SEGUNDA EDICIÓN LA COMUNIDAD DE FE: ACUERDOS DE FE



Basado en la Biblia Versión Reina - Valera Revisión de 1960 (RVR60)

2.5.4 DIMENSIONES DE CONOCIMIENTO


Hay muchos pasajes en los cuales se demuestra que el humano es un ser pensante (Deuteronomio 30.19; Eclesiastés 7.29, 11.9; Isaías 1.19 al 20; Marcos 16.16; 1 Corintios 10.12; 1 Timoteo 2.4), puede experimentar tres tipos de realidades de conciencia. Existen tres grados o niveles en el plano dimensional de conocimiento: el natural, el espiritual y el celestial. Este plano dimensional de conocimiento se representa de forma alegórica, con una forma de cielo, gobierno, mundo o reino. Las Sagradas Escrituras mencionan: “Alabadle, cielos de los cielos…” (Salmos 148.4), el apóstol Pablo menciona las visiones y revelaciones del Señor y el tercer cielo: “Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en Cristo,… fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre… que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar” (2 Corintios 12.1 al 4).


Hay un tipo de conocimiento que con palabras no se puede explicar, sino con acciones y ejemplo de vida, el testimonio como prueba y justificación de la verdad, es una forma de entendimiento e inteligencia celestial (del cielo o paraíso), es poder de Dios:


“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es... De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (Juan 3.5 al 12).

Lo nacido de la carne, carne es, en el sentido de que es naturaleza, mientras lo nacido del Espíritu es espiritual, es poder de Dios, así hay sabiduría humana y sabiduría de Dios: “para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria” (1 Corintios 2.5 al 7).


El ser humano desde el principio empezó a invocar el nombre de Jehová (Génesis 4.26). En el caso de Noé caminó con Dios y halló gracia ante los ojos de Jehová, ya que fue justo y perfecto en sus generaciones (Génesis 6.8 al 9). Dios quiso que se acordaran y se volvieran a él, todos los confines de la tierra y todas las familias de las naciones a adorar delante de él (Salmos 22.27, 86.9, 96.9; Apocalipsis 15.4). Las personas siempre han buscado adorar algo o a alguien, lamentablemente muy pocos lo han hecho con el conocimiento del verdadero Dios (Hechos 17.22 al 23), otros en cambio habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios sino que han honrado y dado culto a las criaturas antes que al Creador, a pesar de toda su creación y de todas las maravillas de Dios, han preferido adorar cualquier otra cosa (Romanos 1.21 al 25). Jesucristo dijo a la samaritana que ellos adoraban lo desconocido (Juan 4.22): “… Si conocieras el don de Dios…” (Juan 4.10). Esta es una situación muy generalizada en la actualidad, ya que la condición de la mayoría, quizás busca llenar un vacío sin importar lo que adora. Pablo entre todos los altares encontró en Atenas un altar al Dios no conocido (Hechos 17.23).


El propósito de la creación del ser humano, está en lo que Pablo llama la dispensación del misterio escondido en Dios, el Creador de todas las cosas. Esto con el propósito de que las muchas formas de la sabiduría de Dios sean dadas a conocer entre los seres creados, por medio de la fe en Cristo Jesús (Efesios 3.9 al 12). Pablo afirma que este propósito de Dios y su gracia nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos y manifestada con la venida del Salvador Jesucristo por el evangelio dado también a los gentiles (2 Timoteo 1.9 al 11). Entonces la finalidad de la creación del ser humano implica que ellos adquieran el conocimiento de Dios para alabanza de su gloria, a través del evangelio de Jesucristo dado inclusive a los gentiles. También para la administración de la gracia de Dios entre los seres humanos, siendo los gentiles coherederos y miembros del mismo cuerpo, copartícipes de la misma promesa (Efesios 3.1 al 8).


La dispensación de Dios durante todos los tiempos inicia desde la creación. En el huerto del Edén como Creador le concede la vida al ser humano, le distribuye labores para que cuide y labre el huerto, además encomienda a Adán los animales para darles sus nombres. Le encarga al ser humano la responsabilidad de administrar la naturaleza, al decirle que llene la tierra, la sojuzgue y señoree. Hay una administración general de Dios sobre la creación y el ser humano, porque le da mandamiento a la humanidad, determina sus consecuencias en el caso de actuar con rebeldía a su voluntad, establece un límite de existencia y un juicio final.


El pecado del ser humano no fue una improvisación, sino parte del plan de Dios para su dispensación, porque luego se le absuelve de su falta por medio de Cristo, liberándolo de su culpa y obligación de cumplir con la ley de los ritos, de la circuncisión y de la sentencia de muerte a ser apedreado por transgresión (lapidación).


La redención del ser humano es por medio de Cristo, porque hizo un único sacrificio derramando su propia sangre en la cruz, previsto desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los últimos tiempos. Esta solemnidad requiere en el ser humano, una conducta de temor en respeto y reverencia todo el tiempo de su peregrinación por este mundo (1 Pedro 1.17 al 20). Dios nos escoge en Cristo antes de la fundación del mundo, para ser santos y sin mancha delante de él, para alabanza de la gloria de su gracia. Por medio de la redención por la sangre de Jesucristo y el perdón de pecados, nos da a conocer el misterio de su voluntad, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, por el evangelio de la salvación y del reino de Dios, para creer en él y ser sellados con el Espíritu Santo (Efesios 1.3 al 14).


Esta dispensación final es la participación del reino de Dios prometido para los que obedecen, pero el misterio se descubre y sale a la luz, cuando se aprende a vivir la vida en Dios, a partir de la iglesia misma como pequeño reino de Dios sobre la tierra. El conocimiento pleno de esta dispensación está en mantener el sentido original de la iglesia del primer siglo, cuya característica destaca en la entrega y servicio por los demás, promoviendo valores de equidad y justicia, extendiéndolas a todos los gentiles, perseverando unánimes, estando juntos y teniendo en común todas las cosas, compartiendo según la necesidad de cada uno, partiendo el pan y comiendo juntos con alegría y sencillez, alabando a Dios como en un solo corazón, teniendo todas las cosas en común, viviendo realmente en comunidad (Hechos 2.44 al 47, 4.32 al 35) y reino de Dios.


La sabiduría de Dios es para entender la relación entre el conocimiento netamente natural y el definido como espiritual. Estos conocimientos autónomos, sin límites, tienen su fundamento en su propia legislación: la convivencia entre las civilizaciones y culturas o la descrita en el Antiguo Testamento con la ley de Dios, las acciones y consecuencias, la promoción y vivencia del amor de Dios, la fe, la justicia, la misericordia, la paz y santidad, el cumplimiento y obediencia a su alianza. El caos natural se ha vuelto un sepulcro, lo espiritual para purificación y lo celestial un impulso divino por causa de la vida eterna.


En el caso de la sabiduría del ser humano, por sí sola ha sido insuficiente, en términos espirituales, cuando la persona se excluye así misma de la posibilidad de tomar en cuenta la sabiduría proveniente de Dios el Creador, el saber de procedencia de lo alto:


“Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria” (1 Corintios 2.6 al 8).

Según el pasaje anterior, no se habría crucificado a Jesús sí hubieran entendido el mensaje de la sabiduría de Dios, pero el ser humano con su propia sabiduría, influenciada por intereses egoístas, mezquinos y particulares, luchas de poder, status social, compromisos políticos, militares, económicos o financieros, distorsiona el entendimiento y la idoneidad del juicio. Inclusive el mundo religioso en el plano espiritual, tiene una dependencia recíproca en intereses y conveniencias con el mundo natural y político.