SEGUNDA EDICIÓN LA COMUNIDAD DE FE: ACUERDOS DE FE



Basado en la Biblia Versión Reina - Valera Revisión de 1960 (RVR60)

1.6 EL JUSTO POR LA FE VIVIRÁ


El justo vivirá por fe (Romanos 1.17; Gálatas 3.11; Hebreos 10.38), afirma las Sagradas Escrituras: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (Habacuc 2.4). La arrogancia y el exceso de estimación propia, por méritos propios o bienes poseídos, es el vivir para sí mismo con cierta incredulidad contraria a la fe en Cristo, porque la persona considera que no requiere de la fe para poder subsistir, sino por su propio esfuerzo: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos,… para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos… De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5.14 al 17).


El apóstol Pablo a los filipenses menciona: “Porque para mí el vivir es Cristo…” (Filipenses 1.21). El profeta Ezequiel anuncia la promesa de Dios: “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos;… y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios” (Ezequiel 11.19 al 20). Además se menciona: “… y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu…” (Ezequiel 36.26 al 27). El auge de la plenitud de la fe en el justo, se da a partir de la inspiración de Dios, por efecto de su energía, gracia y poder transmitida con su Espíritu.


Los pasajes anteriores también aplican en el nuevo pacto a los gentiles, debido a la promesa de la fe, donde se involucra al resto de las naciones. La muerte de Jesucristo en la cruz, establece la paz, respeto y solidaridad entre los pueblos. Jesús dijo: “… Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10.10). La vida en abundancia es ser lleno del Espíritu de Dios, con un corazón, espíritu nuevo y las leyes de Dios escritas en el corazón y la mente. La vida abundante en Jesús, corresponde a una vida cercana y consagrada a Dios, nutrida y rebosante en el Espíritu: “Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hechos 26.18).


Los seguidores de Jesús en el primer siglo, inicialmente son judíos e israelitas. Dios ofrece la apertura u oportunidad a los considerados gentiles: los griegos y demás pueblos y nacionalidades, quienes llegan a ser pueblo de Dios. Por esta razón el autor de la carta a los Hebreos, en el Nuevo Testamento, ratifica un pasaje del primer pacto, enfocado en la iglesia como nuevo pacto:


“Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor. Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo...” (Hebreos 8.8 al 9.1; Jeremías 31.31 al 34).

Así la promesa de vivir la justicia por fe alcanza a todas las naciones gentiles:


“Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión… Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación…” (Efesios 2.11 al 16).