísmo y la egolatría. Jesús menciona lo que sigue: “Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuera Dios, ciertamente me amaríais: porque yo de Dios he salido, y he venido; que no he venido de mí mismo, mas él me envió. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? porque no podéis oir mi palabra” (Juan 8.42 al 43 – \RVR1909). El ego es inevitable porque es parte del ser interior, todo ser humano tiene ego, por lo tanto, nadie puede vivir sin ego. Se requiere un ego balanceado y equilibrado, ya que es perjudicial el exceso o extremo del ego, ya sea bajo o muy elevado, que se manifiesta en baja autoestima o excesiva. Por ejemplo, por un lado el sentimiento de inferioridad, por otra parte, la arrogancia, desprecio, prepotencia, presunción y narcisismo.


Jesús dice lo siguiente: “Y decíanle: ¿Tú quién eres? Entonces Jesús les dijo: El que al principio también os he dicho. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros: mas el que me envió, es verdadero: y yo, lo que he oído de él, esto hablo en el mundo. Mas no entendieron que él les hablaba del Padre” (Juan 8.25 al 27 – \RVR1909). Por el amor del Padre ha enviado al Hijo para ser Salvador del mundo: “Ninguno vió jamás á Dios. Si nos amamos unos á otros, Dios está en nosotros, y su amor es perfecto en nosotros: En esto conocemos que estamos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo para ser Salvador del mundo” (1 Juan 4.12 al 14 – \RVR1909). Finalmente, encontramos en el Hijo el ejemplo, modelo y prototipo de obediencia, fiel y leal a los principios, valores y virtudes del Padre como una Teoética de la vida, siendo de procedencia de la misma esencia o sustancia: “El cual siendo el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó á la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1.3 – \RVR1909). No obstante, se sienta a la diestra del Padre, porque aunque es Dios Hijo, demuestra con su vida la obediencia a los mandamientos y principios de su Padre:


“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2.5 al 8 – \RVR60).

El Hijo en la forma de Dios como la del Padre. Se aclara que la Biblia de ninguna manera dice que Dios Padre sea materia, en el sentido de lo que conocemos como materia para nosotros: “Porque lo que de Dios se conoce, á ellos es manifiesto; porque Dios se lo manifestó” (Romanos 1.19 – \RVR1909). La Biblia dice: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4.24 – \RVR1909). Además el Hijo dice que el Padre es la Majestad: “Habéis oído cómo yo os he dicho: Voy, y vengo á vosotros. Si me amaseis, ciertamente os gozaríais, porque he dicho que voy al Padre: porque el Padre mayor es que yo” (Juan 14.28 – \RVR1909). El Hijo y el Padre son uno en unidad, propósito y sentido, pero el Padre siempre será superior: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos” (Juan 10.27 al 30 – \RVR1909). Así entendieron los judíos: “…porque tú, siendo hombre, te haces Dios… Respondióles Jesús:… ¿A quien el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? …creed á las obras; para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Juan 10.33 al 38 – \RVR1909).


Jesús dijo que el espíritu ni tiene carne ni huesos: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy: palpad, y ved; que el espíritu ni tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24.39 – \RVR1909). Después de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, se aparece en varias ocasiones entre los seres humanos, antes de su ascensión al lugar o sitio de habitación de Dios Padre. Luego su cuerpo deja de ser terrenal y se vuelve celestial con la resurrección y ascensión. La Biblia dice “Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales… Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual” (1 Corintios 15.40 al 44 – \RVR1909). Así la promesa de la ascensión es parte de la resurrección con el cuerpo transformado: “Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero: Luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes á recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4.16 al 17 – \RVR1909). Por esta razón, la Biblia menciona como persona solamente en referencia o en relación con Dios Hijo: “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos” (1 Pedro 1.10 al 11 – \RVR60).


El Espíritu de Cristo que estaba en los profetas, es el mismo Espíritu Santo de Dios Padre que hace la obra. Es el Espíritu de Jehová Padre: “¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole?” (Isaías 40.13 – \RVR60). Dios Padre los guiaba con su Espíritu: “Porque la profecía no fué en los tiempos pasados traída por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo” (2 Pedro 1.21 – \RVR1909). Por ejemplo, mentir al Espíritu Santo es mentir a Dios mismo: “… mintieses al Espíritu Santo,… No has mentido á los hombres, sino á Dios” (Hechos 5.3 al 4 – \RVR1909). Dios es Espíritu y es Santo: “¿Quién como tú, Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en loores, hacedor de maravillas?” (Éxodo 15.11 – \RVR1909). La Biblia dice de Dios: “Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre á aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conversad en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1 Pedro 1.16 al 17 – \RVR1909). La Teoética requiere del Espíritu de Dios, de la paz y la santidad: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12.14 – \RVR1909).


El Espíritu de Cristo es el mismo Espíritu Santo de Dios Padre que mora en su Hijo, también en los hijos santos de Dios: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, el cual clama: Abba, Padre” (Gálatas 4.6 – \RVR1909). Jesucristo dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos; Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: Al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce: mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros” (Juan 14.15 al 17 – \RVR1909). Somos morada del Espíritu de Dios: “Entonces les dijo Jesús otra vez: Paz á vosotros: como me envió el Padre, así también yo os envío. Y como hubo dicho esto, sopló, y díjoles: Tomad el Espíritu Santo” (Juan 20.21 al 22 – \RVR1909). Hay que tener el Espíritu de Cristo para ser espirituales y pertenecer a Cristo: “Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él” (Romanos 8.9 – \RVR1909). Hay que convertirse al Señor Jesucristo para hacer efectivo el Espíritu Santo de Dios en nosotros:


“Mas cuando se convirtieren al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde hay el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando á cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3.16 al 18 – \RVR1909).

Por último, la Teoética requiere indispensablemente para su cumplimiento que seamos templo del Espíritu: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal: porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Corintios 3.16 al 17 – \RVR1909). El cuerpo es templo del Espíritu Santo: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6.19 – \RVR1909). Es necesario retener la fe y el amor en Cristo Jesús: “Retén la forma de las sanas palabras que de mi oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que habita en nosotros” (2 Timoteo 1.13 – \RVR1909). Este buen depósito es el cuidado, diligencia y esmero que el Espíritu Santo de Dios Padre tiene en nosotros con anhelo: “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” (Santiago 4.5 – \RVR1909). El Espíritu es la energía, fuerza y poder de Dios Padre: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo...” (Hechos 1.8 – \RVR60). Para ser fortalecidos con poder en el ser interior: “para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” (Efesios 3.16 – \RVR1909).