6.4 EL DON DE PROFECÍA BAJO EL CONTROL DE LOS PROFETAS


La interpretación del don de profecía, se encuentra bajo el control de los profetas, en este sentido a las mujeres, inclusive las profetisas, se les ordena consultar en casa a sus maridos (1 Corintios 14.35), esta función la cumple la compañía de profetas, porque no todas las mujeres, sean o no profetisas, tienen marido, marido creyente o marido profeta, con el conocimiento adecuado para responder la consulta. La visión o sueño es analizado por el grupo, sobre la base principal de no menospreciar ninguna profecía y examinar detenidamente cada una. Con este análisis, se determina la conveniencia de dar a conocer la profecía externamente al grupo, según la palabra: “No apaguéis al Espíritu, no menospreciéis las profecías, examinadlo todo; retened lo bueno, absteneos de toda especie de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo;…” (1 Tesalonicenses 5.19 al 23).


Cada profecía recibida es examinada y comparada con las Sagradas Escrituras, como referencia, pues está escrito: “Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz…” (1 Corintios 14.32 al 33). Pablo, a pesar de estar condicionado dentro de una cultura con raíces patriarcales, la cual considera al sexo masculino superior al femenino, actualmente denominado con el nombre de machismo, regula en relación con la profecía, tanto a las mujeres como a los varones por igual y sin marginación.


La precaución específica para la mujer en 1 Corintios 14.34 al 35, es de no hacer una interpretación a la ligera con la consecuencia de inducir al varón al error, porque en 2 Corintios 11.3, la compara con el ejemplo de Eva, extraviada en su propia mente al cuestionar y distorsionar sus sentidos en confusión, esto la lleva a incurrir en rebeldía con la participación de Adán. En realidad no hay sexo superior al otro, la acción de Eva al hacer uso de su inteligencia la confronta con una duda e investiga por sí misma el conocimiento de lo cuestionado, capacidad innata provista por Dios en el ser humano, tanto en el hombre y en la mujer.


Pablo les pregunta a las mujeres, si acaso de ellas se ha iniciado el mensaje de la palabra o solo a ellas ha llegado este mensaje (1 Corintios 14.36), hay una unidad de trabajo, entre varones y mujeres sin ser unos superiores a otros. Al principio los discípulos de Jesús llegaron a ser ministros de la palabra (Lucas 1.2), posteriormente, se integran otros ministros, entre ellos Pablo (Hechos 26.16), pero Jesús desde el inicio le da participación a la mujer, observamos la integración de la mujer en el ministerio de Jesús, sin discriminación alguna, inclusive colaboran tanto en el servicio como con sus propios bienes:


“Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes” (Lucas 8.1 al 3).

Tal y como se menciona en el párrafo anterior, la mujer tiene participación en el ministerio de Jesús, fundador de la comunidad de fe, por consiguiente, promotor de los valores comunitarios. En todo caso, la organización e institucionalización de esta comunidad, como iglesia y sus normas respectivas, no justifican la discriminación de la mujer, en la labor de servicio ministerial. Aunque en la formación de la iglesia, por desordenes litúrgicos se establecen regulaciones, esto no autoriza excluir o marginar a la mujer en la participación general del trabajo administrativo, eclesiástico y de grupos ministeriales (evangelistas, maestros, pastores y diáconos), menos marginarla en impartir la enseñanza, clases, liderar, oficiar en las actividades, liturgias, ceremonias o celebraciones eclesiásticas, misioneras y caritativas. Es indispensable la capacidad de unión en función de la comunidad, sin intereses particulares para promover los comunitarios.


Pablo le recuerda a la mujer tomar en cuenta al varón, como mensajero de Dios, porque el varón es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza del varón y Dios Padre la cabeza de Cristo (1 Corintios 11.3). En este pasaje la expresión “cabeza” es en señal de preceder en existencia, principio, origen o fuente de vida. Dios precede en existencia a Cristo; Cristo al varón y el varón a la mujer. Porque Adán fue formado primero y después Eva (1 Timoteo 2.13). Por esta razón en el caso de Corinto se propició una costumbre local de cubrirse la cabeza las mujeres para orar o profetizar, como recordatorio, de señal de autoridad en relación con el hombre, a quien se le pide descubrirse la cabeza para orar y profetizar:


“Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles. Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios” (1 Corintios 11.8 al 12).

Cabe destacar la expresión del párrafo anterior: “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles”. En el contexto del pasaje, el término ángeles se relaciona con mensajeros o el mensaje, donde se requiere que la mujer se cubra la cabeza y el varón se descubra, de lo contrario la mujer afrenta al varón y este último a Cristo: “Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza...” (1 Corintios 11.4 al 5). Debido a los mensajeros, delegados de Dios, en este caso los profetas, la mujer se cubre la cabeza solo para orar y profetizar, como señal de respeto a la autoridad del mensaje profético. No es necesario cubrirse en todo el acto litúrgico, la Escritura menciona para orar o profetizar.


La mujer a pesar de ser un vaso o instrumento profético, el cubrirse la cabeza es un recordatorio para ella, en el sentido de no precipitarse a tomar la dirección, e interpretación en forma privada, sino callar en la congregación (1 Corintios 14.34), y esperar el debido proceso para exteriorizar la profecía recibida, con el análisis en comunidad mediante la compañía de profetas. Sea una revelación (voz audible) sueño o visión, es indecoroso a la mujer hablar de estas situaciones en la congregación (1 Corintios 14.35). No es prudente, promulgar lo recibido, ni involucrar a nadie, hasta que se pronuncie al respecto la compañía de profetas.


En cuanto a cubrirse o descubrirse la cabeza, únicamente para orar y profetizar, según corresponda, y no en todo el acto litúrgico, si alguien quiere omitir o discutir este orden, según 1 Corintios 11.16, las iglesias de Dios no acostumbran contender, solo se resolvía un orden litúrgico o de celebración, específicamente local (Corinto) y para la acción o acto de orar y profetizar. Pablo afirma a quien se cree profeta y espiritual, reconocer los mandamientos del Señor (1 Corintios 14.37), la medida resolvía un recordatorio de nunca precipitarse en la dirección e interpretación, por encima del Señor y de las Escrituras. El cubrirse o descubrirse no es vinculante para perder la salvación, se practicó por un orden.


También en las Sagradas Escrituras se menciona la expresión del marido como cabeza de su esposa (Efesios 5.23 al 24), la sujeción indicada se refiere a unidad y no a sometimiento, sino en forma recíproca sometidos unos a otros sin discriminación de sexo, en el temor de Dios (Efesios 5.21). Al marido le corresponde velar por el cariño y amor de su esposa, cuidarla como a su propia carne (Efesios 5.28 al 33), dar honor a la mujer como a vaso más frágil, o sea, con mayor atención y cuidado (1 Pedro 3.7).


Las casadas están sujetas a sus maridos, en el sentido de armonía y unidad como lo hacen con el Seño (Efesios 5.22, 25 al 27). El marido no es cabeza en el sentido de poder absoluto, cualquier persona sea hombre o mujer, no está sujeto o sujeta a servidumbre en tales casos (1 Corintios 7.12 al 17), por ejemplo en la actualidad, por causa de adulterio, agresión doméstica (intrafamiliar), abandono familiar, incesto, incumplimiento conyugal premeditado, intransigencia o cualquier aspecto dañino y perjudicial. La Biblia dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra” (Efesios 5.25 al 26).