2.5.6 EL DIOS DE PUERTAS ABIERTAS


La revelación de Dios es por excelencia la manifestación de la verdad secreta u oculta, para que cumplamos su palabra (Deuteronomio 29.29). Dios revela lo profundo y escondido (Daniel 2.22), mediante su Espíritu (1 Corintios 2.9 al 11), y trae a su memoria al ser humano, con fines de auxilio, ayuda, y bendición: “Y se acordó Dios de Noé…” (Génesis 8.1). “… Dios se acordó de Abraham…” (Génesis 19.29). “Y se acordó Dios de Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos” (Génesis 30.22).


Dios mantiene su puerta abierta a Israel en la esclavitud de Egipto a través del pacto: “Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios” (Éxodo 2.23 al 25, 6.5 al 8). La comunicación con Dios es mediante la humillación e invocación, oración, búsqueda y conversión a Dios: “… entonces yo oiré desde los cielos… Ahora estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración…” (2 Crónicas 7.14 al 15).