3.1 SAULO INSTRUIDO POR GAMALIEL


Saulo, en cierta ocasión, se reconoce fariseo e irreprensible en relación con la justicia de la ley (Filipenses 3.4 al 6). El proceder en sus principios es auténtico, arraigado en la instrucción recibida a los pies de Gamaliel (Hechos 22.3), el doctor de la ley y venerado por todo el pueblo (Hechos 5.34 al 35), rechaza la nueva enseñanza promovida por el cristianismo, pero su resistencia e intransigencia es quebrantada, al recibir la luz divina por medio de Jesucristo. En forma clara logra comprender el propósito y plan de Dios, la relación entre la ley y la gracia, prefijada conforme a los tiempos y su cumplimiento. Valora el significado de la ley, la profecía y su plenitud en Cristo, porque en la escuela paulina, se confirma el ritualismo de la ley como una figura o símbolo de la presencia de Cristo (Colosenses 2.16 al 17), reconoce más sublimes al amor y la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús (Filipenses 3.7 al 9).


Saulo testifica la no existencia de justificación por las obras personales, por el cumplimiento de la ley ritual o méritos de su propia justicia, sino por la fe de Cristo, la justicia en Dios por la fe. Es por medio del evangelio en el nuevo pacto al abrazar y aceptar la justicia de Dios, revelada por fe y para fe (Romanos 1.17), mediante la redención en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre (Romanos 3.22 al 26).


La sangre es un símbolo de vida y Jesús se entregó en vida al servicio de los demás, con amor, gracia, paz y verdad: “Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él” (1 Juan 2.29). Los Proverbios dicen: “Hacer justicia y juicio es a Jehová más agradable que sacrificio” (Proverbios 21.3). Saulo confronta la ley ritual de matar a pedradas (lapidar). Esta ley la encontramos en las siguientes citas bíblicas por cada uno de los diez mandamientos: 1) Éxodo 22.20; Levítico 20.1 al 2. 2) Deuteronomio 17.2 al 5, 8.19. 3) Levítico 24.11 al 16. 4) Éxodo 35.2; Números 15.32 al 36. 5) Deuteronomio 21.18 al 21. 6) Éxodo 21.12; Levítico 24.17. 7) Levítico 20.10. 8) Éxodo 21.16; Deuteronomio 24.7. 9) Deuteronomio 19.16 al 21. 10) Josué 7.20 al 26. Esta confrontación de la lapidación se presenta frente a la ley de vida del Decálogo o ley de los Diez Mandamientos, y su prohibición de matar (Éxodo 20.13; Deuteronomio 5.17). Pablo descubre que no puede ser justificado mediante las obras rituales de la ley (Gálatas 3.16, 5.2 al 6), o sea, la parte ritual, inclusive el rito de la circuncisión. Pablo considera que mediante la ley del Decálogo se recibe el conocimiento del pecado (Romanos 3.19 al 20), y a través de la fe se logra la verdadera circuncisión de Cristo, para ser un verdadero adorador, sin mediar las obras rituales de la ley (Colosenses 2.11 al 14), sino por medio de Jesucristo.


Al venir la fe se confirma la obediencia a la ley (Romanos 3.30 al 31). La justificación como hijos de Dios, en el nuevo pacto, ya no es mediante la circuncisión ritual, simbolismo del primer pacto con el corte del prepucio; sino por recibir el amor de Cristo en el corazón, se obtiene la capacidad de obedecer realmente los mandamientos, fe y fuerzas, a través de la circuncisión en el corazón; en espíritu, no en letra (Romanos 2.28 al 29). Antes de su conversión era un ministro en la letra, al consentir injustamente la muerte a pedradas contra Esteban (Hechos 7.58 al 60). La ordenanza de la ley es añadida, por causa de las transgresiones a los Diez Mandamientos (Gálatas 3.19). En esta ordenanza se manda apedrear a quienes quebrantan la ley escrita en tablas de piedra. Es un ministerio de condenación y muerte, se sustenta solo en la letra o teoría.


Ahora es práctico y vivencial. El nuevo pacto es un ministerio del espíritu vivificante, porque el Espíritu Santo es derramado en cada persona y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad (2 Corintios 3.6 al 17). Al ser ministro en el espíritu, logra entender la abolición de la ley ritual, de apedrear y de la circuncisión, mediante el sacrificio de Cristo en la cruz. Por esta razón, la muerte de Esteban es injusta, el ser lapidado y sufrir tal condena conforme con la antigüedad, ya no tiene justificación legal en el nuevo pacto. Sin embargo, Jesús menciona que algunos matarían pensando que rendirían servicio a Dios (Juan 16.1 al 4).


La aceptación del evangelio y a Jesús como Salvador, posibilita ser siervo de la justicia de Dios (Romanos 6.18, 20 al 23), la persona se aferra al estandarte de los mandamientos no escritos en tablas de piedra, sino escritas con el Espíritu del Dios vivo en tablas de carne del corazón (2 Corintios 3.2 al 3). El primer pacto a la persona sorprendida en el acto de trasgresión a uno de los Diez Mandamientos, permite su sentencia a ser apedreada. Y si alguno comete pecado oculto, sin ser sorprendido en el acto, por la acusación de dos o tres testigos (Deuteronomio 17.6, 19.15; Números 35.30), entonces se presenta sacrificio, ofrenda, holocaustos y expiaciones por el pecado de ignorancia (Hebreos 9.6 al 10, 10.5 al 10). Pablo reconoce el sacrificio de Cristo como sustitutivo de la ley ritual de la presentación de corderos, el viejo hombre es crucificado juntamente con él y el cuerpo de pecado es destruido (Romanos 6.6). Sella sus palabras con la expresión: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí…, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2.20).