4.4.4.1 BAUTISMO FAMILIAR


El apóstol Pablo menciona en una de sus cartas el bautismo familiar: “También bauticé a la familia de Estéfanas…” (1 Corintios 1.16). Por otra parte, se menciona la expresión “la iglesia que está en su casa”: “Hermanos, ya sabéis que la familia de Estéfanas es las primicias de Acaya, y que ellos se han dedicado al servicio a los santos. Os ruego que os sujetéis a personas como ellos, y a todos los que ayudan y trabajan. Me regocijo con la venida de Estéfanas, de Fortunato y de Acaico, pues ellos han suplido vuestra ausencia. Porque confortaron mi espíritu y el vuestro; reconoced, pues, a tales personas. Las iglesias de Asia os saludan. Aquila y Priscila, con la iglesia que está en su casa, os saludan mucho en el Señor” (1 Corintios 16.15 al 19). Esto es la iglesia doméstica.


La Biblia muestra varios ejemplos de bautismo familiar, por ejemplo, el caso de Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira: “Y cuando fue bautizada, y su familia…” (Hechos 16.14 al 15). Bautizar una familia, sin discriminación de la edad, es válido, condicionado al compromiso de los progenitores o encargados familiares, en mantener la instrucción y seguimiento de la familia en las obligaciones cristianas, inclusive de los niños pequeños, infantes, adolescentes o jóvenes bautizados, para el crecimiento en la fe y el proceso de madurez física y espiritual, especialmente en la perseverancia hasta el fin: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24.13 al 14). Esto aplicaba tanto en el año 70 de la destrucción de Jerusalén, como en el tiempo actual, porque la perseverancia es indispensable para mantener siempre los principios y valores.


En varias ocasiones Pablo dirige sus saludos a través de sus cartas, con la mención de la expresión: “iglesia de su casa” (Romanos 16.5) o “iglesia que está en su casa” (Colosenses 4.15; Filemón 2). Esto hace alusión a la iglesia familiar, pero no se refiere exclusivamente a la reunión litúrgica de un grupo de personas parientes, similar a una casa de oración o templo, sino a una vida familiar en Jesús. Por lo tanto, el sentido de la iglesia familiar está en la comunión familiar y la promesa de salvación mediante Jesucristo. Cuando Pablo le dijo al carcelero, que creyera en el Señor Jesucristo y sería salvo él y su casa (Hechos 16.31), se refiere a la educación cristiana, proyectada primeramente desde el núcleo familiar hacia la iglesia en general. La parte más pequeña eclesiástica es la familia, por medio de Jesús, según la promesa a Abraham: “… En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra” (Hechos 3.25).


Es en el hogar donde fundamentalmente y de suma importancia, se transmiten e inculcan los principios y valores cristianos a los niños, niñas, adolescentes y demás jóvenes de la iglesia. Es responsabilidad de cada familia velar por la conducta y proceder de sus hijas e hijos y dar cuentas de su crianza. Entonces, cuan necesario es la morada de Jesús en cada familia representada en la iglesia, como en cierta ocasión el Señor entró en casa de un varón llamado Zaqueo y dijo: “Hoy ha venido la salvación a esta casa...” (Lucas 19.8 al 9), momentos antes Zaqueo expresa su condición de arrepentimiento, conversión y muestra las obras de justicia delante del Señor. Por lo tanto, Jesús reina en cada familia y es el modelo para los padres de familia y estos a su vez son el ejemplo y modelo para sus hijas e hijos.


La Biblia testifica de un varón llamado Cornelio, al cual declara como justo, temeroso de Dios y de buen testimonio (Hechos 10.22), además se menciona su piedad y temor de Dios con toda su casa, además de su constante oración a Dios (Hechos 10.1 al 2). Así como Jesús es sacerdote en su pueblo (Hebreos 7.20 al 8.2), los padres de familia ejercen un sacerdocio en sus familias (1 Pedro 2.5 y 9), orando intensamente a Dios por sus hijas e hijos, clamando por las promesas y bendiciones para ellos. En la antigüedad, un varón llamado Job, temeroso de Dios y apartado del mal (Job 1.1), rogaba e intercedía ante Dios por sus hijos y en esa época se levantaba de mañana, ofreciendo holocaustos conforme al número de todos ellos (Job 1.4 al 5), similar a una alegoría de un sacerdocio familiar. La Biblia dice: “sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo…” (1 Pedro 2.5). Además dice: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios…” (1 Pedro 2.9).


El amor, ayuno, ejemplo, esfuerzo, instrucción, oración y testimonio de los padres de familia, es el medio para ofrecer como aporte de mediación en pro de sus hijos. Aún en los hijos e hijas hasta cierta edad, reciben santificación por medio de la conducta y vida cristiana de uno de sus padres, inclusive el cónyuge cuando no es creyente, es santificado por medio de su pareja cristiana (1 Corintios 7.14). La educación cristiana familiar, se imparte a sus miembros, por medio de sus dirigentes, en este caso, los padres de familia, cuando asumen la responsabilidad de la educación y comportamiento de sus hijos, como está escrito: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22.6). Jesús no permitía que los discípulos impidieran la presentación de los niños al Señor, donde él imponía sus manos y los bendecía (Mateo 19.13 al 15; Marcos 10.13 al 16; Lucas 18.15 al 17). Así los niños pueden ser incluidos en el bautismo familiar: “… ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa… y en seguida se bautizó él con todos los suyos…” (Hechos 16.27 al 34).


Los temas como el afecto y cariño entre cónyuges y entre padres e hijos, aporte en las finanzas, autoestima, ayuda mutua, buenos sentimientos, compañerismo, compartir la felicidad en los buenos momentos y dar apoyo en las malas situaciones, comportamiento correcto, cooperación y solidaridad con sus familiares, desarrollo y fortalecimiento de principios y valores, disciplina y motivación al estudio y al trabajo, distribución de trabajo en los quehaceres del hogar, estimular los buenos hábitos y las sanas costumbres, gratitud de los hijos, incentivar la fuerza de voluntad y el amor, madurez en la forma de pensar, mantener la dignidad y reaccionar decentemente a las circunstancias, prosperidad y solidaridad espiritual y material en la familia, reconocer los puntos débiles y aportar soluciones, resaltar las virtudes, respeto, responsabilidad paternal, vencer el mal con el bien, entre otros temas que son necesarios para el crecimiento y desarrollo familiar y del hogar.