SEGUNDA EDICIÓN LA COMUNIDAD DE FE: ACUERDOS DE FE



Basado en la Biblia Versión Reina - Valera Revisión de 1960 (RVR60)

4.4.3 PROCESO DEL BAUTISMO


El proceso del Bautismo es un aprendizaje y demostración de obediencia. El creyente experimenta a plenitud el bautismo como un proceso durante toda su vida cristiana, comparable con el proceso de una vasija al adquirir forma, poco a poco, moldeada por su creador y diseñador. Este proceso se inicia con el llamamiento, el arrepentimiento y la conversión; conforme se incrementa el discernimiento del bien y del mal, se abandonan todos los vicios nocivos, especialmente al tomar conciencia, como resultado de la combinación de comportamiento y entendimiento. La persona empieza a demostrar la sabiduría adquirida por medio de acciones liberadoras, o sea, congruente a la libertad en Cristo, por consiguiente, renuncia a sus malos hábitos y costumbres para mejorar su calidad de vida. Luego, con la declaración pública (ante testigos), por medio del acto consciente y voluntario de la inmersión en agua, testifica su convincente decisión de seguir al Señor Jesucristo por medio de la consagración, santidad y unción.


El proceso de la vasija no termina al finalizar su formación, luego se deposita en un horno de fuego para su acabado final y continúa con su vida útil en el tiempo estimado de utilidad. El ser humano es formado como un vaso para honra y Dios es el alfarero (Romanos 9.20 al 21). El proceso continúa, una vez demostrada la capacidad de cumplir con la justicia, poseer el poder de resistir las pruebas y sufrimientos purificadores para la condición del cristiano en sus actitudes, carácter, emociones, estado anímico, sensibilidad, sentimientos, personalidad, temperamento y voluntad.


Este es el fuego purificador para el justo (Isaías 33.14 al 16), en forma constante y disciplinada se obtiene cambios; alcanza cierto grado de madurez y enfrenta la transición de la inexperiencia en la palabra de justicia y la madurez, por el uso de los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal (Hebreos 5.13 al 14). Esto lo hace ser espiritual, porque su mente pasa a tener la mente de Cristo; de lo contrario, la persona no percibe ni puede entender las cosas del Espíritu de Dios, porque se han de discernir espiritualmente (1 Corintios 2.14 al 16), o sea, por el uso o práctica de los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal. Entonces, por el mismo proceso el creyente modifica su conducta, como un verdadero templo del Espíritu Santo, cuida sus pasos para no ser partícipe de actos desagradables ante Dios (Salmos 1.1 al 2). De acuerdo con la comparación de la vasija, cuando es apta para ser usada, se deposita en ella el aceite de la unción, en este caso son los dones, operaciones y ministerios por medio del Espíritu Santo. El cristiano sigue en crecimiento hasta alcanzar la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, la unidad de la fe, el conocimiento de Jesucristo (Efesios 4.13) y la práctica del evangelio.


No obstante, también hay vasos de deshonra: personas que no cumplen a cabalidad el proceso de formación, tal es el caso, registrado en Hechos de los apóstoles, de Simón, un practicante de las artes mágicas, quien oye el mensaje de salvación y se motiva a seguir a quienes predican la palabra de Dios, pero se queda solamente con el llamamiento (Mateo 22.14), porque baja a las aguas en el bautismo sin estar verdaderamente arrepentido y convertido. Prueba de esta afirmación es la declaración de Pedro acerca del corazón de Simón: caracteriza su corazón como no recto delante de Dios y en hiel de amargura y prisión de maldad (Hechos 8.12 al 23). La persona sin frutos de arrepentimiento y conversión no es apta para testificar, públicamente, con el bautismo en agua, ya que por sus frutos se da a conocer (Mateo 7.15 al 20, 12.33 al 37; Juan 15.1 al 8).


También algunas personas a falta de los frutos del Espíritu Santo, se desviaron de la verdad, ya sea con profanas y vanas palabras, que no aprovechan sino que perjudican a los oyentes, trastornando la fe de algunos. Por ejemplo, la Escritura menciona a Himeneo y Fileto quienes decían acerca de la resurrección que ya se había efectuado (2 Timoteo 2.14 al 18). Por consiguiente tampoco hay preparación para recibir el bautismo del don del Espíritu Santo. En desobediencia no se puede recibir el Espíritu de verdad, porque el poder de Dios mora y está únicamente en quienes están en comunión con él (Juan 14.15 al 17), armonía y obediencia.


Pero en todo caso, el hacer valer una postura en defensa de cualquier enseñanza, sea a favor o en contra, no implica ser contencioso. No debe ser costumbre el contender (1 Corintios 11.16; Filipenses 2.3; 1 Timoteo 6.4 al 5), especialmente cuando algunos pretenden contender para no obedecer a la verdad (Romanos 2.8), inclusive si hay quienes predican a Cristo por contención (Filipenses 1.15 al 16), con más razón quienes se oponen. El siervo del Señor no debe ser contencioso (2 Timoteo 2.23 al 26), ahora bien, para el estudio minucioso de la Biblia, es necesario en forma respetuosa, contender ardientemente por la fe, en el sentido de preservar la sana doctrina, ya que se advierte de aquellos que quieren convertir en libertinaje la gracia de Dios (Judas 3 al 4; Tito 2.1).