2.5.2.1 BUSCADORES DE LA VERDAD


El ser humano desde su nacimiento posee la facultad de investigar, procurar y reflexionar el conocimiento de toda ciencia, motivado por la búsqueda de una verdad. El objeto a alcanzar y descubrir es el conocimiento mismo. Este es infinito y se utiliza el cuestionar como una herramienta innata y vital, para proponer los fundamentos, pruebas y razones de cualquier teoría, desde su origen hasta su transición a la praxis. Se podría establecer muchas verdades humanas o una absoluta y única verdad de Dios. Por lo general las verdades del ser humano se limitan funcionalmente a la vida presente, mientras que la verdad de Dios está representada en Jesucristo para vida eterna. Juan dice que el que no persevera en la doctrina de Cristo no tiene a Dios (2 Juan 9), para perseverar hay que ser valiente y buscar la verdad de Jesucristo como testigo fiel y verdadero (Apocalipsis 3.14).


Jesús manifiesta que serían sus testigos, hasta lo último de la tierra (Hechos 1.8). El testigo es quien adquiere el conocimiento directamente, por ejemplo, Pablo fue uno de sus testigos delante de todos los hombres (Hechos 22.14 al 15). Esteban fue otro fiel testigo de Cristo hasta en el momento de su muerte (Hechos 22.20). Jesucristo en el Apocalipsis, a través del mensaje a Pérgamo, resalta a aquellos que retienen su nombre y no niegan su fe, ni a pesar de que uno de sus testigos fieles, llamado Antipas fue muerto (Apocalipsis 2.13). Indica Jesús que quien le niegue delante de los hombres, también él le negará ante el Padre que está en los cielos (Mateo 10.33).


Esta verdad en Jesús es un equilibrio del bien común, donde algunos se desvían con egoísmo al acumulamiento de bienes materiales, donde se desvalora el ser humano como persona, se aferran a su propia verdad terrenal y no a la verdad del reino de Dios: “… No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. La vida es más que la comida, y el cuerpo, qué el vestido… Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo... Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas. No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Lucas 12.22 al 23 y 30 al 34).