CARACTEROLOGÍA CRISTIANA


TABLA DE CONTENIDO




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1) CARACTEROLOGÍA CRISTIANA


¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Esta es la pregunta que hace Jesucristo a los que pretenden devolver el argumento en su contra e impugnar su verdadero mensaje. En el evangelio de Juan se confirma lo siguiente: “Y porque yo digo verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? El que es de Dios, las palabras de Dios oye: por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios” (Juan 8.45 al 47 – RVR1909). En relación con la caracterología, que es el estudio del carácter explícito de las personas, existen dos tipos de seres humanos, los Decididos Intemporales y los Indecisos Temporales. Hay decisiones exclusivas que atañen solamente a lo espiritual y con trascendencia a lo celestial. Las mismas de ninguna manera sufren alteración o tienen incidencia del tiempo, primeramente porque su resolución perdura en un estado consistente, estable y sólido, a pesar de la adversidad o la prueba, se mantiene en el transcurrir del tiempo intacta.


La exclusividad y utilidad de este tipo de decisiones, está en la cualidad moral que hace la diferencia, con la que se distingue ante Dios. Así dice el salmista en oración dirigida a Dios su Salvador: “De tu presencia proceda mi vindicación; Vean tus ojos la rectitud. Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche; Me has puesto a prueba, y nada inicuo hallaste; He resuelto que mi boca no haga transgresión. En cuanto a las obras humanas, por la palabra de tus labios Yo me he guardado de las sendas de los violentos. Sustenta mis pasos en tus caminos, Para que mis pies no resbalen” (Salmos 17.2 al 5 – RVR60). Es una travesía interna hacia el conocer de sí mismo, en profundidad del propio ser más interior.



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Los seguidores que son fieles a Cristo, que sirven en todo el mundo inmerso en la sociedad, con la esperanza puesta en Dios, en lo que llaman el Camino (Hechos 24.14 al 15), requieren en este caminar de seguir a Cristo, la rectitud sin nada inicuo, sin injusticia ni maldad, sin transitar por la senda de los violentos. Es indispensable sustentar nuestros pasos en el Camino de Jesucristo, porque es el ejemplo y modelo de vida a seguir, de manera que nuestros pies no resbalen: “Porque para esto sois llamados; pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas: El cual no hizo pecado; ni fué hallado engaño en su boca: Quien cuando le maldecían no retornaba maldición: cuando padecía, no amenazaba, sino remitía la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2.21 al 23 – RVR1909). El conocimiento con decisión es poder, porque nos hace libres; y el conocimiento celestial de Jesucristo es poder, porque da salvación, vida eterna y nos hace verdaderamente libres, con determinación, al bien y a la buena voluntad leal.


La decisión es firmeza de carácter. En este sentido el padecimiento de Cristo, en relación con soportar la aflicción y el sufrimiento recibido injustamente, se exalta al mayor grado corporalmente de un sentimiento físico muy doloroso. Esta es la máxima expresión del poder de confianza al amparo de Dios Padre. Además resiste el mal y el pecado, como en el agravio y escarnio de ofensas al honor, con graves irrespetos e irreverencias. Su pasión, la de Cristo, impele un movimiento de discipulado, porque da el empuje de seguir su ejemplo y modelo de vida practicable. Muestra el Camino transitable hacia su Padre, donde se estimula e incita a confiar en el que juzga justamente. La Biblia dice: “y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2.8 al 11 – RVR60).



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Este conocimiento celestial de Jesucristo aplica y ejerce con la función establecida en el derramamiento del Espíritu Santo. Aquí es donde se hace fundamental la voluntad, para reaccionar y fluir la energía, fuerza y poder de la intención y resolución que es espiritual. Es una potencia correspondiente al verdadero empoderamiento de la facultad anímica y de inspiración en el poder del Espíritu Santo. El proceso de la memoria psicológica repercute en la emoción, entendimiento y motivación. El cerebro tiene procesos cognitivos y mentales, que influyen la adquisición y comprensión del conocimiento. En este procesamiento mental y hasta programación mental, se involucran el aprendizaje, atención, emoción, percepción, razonamiento, sensación o sentimientos, entre otros afines. Se involucra comportamientos, conductas, creencias, deseos, motivaciones, principios, valores y virtudes, se aprovecha la capacidad y habilidad del carácter, conciencia, inteligencia, memoria, pensamiento, razón y voluntad. La facultad de la mente para comparar, juzgar y tomar decisiones, aunque es congénita, para fines prudentes y sabios, requiere de Dios.


La memoria activa con enfoque prioritario del Espíritu, posibilita la constancia y persistencia de ejecución espiritual, que sea de duración permanente. Se almacena en la memoria humana, conserva y mantiene un recuerdo por siempre, en relación con lo espiritual, que el tiempo de ninguna manera incide en afectación, sino que cada día se vive efectivamente con un fervor activo, poderoso y sincero para obrar, tanto con el pensamiento puesto en Jesucristo como inmerso en el don poderoso del Espíritu Santo. El conocimiento santo de Dios se codifica, almacena y se devuelve en el mismo estado. Así se dice: “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él. Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados” (1 Juan 2.27 al 28 - RVR60). Esto equivale a una huella y sello espiritual de



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Dios en el carácter personal, identificado y reconocido dentro del radar celestial, con el sentido simbólico de localización.

Lo contrario a una determinación que es espiritual y que prevalece para la eternidad, es la dilación o la insistencia en procrastinar espiritualmente, es decir, aplazar, postergar o retardar una decisión definitiva en lo espiritual, por la causa del estilo de vida o modo de vida habituado a la maldad y al pecado. En esto influye el carácter de la persona y sus anti-valores ocultos, que de ninguna manera son percibidos por el individuo por medio de experiencias medibles, pero que tarde o temprano perjudica el comportamiento y la conducta.


Por ejemplo, la persona que en su esencia es avara e idólatra, la persona que lamentablemente es una incorregible egoísta y sin misericordia, la persona que es orgullosa y llena de soberbia. Una persona avara consigo mismo, es mezquina y tacaña, está dominada por la avaricia de atesorar lo que considera su propia riqueza, aunque sea una acumulación superflua de objetos inútiles y vanos, al extremo de una vida miserable, debido a su propia consecuencia del padecimiento de la idolatría. La Biblia aclara: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría” (Colosenses 3.5 – RVR60). El carácter influye en la acción y reacción adoptada con diligencia y responsabilidad frente a la vida, según la manifestación de actitud, comportamiento y conducta. Es semejante a la acción de esculpir, grabar, imprimir o moldear la forma de ser, inclusive con amalgama, o sea, el conjunto o unión de rasgos en la mente de la persona, relacionados con lo emocional, intelectual y sentimental, ligado estrictamente a la voluntad. También es presentar ante el mundo nuestra vida, como si fuera una caligrafía, letra, marca o señal que manifiesta o muestra visualmente nuestra exteriorización, de manera que se revele públicamente lo que se piensa, siente y la forma de ser. Está escrito lo siguiente: “Nuestras letras sois vosotros, escritas en nuestros corazones, sabidas y leídas de todos los hombres; Siendo manifiesto que sois letra de Cristo



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administrada de nosotros, escrita no con tinta, mas con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón” (2 Corintios 3.2 al 3 – RVR1909). El Espíritu Santo de Dios, es energía, fuerza y poder divino, para hacer su voluntad, con la energía, fuerza y poder humano.

¿Qué pasa con el ser humano Indeciso Temporal? Está en el mundo cautivado por lo que Jesucristo mismo describe a continuación: “De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no miraréis. Porque el corazón de este pueblo está engrosado, Y de los oídos oyen pesadamente, Y de sus ojos guiñan: Para que no vean de los ojos, Y oigan de los oídos, Y del corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane” (Mateo 13.14 al 15 – RVR1909). La dureza del corazón es lo que hoy conocemos como el temperamento. Inclusive el temperamento por dureza y terquedad rehúsa enmendarse, con la patología de la duda e indecisión connatural (congénita) al obedecer a Dios. La promesa todavía vigente en los tiempos actuales es que entiendan con el corazón o temperamento, se conviertan, reciban sanidad interior del alma o psique. El temperamento es rígido, porque no tiene la facilidad de modificar, solamente una leve posibilidad de control, salvo que para Dios no hay imposible. Dios puede cambiar cualquier corazón duro como detonante de la espiritualidad. En el caso del alma, sinónimo de vida, porque es combinación de la función de respiración del oxígeno con el riego sanguíneo que corporalmente lleva oxígeno, además de todos los nutrientes necesarios para el cuerpo. Es el aliento vital o el aliento de vida, porque el alma es la vida de la persona, por lo tanto el alma es persona y la personalidad, el alma es oxígeno y sangre, como la fuente que conserva la vida o genera la vida desde el inicio de un cigoto.


El conjunto de las características de cada ser humano, que lo distingue de todos los demás, son las cualidades de su constitución integral y personal. En relación con la psique está enfocada más en el aspecto de la salvación y vida eterna, mientras que el alma son las facultades como inteligencia,



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sensibilidad y voluntad. El alma en el conocimiento antiguo como principio preexistente, se relacionaba con un venir, es un mover del tercer cielo al primer cielo y caminar o transitar de paso, para volver de nuevo a la casa o el hogar celestial. Hay que emerger del sepulcro o sepultura como lugar de los muertos, para que el alma como vida plena retorne en la resurrección de los muertos, al encuentro con la segunda venida del Señor Jesucristo, de ninguna manera como un alma mortal, sino corporalmente transformado, en un cuerpo de ser espiritualmente celestial e incorruptible. Los que no tienen parte con Cristo en la resurrección de los muertos, resucitaran con su misma alma, o sea, cuerpo y respiración que tenían en el momento de morir, de manera que al ser corruptibles y mortales sentirán el fuego de castigo en el lago de condenación ardiente, su dolor será según el grado de contaminación de carne que tenían por los delitos cometidos, maldades y pecados, en la exhalación de su último aliento.

La Biblia dice: “Qué hombre vivirá y no verá muerte? ¿Librarás su vida del poder del sepulcro? (Selah.)” (Salmos 89.48 – RVR1909). El sepulcro o sepultura es el Seol en el idioma original hebreo, Hades en el griego e Infierno en latín. Así encontramos la promesa escrita en el libro de Génesis y también en Eclesiastés: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3.19 – RVR60). Además se confirma lo siguiente: “y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12.7 – RVR60). Se exhala el último aliento de vida que es el espíritu de vida, cuando se expulsa el último peso del aire del estómago y de los pulmones, hacia la atmosfera de aire y oxígeno del globo terráqueo, que le dio Dios como hábitat al ser humano. Entonces el alma como persona y vida del ser humano o ser viviente, por ser mortal vuelve al polvo de la tierra. Esto requiere un breve repaso de conceptos bíblicos acerca de ser viviente, alma, cuerpo y espíritu de vida, para continuar con el presente tema de caracterología cristiana, en el análisis de datos e información bíblica contextualizada.



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1.1) SER VIVIENTE


La Escritura cuando habla de santificarse por completo, se refiere en forma integral a todo el ser, mencionando alma, cuerpo y espíritu (1 Tesalonicenses 5.23). La diferencia entre el ser humano y el ser animal, es que los animales no buscan santificarse por sí mismos como lo hace el ser humano. No obstante, el animal al igual que el ser humano tiene cuerpo, aunque haya diferencia entre terrestres, marinos y aves (1 Corintios 15.39), también tienen espíritu de vida (Génesis 7.13 al 15, Eclesiastés 3.19), por lo tanto, son seres vivientes o almas (Génesis 7.21 al 23), así como el ser humano fue un alma viviente (1 Corintios 15.45), hasta que fue formado su cuerpo del polvo de la tierra y recibió el aliento de espíritu de vida en su nariz, constituyéndose en un ser viviente (Génesis 2.7), con el soplo de vida dado por el Creador. Dios perdonó la vida del ser humano en la ciudad de Nínive y valoró la vida del animal, seres animados de alma que es vida (Jonás 4.11).


1.1.1) ALMA


El alma es un conjunto de componentes esenciales e integrados para la existencia del ser, incluyendo la parte intelectual de la vida, ya que es la combinación de la mente que es la parte espiritual e invisible, con el cuerpo, su sangre y el espíritu de vida, que conforman la parte física. Se aclara que el espíritu de vida o aire que contiene el oxígeno que respiramos, aunque también es invisible, se considera entre la parte física, porque es un elemento que tiene peso, prueba de esto es que el aire se siente; es el soplo que contribuye con la vida del ser y permite que el cuerpo y la mente funcionen como tal (Job 32.8), ya que el cuerpo mismo sin el espíritu de vida está muerto (Santiago 2.26). Entonces el alma se compone de una parte física (Génesis 2.7, Eclesiastés 12.7, 1 Corintios 15.45), y otra mental o espiritual con las facultades



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de inteligencia (Job 38.36, Proverbios 2.3), y sensibilidad (Mateo 26.37 al 38), y voluntad (Génesis 27.4 y 25). Igualmente, si alma tiene el significado de un ser viviente, entonces los mismos animales como seres vivos son almas (Génesis 1.20 al 25, Apocalipsis 16.3), aunque actúen en gran parte por instinto, también interviene en sus acciones de inteligencia, sensibilidad y voluntad, ya que también tienen un cerebro para dichas funciones entre otras de subsistencia.

La Escritura dice que no debemos temer a los que matan el cuerpo, más el alma o facultades, no pueden matar, sino temer a aquel, a Dios, que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno del sepulcro (Mateo 10.28). También alma significa vida (1 Reyes 17.21), por ejemplo, la vida de Jesús no fue dejada en el sepulcro ni su cuerpo sufrió putrefacción (Salmos 16.10, 1 Corintios 15.4, Hechos 13.35), sino que fue transformado con cuerpo resucitado (1 Corintios 15.35, 42 al 44). En otras palabras alma se refiere a persona (Génesis 2.7, 18.22 al 25, 46.15, Éxodo 1.5, Ezequiel 18.4); y también significa sangre, porque en la persona es vital para su alma o vida su sangre (Deuteronomio 12.23, Levítico 17.11, Génesis 35.18), o sea, la sangre es parte integral del alma. Uno de los elementos que componen la sangre es el oxígeno, así que contribuye con funciones respiratorias, además de nutritivas y defensivas, entre otras. En el caso del alma que pecare esa morirá, esto se debe a que es la persona con vida corporal (física), la que peca (Ezequiel 18.20), su muerte espiritual tiene sentencia eterna, por la causa del cuerpo corruptible.


1.1.2) CUERPO


El cuerpo es creación de Dios (Génesis 2.7), el mismo es templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6.19). El cual nos sirve para hacer la obra de Dios durante la vida sobre la tierra, ya que con el cuerpo humano, en forma integral con la mente (1 Corintios 6.20), se arrodilla, obedece, ora, postra, y rinde



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tributo y servicio a Dios, adoración con alabanza, gloria y honra, con el servicio al prójimo (Mateo 6.22, 10.27 al 28, Juan 2.21, Romanos 6.12 al 13, 7.24, 12.1, 1 Corintios 3.17, 12.24 al 27, 1 Tesalonicenses 5.23), meditación y reflexión.


1.1.3) ESPÍRITU DE VIDA


El espíritu de vida lo da Dios, con el aire que respiramos, para que el cuerpo humano tenga la vida, de manera que cuando Dios retira este espíritu la persona muere (Eclesiastés 12.7, Santiago 2.26, Zacarías 12.1). Algunos confunden el término alma con el término espíritu, que es el aire ordinario que nos alimenta por la nariz o sea el soplo de vida. Cuando la persona muere lo exhala (Génesis 25.8 y 17), perdiendo el peso contenido en sus pulmones y estómago. No es correcto confundir los términos, porque uno es implícito en el otro, ya que el espíritu de vida no es el alma, sino que el espíritu es parte del alma: “En su mano está el alma de todo viviente, Y el espíritu de toda carne humana” (Job 12.10 – RVR1909).


Jesucristo cuando murió dio el espíritu no el alma (Juan 19.30). El espíritu (soplo de vida) lo tiene toda carne (Génesis 7.15, 21 al 22). El soplo de vida es parte del alma, por eso cuando Dios alentó en la nariz de Adán soplo de vida, Adán fue un alma viviente, lo que Dios sopló no fue alma, sino aire (oxígeno), ya que el relato bíblico dice que al principio de la creación, Dios formó al ser humano del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida, y fue un ser viviente o alma viviente (Génesis 2.7, 1 Corintios 15.45). Antes de retomar este tema de la caracterología cristiana, se aclara en relación con el alma que pecare esa morirá, que el perdón de Dios es retribuir con castigo justo, según lo merece el malvado y pecador. En el perdón de Dios no se pasa por alto el mal y el pecado cometido, no se omite la falta como si nada hubiera sucedido, sino que Dios hace justicia y paga con un nivel de castigo, de acuerdo al grado de la corrupción y transgresión.



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1.2) EL CARÁCTER Y EL PERDÓN


Así el perdón consiste en pagar la condena del castigo sentenciado por Dios a su debido tiempo, o sea, en el tiempo de Dios. Una vez cumplido el plazo, se pasa a la condición de libre de culpa, entonces se sabrá si en la nueva oportunidad hay auténtica demostración de arrepentimiento, conversión y de resarcimiento del daño, que en su conjunto consiste en nunca volver a cometer la maldad y el pecado. La palabra de Dios dice al respecto: “Jehová es Dios celoso y vengador; Jehová es vengador y lleno de indignación; se venga de sus adversarios, y guarda enojo para sus enemigos. Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable. Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies” (Nahum 1.2 al 3 – RVR60).


Por esta razón se dice que Dios es fuego consumidor, en el sentido de que él jamás consiente o permite la maldad y el pecado. El ser humano se consume así mismo en el fuego de castigo, porque se da su propio permiso de cometer la maldad y pecado. La Biblia dice: “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor” (Hebreos 12.28 al 29 – RVR60). El verdadero amor de Dios es para salvación y vida eterna, en consagración y santidad. El nuevo pacto lo confirma: “Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios: la severidad ciertamente en los que cayeron; mas la bondad para contigo, si permanecieres en la bondad; pues de otra manera tú también serás cortado” (Romanos 11.22 – RVR1909). En este aspecto, el primer pacto y el nuevo pacto, confirma la severidad de Dios contra la maldad y el pecado, sea adrede o por omisión: “El que menospreciare la ley de Moisés, por el testimonio de dos ó de tres testigos muere sin ninguna misericordia: ¿Cuánto



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pensáis que será más digno de mayor castigo, el que hollare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del testamento, en la cual fué santificado, é hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Hebreos 10.28 al 29 – RVR1909).

En relación con el carácter, el perdón y los dos tipos de seres humanos, a saber, los Decididos Intemporales y los Indecisos Temporales, estos últimos son llamados al deber y la obligatoriedad de abandonar su desprecio e indiferencia a la justificación, santificación y glorificación: “Mas de él sois vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, y justificación, y santificación, y redención: Para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Corintios 1.30 al 31 – RVR1909). Las personas tienen del gen de envejecimiento, celular y molecular, como un cronómetro o temporizador biológico, que algunos llaman el reloj que afecta la edad, porque podría influir inclusive con el paso del tiempo la psicomotricidad. Por ejemplo, sin tratar la generalización, pero es posible la afectación de la movilidad corporal o física integrada a las funciones psicológicas, tanto conductual y mental, debido a la longevidad. Sin embargo, se espera en los caracteres espirituales y morales, a mayor edad, una mayor madurez y experiencia personal, tanto del carácter como del perdón, cuando el tiempo es bien aprovechado para mejorar.


No es del interés de todos, pero muchos son llamados a orientar sus vidas en Jesucristo como una brújula o guía espiritual y moral. De ninguna manera es la lista moralista del cristianismo que es fraccionado, donde en cada auditorio, comunidades de fe, congregación, denominación, iglesia u organización religiosa, se determinan sus reglas morales, con variaciones entre sí. Sin embargo, Jesucristo es el cimiento y fundamento de fe, único y estandarizado, con la sana verdad, estándar y exclusiva de Dios: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” (Santiago 1.17 al 18 – RVR60).



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Jesucristo es el ejemplo, modelo y prototipo, ya sea como dimensión, nivel, norma, patrón, referencia o tipo para todas las naciones, porque Jesucristo es el único que transmite el conocimiento celestial: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2.9 al 10 – RVR60). La humanidad oscila en un umbral entre las fronteras del conocimiento natural y el conocimiento espiritual, inclusive en algún momento se traslapan, pero solamente en Jesucristo se puede trascender al conocimiento celestial. Las creencias, doctrinas, dogmas, ordenanzas o puntos de fe, son muy limitadas o restringidas a la capacidad de sus creadores y gestores, a manera de un reglamento interno del credo o creencias eclesiásticas del conocimiento espiritual. En Jesucristo encontramos la sana doctrina del conocimiento celestial exclusivo del Hijo de Dios, ya que nadie transmite esta enseñanza directa y enviada del Padre Celestial: “Porque el Padre á nadie juzga, mas todo el juicio dió al Hijo; Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá á condenación, mas pasó de muerte á vida” (Juan 5.22 al 24 – RVR1909).


Se dice que en la sociedad humana se presenta y vive lo inmoral legalmente permitido, frente al bien ético y moral. Por ejemplo, en relación con el cigoto posee un genoma diferente de sus progenitores, que lo hace un individuo biológico, desde su concepción hasta su muerte. Esto le posibilita derechos individuales al cigoto, sin embargo, dentro de lo legalmente permitido algunos lo valoran como un producto desechable, en lugar de un ser con características personales o propias. La Biblia dice: “¿A qué pues me haréis semejante, ó seré asimilado? dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién crió estas cosas: él saca por cuenta su ejército: á todas llama por sus nombres; ninguna faltará: tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud. ¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: Mi camino es escondido de Jehová,



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y de mi Dios pasó mi juicio?” (Isaías 40.25 al 27 – RVR1909). Dios es Santo y es el Creador que establece lo que atañe a la vida, define y determina lo que es consagración, dedicación y santidad. El ser humano contradice la voluntad de Dios con legislaciones que adversan la grandeza de su fuerza y el poder de su dominio. Por este motivo, algunos urgen la defensa de lo que llaman, los seres racionales de dominio propio y fuerza de voluntad, para ser verdaderos hijos y servidores de Dios en obediencia fiel y leal a sus principios, valores y virtudes. Jesús dijo: “Si os he dicho cosas terrenas, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (Juan 3.12 – RVR1909).

En cierto pasaje se detalla puntualmente lo siguiente: “Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio; y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús” (Gálatas 4.13 al 14 – RVR60). Se dice la expresión: “… me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús”. ¿Qué significa esto? Otro pasaje confirma la declaración de explicar lo oculto al entendimiento desde la fundación del mundo: “Todo esto habló Jesús por parábolas á las gentes, y sin parábolas no les hablaba: Para que se cumpliese lo que fué dicho por el profeta, que dijo: Abriré en parábolas mi boca; Rebosaré cosas escondidas desde la fundación del mundo” (Mateo 13.34 al 35 – RVR1909). Hay ciertas definiciones que se relacionan con la impudencia del descaro o desvergüenza, por ejemplo, el cinismo en el mentir para cometer acciones y prácticas vituperables, máxime en el desprecio a las normas y valores morales, que causan afrenta y deshonra a las buenas y sanas costumbres establecidas por Dios. ¿Qué representa un ángel de Dios o Cristo Jesús? En cierta ocasión se aparece el Señor Jesucristo en su forma preencarnada, como el Príncipe del ejército de Jehová:


“Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una


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espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? El respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo” (Josué 5.13 al 15 – RVR60).

El ser humano dotado del Espíritu Santo, rehúye a la maldad y al pecado, con el miedo al respeto y a la reverencia a la autoridad, santidad y supremacía de Dios Padre y de su Hijo Jesucristo. Este miedo activa la facultad de la decisión racional, por consciencia a la consecuencia, al daño y riesgo de pecar ante Dios. Aunque a nadie le cae un rayo inmediato o inminente al pecado, pero el resultado de su mala conducta se manifiesta a su debido tiempo y en el tiempo de Dios, en la justicia Divina tarde o temprano se castiga la impunidad y nunca se queda sin el justo y merecido castigo. El respeto y la reverencia a Dios es un deber en todo lugar y momento, de ninguna manera es permisible profanar su Santo Nombre y presencia en todo el globo terráqueo. El planeta mismo es el estrado de sus pies: “Si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano; como el profeta dice: El cielo es mi trono, Y la tierra es el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor; ¿O cuál es el lugar de mi reposo? ¿No hizo mi mano todas estas cosas?” (Hechos 7.48 al 50 – RVR1909).


Entonces, ¿por qué la sociedad se encuentra descarriada de lo justo y razonable en la maldad y el pecado? La Biblia aclara lo siguiente: “El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3.9 – RVR1909). La reincidencia en la maldad y el pecado es recaer en una burla, de irrespeto a Dios, sin intención alguna de arrepentimiento,



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conversión y resarcimiento del mal, porque corresponde a una afrenta de pérdida absoluta en la confianza, fe, respeto y reverencia a la consagración y santidad a Dios. Además de la blasfemia contra la santidad del poder de su Santo Espíritu. Además del desprecio a la crucifixión y sangre derramada por Jesucristo, en su acto excelso y sublime de la redención.

El carácter tiene relación con la forma, manera o modo de ser y de la puesta en práctica de las acciones y hechos; por este motivo, el imponer carácter es ejercer la energía y fuerza con la firmeza de decisión y voluntad. En el caso de hacer el bien, se manifiesta un rasgo con propiedad de Dios, distintiva del carácter que es espiritual. Esto significa que el respaldo del conocimiento de Dios, reafirma la dignidad de la persona, hacia lo mejor de la máxima excelencia ante el Altísimo Dios. Lo contrario a esto, corresponde a una persona abandonada y negligente, guiada por bajos instintos disolutos, inmorales, malvados y pecaminosos, sin carácter moral y sin ninguna experiencia de vida en la consagración y santidad en Dios.


La Biblia dice: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8.36 – RVR1909). Además dice: “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8.12 – RVR60). La persona que cumple con la práctica de las obras de Jesucristo, vence toda circunstancia de pecado: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5.24 al 25 – RVR60). Porque la mente carnal y sucia en pecado, solamente piensa en las obras de satisfacción de la carne: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5.19 al 21 – RVR60). Dios nos guiará siempre (Salmos 48.14).



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Así como es el carácter de Dios, así el ser humano fue creado a su semejanza en santidad. La Biblia dice: “como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1.14 al 16 – RVR60). También el carácter de Dios en el amor corresponde a un amor espiritual e impecable que trasciende a lo celestial, muchos humanos desorientados confunden este amor y el perdón de Dios, con un tipo de amor carnal, que es permisivo de la práctica del pecado, adrede, consciente y reiterativo. Deliberado, muy sutilmente y hasta cínicamente, cambian el concepto de lo que es pecado, para construir una nueva normalidad inmoral, enfocada en la complacencia del placer corporal, contraria a lo estipulado por Dios en la normalidad de vida espiritual y celestial: “ESTO también sepas, que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos: Que habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, detractores, desobedientes á los padres, ingratos, sin santidad, Sin afecto, desleales, calumniadores, destemplados, crueles, aborrecedores de lo bueno, Traidores, arrebatados, hinchados, amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3.1 al 4 – RVR1909).


Ahora bien, el carácter de Dios en nosotros nos ayuda para la salvación y la vida eterna, porque la palabra de Dios lo establece con promesas efectivas y eficaces: “¿Qué fruto, pues, teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora, librados del pecado, y hechos siervos á Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y por fin la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6.21 al 23 – RVR1909). Esto representa la eficiencia del fruto de la santificación, además del fin eficaz de la vida eterna. De nada sirve el berrinche humano, la rabieta o el sollozo cuando se desecha a Dios, porque algunos con la presunción de vivir una vida sin Cristo, simulan y fingen una espiritualidad, que descarta



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y desecha la voluntad verdadera de Dios. Esto se cumple especialmente cuando hay personas que en toda su vida son indiferentes a la lectura de la palabra de Dios, prefieren renunciar a la salvación y vida eterna, para no obedecer al Creador. La Biblia presenta de estos casos extremos a pesar del sollozo en estas circunstancias o situación: “Mirando bien que ninguno se aparte de la gracia de Dios, que ninguna raíz de amargura brotando os impida, y por ella muchos sean contaminados; Que ninguno sea fornicario, ó profano, como Esaú, que por una vianda vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue reprobado (que no halló lugar de arrepentimiento), aunque la procuró con lágrimas” (Hebreos 12.15 al 17 – RVR1909).

Por último, acerca de la relación del enlace y finalidad entre carácter y santidad, según la Sagrada Escritura es muy clara lo que se menciona al respecto: “ASI que, amados, pues tenemos tales promesas, limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios” (2 Corintios 7.1 – RVR1909). Se pretenden escusas, justificaciones o pretextos, como se dice: “sin Dios nada somos en el mundo”. Se requiere en esta vida una limpieza de toda contaminación corporal y mental, para perfeccionar la santidad en el temor de Dios. La Biblia dice: “No os engañeis: Dios no puede ser burlado: que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6.7 al 8 – RVR1909). Todo tiene su tiempo en su debido momento, ya que prevalece el tiempo de la decisión proveniente de Dios, tarde o temprano se impera la justicia Divina, aunque el ser humano ignore su llamado. El ser humano alega y recurre a lo que considera por indecisión ante Dios, su derecho de ser libre y de hacer lo que quiera, sin ningún temor de Dios. En su afán de insistir en su desenfreno de libertinaje, considera que no hay ningún castigo o consecuencia de rebeldía, de acuerdo con su filosofía de vida, defiende su posibilidad de hacer uso del libre albedrío, para decidir antojadamente su



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propio destino, por puro capricho, terquedad o testarudez, se excluye la consagración y santificación a Dios el Creador.

Lo considerado como circunstancias o cualidades de la colectividad de una cultura o sociedad, puede determinar el carácter sociocultural en la altivez, arrogancia, engreimiento, envanecimiento, orgullo, prepotencia, presunción, soberbia y vanagloria ante su Creador: “El que hizo el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá? El que castiga a las naciones, ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que enseña al hombre la ciencia? Jehová conoce los pensamientos de los hombres, Que son vanidad” (Salmos 94.9 al 11 – RVR60). Dios es el que enseña al ser humano bien y ciencia, conoce que los pensamientos humanos son vanidad y vanagloria. El carácter moral con el enfoque puesto en Jesucristo, reviste al ser humano de la caracterología cristiana, porque encuentra en el Hijo de Dios el ejemplo y modelo beneficioso para la vida. La inmoralidad contraria al camino de Jesucristo, consiste en la displicencia del desagrado e indiferencia a seguir sus pasos, la inacción por desconfianza y duda del interés a la salvación y vida eterna, debido al predominio del cortoplacismo al placer de la maldad y el pecado inmediato, con un reduccionismo que desestima la gravedad del castigo o secuencias. La Biblia dice: “Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne” (Judas 1.20 al 23 – RVR60).


En la persona de Jesucristo encontramos su carácter y las características de su personalidad, en el caso de Dios Padre, en su palabra se muestra sus atributos y cualidades. En este sentido, las Escrituras aportan la asesoría, consejería y recomendaciones necesarias para la convivencia entre seres humanos. Por ejemplo, en Proverbios: “No te entrometas con el iracundo, Ni te acompañes con el hombre de enojos; Porque



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no aprendas sus maneras, Y tomes lazo para tu alma” (Proverbios 22.24 al 25 – RVR1909). También dice: “El hombre malo lisonjea á su prójimo, Y le hace andar por el camino no bueno: Cierra sus ojos para pensar perversidades; Mueve sus labios, efectúa el mal” (Proverbios 16.29 al 30 – RVR1909). Además: “El testigo falso no quedará sin castigo; Y el que habla mentiras, perecerá. No conviene al necio el deleite: ¬Cuánto menos al siervo ser señor de los príncipes! La cordura del hombre detiene su furor; Y su honra es disimular la ofensa” (Proverbios 19.9 al 11 – RVR1909).

En los Salmos se dice: “Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia, Amaréis la vanidad, y buscaréis la mentira? Selah Sabed, pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí; Jehová oirá cuando yo a él clamare. Temblad, y no pequéis; Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad. Selah” (Salmos 4.2 al 4 – RVR60). Por otra parte se dice: “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Colosenses 3.8 al 10 – RVR60). Lo que se piensa se atrae, ya sea lo negativo o positivo, el optimismo o pesimismo, nuestra mente y pensamientos posibilita ver la realidad anhelada o deseada, determinante en la actitud cotidiana de nuestras aspiraciones con esperanza y paciencia. Entre otros pasajes que educan y forman el carácter; y advierten acerca de la complicidad y degradación con el mundo, está el siguiente para considerar: “Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra: Mas con los humildes es la sabiduría. La integridad de los rectos los encaminará: Mas destruirá á los pecadores la perversidad de ellos. No aprovecharán las riquezas en el día de la ira: Mas la justicia librará de muerte. La justicia del perfecto enderezará su camino: mas el impío por su impiedad caerá. La justicia de los rectos los librará: Mas los pecadores en su pecado serán presos” (Proverbios 11.2 al 6 – RVR1909).



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1.3) EL CARÁCTER Y EL PECADO


A continuación se analiza y comenta una serie de textos bíblicos relacionados con este tema del carácter y el pecado. Es imprescindible el adherente de la cita textual, para encajar el contenido bíblico con el argumento o explicación de este trabajo. El siguiente pasaje dice: “El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios; Mas el que endurece su corazón caerá en el mal” (Proverbios 28.13 al 14 – RVR60). Así el carácter es una fuerza de decisión con una imperante determinación al bien con firmeza. El carácter desde el punto de vista positivo ante Dios, es una demostración de integridad y de respeto a su voluntad. El carácter identifica la forma de ser individual o colectiva en una sociedad, tiene relación con su idiosincrasia como los rasgos que lo distinguen y propios de la colectividad o del individuo. Inclusive hay manifestaciones de condiciones muy temperamentales en su constitución particular, con cambios frecuentes del estado de ánimo y del mal humor.


Las personas más escrupulosas tienen un mayor celo de cuidado y esmero, por ser diligentes en el cumplimiento de sus principios y valores. Esto se maximiza cuando hay una convincente predisposición al temor de ser juzgado por Dios, especialmente en la potestad de presciencia de Dios, de conocer el futuro del destino de cada persona. Dios es Padre y también Juez, imparte el amor pero con plenitud de la justicia Divina. La Biblia dice: “Jehová juzgará a los pueblos; Júzgame, oh Jehová, conforme a mi justicia, Y conforme a mi integridad. Fenezca ahora la maldad de los inicuos, mas establece tú al justo; Porque el Dios justo prueba la mente y el corazón. Mi escudo está en Dios, Que salva a los rectos de corazón. Dios es juez justo, Y Dios está airado contra el impío



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todos los días” (Salmos 7.8 al 11 – RVR60). Esto significa que es indispensable y requerido el temor de Dios y el aceptar y reconocer a Dios como el Juez de todo el planeta: “en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio” (Romanos 2.16 – RVR60).

Por lo tanto, es digno y propio en el ser humano, el comportarse y conducirse a la altura ante el Altísimo: “Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1.17 al 19 – RVR60).


Este tipo de comportamiento y conducta, que atañe a lo que es espiritual, requiere decisiones con sabiduría de Dios, para que las acciones, sin excepción, tengan consecuencias o resultados favorables, conforme a la voluntad estricta de Dios: “¿Qué cosa de todas estas no entiende Que la mano de Jehová la hizo? En su mano está el alma de todo viviente, Y el hálito de todo el género humano. Ciertamente el oído distingue las palabras, Y el paladar gusta las viandas. En los ancianos está la ciencia, Y en la larga edad la inteligencia. Con Dios está la sabiduría y el poder; Suyo es el consejo y la inteligencia” (Job 12.9 al 13 – RVR60). La sabiduría tiene relación con un conocimiento en profundidad y al más alto nivel, para lograr la prudencia en la conducta cotidiana, sin desafiar u ofender a Dios con rebeldía a su voluntad. La sabiduría de este mundo es contraproducente a la sabiduría de Dios, ya que es contraria a lo deseado por Dios y su palabra: “Nadie se engañe á sí mismo: si alguno entre vosotros parece ser sabio en este siglo, hágase simple, para ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad para con Dios; pues escrito está: El que prende á los sabios en la astucia de ellos. Y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos” (1 Corintios 3.18 al 20 – RVR1909).



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La insensatez conlleva a los actos sin razonamiento ni sentido, es una necedad que tarde o temprano en el tiempo de Dios, lo que se hace mal a ocultas se hace visible y sale a la luz pública: “Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubren después. Asimismo se hacen manifiestas las buenas obras; y las que son de otra manera, no pueden permanecer ocultas” (1 Timoteo 5.24 al 25 – RVR60). Esta necedad implica la ignorancia por la falta de la sabiduría de Dios, es una porfía y terquedad sin inteligencia ni raciocinio, sin la vergüenza necesaria para poder juzgar adecuadamente, el comportamiento o conducción correcta, sin la comparación de los parámetros relacionados en forma acertada. Es la ausencia de la integridad de principios, valores y virtudes a la hora de actuar, según la intención, pensamiento y voluntad.


Se requiere el caminar en la vida con la integridad, de ninguna manera es permisible corromper con perversión el camino. La nada o poca persistencia de virtudes morales, es implacable para impedir la sabiduría de corazón y recibir los mandamientos de Dios: “La memoria del justo será bendita: Mas el nombre de los impíos se pudrirá. El sabio de corazón recibirá los mandamientos: Mas el loco de labios caerá. El que camina en integridad, anda confiado: Mas el que pervierte sus caminos, será quebrantado” (Proverbios 10.7 al 9 – RVR1909). El loco de labios es disparatado e imprudente para hablar, no es de buen juicio ni sensato. Se dice en los Salmos: “JEHOVÁ, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién residirá en el monte de tu santidad? El que anda en integridad, y obra justicia, Y habla verdad en su corazón” (Salmos 15.1 al 2 – RVR1909).


El temor de Dios en todo tiempo ha tenido vigencia, ya sea en el primer pacto o en el nuevo pacto. Por ejemplo, en el Nuevo Testamento se menciona el siguiente caso: “Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No



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has mentido a los hombres, sino a Dios. Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron” (Hechos 5.3 al 5 – RVR60). La disciplina, castigo y corrección, son parte de la operación de santidad de Dios mediante su Espíritu Santo, el canon bíblico es muy claro y estricto al respecto, tanto el evangelio como las cartas o epístolas, porque es parte de esta santidad: “Porque el Señor al que ama castiga, Y azota á cualquiera que recibe por hijo. Si sufrís el castigo, Dios se os presenta como á hijos; porque ¿qué hijo es aquel á quien el padre no castiga? Mas si estáis fuera del castigo, del cual todos han sido hechos participantes, luego sois bastardos, y no hijos” (Hebreos 12.6 al 8 – RVR1909).

Otro pasaje afirma lo siguiente: “Yo reprendo y castigo á todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy á la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3.19 al 20 – RVR1909). Además en Cristo Jesús se vive libre de esclavitud del pecado: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8.1 al 2 – RVR60).


¿Quién castiga a quién? El castigo de Dios es debido a que el ser humano se castiga así mismo, con la consecuencia o resultado de sus decisiones. La decisión no es buena ni es mala sino lo que se alcanza, consigue o logra con la misma. Algunos pretenden con sus acciones, actos o hechos castigar en cierta forma a Dios, porque descartan y desechan a Dios de sus vidas. Tienen una filosofía de vida muy particular o propia, porque confían en su personal prudencia: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal” (Proverbios 3.5 al 7 – RVR60). Lo que pasa es que algunos, por orgullo y soberbia, se apoyan en su prudencia y se consideran sabios en su propia opinión, sin



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embargo, la Biblia dice: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová: Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza” (Proverbios 1.7 – RVR1909). Se apoyan en su propia prudencia y se consideran ser sabios en su opinión, los insensatos desprecian la sabiduría y enseñanza de Dios.

¿Cómo se podría demostrar ser sabio y entendido? Se demuestra ser sabio y entendido por la buena conducta: “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica” (Santiago 3.13 al 15 – RVR60). La sabiduría terrenal y animal en el sentido de una irracionalidad contraria a la santidad, además de ser diabólica en maldad y pecado, tiene su propia jactancia, que es su alabanza y presunción de cometer el desenfreno del desorden moral, pero el castigo de Dios es para mitigar la anarquía de la desobediencia. La Biblia dice: “El camino del necio es derecho en su opinión: Mas el que obedece al consejo es sabio” (Proverbios 12.15 – RVR1909). Es un acto espeluznante que el ser humano a sabiendas cometa prácticas injustas, pero la persona instruida y obediente en su palabra, tiene una voz interna de actitud fiel y leal a Dios.


¿Cuál es la voz interna que nos ayuda e influye en nuestro comportamiento y conducción? Esta voz interna es la voz de la decisión y disposición, con la reflexión y raciocinio de la palabra de Dios, a su vez es dependiente del estado de ánimo personal y socioemocional. La Biblia dice: “Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmos 23.3 al 4 – RVR60).


La actitud y el ánimo se fusionan para dar origen a la voz de la decisión, luego con la reflexión y raciocinio de la palabra de Dios, se compara y da a luz la conciencia en hacer



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la voluntad de Dios, antes que cualquier comportamiento o conducta inapropiada e irreverente en relación con Dios. Se enfrentan la realidad natural y terrenal, frente a la realidad espiritual donde prevalece la realidad celestial. Lo que llaman a las cuestiones etéreas como las relacionadas con el cielo, en el caso de las bienaventuranzas y la gloria, son alcanzadas con la dimensión del lugar de la habitación o morada donde se presencia el reino de los cielos. Ahora bien, esta actitud y ánimo reflexivo y racional, puede en conjunto acompañarse del buen juicio y sensatez del presentimiento ideal de Dios, a manera de una comprensión o entendimiento por intuición divina. Esto es una manifestación evidente, aunque proceda de una percepción espontánea y reactiva, pero del ser interno de conocimiento espiritual con trascendencia de lo celestial.

La Biblia dice: “Yo, la sabiduría, habito con la cordura, Y hallo la ciencia de los consejos. El temor de Jehová es aborrecer el mal; La soberbia y la arrogancia, el mal camino, Y la boca perversa, aborrezco. Conmigo está el consejo y el buen juicio; Yo soy la inteligencia; mío es el poder” (Proverbios 8.12 al 14 – RVR60). Hay que hacer crecer y desarrollar la actitud, el ánimo, la reflexión y el raciocinio, para fortalecer y reforzar la conciencia en el conocimiento y práctica de la voluntad de Dios. Pero complementado con lo ideal de Dios y la intuición, se logra perfeccionar con la meditación y oración constante en Dios. Todo esto nos ayuda y es necesario para mejorar nuestro carácter y personalidad en el Señor Jesucristo. La cordura como el buen juicio, reflexivo, prudente y sensato. La concentración del enfoque y pensamiento atento y detenido.


El carácter y la personalidad nos ayudan a rechazar y resistir las tentaciones y las acechanzas del mal, porque influye en el temor a y de Dios. Es un código espiritual y de ética cristiana para el temor a Dios, porque nadie se oculta de la omnipresencia de Dios, además contribuye con el carácter y la personalidad en tener el temor de Dios, o sea, un temor respetuoso y reverente a la luz de la consagración y santidad al Creador mediante Cristo Jesús: “Y no participéis en las



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obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas; porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto. Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo. Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo” (Efesios 5.11 al 14 – RVR60). También es un código de ética celestial, con carácter universal y sentido moral trascendente.

Aunque hay quienes se consideran libres de hacer lo que quieran con su cuerpo y con su vida, el compeler es obligar con autoridad o fuerza a hacer lo que no se quiere. Esto se presenta de la siguiente manera: “Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Romanos 7.20 al 23 – RVR60).


En el caso de que la persona no quiere hacer el mal y el pecado, sin embargo, su misma concupiscencia del apetito desordenado del placer deshonesto lo domina. Esto significa que la persona se encuentra dominada del mal, en el sentido de que su intención y pensamiento es continuamente de dominio inmundo, por ser contrario a la consagración y santidad. La mente carnal es asquerosa y sucia sin ningún indicio de temor a y de Dios, sin el asco o náusea espiritual. La práctica del mal y del pecado no la quiere Dios, pero la permite en espera del reconocimiento del ser humano, de su propia iniciativa de compromiso y responsabilidad moral. Es deber asumir las consecuencias de sus actos, ser responsable y tener un mayor compromiso del perjuicio de sus actividades de la maldad y el pecado. Dios posibilita la vida, pero nunca permite el abuso que se haga de la misma, ya que establece el rendimientos de cuentas de cualquier tipo de abuso, sea de autoridad, confianza, derecho, dominio, sexual, superioridad, entre otros actos indebidos e injustos de irrespeto a la vida:



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“Y como á ellos no les pareció tener á Dios en su noticia, Dios los entregó á una mente depravada, para hacer lo que no conviene, Estando atestados de toda iniquidad, de fornicación, de malicia, de avaricia, de maldad; llenos de envidia, de homicidios, de contiendas, de engaños, de malignidades; Murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes á los padres, Necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia: Que habiendo entendido el juicio de Dios que los que hacen tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, más aún consienten á los que las hacen” (Romanos 1.28 al 32 – RVR1909).

¿Cuáles elementos contiene la caracterología cristiana para contrarrestar la ociosidad espiritual del mundo? Esta caracterología cristiana incluye contenidos complementarios entre sí, a la vez conforman un proceso gradual que va en incremento hasta su perfección, de una utopía factible y posible en el ideal de Dios o “ego de Dios” para el diario vivir:


“Como todas las cosas que pertenecen á la vida y á la piedad nos sean dadas de su divina potencia, por el conocimiento de aquel que nos ha llamado por su gloria y virtud: …hechos participantes de la naturaleza divina, habiendo huído de la corrupción que está en el mundo por concupiscencia. Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, mostrad en vuestra fe virtud, y en la virtud ciencia; Y en la ciencia templanza, y en la templanza paciencia, y en la paciencia temor de Dios; Y en el temor de Dios, amor fraternal, y en el amor fraternal caridad. Porque si en vosotros hay estas cosas, y abundan, no os dejarán estar ociosos, ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo…” (2 Pedro 1.3 al 9 – RVR1909).


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Algunos alegan que Dios en el primer pacto es estricto castigador, pero que ahora son tiempos diferentes donde Dios es solamente perdonador en el nuevo pacto. ¿Qué dice la Biblia de Dios acerca del primer pacto? “Porque el nombre de Jehová invocaré: Engrandeced á nuestro Dios. El es la Roca, cuya obra es perfecta, Porque todos sus caminos son rectitud: Dios de verdad, y ninguna iniquidad en él: Es justo y recto. La corrupción no es suya: á sus hijos la mancha de ellos, Generación torcida y perversa. ¿Así pagáis á Jehová, Pueblo loco é ignorante? ¿No es él tu padre que te poseyó? El te hizo y te ha organizado” (Deuteronomio 32.3 al 6 – RVR1909).


¿Qué dice la Biblia en el caso de Dios en el nuevo pacto? “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8.7 al 9 – RVR60).


Debido a la dureza en el corazón sin arrepentimiento (Romanos 2.5 al 11 – RVR60), e insolidaridad temperamental, tanto en el primer pacto como en el nuevo pacto, Dios es castigador, porque el ser humano establece su propio castigo según su maldad, pecado y perversidad. Es imprescindible la introspección del mismo ser humano, con una mirada interna en dirección a sus acciones, según sea su indiferencia o interés de hacer conciencia de la voluntad del Creador, en una búsqueda introspectiva de la dimensión en profundidad, de la máxima y verdadera altura o cúspide de conocimiento celestial. Esto conlleva el reconocimiento y resignación de la posible vida sufrida, en la incomodidad de un mundo perdido, para alcanzar una gratificación, en el sentido de galardón o recompensa, de las promesas de salvación para vida eterna. Respaldado por una demostración de autoridad moral en el comportamiento y conducta en el diario vivir, coherente con el aprendizaje, educación y formación, dentro de la enseñanza transmitida por Jesucristo, el Maestro, Mentor y Gran Pastor.