La interpretación del don de profecía, se encuentra bajo el control de los profetas, en este sentido a las mujeres, inclusive las profetisas, se les ordena consultar en casa a sus maridos
Cada profecía recibida es examinada y comparada con las Sagradas Escrituras, como referencia, pues está escrito: “Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz…” (1 Corintios 14.32 al 33). Pablo, a pesar de estar condicionado dentro de una cultura con raíces patriarcales, la cual considera al sexo masculino superior al femenino, actualmente denominado con el nombre de machismo, regula en relación con la profecía, tanto a las mujeres como a los varones por igual y sin marginación.
La precaución específica para la mujer en
Pablo les pregunta a las mujeres, si acaso de ellas se ha iniciado el mensaje de la palabra o solo a ellas ha llegado este mensaje
“Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes” (Lucas 8.1 al 3).
Tal y como se menciona en el párrafo anterior, la mujer tiene participación en el ministerio de Jesús, fundador de la comunidad de fe, por consiguiente, promotor de los valores comunitarios. En todo caso, la organización e institucionalización de esta comunidad, como iglesia y sus normas respectivas, no justifican la discriminación de la mujer, en la labor de servicio ministerial. Aunque en la formación de la iglesia, por desordenes litúrgicos se establecen regulaciones, esto no autoriza excluir o marginar a la mujer en la participación general del trabajo administrativo, eclesiástico y de grupos ministeriales (evangelistas, maestros, pastores y diáconos), menos marginarla en impartir la enseñanza, clases, liderar, oficiar en las actividades, liturgias, ceremonias o celebraciones eclesiásticas, misioneras y caritativas. Es indispensable la capacidad de unión en función de la comunidad, sin intereses particulares para promover los comunitarios.
Pablo le recuerda a la mujer tomar en cuenta al varón, como mensajero de Dios, porque el varón es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza del varón y Dios Padre la cabeza de Cristo
“Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles. Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios” (1 Corintios 11.8 al 12).
Cabe destacar la expresión del párrafo anterior: “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles”. En el contexto del pasaje, el término ángeles se relaciona con mensajeros o el mensaje, donde se requiere que la mujer se cubra la cabeza y el varón se descubra, de lo contrario la mujer afrenta al varón y este último a Cristo: “Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza...” (1 Corintios 11.4 al 5). Debido a los mensajeros, delegados de Dios, en este caso los profetas, la mujer se cubre la cabeza solo para orar y profetizar, como señal de respeto a la autoridad del mensaje profético. No es necesario cubrirse en todo el acto litúrgico, la Escritura menciona para orar o profetizar.
La mujer a pesar de ser un vaso o instrumento profético, el cubrirse la cabeza es un recordatorio para ella, en el sentido de no precipitarse a tomar la dirección, e interpretación en forma privada, sino callar en la congregación
En cuanto a cubrirse o descubrirse la cabeza, únicamente para orar y profetizar, según corresponda, y no en todo el acto litúrgico, si alguien quiere omitir o discutir este orden, según
También en las Sagradas Escrituras se menciona la expresión del marido como cabeza de su esposa
Las casadas están sujetas a sus maridos, en el sentido de armonía y unidad como lo hacen con el Seño