1.7 EL JUSTO Y EL JUICIO PREVIO


Los seres humanos son contenciosos (Romanos 2.6 al 11), al resistir la autoridad de Dios y caer en rebeldía, no obstante, se espera una resurrección de los justos, y la transformación de los que estén vivos en la misma justicia. Pero, ¿qué dictamina a una persona como digna de esperar la venida de Cristo? o ¿cuál fallo resuelve o sentencia a alguien como digna del arrebatamiento de los de Cristo en su segunda venida? (1 Tesalonicenses 4.16 al 17). Esto lo establece el juicio previo que empieza por la casa de Dios: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio…” (1 Pedro 4.17 al 19).


Cada hija e hijo de Dios demuestra con la vida, su causa justa, por ejemplo, el caso de Job (Job 1.6 al 8, 2.1 al 3, 38.1 al 7). El justo en vida presenta pruebas de que es un practicante de la justicia. Es primeramente en el pueblo de Dios, donde se determina quién es digno de ser levantado, para el encuentro con Cristo en su venida. En el transcurso de su diario vivir presenta los atestados de su justicia y práctica del bien. En cada participación de la comunión del cuerpo y la sangre de Cristo, mediante la cena del Señor, se presenta como un justo que anda en el camino de justicia. La vida misma del cristiano es una carta, conocida y leída (2 Corintios 3.2), por su fidelidad, justicia y santidad.


El justo tiene confianza plena en el día del juicio (1 Juan 4.17), de ser excluido de la condenación (Juan 5.24). El Señor conoce lo oculto y las intenciones del corazón, y cada uno recibiría su alabanza de Dios (Mateo 12.35 al 37; 1 Corintios 4.5). El juicio lo realiza el Señor (1 Corintios 4.3 al 4), porque ha sido dado al Hijo (Juan 5.22), por medio de la palabra (Juan 12.48). Quienes practican la verdad vienen a Jesús, para manifestar sus obras que son de Dios (Juan 3.17 al 21), hay un proceso durante su vida, que dictamina su inocencia y derecho de morar con el Señor. Está establecido a los hombres, que mueran una vez y después el juicio (Hebreos 9.27), según sus obras (Apocalipsis 20.12), quienes no fueron creyentes practicantes y no están escritos en el libro de la vida (Hebreos 10.26 al 27; Apocalipsis 20.15), será como un horno (Malaquías 4.1). Es el castigo del lago de fuego y azufre, por consiguiente la muerte segunda (Apocalipsis 21.7 al 8).