2.4.5 EL MENSAJE CRISTOCÉNTRICO


La razón del ser, está en función de asumir conscientemente a Cristo como el centro de la vida, con una firme adhesión, convicción, devoción y excelencia a la consagración y santidad. Algunas personas existen solo en espera del envejecimiento, otras afanadas al logro de bienes y servicios, para ser valorados por sus posesiones, también hay quienes viven en confusión y desorden en espera de la felicidad. Hay una insatisfacción infinita y lo que llaman un vacío existencial. Un conformismo de acumulación de dinero, fama, poder, popularidad y riqueza, sin dar importancia a Dios y su palabra en su Hijo Jesucristo, como fuente de vida en plenitud.


La crisis y realidad mundial confrontan al ser humano con un vacío existencial de hambre insaciable de conocimiento del mensaje cristocéntrico, para alimento espiritual y una comunión fraternal. La Cena del Señor es comer el cuerpo y beber la sangre de Jesucristo, es la reverencia solemne de la comunión en obediencia, según se digiere y procesa la alimentación espiritual, mediante la explicación e interpretación de la exégesis, homilía, hermenéutica o sermón. La persona para reflexionar el mensaje de Cristo, requiere espiritualmente de nutrientes esenciales en el discernimiento del bien y del mal.


El secreto del sentido de éxito de la vida está en recibir a Jesucristo como el verdadero alimento de Dios. El salmista dice que es dulce al paladar la palabra de Dios (Salmos 119.103). El alimento divino es un manjar delicioso para quienes obedecen y Dios es quien posibilita el entendimiento. Una mesa servida con comidas variadas enriquece la cena, así es el mensaje de Dios como manjares deliciosos y nutritivos para la conciencia y el intelecto. El gusto o sabor del manjar está en el condimento, o sea, la sal y especias, dan el sazonador y el buen sabor a la comida, en el sentido espiritual, es el entendimiento, conocimiento razonado y comprendido. Jesús dijo: “Vosotros sois la sal de la tierra;…” (Mateo 5.13). Además: “Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros” (Marcos 9.50).


La paz es un ingrediente sustancial. Así, degustar el sabor agradable de cada alimento, es fuente de placer al paladar, semejante es para la mente, el ampliar el conocimiento y lograr la sensibilidad de la compasión, justicia, paz y ternura, entre otros valores. La gran diversidad de pensamiento genera riqueza de sabiduría, por consiguiente la oportunidad para vivir a plenitud el conocimiento de modo certero y consciente. Otros alimentos indigestan por su nocividad.


El conocedor de la palabra de Dios tiene que asumir responsabilidad cuando altera el mensaje. El alimento se desazona por el contenido de ingredientes nocivos utilizados por quienes preparan, sirven o se sirven de la mesa con alguna intención perversa, contraria a lo que Cristo representa. El propósito es el servicio con la referencia de Cristo, de ninguna manera servirse con egoísmo para lucrar y vivir en lujos, opulencia y vanidad diferente a Cristo. Se requiere un estudio bíblico imparcial, objetivo y recto, sin sesgos del cristianismo religioso fraccionado.


Dios provee el alimento al alcance de todos, sin acepción de personas, ni discriminación. El ser humano es el cocinero que varía la receta en conformidad con su intención. La comida está servida, algunas nutren el cuerpo y lo fortalece, otras enferman a la comunidad mundial, porque corresponde a un alimento alterado, especialmente con el fundamentalismo, extremismo radical, fanatismo hostil, legalismo religioso exacerbado, lucro religioso, ultra conservadurismo religioso e impío: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio” (Hebreos 6.4 al 6).


El sentido del éxito de la vida es lograr alcanzar el conocimiento y temor de Dios con equilibrio y sentido común, sin caer en extremos relativistas: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Eclesiastés 12.13). Los últimos tiempos ya los estamos viviendo, la venida de Jesucristo cada vez está más cerca, a Daniel en el libro profético, mucho antes del primer siglo de la era cristiana se le dice: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Daniel 12.4). Estamos en tiempos en que la ciencia ha aumentado, muchos corren de aquí para allá, a través de veloces aviones, barcos, trenes y vehículos, la competencia comercial, la globalización, el aumento del estrés y de la violencia, se requiere en estos momentos de una total coherencia y una sólida comunión con Dios en la unidad con su Espíritu Santo.


Aceptar a Jesucristo como el centro de la vida fomenta la cultura de amor de Dios, calidad de vida, paz y santidad. El vínculo de su ejemplo, está en la praxis de la fe, justicia, misericordia y el respeto a la integridad, tanto físico y espiritual en toda la comunidad internacional. En el caso del amor, este se fortalece con la experiencia aprendida de la vida misma, visible en el rostro de nuestro prójimo, al hacer el bien sin dejar a nadie en inferior condición social ni marginal.