2.4.1 LA DOCTRINA


El tiempo de Moisés presenta un tipo de doctrina a manera de teocracia, se mezclan las cuestiones de adoración, ceremonia, celebración, civil, docencia, espiritualidad, legal, política, religiosa y ritual, englobadas en lo ejecutivo, judicial y legislativo. Similar a una constitución política y otras leyes de reglamentos, procedimientos e instrucciones. Es la institución de normas civiles, públicas, salubridad, tanto individual como colectiva, de educación, convivencia, laboral y respeto a la propiedad privada. En la época de Jesús en Judea hay cierta separación entre lo político y lo religioso: “En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados” (Lucas 3.1 al 3).


Jesús separa definitivamente lo político de lo religioso y espiritual: “Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos, para que le sorprendiesen en alguna palabra. Viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos? Mas él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea. Ellos se la trajeron; y les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Ellos le dijeron: De César. Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él” (Marcos 12.13 al 17). Jesucristo enseña doctrina con autoridad: “Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mateo 7.28 al 29). Los gobernadores representan el conocimiento natural, los sumos sacerdotes representan el conocimiento espiritual, Juan el Bautista y Jesús representan el conocimiento celestial.


Dios nos habla por medio de su Hijo y le delega su autoridad como enviado (Hebreos 1.1 al 2; Juan 3.16 al 18): “Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia” (Juan 7.16 al 18). Jesús nos advierte que nadie nos engañe, porque se levantarían falsos Cristos y falsos profetas (Mateo 24.4, 24), en otra ocasión dice que creamos en él como dice la Escritura (Juan 7.37), que no puede ser quebrantada (Juan 10.35). El apóstol Pedro llama a la profecía de las Sagradas Escrituras, la palabra profética más segura (2 Pedro 1.19 al 21), a la cual hacemos bien en estar atentos, dice él, como a una antorcha en lugar oscuro. Es como una luz guía del pueblo en la oscuridad, porque ninguna profecía escrita es de particular interpretación (1 Corintios 14.32), es Jehová mismo quien declara lo que hace y lo revela a sus siervos los profetas (Amós 3.7). La doctrina directa de Dios es sana, sin corrupción ni daño, mientras que el poder político es endeble, vulnerable a la corrupción: “… la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1.4).


Hay corrupción eclesiástica cuando algunos en aparente piedad la utilizan como pretexto para fuente de ganancia y convierten la actividad eclesiástica en un negocio personal o familiar, al final negocio propio y lucrativo debido al enriquecimiento y amor al dinero:


“Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales. Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición, porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Timoteo 6.3 al 10).

Luego Pablo mismo dice: “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo” (Gálatas 1.11 al 24). Jesús mismo les abre el entendimiento, porque era necesario el cumplimiento de todo lo escrito acerca de él, sus padecimientos y su resurrección al tercer día (Lucas 24.44 al 46). Un sincero y auténtico conocimiento de la doctrina de Dios, es encomendarse a su dirección y guía del Espíritu, sin ningún tipo de demagogia, de los que llegan para servirse con sus ambiciones: “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo” (1 Tesalonicenses 4.7 al 8; 2 Timoteo 1.14), “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” (Santiago 4.5).